La malvada influencia de
Teodora sobre Justiniano
Plinio
Corrêa de Oliveira
Después que Belisario
tomó Roma en el año 536, como vimos en el artículo anterior, los indignados bárbaros se
reagruparon y rodearon Roma. Luego, fue el turno de Belisario de defender la
ciudad.
Él pronto se dio
cuenta que sus tropas eran insuficientes para continuar con la campaña por
recuperar la Península. Sólo podía defender Roma y mantener un camino abierto
hacia el mar para permitir que llegaran los refuerzos.
Díptico de marfil de Justiniano dominar a los bárbaros del siglo VI |
Entonces envió al
emperador Justiniano un mensaje más o menos así: “Me dirijo a vos desde Roma,
pero mis tropas expedicionarias son apenas lo suficiente para defender la
ciudad. Si queréis que continúe en la conquista de la Península, enviadme más
hombres, puesto que el corredor está abierto”.
Justiniano entendió y
envió a Belisario más tropas. Con esto, el general reconquistó toda la península
italiana hasta Ravena en el norte de Italia, que había sido la capital del
Imperio.
En Ravena, Belisario
tomó como prisionero a otro rey godo y lo envió a Justiniano, que hizo un nuevo
desfile triunfal en Bizancio y sumó a sus títulos el nombre de Justinianus Gothicus.
Las intrigas de Teodora contra
Belisario
En este punto de la
historia, creo que las intrigas de Teodora comenzaron a tener sus perjudiciales
efectos. Estimulado por la emperatriz, Justiniano comenzó a sospechar de
Belisario y a preocuparse por el hecho que estaba ganando mucho prestigio y
poder entre los soldados.
Teodora utilizó su influencia para introducir la herejía monofisista en la corte |
Puesto que Belisario
necesitaba más hombres para mantener las ciudades conquistadas, después de cada
nueva conquista tuvo que pedirle al emperador más tropas. En vez de enviárselas,
Justiniano comenzó a demorar el envío de refuerzos.
Al ver esta demora, el
rey ostrogodo Totila, que era un líder militar brillante, tomó una nueva
ofensiva. Después de un éxito en Verona, Totila persiguió y derrotó a las
tropas de Belisario en la batalla de Faventia en el año 542, abriendo camino
hasta el centro de Italia. Siguió a esta victoria retomando Nápoles y todo el
sur de Italia. A continuación, en el 546, rodeó Roma y volvió a capturar la
ciudad.
Habiendo perdido el
apoyo del emperador y sólo con un resto de sus tropas, Belisario pidió permiso
para regresar a Bizancio. Allí, el emperador lo despidió. Por lo tanto, la
primera iniciativa de Justiniano de restaurar el dominio católico en Italia falló.
Narsés reconquista Europa
Ocho años más tarde, hubo
un nuevo intento por reconquistar Europa. Justiniano tuvo otro gran general, un
eunuco llamado Narsés. No era tan brillante como Belisario, pero era un buen
estratega.
Justiniano dio a Narsés
30.000 soldados —para toda la
campaña africana Belisario había recibido sólo 6.000— y lo envió a Italia. Narsés venció
a los bárbaros en Umbría y llegó a destruir las hordas góticas en la batalla de
Taginae en 552, donde murió el rey Totila. En 553, los últimos bárbaros fueron
derrotados por Narsés en Mons Lactarius. Con esto, el dominio romano regresó a
toda Italia.
El general Narsés, de un mosaico de Rávena |
Una vez más, el
emperador de Oriente gobernó los imperios de Oriente y Occidente.
Con este trabajo
realizado, Justiniano pronto vio la oportunidad de conquistar España y
reunificar otro territorio que había formado parte del antiguo Imperio Romano.
El rey visigodo Atanagildo, que luchaba con las guerras internas con otros
reyes godos, pidió el apoyo de Justiniano. El emperador envió una flota que tomó
todo el sur de España – Cartagena, Málaga, Murcia y Córdoba.
