LA OFENSIVA
CATÓLICA CONTRA LA UNIVERSIDAD
Liderado por Montalembert y
sustentado por Louis Veuillot con L’Univers,
el partido católico emprendería la batalla por la libertad de enseñanza. Para
entender bien esa batalla, debemos retroceder un poco en el tiempo.
Todos los políticos liberales
franceses combatieron el monopolio de la enseñanza durante la Restauración.
Como discípulos fieles del romanticismo, no regatearon alabanzas y discursos
inflamados a favor de la libertad de enseñanza en particular. Al subir Luis
Felipe al trono en 1830, y con él los liberales, continuaron éstos incensando
la libertad, pero sin hacer nada para transformarla en realidad. Fue necesario
el proceso de Montalembert, Lacordaire y de Coux, en 1831, para recordarles la
necesidad de legislar sobre el asunto, necesidad esa luego olvidada cuando los
jefes del movimiento católico, que lidiaron con la cuestión de L’Avenir, los dejaron en paz.
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Guizot |
En 1836 el jefe del gabinete era
Guizot, uno de los más conocidos liberales de la época, y Montalembert
comenzaba los trabajos para la formación del partido católico. Para evitar la
regimentación de las fuerzas católicas, Guizot inició la preparación de un
proyecto de ley atendiendo gran parte de sus reivindicaciones. Guizot cayó
antes de presentarlo en la cámara, yendo Victor Cousin para el Ministerio de la
Instrucción Pública.
Cousin es hoy un nombre de
segundo plano, y su filosofía ecléctica fue completamente abandonada. En el
siglo XIX, sin embargo, su influencia era enorme. Profesor universitario, sus
cursos eran declamados según todas las reglas patéticas del romanticismo
entonces en boga. Sus aulas eran iniciadas en tono de voz bajo, de cabeza
inclinada y en actitud humilde y sufridora. Súbitamente levantaba la cabeza, y
traspasando con la mirada el auditorio, elevaba la voz y dominaba la sala. Con
trucos de oratoria como este, hacía adeptos para su filosofía poco consistente.
Era un gran orador y un actor perfecto. En aquel siglo de oratoria, no es de
espantar que haya sido el dictador de la Universidad, a la cual impuso su
doctrina como filosofía oficial.
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Victor Cousin |
Al ser Victor Cousin nombrado
ministro de la Instrucción Pública, eran recientes sus artículos y discursos
por la libertad de enseñanza, que hizo durante la Restauración. Todavía no le
era posible, por tanto, contradecirse. Por otro lado, el proyecto de Guizot
tenía la ventaja de dar un golpe mortal a los trabajos de Montalembert, y no
costaba nada continuar estudiándolo, atrasando lo más posible su envío a la
Cámara para la discusión. De ahí el curioso espectáculo, que era el dictador de
la Universidad preparando una ley destinada a disminuir su propia influencia.
Pero es claro que la ley no estuvo lista cuando Cousin dejó el Ministerio de
Instrucción Pública, siendo sustituido por Villemain.
En la fraseología francesa del
siglo XIX, Villemain era un perfecto honnête
homme. También profesor universitario y buen burócrata, era meticulosamente
cumplidor de los deberes de su cargo. Sinceramente fiel a las doctrinas de sus
amigos, no podría comprender por qué éstos lo criticaban cuando llevaba hasta
las últimas consecuencias los principios que ellos mismos le inculcaban. Como
universitario, deseaba el monopolio, y no entendía el juego de Guizot y Victor
Cousin. De ahí el proyecto de ley por él rápidamente preparado y presentado a
la Cámara, en cuyo preámbulo decía:
“La libertad de enseñanza es
admitida en principio por la Constitución, pero no le es esencial, y el
carácter propio de la libertad política muchas veces se acentuó con la
influencia exclusiva y absoluta del Estado en la educación de la juventud”.
El proyecto permitía la creación
de escuelas secundarias libres, pero bajo tres condiciones:
1)
Los directores y profesores debían tener grados
universitarios, que sólo eran conferidos por la Universidad;
2)
Debían también presentar un certificado de moralidad;
3)
Debían presentar un certificado de capacidad distinto
de los grados universitarios;
Además de eso, no podían ser profesores universitarios
los religiosos de una congregación “no autorizada”; y los seminarios menores,
que hasta entonces estaban bajo la tutela de la Universidad, estaban sujetos a
las mismas exigencias para las escuelas laicas.
El
monopolio se acentuaba, y el mayor error de Villeman fue tocar en los
seminarios menores. Delante de eso, los obispos no pudieron continuar en
silencio, dejando a los legos la tarea de conquistar la libertad de enseñanza.
Mons. Clausel de Montals, obispo de Chartres, dio el ejemplo protestando
públicamente contra el proyecto, y fue luego seguido por 52 miembros del
episcopado. Todos los periódicos católicos combatían el proyecto y publicaban
las pastorales que lo condenaban.
Por la primera vez, se vio reaccionar a las fuerzas
católicas en su totalidad contra el proyecto de ley lesivo a los derechos de la
Iglesia. Delante de tal resistencia, los políticos liberales atacaron rudamente
el proyecto en la Cámara. Guizot y Victor Cousin comandaron el ataque.
Espantado, Villemain veía a sus propios amigos combatir sus ideas, que eran
también las de ellos. El proyecto fue retirado, y poco después Villemain dejó
el ministerio.
Fue entonces que L’Univers
pasó a tener como principal redactor a Louis Veuillot, y que Montalembert
regreso de la isla Madeira. El resultado de la protesta colectiva del
episcopado fortaleció al partido católico. Ya no se trataba de conseguir
autorización para abrir escuelas católicas, sino combatir la enseñanza
universitaria, mostrando cuánto era contraria a la doctrina católica.
El primer paso en ese sentido fue dado por Mons.
Clausel de Montals, con una pastoral que apuntaba los errores de la filosofía
de Victor Cousin y los peligros que corrían los católicos con su enseñanza. L’Univers publicó esa pastoral e inició
una serie de artículos sobre la Universidad. Montalembert, de vuelta a la
Cámara de los Pares, dio la señal de combate en un célebre discurso, en que
dividía a los franceses en dos categorías: católicos, hijos de los cruzados; y
liberales, hijos de Voltaire.
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Thiers, 2° presidente de la República francesa |
Sorprendidos de sorpresa, los políticos liberales
intentaron evitar la lucha. Victor Cousin se hizo el humilde, según su hábito,
justificándose y acrecentando prefacios explicativos en sus libros de
filosofía. Los mejores juicios sobre su actitud fueron los de Saint Beuve, que
la llamó charlatanismo, y de Henri Heine, clasificándola de hipocresía.
Pero esa farsa duró poco tiempo, pues la Universidad
tenía ahora delante de sí un partido fuerte y poderoso. Lanzó a la lucha a
todos los profesores. En la Cámara, refiriéndose a los católicos, Thiers
exclama: “Ya es tiempo de que aplastemos a esa gente con las manos de
Voltaire”. Las máscaras habían caído. La lucha estaba siendo librada con
cambien bien divididos, y se prolongará por todo el reinado de Luis Felipe.