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Capítulo 14
EL BAUTISMO DE SANGRE Y EL BAUTISMO DE DESEO – TRADICIONES ERRÓNEAS DE LOS HOMBRES (SEGUNDA PARTE)
¿SANTOS NO BAUTIZADOS? – LAS ACTAS DE LOS MÁRTIRES
Una de las mayores objeciones por parte de los defensores del bautismo de deseo/sangre es la afirmación de que la Iglesia católica reconoce santos que nunca recibieron el sacramento del bautismo. La respuesta a esto es que la Iglesia católica nunca ha reconocido que hay santos en el cielo que no hayan sido bautizados. Algunos historiadores han escrito relatos de las vidas de algunos santos en que esos santos murieron sin el bautismo de agua – por el “bautismo de sangre”; pero las afirmaciones de esos historiadores no prueban nada.
No toda la información que rodea la muerte de los mártires es exacta. Por ejemplo, “Según San Ambrosio, Prudencio y el Padre Butler, Santa Inés fue decapitada. Otros habían dicho que [Santa Inés] fue quemada hasta la muerte. Nuestro punto es que no todos los datos que figuran en la descripción del martirio son necesariamente precisos, coherentes, o completos”[1].
Papa San Gelasio, Decretal, 495: “Del mismo modo las acciones de los santos mártires… [las cuales], con singular cautela, como quiera que se ignoran completamente los nombres de los que las escribieron, no se leen en la Santa Iglesia romana, a fin de no dar ni la más leve ocasión de burla”[2].
El Papa San Gelasio dice aquí que los actos y hechos registrados de los mártires son inciertos. Sus autores son desconocidos, los relatos pueden contener errores y ni siquiera se leen en la Santa Iglesia romana para evitar el escándalo y la burla que pueda derivarse de cualquier afirmación falsa contenida en ellos. De hecho, en su obra The Age of Martyrs [La Edad de los Mártires], el renombrado abad historiador de la Iglesia, Giuseppe Ricciotti, dice: “Por guías tenemos los documentos apropiados. Estos, sin embargo, como ya hemos visto, son a menudo dudosos y nos llevarían por completo por el mal camino. Especialmente poco fiables son las Actas o Pasiones de los mártires”[3]. La enseñanza infalible de la Iglesia católica, en cambio, es absolutamente confiable, y nunca ha enseñado que las almas pueden salvarse por el “bautismo de sangre” sin el sacramento del bautismo. Así, en resumen, no hay ninguna prueba de que algún santo mártir de la fe católica no haya nunca recibido el sacramento del bautismo.
LOS CUARENTA MÁRTIRES DE SEBASTE
Un ejemplo de cómo los defensores del bautismo de sangre yerran sobre este asunto es cuando afirman que el cuadragésimo mártir de Sebaste no estaba bautizado. Ellos dicen que no estaba bautizado, pero que se unió a los otros treinta y nueve mártires y se congeló hasta morir en el lago por Cristo. El hecho es que no hay pruebas de que el cuadragésimo mártir de Sebaste no estuviese bautizado, cuya identidad se desconoce. Los relatos de la historia revelan que él “gritó con voz alta que era cristiano”, probablemente porque ya estaba bautizado católico y fue impulsado al martirio por el ejemplo de los otros treinta y nueve. Además, en el Martirologio Romano, en la fecha del 9 de septiembre, leemos:
“En Sebaste de Armenia, San Severiano, siendo soldado del Emperador Licinio, y, visitando a menudo a los cuarenta mártires presos en la cárcel, fue por orden del presidente Lisias colgado en el aire con una gran piedra atada a los pies…”[4].
Lo cierto es que Severiano no fue el cuadragésimo mártir (dada la fecha y circunstancias de su muerte). Vemos en este relato que otras personas y soldados podían visitar a los cuarenta en la cárcel. Por lo tanto, los cuarenta mártires fácilmente podrían haber bautizado a cualquier soldado que mostrase interés y simpatía por su causa, incluyendo aquel que se unió a ellos después (si es que todavía no estaba bautizado). Por lo tanto, no hay nada que pruebe que el cuadragésimo mártir no haya sido bautizado, y sabemos que él lo estaba por la verdad de nuestra fe. Lo mismo puede decirse de todos de los aproximadamente 20 casos que son presentados por los defensores del bautismo de sangre.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Exultate Deo, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, si no renacemos por el agua y el Espíritu, como dice la Verdad, no podemos entrar en el reino de los cielos (Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural”[5].
Cito textualmente, del hermano Robert Mary, el libro Father Feeney and The Truth About Salvation [El Padre Feeney y la Verdad sobre la Salvación] pp. 173-175, que aclara algunas de las confusiones que se producen en torno a este tema:
“Ahora vamos a examinar la evidencia histórica planteada por aquellos que afirman que ‘el bautismo de sangre’ es un sustituto del sacramento del bautismo (e incluso superior a éste). Esta evidencia se encuentra en los numerosos escritos que han llegado hasta nosotros durante los siglos, como se registra en varios martirologios, las actas de los mártires, las vidas de los santos y fuentes similares. La información más concisa sobre los mártires se encuentra en los martirologios.
”El actual Martirologio Romano es un catálogo de los santos honrados por la Iglesia, no sólo aquellos martirizados por la fe. Apareció por primera vez en 1584, y se deriva de martirologios antiguos que existieron en el siglo IV, además de los registros oficiales y no oficiales tomados de las actas de los mártires que se remontan al siglo II. Se ha revisado varias veces desde su primera compilación. Cuando fue destinado a revisar los relatos antiguos, San Roberto Belarmino tuvo que ser contenido por las supresiones de redacciones excesivamente escépticas.
”En primer lugar, quienes informaron por primera vez de las circunstancias de las muertes de los mártires, no tenían la intención de proporcionar la información de ‘los registros de bautismo’ que más tarde pudo ser compilada. Si el cronista no hace mención del bautismo del mártir, no significa necesariamente que nunca haya sido bautizado. Un ejemplo de ello es el de San Patricio. Él no era un mártir, pero su bautismo nunca fue registrado. Sin embargo, sabemos positivamente que recibió el sacramento, puesto que era obispo.
”A continuación, aun cuando un cronista afirme positivamente que un mártir no haya sido bautizado, debe entenderse en el sentido de que no ‘estaba registrado’ como si hubiera sido bautizado. En aquellos tiempos, sobre todo, nadie podía esperar saber con certeza que otro no hubiera sido bautizado.
”En tercer lugar, si un cronista dice que un mártir fue ‘bautizado en su propia sangre’, esto no excluye automáticamente la recepción anterior del sacramento por agua. Cuando Cristo se refirió a su Pasión venidera como un ‘bautismo’, Él ya había sido bautizado por San Juan en el Jordán.
”En cuarto lugar, el ‘bautismo de sangre’ debe entenderse como el mayor acto de amor de Dios que un hombre puede hacer. Dios lo premia con la entrada directa al cielo para aquellos que ya están bautizados y dentro de la Iglesia: no hay purgatorio; es una confesión perfecta. Si el ‘bautismo de sangre’ pudiera sustituir a algún sacramento, ese sería el sacramento de la penitencia, porque la penitencia no obliga como necesidad de medios, sino sólo de precepto.
”En su libro Church History [Historia de la Iglesia], el Padre John Laux, M. A., escribe:
‘Si él [el cristiano] estaba destinado a perder su vida, se le había enseñado que el martirio era un segundo bautismo, que lava toda mancha, y que el alma del mártir estaba segura en la admisión inmediata en la felicidad perfecta del cielo’.
”En quinto lugar, cuando un mártir se conoce como un ‘catecúmeno’, no siempre quiere decir que no estuviera bautizado. Un catecúmeno era una persona que está aprendiendo la fe, como estudiante en una clase llamada catecumenado, con un maestro llamado catequista. Que los estudiantes continuasen en sus clases incluso después de ser bautizados, se confirma de manera concluyente por estas palabras de San Ambrosio a sus catecúmenos: ‘Sé muy bien que muchas cosas todavía tienen que ser explicadas. Es posible que les parezca extraño que no se les haya dado una enseñanza completa sobre los sacramentos antes de que se los bautizara. Sin embargo, la antigua disciplina de la Iglesia nos prohíbe revelar los misterios cristianos a los no iniciados. Porque el pleno significado de los sacramentos no puede ser comprendida sin la luz que ellos mismos derraman en vuestros corazones’ (Sobre los Misterios y Sobre los Sacramentos, San Ambrosio)”.
Puesto que los no bautizados no eran considerados parte de los fieles hasta que eran bautizados (siempre se les exigía que se retirase antes de comenzar la Misa de los fieles), el Hno. Robert Mary está señalando que algunas personas que habían sido recién bautizadas se encontraban realizando la instrucción, ellas eran ocasionalmente referidas como “catecúmenos”.
Papa San Silvestre I, Primer Concilio de Nicea, 325 d.C., canon 2: “Porque un catecúmeno necesita tiempo y más libertad condicional después del bautismo…”[6].