Justiniano firmó un
tratado de paz con Atanagildo, reconociendo a este último como gobernador de
ese territorio. Atanagildo cultivaba buenas relaciones con los francos y arregló
matrimonios para sus dos hijas con dos reyes francos, Chilperico de Neustria y Sigebert
de Austrasia.
En este punto de la
historia, el Imperio Católico Romano de Oriente tenía el dominio total sobre el
Oriente, el norte de África, Italia y parte de España. Galia estaba dominada
por los francos católicos, pero el Imperio de Oriente también ejerció una
considerable influencia allí desde que Clovis reconoció como emperador a
Justiniano. Por lo tanto, el dominio católico sobre una gran parte de Europa
fue de nuevo restaurado.
Teodora induce a Justiniano a
favorecer las herejías
Pero Teodora no estaba
contenta con estos triunfos. Ella insistió en que todas esas conquistas no
tenían valor alguno; eran nada más que triunfos sobre bárbaros. Lo importante, sostenía
ella, era conquistar Asia. Para hacerlo, se tuvo que adoptar una nueva política.
Ella convenció al
emperador que primero debía comenzar a ganar la buena voluntad de los pueblos
de Oriente que ya estaban bajo su dominio, pero que abrigaban mala voluntad
hacia él. Esos países eran Siria y Egipto. Su antagonismo surgió del hecho de
que, en general, ellos adherían fuertemente a la herejía monofisista.
Un busto de la emperatriz Teodora del siglo VIII |
Esta herejía admitía
sólo la naturaleza divina de nuestro Señor, y no su naturaleza humana. La secta
herética había logrado difundirse ampliamente puesto que Justiniano no estaba luchando
por la fe católica en esas áreas. Teodora lo había convencido de que no era
conveniente para el bienestar del Imperio.
Ella le aconsejó a
Justiniano que dejara de lado la causa católica y diera libertad a los monofisistas
de Siria y Egipto para fortalecer su alianza con el Imperio. Esto permitiría a
Justiniano entrar en Oriente y conquistar Persia y Babilonia, y así construir
un imperio mucho mayor.
La ascendencia de Teodora
sobre Justiniano fue en aumento, y por lo tanto, él comenzó a favorecer a los monofisistas.
La herejía incluso entró en Occidente cuando el hereje Severus, que representaba
a una rama del monofisismo llamado miafisitismo, asumió una gran influencia
sobre Teodora y maniobró para que su secta fuere reconocida. Esto ocurrió en el
año 543 durante la campaña de Justiniano para reconquistar Europa.
Poco después, bajo la
influencia de la emperatriz, Justiniano depuso al papa legítimo, el Papa Silverio,
a quien considera “demasiado intransigente”, y lo reemplazó con un antipapa.
Con esta acción, él rompió con la Iglesia Católica Romana.
Después de esas
grandes victorias en Occidente, el Imperio intentó expandirse en Asia, pero se
encontró con múltiples dificultades y complicaciones. Justiniano retiró sus
tropas de Europa para hacer frente a esos problemas. Pero no tuvo éxito en
Asia. Mientras tanto, en los Balcanes, los bárbaros se reagruparon de nuevo y
mostraron signos crecientes de descontento.
Cuando Justiniano
murió, toda la obra de reconquista de Europa estaba profundamente puesta en
peligro, y Asia se mantuvo sin conquistar.
Su sucesor, Justino,
era un hombre y soberano débil. Bajo su imperio, los bárbaros comenzaron a
recuperar lo que habían perdido. La mayor parte de Italia se perdería con la invasión
de los lombardos tres años después de la muerte de Justiniano (568). En 40 años
más, las recién fundadas provincias españolas estarían completamente
recuperadas por los visigodos españoles. Y dentro de un siglo y medio, el
imperio perdería para siempre África por las conquistas musulmanas.
Gracias a Teodora, el
Imperio Romano de Oriente volvió al punto donde estaba antes de Justiniano:
lleno de herejías y amenazado por los bárbaros.
El imperio Bizantino en tiempos de Justiniano |
Vea los artículos
anteriores de esta serie:
El Imperio Romano y la Iglesia IIIITomado de TIA