sábado, 13 de octubre de 2012

Louis Veuillot y la “confesión” en el muro de Roma


Vencer los defectos propios con la ayuda de la gracia tiene el perfume de las catacumbas romanas: el heroísmo

Plinio Corrêa de Oliveira
Santo do Día[i], 26 de enero de 1970

Louis Veuillot (1813-1883), escritor francés, eminente figura de la
corriente ultramontana  (defensora del Papa y sus derechos) 
Tenemos aquí un extracto de Louis Veuillot para comentar hoy, extraído de su libro Parfum de Rome (Perfume de Roma – Livre IX, XLI, Confession murale, Ed. Lethielleux, Paris, 1926, pág. 369-370). O sea, se trata de notas de un viaje que él realizó a la “Ciudad Eterna”. Él encontró en una iglesia pequeña de Roma, escrito en un muro exterior, como que un diario espiritual de una persona y lo describe como sigue:

“En un barrio desierto, en los muros de una iglesia, Enrico (es como Veuillot se refiere a sí mismo en esta obra suya), copió y tradujo para mí las inscripciones siguientes, escritas a lápiz sobre la pared de una mano firme y ejercitada:

“Día 14 de septiembre: yo me encuentro con mala saludo por mi culpa, por la inquietud y desobediencia. A partir de este momento, once horas de la mañana, decidí, con la ayuda de Dios y de María Santísima, no atormentarme más y recuperar la verdadera paz. San José, ruega por nosotros.

“14 de octubre: hasta este momento yo aún no consigo, o mejor, no obtuve lo que escribí el día 14 de septiembre, pero ahora yo me decidí a hacer todo”.

Comentario del Prof. Plinio: Nosotros conocemos eso, en los primeros días ―por lo menos― de nuestra vida espiritual: la persona toma una decisión y se convierte de sus defectos. Después de un mes, la persona hace un examen de conciencia y casi nada de lo que se deseó fue realizado… Entonces, se toma nuevamente la misma decisión.

Sigue el relato de Veuillot:

“15 de noviembre: yo renuevo todo aquello que prometí, a fin de llegar a ejecutarlo.

“23 de noviembre: fallé, pero me prometí a mí mismo, con toda el alma, de realizarlo.

“28 de diciembre: decidí ser bueno.

“31 de diciembre: quiero obedecer siempre, para agradar a María Santísima hasta la muerte.

“28 de enero: no hay más inquietud, por amor a María Santísima; y renuevo hoy aquello que me había propuesto el día 1 de febrero.

“1 de marzo: no, las inquietudes cesaron.
“29 de marzo: no me atormenta más, no pecar más verdaderamente.

“En las últimas fechas, la inscripción está rodeada de un diseño que representa dos palmas formando una cruz. Debo confesar que esas declaraciones hechas ingenuamente por un alma probada y al final victoriosa no me tocaron menos que si las hubiese leído en las catacumbas, de las cuales ellas parecen tener el perfume”.

¡Es muy bonito el comentario! Los Sres. están viendo ahí la victoria de la gracia. Es decir, se trata de un alma que varias veces hizo buenos propósitos, pero caía. Sin embargo, después de renovaba los buenos propósitos y caía de nuevo. Por fin, a fuerza de rezar ―porque se nota que era un alma piadosa, que entendía que sin el auxilio de la gracia no se consigue nada; pero con el auxilio de la gracia de Dios perseverantemente pedido la persona consigue todo― después de mucho tiempo, de muchos fracasos, obtuvo finalmente la victoria en su vida espiritual.

Era un alma atormentada por la ansiedad ―no se sabe si eran escrúpulos, pero se trataba de algo en que ella consentía―, agitada, rebelada y que no obedecía a una cierta autoridad a quien debía obedecer. Pero a costo de caídas y de oraciones, acabó llegando en determinado momento, en poder decir que había logrado llegar a ser obediente, y su alma quedó pacificada y tranquila.

Y entonces esta persona ―que tenía facilidad de diseñar, sentido de lo artístico y de la representación que caracteriza al italiano― adornó con dos palmas esas dos fechas que representaban su victoria. Y después de esa confesión escrita en los muros de una iglesia, desapareció.

Ahora bien, ese proceso es una cosa tan común en la vida espiritual… ¿Por qué esa alma había escrito eso en los muros de una iglesia? Posiblemente porque fue la iglesia donde obtuvo una determinada gracia, que frecuentaba en horas furtivas, y como que haciendo su confesión a Dios, escribía en la propia piedra de la iglesia. Naturalmente, esa alma fue haciendo ahí su diario según el designio de la Providencia. Y este consistía en que eso fuese copiado para tener ese comentario de Louis Veuillot. Él dice: eso era digno de estar escrito en una pared de catacumba, porque tiene el perfume de las catacumbas romanas.

Catacumba de Santa Priscila, Roma
¿Por qué? Porque eso nos muestra la eternidad de la Iglesia, que en las condiciones de la vida de hoy es posible perfectamente repetir toda la gloria de la Iglesia antigua. Un alma que es fiel, que lucha contra sus propios defectos, que reza muchas veces, que tiene también infidelidades, pero que acaba, a fuerza de pedir socorro a Nuestra Señora, por liberarse y escapar el imperio de sus defectos, un alma en esas condiciones, ¡hace una cosa tan bonita cuanto un romano que enfrenta en el Coliseo, o en cualquier otro lugar, los leones y los tormentos!

Realmente, ser serio, querer cumplir el deber, saber humillarse cuando se cae, tener el deseo de levantarse de nuevo, confiar en la misericordia de Nuestra Señora con toda confianza, eso tiene, en el fondo ―para quien sabe valorar las cosas espirituales― un perfume admirable. ¿Cuál es ese perfume? Es el perfume del esfuerzo humano aguantado con fe. Es un alma que sufrió, se mortificó para conseguir eso, tuvo una de esas fe que mueven montañas para conseguir eso, pero que de hecho, al final, la obtiene.

Y ese sangrar del alma para realizar el cumplimiento de su deber, es un martirio que tiene el perfume de todos los martirios. Puede que no de testimonio del heroísmo en el mismo grado, pero no deja de tener un cierto sentido de heroísmo. Y basta que ella tenga eso para tener algo del perfume de las catacumbas, que es todo hecho de heroísmo de los primitivos católicos que las frecuentaban.

¿Cuál es la aplicación que podemos hacer de eso para la vida espiritual? Es que comprendamos que cuando somos débiles y hacemos una serie de buenos propósitos y después no conseguimos realizarlos, no por eso debemos desanimarnos.

Debemos rezar de nuevo, y rezar una vez más incluso si fracasamos; confiar más, porque ―a fuerza de pedir― el cielo se abrirá para nosotros. Los que rezan pidiendo la virtud, por más débiles que sean, pertenecen esencialmente y por excelencia a la categoría de aquellos a quienes Nuestro Señor dijo: “Golpead y se os abrirá, pedid y se os dará”. Es decir, es una glorificación de la oración como medio para que el hombre obtenga la fuerza que por su propio recurso no tiene.

Alguien dirá: “Pero mis oraciones valen muy poco”. Yo respondo: entonces, rece mucho. Por ejemplo, si queremos comprar una joya y yo no tengo siquiera un centavo, es necesario juntar muchos pesos para comprar la joya. Si mi oración vale poco, a fuerza de acumular cosas que valen poco eso ha de hacer mucho. Y si yo creo que mi rezo del rosario vale poco, rezo dos rosarios. Y si no tengo tiempo para rezar dos rosarios, rezo un rosario y un Avemaría más. ¡Pero yo rezo lo más posible! A fuerza de pedir, acabaré obteniendo aquello que quiero.

Yo no puedo, a ese respecto, dejar de mencionar a los Sres. aquella parábola de Nuestro Señor, que he citado tantas veces; pero las palabras y los ejemplos de Nuestro Señor nunca envejecen y nunca pierden su sabor, cuando la narración es auxiliada por la gracia.

“Si alguien de vosotros tuviese un amigo, y os fuese a buscar a media noche diciendo: ‘Amigo, préstame dos panes, porque un amigo mío llegó de viaje, y no tengo nada para ofrecerle a él’. Y él responde: ‘¡No me molestes! La puerta ya está cerrada y mis hijos ya están conmigo en la cama, no puedo levantarme para dártelos panes’. Yo os digo que: si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, a lo menos por su desvergüenza se levantará y le dará cuanto necesite. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, y quien busca halla, y al que llama se le abre” (Luc. 11, 5-11).

Tengamos la excelsa virtud de ser insistentes. Sepamos ser insistentes y pedir, y pedir una vez más… Y en el pedido mil y uno, obtendremos mucho más de lo que pedimos. Tendremos una paga inmensamente grande.

Eso que ocurre de un modo o de otro en la vida de todos los hombres, ocurre también con los Sres. que es provecto, sino en años, al menos en virtudes… Entonces pida y recuérdese del diario que Louis Veuillot vio. La oración acaba venciendo todo.

Si hay, por lo tanto, algún alma desanimada, descorazonada, tentada a decir “yo no consigo nada y no adelanta nada”, a ella le digo: tome el rosario. No lo abandone nunca y rece. Cuando no pueda rezar, tengo el rosario en la mano únicamente. Vale por una oración. Cuando no pueda tener el rosario en la mano, tenga en casa una lamparita encendida el día entero delante de una imagen de Nuestra Señora; y dígale: “Mi Madre, yo soy tan disipado que no sé rezar. Pero cuando vos veáis esa lamparita, recordaos que yo querría estar rezando. Al menos ese deseo subconsciente me acompaña la vida entera”.

De cualquier forma, acudan a Nuestra Señora siempre, en todas las ocasiones. Yo les garantizo que si Ella se demora es porque está preparando un don enormemente grande, mucho mayor del que los Sres. podrían imaginar.



[i] Los santos del día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una reflexión o comentario relacionado con el santo o fiesta religiosa que se celebraba aquel día.

jueves, 11 de octubre de 2012

Razón y Mitos

Plinio Corrêa de Oliveira

Hemos visto que a medida que un pueblo se desarrolla, la ley que él elabora es una especie de desdoblamiento o despliegue del conjunto de sus mitos y convicciones iniciales. Los miembros de ese pueblo no exigen un fundamento racional para esos mitos; ellos unánimemente aceptan ese conjunto de mitos y convicciones como evidente sin necesidad de demostración.

Es muy interesante preguntarse cómo, a-racionalmente, esas convicciones se establecen firme y unánimemente en el espíritu de un pueblo.

La vocación histórica de los griegos

Como nota al margen, quiero recalcar que antes de los griegos, el mundo no había conocido la filosofía como tal. Antes de los griegos no existió un cuestionamiento ordenado, metódico, lógico acerca del hombre, de su naturaleza y de sus objetivos, analizándolos como un sistema.

Aristóteles y Platón, los mayores exponentes de la filosofía
clásica
Sabemos que Dios dio revelación a los judíos. Yo diría que Él dio el don de la filosofía a los griegos. Esta opinión se ve confirmada en San Pablo, cuando dice: “Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan la sabiduría” (1 Corintios 1,22). San Pablo estaba escribiendo en la lengua griega para los griegos, por lo tanto, la expresión “buscan sabiduría” es sinónimo de philosophia, que significa literalmente “el amigo de la sabiduría” (filo = amigo de y sophia = sabiduría). Así, San Pablo se refiere al amor de los griegos por la filosofía. Incluso sin este texto de la Escritura, sabemos por la historia que los griegos recibieron el don de la filosofía, pero es bueno tener esta confirmación indirecta en las palabras de San Pablo inspiradas por el Espíritu Santo. Los judíos, tuvieron la revelación, no tuvieron la filosofía.

Con los griegos, por primera vez el hombre comenzó a ordenar las grandes preguntas acerca de la vida y del hombre. Hoy nos parece increíble que, hasta entonces, el hombre haya ignorado esas cuestiones, que se volvieron elementales después de los griegos. Esto es porque Dios todavía no le había dado ese don a la humanidad. Este don no es un don sobrenatural, sino un don natural, como el sentido musical que Él les dio a los italianos.

La ausencia de esa herramienta filosófica explica por qué los pueblos de la antigüedad tuvieron tantas fábulas y leyendas que eran creídas casi sin reflexión.

Puesto que pertenecemos a una civilización que, directa o indirectamente mantiene el legado cultural de Roma y Grecia, para nosotros la razón es el primer paso del pensamiento. Razonar es pensar. Pero esto no es común en nuestra decadente naturaleza humana manchada por el pecado original.

Esto también explica por qué casi no había guerras ideológicas entre los pueblos antiguos. Entre los asirios, babilonios, persas, etc., sólo hubo breves episodios de conflictos entre clases, e incluso cuando ocurrían, no se basaban en una filosofía, como el marxismo.

El abandono del legado del razonamiento

Los impulsos, la euforia y las sensaciones,
es el resultado del abandono de la razon
En la medida en que el hombre decae, su capacidad de razonar disminuye. El hombre del siglo XVIII era más filosófico que el hombre del siglo XIX, y el segundo era mucho más filosófico que el hombre del siglo XX. Con cada siglo que pasa, el hombre razona menos debido a la pereza de pensar y disciplinar nuestra mente. Esto es más o menos como un hombre que aprendió a caminar erguido y luego vuelve a gatear como un niño. Esto representa la decadencia de nuestra época.

Nosotros, los contrarrevolucionarios debemos razonar e invitar a todos a razonar. La reticencia al pensamiento es la invasión del virus revolucionario, que es el virus de neo-paganismo.

San Pablo define la fe como un obsequium rationabile (Rom 12, 1), un don dado a la razón con el fin de iluminarla y dirigirla. Por lo tanto, supone el funcionamiento normal de la razón.

Cuando la revolución nos dice que no debemos razonar sobre lo que vemos y nos sugiere que es suficiente tener sólo una visión fugaz de la realidad, nos está llevando a neo-paganismo. El paganismo no razonaba, propiamente hablando, sino se desarrolló en estas miradas fugaces que todos compartían unánimemente.

Los defectos en los mitos y la razón & la infalibilidad de la Iglesia

La fe es una fortaleza que defiende a la civilización cristiana
de los errores y las herejías
La creencia en un mito puede ser más profunda que el razonamiento en sí. Vemos esto, por ejemplo, con los partidarios del brahmanismo. Independientemente de lo que piensan, el mito es erróneo. Aquellos que lo siguen a menudo pueden ver que sus fábulas no son razonables, sin embargo, ellos optan por escapar de la realidad y se entregan a la fantasía. Este escapismo tiene una explicación.

Si no fuera por la fe, la razón a menudo puede decepcionar a un hombre. Por ejemplo, yo sé que la razón es un medio para conocer la verdad, pero luego veo que me he equivocado en muchos puntos de mi pensamiento. A veces la razón me informa de la verdad, en otras ocasiones no es así; incluso otras veces me dice una mentira. Por lo tanto, ¿cómo puedo confiar en la razón?

La respuesta a esta pregunta es que hay una autoridad establecida por Dios que me enseña la verdad; con ella puedo comprobar si mi pensamiento es correcto o no. De esta manera, la razón está en paz. Cuando llego a una conclusión en conformidad con dicha autoridad, estoy en el camino correcto; y cuando mi conclusión choca con esa autoridad, estoy equivocado. Pero yo estoy en paz ―incluso cuando estoy equivocado― porque sé que la Iglesia objetivamente estudió ese tema, llegando a la conclusión correcta, y está ahí para corregirme.

El naturalismo nos dice que el objetivo principal de la razón es comprender el aspecto más profundo de la realidad. Yo creo que hay algo más esencial. El objetivo principal de un hombre concebido en pecado original no consiste en sondear los aspectos más profundos de la realidad, sino en estar en lo correcto. Su primera preocupación no es estar en el error; entonces, si él está en el camino correcto, él puede ir más profundo. Si está equivocado, profundizar sólo hace que su situación empeore.

Por lo tanto, debemos tener el hábito de verificar todo lo que pensamos con las enseñanzas de la Iglesia. Incluso deberíamos revisar las cosas que sentimos en nuestro subconsciente. Aquello que aprueba el test, lo podemos mantener; lo que no, debemos descartarlo. El verdadero católico no puede tener zonas de su alma que no estén aprobadas por el magisterio de la Iglesia. Este orden y limpieza es una necesidad.

La unanimidad de la creencia en el origen de una sociedad

Después de esta digresión sobre la razón y el papel de los griegos, vuelvo a la pregunta inicial acerca de cómo se forman los mitos-convicciones de un pueblo.

Es mi opinión que una sociedad orgánica no puede desarrollarse a menos que exista un consenso sobre algunas afirmaciones básicas. No estoy diciendo que esas afirmaciones siempre son verdaderas. Hemos visto el caso de los romanos que creían en el mito de su dios Quirino. El mito era errado, pero esa unanimidad de la creencia en él era indispensable para la formación de su sociedad.

