Jacinta
y Francisco:
una
obra prima de
Nuestra Señora de Fátima
Plinio Correa de Oliveira
Extractos de una conferencia del 13 de octubre de 1971
“La verdadera
directora espiritual de Jacinta, Francisco y Lucía fue esencialmente la
Virgen”, escribe el P. Demarchi. La benévola Señora de la Cova da Iria asume el
encargo de realizar esta obra prima y, como no podría dejar de serlo, la llevó
a cabo con total éxito. De sus manos surgieron tres ángeles revestidos de carne
que, al mismo tiempo, eran tres auténticos héroes.
De la izquierda a la derecha: Lucia, Francisco y Jacinta |
La materia prima
era de una plasticidad admirable, ¿y qué decir de la artista? En su escuela los
tres pequeños pastores dieron en poco tiempo pasos de gigante en el camino de
la perfección. En ellos se realizaron textualmente las palabras de un gran
devoto de María, San Luis María Grignion de Montfort. Este afirma que en la
escuela de la Virgen el alma progresa más en una semana que en el curso de un
año fuera de ella.
De hecho, la
pedagogía de la Madre de Dios no tiene paralelo. En dos años la Virgen
Santísima consiguió elevar a los dos hermanos – Francisco y Jacinta – a las más
altas cimas de la santidad cristiana. El retrato de Jacinta diseñado por mano
de Lucía es revelador. “Jacinta tenía siempre un porte serio, modesto y amable,
que parecía trasmitir la presencia de Dios en todos sus actos, lo que es propio
de las personas de edad avanzada y de gran virtud. No volví a ver en ella
aquella excesiva ligereza y entusiasmo de los niños por los juegos infantiles”.
“No diré que los
niños se acercaran a ella, como lo hacían conmigo, sobre todo porque la
seriedad de su actitud era muy superior a su edad. Si un niño o un adulto decía
o hacía cualquier cosa menos conveniente en su presencia, ella le reprendía
diciendo: “No lo haga porque ofende a Dios Nuestro Señor, quien ya está siendo
demasiado ofendido” (Del libro del P. Demarchi, “Era una Señora más brillante
que el sol…”).
Comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:
Este trecho ilustra
una gracia extraordinaria, en la que se señalan diversos aspectos mayores y
menores de la obra de la Virgen en relación con estos niños.
Sin embargo,
debemos considerar el valor simbólico de la obra de la Virgen sobre los niños.
Se engañan quienes imaginan que una obra como esta se destina sólo a los tres
niños: es una obra que transformó suavemente a esos pequeños, de un momento a
otro, con el simple hecho de las apariciones de la Santísima Virgen…
Aquí encontramos
algo semejante al Secreto de María [enunciado por San Luis María Grignion de
Montfort], es decir, una de esas acciones profundas de la gracia sobre el alma,
que se desarrollan sin que la persona se de cuenta, sintiéndose cada vez más
libre, más ágil en la práctica del bien, mientras que los defectos que la
enredaban y ligaban al mal se disuelven paulatinamente.
Y la persona crece
en el amor de Dios, en el deseo de empeñarse, en la oposición al mal. Pero,
todo esto ocurre de modo maravilloso en el interior del alma, de manera que ella
no emprende las grandes y metódicas batallas de la admirable ascensión al
Cielo, a la virtud, a la santidad como los que combaten según el sistema
clásico de la vida espiritual, sino que la Virgen los transforma de un momento
a otro.
Y si la obra de la Virgen
de Fátima, especialmente con esos niños llamados al Cielo, fue una obra de ese
género, podemos preguntarnos si no existe en ello un valor simbólico que indica
cuál será la acción de María Santísima sobre la humanidad cuando Ella cumpla
las promesas hechas en Fátima…
Y, pues, si no
debemos ver en esto un comienzo del Reino de María, es decir, del triunfo del
Corazón Inmaculado sobre dos almas que anuncian la gran revelación de Nuestra
Señora y que ayudarán mucho a las almas a acoger el mensaje de Fátima, con su
sacrificio y oraciones en la Tierra y después con sus súplicas en el Cielo. Y
que continúan haciéndolo.
Creo que esta
observación primera conduce directamente a una deducción: si esto es así,
Francisco y Jacinta son los intercesores naturales para pedir y obtener de la
Santísima Virgen que inicie cuanto antes el Reino de María en nosotros,
mediante esta misteriosa transformación que es el Secreto de María.
[…] Con relación a
esto, sería muy importante decir una palabra sobre la relación del Mensaje de
Fátima y nuestra situación. Hemos repetido con frecuencia que nuestra vida
espiritual crece en la medida en que tomamos en serio que el mundo actual se
encuentra en una deplorable decadencia y que se aproxima a su ruina. Además,
que esta ruina significa el castigo previsto por Nuestra Señora en Fátima y
que, en consecuencia, mientras más nos colocamos en esta perspectiva, tanto más
nuestra vida espiritual se enfervoriza. Y que, por el contrario, cuanto más nos
alejamos de esta visión, tanto más nuestra vida espiritual decae...
De modo que, por
intercesión de Francisco y Jacinta, podamos decir a la Virgen: Venga a nosotros
vuestro Reino, Oh Señora, pero que este vuestro Reino venga con urgencia.
Traducido
por Acción Familia (Santiago de Chile). Sin revisión del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario