Plinio
Corrêa de Oliveira
Santo del día[1] del 29 de mayo de 1964
Vamos a comentar hoy un
extracto de la vida de San Fernando de Castilla (1199-1252). Se trata de
algunos consejos que dio a su hijo, Alfonso X:
“Huye de los necios y de todos
aquellos que no son discretos, porque peor
que el traidor es el necio, y más demorado en enmendarse”.
El arzobispo de São Paulo, Dom Duarte Leopoldo e Silva decía que prefería tener un enemigo inteligente, que
un aliado necio. Con un enemigo inteligente, la gente prevé lo que él va a
hacer y se defiende. Pero con un aliado cretino, ¿qué defensa hay?...
“Cuando viereis crecer el daño
no esperes el tiempo de la venganza. No esperes hacerte amigo de aquel que se
hace tu enemigo sin causa y por mala voluntad, ni esperes enmienda de aquel que
yerra muchas veces”.
Estatua de San Fernando III, catedral de Sevilla |
Cada uno de esos consejos es
anti-“herejía blanca”…
(herejía blanca: expresión utilizada por el Prof. Plinio en el sentido de esa “actitud
sentimental que se manifiesta sobre todo en cierto tipo de piedad azucarada y
una posición doctrinaria relativista que procura justificarse bajo el pretexto
de una pretendida “caridad” para con el prójimo (cfr. “O Cruzado do século XX – Plinio Corrêa de
Oliveira”, Roberto de Mattei, Ed. Civilização, Porto, 1998, tópico 7, véase también: Almas delicadas sin debilidad, y fuertes sin brutalidad
y La verdadera santidad es fuerza de alma y no debilidad sentimental y ¿El ángel de la guarda es menos inteligente que el demonio?).
Según la “herejía blanca”, se debería decir: “Hijo mío, huid del traidor,
ten pena del necio, porque el traidor es peor que el necio”. Consejo de San
Fernando: “Hijo mío, huye del necio y de todos aquellos que son tontos,
cretinos, porque el necio es peor que el traidor y es más difícil que se
enmiende”.
Aquí hay una observación curiosa: ¡que un bobo se enmiende es de las
cosas más difíciles del mundo! Y es la razón por la cual las conversiones son
tan raras en la corriente de opinión que corresponde al estado psicológico de
la bobería institucionalizada e intencional, de una bobería optimista y que no
ve las cosas. Una persona con tal mentalidad es más difícil de convertir
que un comunista.
Aquí viene de la mano la
sugerencia que no creamos en la inocencia de la bobería cundo se trata de
materia católica, porque todo el mundo recibe la gracia de Dios para no ser
bobo. Y hay una forma de pecado de espíritu y de endurecimiento de la bobería,
que es una de las cosas más difíciles de enmienda. Hay un dicho que dice “el
bobo es el caballo del diablo”…
“Cuando viereis crecer el daño,
no esperes el tiempo de la venganza”.
Mucha gente diría lo contario:
cuando el mal es pequeño, no intervengas, porque aún puede haber remedio de por
sí. Sólo intervenga cuando el mal sea grande. Se debe decir lo contrario:
cuando el mal es pequeño, intervenga corriendo y extíngalo luego, porque si no,
se vuelve grande. Todo mal tiene la tendencia a volverse enorme. Por eso, debe ser
aplastado cuando es pequeño. Y es tan cierto que nuestros enemigos así lo
entienden, que cuando se trata de nosotros ellos actúan así. ¡No pierden un
minuto contra nosotros! Esa mentalidad no es boba, nadie [inteligente] comete
esos errores. Tales errores sólo son cometidos por los “centristas” cuando se
trata de la izquierda; cuando se trata de la derecha, la técnica de ellos es
bien diferente… Esto prueba la culpabilidad abominable de esa bobería que
comentaba antes.
“No esperes hacerte amigo de
aquel que se hace tu enemigo sin causa y por mala voluntad”.