En la tradición, la Iglesia no revelaba ciertas cosas, excepto a los iniciados (los bautizados). Así, después que una persona era bautizada, él o ella frecuentemente continuaba con la instrucción catequística, y, por lo tanto, a veces se denomina “catecúmeno”. El hecho que haya una distinción entre los catecúmenos no bautizados y los catecúmenos bautizados está implícito en la siguiente cita del Concilio de Braga de 572.
Concilio de Braga, 572, canon 17: “Ni la conmemoración del sacrificio [oblationis] ni el servicio de canto [psallendi] se debe emplear para los catecúmenos que han muerto sin el bautismo”[7].
Si aquellos descritos como “catecúmenos” no siempre estaban bautizados, entonces no habría necesidad de que el Concilio dijera que ni el canto o el sacrificio deban emplearse para los catecúmenos “que han muerto sin el bautismo”. Por lo tanto, el hecho que el Martirologio Romano describa algunos santos como “catecúmenos”, tales como Santa Emerenciana, no prueba que no hayan sido bautizados, aun cuando el término “catecúmeno” normalmente significa no bautizados. Además, el Martirologio Romano no es infalible y contiene errores históricos.
Donald Attwater, A Catholic Dictionary, p. 310: “Una declaración histórica en el ‘Martirologio’, como tal, no tiene autoridad… Se encuentran una serie de entradas en el Martirologio Romano que no son satisfactorias cuando son examinadas”[8].
En cuanto al Breviario Romano, Dom Prosper Guéranger, uno de los liturgistas más célebres en la historia de la Iglesia, parece corregir algunos errores en el Breviario Romano:
Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year, vol. 8 (Santos Tiburcio, etc.), p. 315: “La solemnidad del 22 de noviembre, antes precedida por una vigilia, está marcada en el breviario Romano como el día de su martirio [de Santa Cecilia]; pero, en realidad, es el aniversario de su basílica en Roma”[9].
Más adelante, en la sección dedicada a San Gregorio Nacianceno (pp. 76-77), vemos que si se aplicara como infalible la enseñanza del Breviario sobre temas teológicos, entonces habría que rechazar el bautismo de deseo. Sigo con la cita del Hno. Robert Mary:
“En sexto lugar, en aquellos días, un bautismo formal era una ceremonia muy impresionante realizada por el obispo. Sin embargo, la Iglesia siempre ha enseñado que, en caso de necesidad, cualquier persona, de cualquier sexo que ha alcanzado el uso de la razón, católico o no católico, puede bautizar utilizando las palabras correctas y con la intención de hacer lo que la Iglesia hace por el sacramento. Por lo tanto, en la Iglesia primitiva, los cristianos bautizados y los catecúmenos no bautizados eran instruidos para que, en las ocasiones que estallaban las persecuciones, se administrasen el sacramento el uno al otro, siempre y cuando la necesidad lo impusiera”.
”En séptimo lugar, la salvación se nos hizo posible cuando, en la Cruz del Calvario, nuestro Señor Jesucristo sacrificó su sagrado cuerpo y sangre en expiación por nuestros pecados. Por lo tanto, un hombre es salvo, no por el sacrificio de su sangre humana, sino por el sacrificio de la preciosísima sangre divina de nuestro Santísimo Salvador.
”Vamos a decirlo de otra manera: En nuestra opinión, la certeza absoluta de la remisión del pecado original y la incorporación en Cristo y su Iglesia, se efectúan exclusivamente por el agua a la que, solamente Cristo ha dado ese poder. La sangre de un hombre no tiene tal poder. El martirio es el mayor acto de amor de Dios que un hombre puede hacer, pero no puede sustituir el sacramento del bautismo”.
No hay necesidad de examinar en detalle todos los menos de 20 casos individuales de martirios de santos (entre miles), que algunos dicen se produjeron sin el bautismo. Por ejemplo, en el caso de Santa Emerenciana – que fue martirizada mientras rezaba públicamente ante la tumba de Santa Inés durante la persecución de Diocleciano –, se podría señalar que el relato de su martirio ofrece una situación que, en sí misma, sugiere que ya estaba bautizada, porque ella no se habría expuesto al peligro de esa manera durante la persecución si aún no hubiese estado bautizada. O incluso si no fue bautizada antes de que ella fuera atacada (lo que es muy poco probable), ella ciertamente pudo haber sido bautizada después del ataque por su madre que la acompañaba en la tumba para orar (según los relatos).