Para ser orgánica, una sociedad no debe tener riñas internas; todos sus miembros deben trabajar juntos para sacar de ese depósito original todos los frutos que pueden. Su desarrollo viene de la inter-colaboración entre todos. Este movimiento genera las costumbres que son pacíficamente aceptadas por todos.

Cuando una sociedad carece de esto y está volcada hacia disputas internas, como podemos ver en las democracias modernas, una sociedad orgánica se hace imposible. Estas divergencias son enfermedades que matan a una sociedad orgánica; la sociedad se vuelve inorgánica.

Alguien podría objetar: “¿Está diciendo que o bien tenemos que tener el tipo de unanimidad propio de los pueblos primitivos para construir una sociedad orgánica o sino nuestra sociedad estará enferma?”.

Respondo: No, estoy diciendo que si usted tiene una sociedad basada en la razón e iluminada por la fe, las cosas se desarrollan correctamente. Las opiniones sostenidas por todos guiadas por una verdad racional, que es dirigida por el magisterio divino e infalible de la Iglesia, crea las condiciones ideales para una sociedad orgánica.

No defiendo la ecuación de que el consenso es igual a sociedad orgánica, y como una sociedad orgánica es igual a perfección, entonces toda sociedad basada en el consenso equivale a una sociedad perfecta.

El consenso no es igual a perfección. Es la posesión de la verdad lo que es igual a perfección. El hombre sólo tiene la posesión de la verdad cuando su razón se ordena a los principios de la filosofía iluminada por la fe. En las demás cosas, él es falible. Pero cuando esto sucede, tenemos un consenso de que se encuentra dentro del contexto de la civilización católica.

Dentro de este contexto, cada hombre es único; cada uno ve un aspecto de la verdad de una manera especial y excelente. En conjunto, esto crea un convivio armónico, un fruto que da la mejor idea de la verdad que uno puede tener.

Creo que con esto nos acercamos a la característica más profunda de una sociedad orgánica.

Publicado originalmente en TIA

Véanse los 5 artículos anteriores que completan esta serie:

miércoles, 10 de octubre de 2012

La prueba bíblica de que el Espíritu Santo es Dios (inglés)

Este video trata de la prueba bíblica de la trinidad y la divinidad del Espíritu Santo

La falsa teoría del bautismo de deseo/sangre III


III[1] – El caso del P. Feeney

La herejía antes del Vaticano II

Continuamos con la publicación de esta serie de artículos que refutan a los defensores de la herejía del bautismo de deseo cuando utilizan el argumento de la “excomunión” del P. Feeney y la carta del Santo Oficio al obispo de Boston. Véase el primer y segundo artículo de esta serie: El caso del Padre Feeney y El Protocolo 122/49 (Suprema haec sacra).

Para poder apreciar plenamente la controversia del Padre Feeney, es necesario entender que la negación de la fe que el Padre Feeney combatía, ya estaba firmemente instalada en los años previos al Vaticano II. La mayoría de las personas que se consideran “católicos tradicionales” tienen la falsa impresión de que “si pudiéramos retroceder a lo que creían las personas en los años 1950’s, todo estaría bien”. No, no lo estaría. En los años 1940’s y 1950’s ya la mayoría de los sacerdotes y obispos habían perdido la fe y habían rechazado completamente el dogma solemnemente definido que no hay salvación fuera la Iglesia Católica. Es simplemente un hecho que la herejía contra el dogma fuera la Iglesia no hay salvación se enseñaba en la mayoría de los seminarios en los años 1940’s y 50’s. De hecho, la ruptura de la fe empezó mucho más temprano que en los años 1940’s o 50’s.
                                
Nuestra Señora de La Salette, Francia, 19 de septiembre de 1846: En el año 1864, Lucifer junto con un gran número de demonios serán liberados del infierno; ellos eliminarán la fe poco a poco, incluso entre quienes se dedican a Dios. Serán cegados de tal manera, que, a menos que sean bendecidos con una gracia especial, esas personas asumirán el espíritu de estos ángeles del infierno; varias instituciones religiosas perderán toda fe y se perderán muchas almas Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo La Iglesia será eclipsada”.