La expresión es muy fina. Cuando
alguien se hace mi enemigo por una voluntad ordenada, por una causa justa, yo
debo procurar hacer de él mi amigo, porque debo penitenciarme, debo
arrepentirme de lo que hice, debo reparar el mal hecho y debo agradecer si él
tuviere la condescendencia de hacerse mi amigo. Esa amista yo debo desearla.
Pero cuando alguien, sin razón alguna,
se hace mi enemigo, buscar hacerlo mi amigo con concesiones, con retrocesos,
con pruebas de confianza, es un verdadero sin sentido.
En cierta ocasión, conversé con
una persona con una mentalidad de esas (descrita arriba, o sea culpablemente
cretina) y que me decía: “Plinio, usted no emplea ciertos métodos de una psicología
más fina en el modo de tratar las cuestiones católicas. Usted actúa por
principios generales y va aplicando tales principios sin discernimiento. Usted,
por ejemplo, no sería capaz de hacer lo que yo hice… En mi empresa, hace algún tiempo
descubrí a un contador que estaba robando. Cuando vi esto, pensé largamente: “tengo
dos maneras de actuar contra él; el primero es echarlo de la empresa; el
segundo es ir donde él y decirle: Fulano, estoy muy molesto con usted, porque
he descubierto que me está robando. Pero quiero darle una prueba de confianza
para rehabilitarlo. Voy a poner en su mano algo más de dinero. Así usted tiene
mi confianza y se rehabilita…”.
Yo le dije: “Pero esto es una
actitud entre mil, por un caso psicológico muy singular que usted enfrentó. ¿O
usted halla que esa norma de conducta puede ser frecuente? Porque si fuere una
actitud entre mil, yo comprendo que una persona que aún no esté tan corrompida,
se conmueva con una prueba de confianza. Y entonces un hombre con mucho sentido
psicológico, reconociendo que se trata concretamente de una situación así,
comprendo que haga una cosa de esas. Pero no comprendo que ese procedimiento
sea hecho con frecuencia, por el común de las personas, sin sentido psicológico”.
Él replicó que yo restringía
tanto su acto de generosidad, que este se convertía en un caso rarísimo, y que
él gustaría que la vida fuese como él la imaginaba. No discutí con él, y también
nunca más lo vi.
Me acuerdo que en una ocasión,
conversando (a mediados de la década de los 40) con una persona, le dije que la
Acción Católica estaba siendo infiltrada de toda especie de gente ruin. Pensé que
él quedaría espantado con esa afirmación, pero me dijo: “Es bien verdad, Dr.
Plinio”. Le pregunté si no temía las consecuencias de eso. Me respondió: “Es
así que la gente hace: atrae a todos los ruines para el mismo buque y después los
convierte…”. El resultado es el que estamos viendo. Brasil está a punto de
hundirse… Pero él me lo dijo con una especie de pena por mí, como si yo fuese
un bruto que no entendía la finura de su actitud. También no discutí con él. Cuando
el espíritu humano llega a ese punto, no se discute más…
El estado de espíritu de la “herejía
blanca” está lleno de concepciones de ese género. Es como si un sujeto me
preguntase: “Dr. Plinio, ¿quiere evitar quebrarse una pierna?”. Yo respondo que
sí, entre otras cosas… Él me dice: “Entonces, ¡tírese de un tren a alta velocidad!”…
Se debe combatir ese estado de
espíritu con el ejemplo de los santos. Podríamos hacer en un día de su fiesta,
una antología de pensamientos de San Fernando, levantando la siguiente
pregunta: en tal caso, ¿qué respondería San Fernando? Y veríamos lo que él dice
a ese respecto.
* * *
Santo del día 29 de mayo de
1968
San Fernando de Castilla, Índice de los privilegios reales, catedral de Santiago de Compostela |
Hoy es la fiesta de San
Fernando de Castilla. La biografía está sacada de La Vie des Saints, por Edouard Daras:
“Él fue hijo de Alfonso, rey de
León y de Berenguela de Castilla. Nació a finales del siglo XII. Subió al trono
a los 18 años, convirtiéndose en uno de los grandes soberanos cristianos.
