Plinio Corrêa de Oliveira
¿Cuál es la relación entre Nuestra Señora de Fátima y Nuestra Señora
del Monte Carmelo, puesto que Ella se apareció con el hábito
carmelita en una de las apariciones?
Ustedes saben que en las apariciones de Fátima, nuestra Señora
normalmente llevaba un vestido blanco con un borde
dorado y un cinturón de oro en
la cintura. Pero durante
la aparición a los niños cuando ocurrió el milagro del sol, Ella
se apareció con el hábito carmelita
en la representación de los misterios
gloriosos del rosario.
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En Fátima la
Virgen también se apareció como
Nuestra Señora del Carmen
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Nuestra Señora no hace nada sin alguna razón, por lo que la primera pregunta nos lleva a otra: ¿Cuál es la
relación entre la Virgen del
Carmelo, los Misterios Gloriosos
y Nuestra Señora de Fátima?
La invocación de Nuestra Señora del Carmelo tiene su origen en el Monte
Carmelo en Tierra Santa, donde solían vivir los ermitaños en la época de
la Antigua Alianza orando y esperando a
una Virgen-Madre que vendría a traer la salvación a toda la raza humana. Ellos
estaban siguiendo el ejemplo de Elías,
el profeta, que estuvo en el Monte
Carmelo rezando por la salvación
de Israel, que estaba pasando por
una terrible sequía, cuando él vio una
pequeña nube en el horizonte lejano.
Él creyó la que esa pequeña nube traería la lluvia tan necesaria a Israel. La pequeña
nube creció en tamaño y cubrió
todo el cielo, y, finalmente, la tan esperada lluvia vino a salvar al pueblo.
Elías entendió que esta nube era un símbolo de la Virgen que vendría, en relación con las profecías de Isaías
que hablaban de la Virgen. Los que siguieron su ejemplo también oraron por la venida de la Virgen que sería la
Madre del Mesías. En tiempos
de la Antigua Alianza, por lo tanto, los
ermitaños del Monte Carmelo tuvieron
la misión espiritual de prever la venida de la nuestra Señora y rezaron por ello.
Ellos fueron perseguidos por gente malvada, y también por los miembros de la decadente Sinagoga;
no obstante, los ermitaños
del Monte Carmelo se mantuvieron fieles.
Finalmente, nuestra Señora vino, y Ella recibió la mayor glorificación que cualquier criatura viva haya
recibido y recibirá: en ella el Verbo
Divino, la Segunda Persona de la
Santísima Trinidad, se hizo carne. Ella se convirtió en la esposa del Espíritu
Santo. Puesto que no tenía el pecado
original, Ella no estaba sujeta a
la muerte. Pero ella eligió
morir, para imitar a nuestro Señor. Por lo tanto, Ella tuvo una muerte muy serena, que
la Iglesia con su sabio lenguaje llamó la dormitio; “La Dormición de
Nuestra Señora”. Fue una muerte
real que implicó la
separación del cuerpo y del alma, pero la más suave posible. Después, ella fue resucitada por nuestro Señor y llevada al cielo por los ángeles. Este conjunto de privilegios constituyen la mayor glorificación
que una criatura haya tenido.
Es por eso que Nuestra
Señora de la Asunción también es
llamada Nuestra Señora de la
Gloria.
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La Dormición
de Nuestra Señora
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Por lo tanto, la historia de la Orden del Carmelo en el Antiguo Testamento
se cierra con una extraordinaria glorificación y el cumplimiento
de sus expectativas. A través de
siglos de silencio, aislamiento y persecución,
los seguidores de Elías avanzaron paso a paso hacia la victoria
y la gloria.
La historia de la Orden del Carmelo
comienza nuevamente en la Nueva Alianza. San Juan Bautista también fue un seguidor de Elías, al igual que muchos de sus discípulos, San Juan, Santiago y otros. Ellos tuvieron la alegría de conocer a nuestra Señora cuando estuvo viva. Ellos veneraron a la misma Virgen-Madre que había sido anticipada por
sus antepasados. Fácilmente se puede
imaginar que a veces Ella les
hablaría como carmelitas y
confirmaría su vocación y serían
recompensados por ser sus primeros devotos de la historia.
Podemos también imaginar las piadosas y misteriosas relaciones entre la Virgen y Elías, que todavía
está vivo, como ustedes saben. Parece razonable pensar que la devoción de la Santa Esclavitud a
la Virgen, desarrollada por San Luis Grignon de Montfort, fue de alguna manera conocida y practicada por
los primeros hijos de nuestra Señora, los carmelitas.
La Orden de los Carmelitas siguió
existiendo en Tierra Santa, pero la
cristiandad de la época no tomó
el provecho que debería haber tomado
de su presencia. La cristiandad
entró en decadencia, y como castigo recibió la
invasión de los sarracenos, que la
destruyeron. En la época de las Cruzadas,
los carmelitas aparecieron en Occidente como una orden
religiosa casi desconocida, en extinción y sin seguidores.
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La Virgen
entrega el escapulario a San Simón Stock
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Sobre esta rama en extinción, Nuestra Señora hizo florecer una vibrante flor: San Simón Stock. Después que él fue elegido General de la Orden en 1247, le pidió a Ella la que fuera la
protectora de la Orden. Ella
se le apareció y le dio el escapulario, es decir, la promesa de la vida
eterna a los que entraran en la Orden y murieran en ella. La Orden floreció nuevamente,
y vino para ella un nuevo periodo de gloria. Entre las
glorias de los carmelitas, la más grande es siempre haber tenido devoción a la Virgen.
También tuvo la gloria de
tener una Santa Teresa de Ávila,
y más recientemente, la gloria de contar con Santa Teresita del Niño Jesús, que podría haber sido nuestra
contemporánea si no hubiera
muerto tan joven.
La cristiandad hoy en día está de nuevo en
decadencia. Nuestra Señora vino a
Fátima para advertir de esta decadencia, del
castigo, y la victoria con la famosa
frase: “Al final mi Corazón
Inmaculado triunfará”. En ese mismo conjunto de apariciones en las que Ella anunció su victoria, Ella
deseó aparecerse con el hábito
de la Orden Carmelita, como una forma de
confirmar su antigua predilección por ella e indicar que esta Orden será parte de
su glorioso reinado. Con el hábito, Ella realizó simbólicamente una síntesis del pasado y el futuro, en el mismo momento en que Ella anunció el fin de una era y el comienzo de otra.
El día de la fiesta de Nuestra Señora
del Monte Carmelo es una fiesta muy querida para nosotros,
seguidores de Elías el profeta, el primer devoto de nuestra Señora en la historia.
Glorifiquémosla y pidámosle que nos prepare, a
quienes somos carmelitas en espíritu, para
pasar por el castigo y ser
piedras vivas en el Reino de
María.