Hay tantas historias que dan una impresión totalmente diferente y tienen un significado distinto si sólo un pequeño detalle es omitido. Tomemos, por ejemplo, el caso de San Venancio. A los 15 años de edad, San Venancio fue llevado ante el gobernador durante la persecución del emperador Decio:
“Uno de los funcionarios, de nombre Anastasio, al notar la valentía con que él [San Venancio] sufrió sus tormentos, y habiendo visto a un ángel con una túnica blanca caminando por encima del humo, y liberando nuevamente a Venancio, [Anastasio] creyó en Cristo, y junto con su familia fue bautizado por el sacerdote Porfirio, con quien él después mereció recibir la palma del martirio”[10].
Esta interesante historia nos muestra, una vez más, cómo Dios bautiza a todos sus elegidos, pero adviértase cuán fácil podría ser mal interpretado si un simple detalle se hubiera omitido. Si el único punto acerca de cómo Anastasio y su familia fueron bautizados por Porfirio se hubiera omitido, es casi seguro que el lector tendría la impresión que Anastasio fue un mártir por Cristo que nunca recibió el bautismo – recibiendo en cambio el “bautismo de sangre”.
El hecho es que no hay necesidad de pasar por todos estos pocos casos y demostrar que: 1) no hay ninguna prueba de que el santo – de quien dicen no fue bautizado – no haya sido bautizado, y 2) hay muchas explicaciones para saber cómo el santo pudo haber sido y fue bautizado. Todo lo que es necesario para refutar la afirmación de que hay santos no bautizados es mostrar que la Iglesia ha enseñado infaliblemente que nadie puede ir al cielo sin haber renacido del agua y del Espíritu Santo por el sacramento del bautismo.
Papa Pablo III, Concilio de Trento, canon 5 sobre el sacramento del bautismo, ex cathedra: “Si alguno dijere que el sacramento del bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación (Juan 3,5), sea anatema”[11].
Sin embargo, un presunto caso del “bautismo de sangre” es particularmente interesante.
SAN ALBANO Y SU GUARDIA CONVERTIDO
San Albano fue el protomártir de Inglaterra (303 d.C.). El relato de su martirio es particularmente interesante e instructivo sobre este tema. En el camino a su martirio, uno de los guardias que lo llevó a su ejecución se convirtió a Cristo. El Martirologio Romano (un documento falible), así como el Butler’s Lives of the Saints [Vidas de los Santos de Butler], dice que el guardia fue “bautizado en su propia sangre”. San Beda el Venerable, un historiador de la Iglesia, que también relata la historia (y que es uno de los cerca de 8 Padres que son citados en favor del bautismo de sangre), dice que el martirio del guardia se produjo sin la “purificación del bautismo”. Pero vea esto: al relatar la historia de los martirios de San Albano y su guardia, San Beda y La Vida de los Santos de Butler revelan un punto muy importante.
San Beda: “Al llegar a la cumbre, San Albano le pidió a Dios que le diera agua, y de repente un manantial perenne brotó a sus pies…”. Butler: “La súbita conversión del cacique ocasionó un retraso en la ejecución. Mientras tanto, el santo confesor (Albano), con la muchedumbre, subió la colina… Allí Albano, cayendo de rodillas, en oración, una fuente brotó, con cuya agua refrescó su sed… El soldado, junto con San Albano, que se había negado manchar sus manos en su sangre, y se había declarado cristiano, fue también decapitado, siendo bautizado en su propia sangre”[12].
El lector puede estar confundido en este punto, y con razón, así que permítanme explicar. Tenemos dos relatos (falibles) del martirio de San Albano y su guardia, el de San Beda y La Vida de los Santos de Butler. ¡Ambos registran que justo antes del martirio de San Albano y su guardia, San Albano oró por el “agua”, que milagrosamente brotó! ¡San Beda luego dice que el guardia murió sin ser bautizado! ¡Butler dice que el agua no era más que para “refrescar” la sed de Albano! Con el debido respeto a San Beda y las cosas buenas de Butler, ¿qué tan obvio es? Un santo, que tenía unos pocos minutos para vivir y que tenía un converso que deseaba entrar en la Iglesia de Cristo, ¡no pediría el agua milagrosa para “refrescar su sed”! Es obvio que pidió el agua milagrosa para bautizar al guardia convertido, y Dios la proporcionó por la sincera conversión, ya que “quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios”. Este es un excelente ejemplo de cómo los errores del bautismo de sangre y de deseo se han perpetuado – pasando por conclusiones falibles de hombres falibles. Y este ejemplo de San Albano y su guardia, que en realidad muestra la absoluta necesidad del sacramento del bautismo, es con frecuencia y falsamente utilizado contra la necesidad del sacramento del bautismo.
