miércoles, 17 de octubre de 2012

Poder, mando e influencia


Plinio Corrêa de Oliveira

Podemos distinguir tres elementos en un gobierno: el poder ―que puede provenir del dinero o la fuerza―, el mando y la influencia.

Hablando de la sola fuerza para gobernar, le dijo Talleyrand una vez a Napoleón que las bayonetas pueden ser un medio eficaz para establecer un trono, pero que era muy difícil permanecer sentado sobre ellas durante mucho tiempo.

Talleyrand a Napoleón: Señor, ningún trono estable
puede estar sentado sobre las bayonetas
Entonces, ¿cuál es la importancia de cada uno de estos elementos, el poder, el mando y la influencia?

Analicemos el caso de Napoleón. Él era un emperador falso, ilegítimo, pero mientras ocupó esa posición, se otorgó el derecho de mandar y ser obedecido. El pueblo ―sus súbditos― estaban obligados a obedecerle en ciertas cosas.

Supongamos, por ejemplo, que una epidemia estallase repentinamente en Francia. Desde que Napoleón ocupó el cargo de emperador, él tendría la obligación de mandar y tomar todas las medidas adecuadas para contener esa plaga y mejorar la situación de las personas infectadas por la enfermedad. Él tendría el derecho y el deber mandar. En esta eventualidad, todos los mecanismos del Estado deberían obedecerle indiscutiblemente. Por lo tanto, él tenía el mando.

¿Él tenía el poder? Una vez que él tenía el derecho de mandar, ¿tenía suficiente ascendencia moral para hacerse normalmente obedecer, y no sólo en la situación extraordinaria que nos imaginamos?

La respuesta es afirmativa. Por su puño de hierro, él había habituado a Francia a obedecerle mecánicamente. Por tanto, a través de la fuerza, él adquirió el poder.

¿Él tuvo influencia? Aquí comienza una discusión diferente.

Uno de los elementos fundamentales que una persona necesita para tener influencia es suscitar la admiración de los que le rodean.

Napoleón había ganado muchas batallas. Ganar una batalla genera admiración, porque el genio militar per se suscita admiración. Ello supone una personalidad capaz de mover ejércitos enteros, ordenándolos adecuadamente contra el enemigo, y ganar. Se trata de un juego de ajedrez en el que los peones, caballeros y torres son miles de hombres. Napoleón sabía cómo hacerlo con éxito y ganó muchas batallas. Él tuvo, por lo tanto, una razón para ser admirado.

Además, en más de una ocasión arriesgó su propia vida, y, al hacerlo, mostró heroísmo. El heroísmo es una cualidad que suscita naturalmente admiración.

Él también restauró el orden a Francia después del trastorno de la Revolución Francesa, y por esto él también suscitó la admiración de la gente. Ellos podían dormir en paz sin temor a ser llevados a la guillotina al día siguiente. Por lo tanto, muchas personas podrían volver a respirar en paz, y lo admiraban por la paz material que él había recuperado.

No obstante, esta admiración que él suscitó, que le dio el prestigio que él necesitaba para influir, la perdió.

¿Por qué Napoleón perdió su influencia?

Son muchas las razones por las que Napoleón perdió el prestigio, causadas por el deterioro de la admiración por él.

La pretensión de Napoleón de igualarse a Carlomagno
corroyó su influencia
En primer lugar, él trató de realizar una función que iba mucho más allá de la de un general; él pretendió convertirse en emperador. Ahora, para ser un emperador, un hombre tiene que hacer más que ganar batallas. Las victorias en las batallas, obviamente, pueden ayudar, pero no son suficientes para hacer un emperador.

Carlomagno, por ejemplo, ganó muchas batallas, pero él era mucho más que un general; él era un patriarca. Toda la civilización católica que viene de Carlomagno ya estaba contenida en su alma. Ella se desbordó, por así decirlo, de su persona. Napoleón no tenía esta grandeza. Su desproporcionada pretensión de ser un nuevo Carlomagno es quizás el punto más saliente de su orgullo y el que más contribuyó a corroer la admiración que había suscitado.