Como dije antes en este documento, San Antonio María Claret, el único santo canonizado que asistió al Primer Concilio Vaticano, tuvo un derrame cerebral al escuchar las falsas doctrinas que se estaban proponiendo en ese entonces, las cuales nunca consiguieron introducirse en el Concilio. El desmontaje paso a paso de la fe católica por Lucifer comenzó, no en 1964, sino en 1864, mucho antes de Vaticano II. Echemos un vistazo a algunos ejemplos de herejía flagrante en libros de antes del Vaticano II con Imprimátur (es decir, con la aprobación de un obispo).

1.      La Enciclopedia Católica, vol. 3, “Iglesia”, 1908, G. H. Joyce: “La doctrina se resume en la frase, Extra Ecclesiam nulla salus (Fuera la Iglesia no hay salvación)… Por cierto no significa que nadie se salva excepto los que están en comunión visible con la Iglesia Católica. La Iglesia Católica siempre ha enseñado que basta un acto de caridad perfecta y de contrición para obtener la justificación… Muchos están alejados de la Iglesia por ignorancia. Tal puede ser el caso de quienes han sido criados en la herejía Por lo tanto, incluso en el caso en que Dios salva a hombres separados de la Iglesia, Él lo hace a través de las gracias actuales de la Iglesia… En la expresión de los teólogos, ellos pertenecen al alma de la Iglesia, aunque no a su cuerpo”[2].

Lo que tenemos aquí, en La Enciclopedia Católica, en el año 1908, en un libro con el imprimátur de Juan Farley, arzobispo de Nueva York, es una herejía flagrante. El autor, G.H. Joyce, rechaza completamente el dogma como ha sido definido. Él incluso emplea “la herejía del alma de la Iglesia”, lo que es completamente herético (como demostré en la sección “La herejía del alma de la Iglesia”). El dogma definido que declara que sólo aquellos que están en la Iglesia Católica pueden salvarse, ha dado paso a la herejía que Dios salva a hombres “separados de la Iglesia”.

Papa León XIII, Tametsi futura prospicientibus, # 7, 1 de noviembre de 1900: “De aquí que todos los que quieran encontrar la salvación fuera de la Iglesia son descarriados y se esfuerzan en vano[3].

Pero para estos herejes, este dogma ya no significa que fuera la Iglesia no hay salvación, sino más bien que los no católicos se salvan en sus falsas religiones pero por la Iglesia Católica. La necesidad de la fe y de la unidad católica para la salvación ha sido totalmente rechazada.

Gregorio XVI, Summo iugiter studio, # 2, 27 de mayo de 1832: “Finalmente, algunas de estas personas descarriadas intentan persuadirse a sí mismos y a otros que los hombres no se salvan sólo en la religión católica, sino que incluso los herejes pueden obtener la vida eternaSabéis con cuánto afán nuestros predecesores enseñaron este artículo de fe que ellos se atreven a negar, a saber, la necesidad de la fe católica y de la unidad para la salvación[4].

Y esto demuestra que el dogma que los que mueren como no católicos no se pueden salvar fue negado públicamente, incluso tan temprano como en 1908.

2.      Mi Fe Católica, un catecismo por el obispo Louis LaRavoire, 1949: “La Santa Misa se puede ofrecer por los vivos de cualquier credo. Puede ser ofrecida por los católicos fallecidos. El sacerdote no puede ofrecer la Misa públicamente por los muertos no católicos, pero las personas que oyen la Misa sí pueden[5].

Aquí nos encontramos con la misma herejía en un catecismo escrito por el obispo de Krishnager, Louis LaRavoire. Este catecismo sigue siendo promovido actualmente por muchos de los llamados “católicos tradicionalistas”. Al permitir las oraciones por los difuntos no católicos, Louis LaRavoire niega el dogma que todos los que mueren como no católicos se pierden.

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351: “En segundo lugar preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Romanos Pontífices”[6].

3.      Catecismo de Baltimore No. 3, 1921, imprimátur del arzobispo Hayes de Nueva York: “P. 510. ¿Es posible que alguien que no sabe que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia se pueda salvar? R. Es posible que alguien que no sabe que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia se salve, con tal que esa persona (1) haya sido bautizada válidamente; (2) crea firmemente que la religión que él profesa y practica es la verdadera religión, y (3) muera sin la culpa de pecado mortal en su alma”.