RESUMIENDO LOS HECHOS SOBRE EL BAUTISMO DE SANGRE
Como ya se ha dicho, la teoría de bautismo de sangre nunca ha sido enseñada por un Papa, ni por un Concilio ni en ninguna encíclica papal. Al menos 5 concilios dogmáticos de la Iglesia católica emitieron definiciones detalladas sobre el bautismo, y ni uno de ellos menciona el concepto o el término bautismo de sangre. El Concilio de Trento tiene 14 cánones sobre el bautismo, y el bautismo de sangre no se menciona en ninguna parte. Y, de hecho, todas las declaraciones infalibles de los Papas y de los concilios excluyen la idea.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, ex cathedra: “Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”[13].
¡El Papa Eugenio IV excluye explícitamente de la salvación incluso a aquellos que “derramen su sangre por el nombre de Cristo” si no permanecieren en el seno y unidad de la Iglesia! ¡Y, como ya se ha demostrado, los no bautizados no viven en el seno y unidad de la Iglesia (de fide)! Los no bautizados no están bajo la jurisdicción de la Iglesia católica (de fide, Concilio de Trento, sesión 14, cap. 2)[14]; los no bautizados no son miembros de la Iglesia católica (de fide, Pío XII, Mystici Corporis #10)[15]; y los no bautizados no tienen la marca de cristianos (de fide, Pío XII, Mediator Dei # 57)[16].
Si el “bautismo de sangre” verdaderamente sirviera como sustituto para el sacramento del bautismo, Dios nunca habría permitido que la Iglesia católica entendiera en sus decretos infalibles a Juan 3, 5 como según está escrito (Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Exultate Deo, 22 de noviembre de 1439, etc.). Esto es cierto porque la Iglesia no puede errar en la comprensión oficial de las Escrituras.
Además, Dios no hubiera permitido que el infalible Concilio de Trento dejase pasar completamente alguna mención de esta “excepción” en sus cánones sobre el bautismo y en sus capítulos sobre la justificación como forma alternativa de alcanzar el estado de gracia. Él nunca hubiera permitido que todas las definiciones infalibles de los Papas sobre un solo bautismo evitaran alguna mención del “bautismo de sangre”.
Y Dios no habría permitido que el Papa Eugenio IV definiese que nadie, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia católica, sin que mencionase la excepción del “bautismo de sangre”. Dios nunca ha permitido que se enseñe la teoría del bautismo de sangre en un concilio, ni por un Papa, ni en un decreto infalible, salvo los teólogos falibles y los falibles Padres de la Iglesia. Todo esto se debe a que el bautismo de sangre no es una enseñanza de la Iglesia católica, sino una especulación errónea de ciertos Padres que también erraban a veces en sus mismos documentos.
Continuará…
Próxima publicación: Cap. 14, tercera parte: BAUTISMOS MILAGROSOS
[1] Hno. Robert Mary, Father Feeney and The Truth About Salvation «El Padre Feeney y la Verdad Sobre la Salvación», edición inglesa, p. 176.
[2] Denzinger 165.
[3] Abad Giuseppe Ricciotti, The Age of Maryrs – Christianity from Diocletian to Constantine «La Edad de los Mártires – La Cristiandad desde Diocleciano a Constantino», edición inglesa, Tan Books, publicado originalmente en 1959, reimpreso en 1999, p. 90.
[4] The Roman Martyrology «Martirologio Romano», edición inglesa, Fitzwilliam, NH: Loreto Publications, p. 203 (9 de sept.).
[5] Denzinger 696; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, vol. 1, p. 542.
[6] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, vol. 1, p. 6.
[7] The Catholic Encyclopedia «Enciclopedia Católica», edición inglesa, “Bautismo”, volumen 2, 1907, p. 265.
[8] Donal Attwater, A Catholic Dictionary «Un Diccionario Católico», edición inglesa, Tan Books, 1997, p. 310.
[9] Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year «El Año Liturgico», edición inglesa, Loreto Publications, 2000, vol. 8, p. 315.
[10] Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year «El Año Liturgico», edición inglesa, vol. 8, p. 521.
[11] Denzinger 861; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, vol. 2, p. 685.
[12] Citado por el Hno. Robert Mary, Father Feeney and The Truth About Salvation «El Padre Feeney y la Verdad sobre la Salvación», edición inglesa, Winchester, NH: St. Benedict Center, 1995, pp. 184-186.
[13] Denzinger 714.
[14] Denzinger 895; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, vol. 2, p. 704.
[15] Denzinger 2286.
[16] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 4 (1939-1958), p. 127.