En segundo lugar, la gloria militar que él fue ganando con sus muchas victorias se convirtió más en una gloria personal que en algo que representara la gloria de Francia. De hecho, él ni siquiera hablaba bien el francés, sino más bien un italiano de Córcega, que sólo se convirtió en un territorio francés el año en que él nació (1769), después de haber estado en posesión de Génova durante unos 500 años.

Los franceses empezaron a encontrar que el precio de ganar esas batallas era excesivamente duro y pesado: sus hijos se estaban muriendo en esas guerras en gran número, de una manera sin precedentes. Cada victoria de Napoleón era acompañada por una larga lista de jóvenes franceses que habían perdido la vida.

¿Y cuál era el propósito de esas batallas? Era principalmente para adquirir gloria personal y para colocar en los tronos de Europa a miembros de la familia Bonaparte o a los generales de Napoleón. Así fue que hizo rey de España a su hermano José, y a su hermano Lucien rey de Westfalia, y a su general y cuñado Murat, rey de Nápoles, y a su general Junot, gobernador de Portugal, y así sucesivamente.

Por lo tanto, los franceses consideraron que era Napoleón quien subía en el firmamento de la historia, y no Francia. Esas fueron guerras Napoleónicas, no de Francia, pero el resultado de los muertos pertenecían a Francia.

En tercer lugar, una enorme indiferencia se apoderó de los franceses. Debemos recordar que en esa época no había radio, televisión o electricidad. La mejor manera de difundir las noticias entre los habitantes de una gran ciudad como París, era tocando las campanas de las iglesias. Cuando esto sucedía, la gente se reunía en la plaza central para escuchar las noticias. Así, después de cada victoria, Napoleón enviaba un mensajero a caballo a París, el arzobispo de París era notificado de la victoria y, a través de un acuerdo con el gobierno, él autorizaba que tocaran las campanas de las iglesias.

Las victorias francesas costaron un alto número de muertes
Arriba, el asalto de Santa Engracia, Zaragoza, España - 1809
Puesto que las victorias de Napoleón se hicieron muy frecuentes, las campanas de todo París tocaban a menudo. Los historiadores señalan que la gente se hartó de esas victorias,  por lo que se hizo costumbre ignorarlas. Las personas que conversaban no me molestarían en detener su conversación. Un hombre que afilaba sus cuchillos en la calle continuaría sin interrupción; y otro que estaba vendiendo sus mercancías seguiría gritando sus precios. El pueblo francés ya había tenido suficiente de sus victorias.

Por lo tanto, la gloria de Napoleón se convirtió en una especie de espuma que chorreaba artificialmente sobre la nación, y no una planta enraizada firmemente en su tierra.

Estas fueron las razones por las que Napoleón, a pesar de que seguía teniendo el poder y el mando, perdió su influencia.

Cero influencia

Podemos ver cuán drásticamente se había desvanecido la influencia de Napoleón por este incidente. Después de que él fue depuesto y condenado a su primer exilio en la isla de Elba, en el mar Mediterráneo, él tuvo que atravesar Francia en carro para tomar un barco en el sur de Francia para llegar a su destino. Él se había vuelto tan impopular, que decidió cerrar las cortinas de las ventanas cuando el carro pasaba por un pueblo, para no ser reconocido.

A pesar de esta precaución, sin embargo, los habitantes de una ciudad descubrieron quien estaba en el carro y lo apedrearon, tratando de apoderarse de él para lincharlo. La situación llegó a ser tan peligrosa que él tuvo que refugiarse en una posada. Para continuar su viaje, él se disfrazó usando el uniforme de un oficial austríaco. Así, con el uniforme de su peor enemigo, el imperio austriaco, se las arregló para escapar de esa crítica situación para continuar su vergonzoso viaje al exilio.

En otras palabras, su influencia se había reducido a nada.

Publicado originalmente en TIA
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