Aquí nos encontramos con la herejía flagrante en el Catecismo de Baltimore, publicado con imprimátur en 1921. Los autores de este catecismo herético son tan atrevidos como para aseverar que no sólo es posible la salvación de un no católico, pero depende de que el no católico “crea firmemente que la religión que él profesa y practica es la verdadera religión”. Por tanto, si estás firmemente convencido que el mormonismo es la verdadera religión, entonces tienes una buena posibilidad de salvarte, según el Catecismo de Baltimore; pero si no estás firmemente convencido de esto, entonces la posibilidad es menor. Esto es una burla absoluta del dogma: un Señor, una fe y un bautismo (Ef. 4, 5).

Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay ‘un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo’ (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, ‘están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo’ (Luc. 11, 23) y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha(Credo Atanasiano)[7].

Las palabras de Gregorio XVI en Mirari vos podrían haber sido escritas específicamente para los autores del Catecismo de Baltimore; y en efecto, ellas se dirigían a otros herejes de su tiempo que sostenían la misma cosa. Nótese cuán lejos se ha apartado el Catecismo de Baltimore del dogmático Credo Atanasiano que Gregorio XVI reafirma al decir que todo aquel que quiera salvarse debe guardar la fe católica. Los autores del Catecismo de Baltimore no pudieron, en su imaginación más descabellada, fingir creer en la profesión de fe dogmática.

El lector también debe tener en cuenta que el Papa Gregorio XVI enseña que se condenan los que nunca han sido católicos, así como los católicos que abandonan la Iglesia.

El Catecismo de Baltimore rechaza las palabras de Jesucristo, que declaró que “él que no creyere se condenará” (Mc. 16, 16). La edición revisada de las Escrituras por los autores del Catecismo de Baltimore tendrían que decir: “él que cree firmemente en las falsas religiones no se condenará”.

4.      Manual de Teología Dogmática, de Ludwig Ott, imprimátur 1954, p. 310: “La necesidad de pertenencia a la Iglesia no es simplemente una necesidad de precepto, sino también de medio, como muestra claramente la comparación con el Arca, el medio de salvación del diluvio bíblico… En circunstancias especiales, a saber, en el caso de la ignorancia invencible o de incapacidad, la pertenencia real a la Iglesia puede ser remplazada por el deseo de la misma… De esta manera los que están de hecho fuera de la Iglesia Católica también pueden conseguir la salvación[8].

Es una lástima que la Iglesia Católica fuera tan estúpida como para definir más de siete veces que fuera la Iglesia Católica absolutamente nadie se salva, porque (como revela el “gran” Ludwig Ott) “los que están de hecho fuera de la Iglesia Católica también pueden conseguir la salvación”. Es una vergüenza que la Iglesia no poseyera esta profunda iluminación, que ella no supiese que lo que había enseñado “infaliblemente” por todos estos años era en realidad todo lo contrario de la verdad.

En verdad, lo que dice Ludwig Ott arriba, es equivalente a declarar que la Santísima Virgen María fue concebida en pecado original. No hay diferencia alguna. Si la Iglesia define que fuera la Iglesia absolutamente nadie se salva (Papa Inocencio III, etc.), y yo afirmo que “los que están de hecho fuera de la Iglesia Católica pueden conseguir la salvación”, entonces estoy haciendo exactamente lo mismo que si dijera que la Virgen María fue concebida en algún pecado, cuando la Iglesia dijo que ella no tuvo pecado alguno. Yo estaría diciendo exactamente lo contrario a lo que la Iglesia había definido infaliblemente, y esto es precisamente lo que hace Ludwig Ott.

Pero poco después de negar explícitamente el dogma que nadie puede salvarse fuera la Iglesia, nótese lo que dice Ludwig Ott:

Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, p. 311: Es la convicción unánime de los Padres que la salvación no se puede conseguir fuera de la Iglesia[9].

Sea vuestra palabra: sí, sí; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal procede”. (Mt. 5, 37). ¡De una página a la próxima, Ludwig Ott se contradice a sí mismo sobre si los que están fuera la Iglesia Católica pueden conseguir la salvación! Él incluso usa exactamente el mismo verbo ―“conseguir”― en ambas frases, mas con el significado opuesto de una a la próxima: 1) los que están “fuera de la Iglesia pueden conseguir la salvación”; 2) “la salvación no se puede conseguir fuera de la Iglesia”. Su lenguaje no es de Dios, sino del diablo. Lo negro es blanco y lo blanco es negro; lo bueno es malo y lo malo es bueno; la verdad es error y el error es verdad; la salvación se puede conseguir fuera la Iglesia y la salvación no se puede conseguir fuera la Iglesia.