”A los 27 años, se alzó en
armas contra los moros, que mantenía parte de España bajo su yugo; y sólo las
depuso cuando murió. Fue un notable batallador. En el día de San Pedro del año
1236 entró en Córdoba, que los infieles dominaban hace cinco siglos. Consagró la
gran mezquita de la ciudad a la Santísima Virgen e hizo que los mahometanos
transportasen sobre sus hombros las campañas de Compostela”.
¡Es, innegablemente, una
belleza!...
“Marchó sobre Sevilla y la
conquistó con fuerzas tan inferiores a las del enemigo, que el general que
entró entregó la ciudad, mirándola con lágrimas en los ojos comentó: ‘Solamente
un santo podría, con tales tropas, apoderarse de una plaza tan fuerte y
populosa’.
”Su espada sólo la usó al
servicio de Cristo. ‘Señor, decía’, vos que escudriñáis los corazones, sabéis
que busco vuestra gloria y no la mía. No me propongo conquistar reinos
perecibles, sino difundir el conocimiento de vuestro Nombre’.
¡Qué
linda oración contra el defecto de la pretensión! Poder decir que en todas las
acciones de apostolado, se busca exclusivamente la gloria de Dios y no la
propia. No nos proponemos conquistar
para nosotros un prestigio perecible, sino que queremos difundir el
conocimiento de la verdad de Nuestro Señor Jesucristo, o sea, la doctrina de la
Santa Iglesia católica, apostólica, romana.
“Su ejército era un ejército
cristiano. La Santísima Virgen era su patrona y su imagen era transportada como
símbolo de protección y victoria. El rey era el ejemplo. Ayunaba, usando un
cilicio en forma de cruz y pasaba en oración las noches que antecedían las
batallas. Esas guerras continuas nunca
lo indujeron a cargar con impuestos a su pueblo. Confiaba en el auxilio de la
Providencia y afirmaba temer más las maldiciones de una pobre mujer que las de
un ejército de moros”.
¡Que vengan a hablar que en la
Edad Media no había sentido de preocupación por los pobres, que no había preocupación
con el derecho de los pequeños…! Ustedes están viendo aquí a un hombre que
tiene más miedo de cometer un pecado lanzando contra una pobre mujer un
impuesto injusto de que enfrentar un ejército de moros.
“Este gran príncipe murió
cuando se preparaba para una expedición en África, contra los últimos enemigos
de su país. Al llevarle el Santísimo Sacramento, se lanzó de rodillas rodeando
su cuello con una cuerda en señal de sujeción el Rey de reyes”.
Es la doctrina de la sagrada
esclavitud a nuestro Señor Jesucristo o a nuestra Señora.
“San Fernando también amó y
protegió la cultura, habiendo fundado la célebre Universidad de Salamanca”.
Un tan gran santo no podía amar
la cultura en abstracto como si ese extracto induce a pensar. Él amaba la
cultura como un reflejo de la gloria de Dios y un instrumento para la difusión del
Reino de Dios.
Urna con el cuerpo de San Fernando, en la catedral de Sevilla |
“Después de más de cuatro
siglos, su cuerpo fue encontrado incorrupto, cuando Clemente XI lo canonizó en
1671”.
Valió haber leído,
aunque no comentado, tan gran vida de tan gran santo.
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El presente
texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una
conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, no ha sido revisada por el
autor.
Si el Prof.
Plinio Corrêa de Oliveira estuviese vivo, ciertamente pediría que se colocase
explícita mención de su filial disposición a rectificar cualquier discrepancia
en relación al magisterio de la Iglesia. Es lo que referimos aquí, con sus
propias palabras:
“Católico
apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial celo a la enseñanza
tradicional de la Santa Iglesia. Si, por lapso, ocurra que algo no está
conforme a aquella enseñanza, desde ya la rechaza categóricamente”.
Las
palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido
que les da el Prof. Plínio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución
y Contra-Revolución”, cuya primera edición fue publicada en el Nº
100 de "Catolicismo",
en abril de 1959.
[1] Los Santos del
Día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una reflexión
o comentario relacionado con el santo o fiesta religiosa que se celebraba aquel
día.