Para los herejes pre-Vaticano II que condenaron al Padre Feeney y despreciaban el dogma fuera la Iglesia Católica no hay salvación, no hay problema en creer que hay salvación fuera la Iglesia Católica, mientras crean simultáneamente que no hay salvación fuera la Iglesia Católica. No es ningún problema para esas personas porque son de mal (Mt. 5, 37).

Papa Clemente V, Concilio de Vienne, decreto # 30, 1311-1312, ex cathedra: “Puesto que hay… una Iglesia universal, fuera de la cual no hay salvación, porque para todos ellos hay un solo Señor, una fe, un bautismo…”[10].

Los que aceptan obstinadamente la herejía contenida en estos libros pre-Vaticano II ―como el Manual de Teología Dogmática de Ludwig Ott― con razón deben temer, como dice el Papa Gregorio XVI, porque sin duda alguna ellos heredarán un lugar en el infierno si no se arrepienten y convierten.

5.      El Catecismo Explicado, Rev. Spirago y Rev. Clark, 1898: Sin embargo, si un hombre, por causas ajenas a la suya, permanece fuera la Iglesia, puede salvarse si lleva una vida temerosa de Dios; porque tal es, para todos los intentos y propósitos un miembro de la Iglesia Católica”[11].

De acuerdo con esto, no sólo es posible salvarse fuera la Iglesia (lo cual es una negación directa del dogma), sino que en realidad es posible que, “para todos los intentos y propósitos”, es un miembro de la Iglesia Católica ¡mientras que aún se encuentra fuera de ella! Esto es tan herético y contradictorio que no vale más comentarios, excepto decir que lo que propone aquí El Catecismo Explicado ―que un hombre puede salvarse fuera la Iglesia con tal que lleve “una vida temerosa de Dios”― es exactamente lo que condenó el Papa Gregorio XVI en Mirari vos: que un hombre puede salvarse en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres.

Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “… aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha (Credo Atanasiano)”[12].

Podría continuar con ejemplos de textos con imprimátur pre-Vaticano II que contienen herejía, pero el punto debería ser obvio: la negación del dogma fuera la Iglesia Católica no hay salvación estaba firmemente establecida en la mente de la mayoría de los sacerdotes y obispos previos al Vaticano II, por lo que la oposición que experimentó el Padre Feeney al defender esta verdad a finales de los 1940’s y 1950’s no es ninguna sorpresa. La Gran Apostasía estaba firmemente establecida en los 1940’s y 50’s, habiendo empezado en realidad a mediados y finales de los 1800’s; y lo que el Padre Feeney estaba tratando hacer era sofocar esta marea de apostasía cortándola de raíz: la negación de la necesidad de la Iglesia Católica para la salvación.

Véase el primer y segundo artículo de esta serie aquí: El caso del P. Feeney y ElProtocolo 122/49 (Suprema haec sacra)

Próxima publicación de esta serie: La encíclica Mystici Corporis



[1] Véase el primer y segundo artículo de esta serie: El caso del Padre Feeney y ElProtocolo 122/49 (Suprema haec sacra). Esta serie de artículos están extraídos del libro Fuera de la Iglesia Católica no hay absolutamente ninguna salvación, Hno. Peter Dimond OSB, 2ª edición española, Santiago de Chile, 2012. Este segundo artículo está sacado del cap. 28, pp. 286-291, de este libro.
[2] The Catholic Encyclopedia, vol. 3, 1908, “Church,” pp. 752753.
[3] The Papal Encyclicals, vol. 2 (18781903), p. 474.
[4] The Papal Encyclicals, vol. 1 (17401878), pp. 229230.
[5] My Catholic Faith, un catecismo del obispo Louis LaRavoire, Kenosha, WI: My Mission House, 1949, p. 272.
[6] Denzinger 570b.
[7] The Papal Encyclicals, vol. 1 (17401878), pp. 237238.
[8] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 310.
[9] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, pp. 310311.
[10] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 386.
[11] Rev. Spirago and Rev. Clark, The Catechism Explained, p. 246.
[12] The Papal Encyclicals, vol. 1 (17401878), pp. 237238.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...