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Capítulo 6
LA ÚNICA IGLESIA DE LOS FIELES
Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo”.
La primera definición dogmática de la Cátedra de Pedro sobre fuera la Iglesia no hay ninguna salvación (del Papa Inocencio III) enseñó que la Iglesia católica es la única Iglesia “de los fieles”, fuera de la cual absolutamente nadie se salva. ¿Pero quiénes son “los fieles”? ¿Es posible considerar como parte de “los fieles” a quien no ha recibido el bautismo? Si consultamos la tradición católica, la respuesta es un rotundo “no”.
Como muchos de ustedes saben, la Misa católica se divide en dos partes: la Misa de los catecúmenos (los que se están preparando para recibir el bautismo) y la Misa de los fieles (los bautizados).
En la Iglesia primitiva, los catecúmenos aún no bautizados (es decir, los que no habían recibido el sacramento del bautismo) tenían que salir una vez terminada la Misa de los catecúmenos, que era en el momento en que los fieles profesaban el Credo. A los no bautizados no se les permitía quedarse en la Misa de los fieles, porque es sólo quien ha recibido el sacramento de bautismo quien es miembro de los fieles. Esta es la enseñanza de tradición.
Casimir Kucharek, La Liturgia Byzantina-Eslava de San Juan Crisóstomo:
“En el canon 19 del Sínodo de Laodicea (343-381 d.C.), por ejemplo, leemos: ‘Después de los sermones de los obispos, la oración por los catecúmenos se dice primero por ellos; cuando los catecúmenos han salido, la oración por los que hacen penitencia; y después de éstas... deben ser ofrecidas las tres oraciones de los fieles...”.
Vemos aquí a la tradición afirmando, en el Sínodo de Laodicea del siglo IV, que los catecúmenos sin bautizar tenían que salir de la liturgia antes que empezara la Misa de los fieles. Y esta distinción entre la Misa de los catecúmenos y la Misa de los fieles estaba establecida en los ritos antiguos de la Iglesia católica. Es por eso que el P. Casimir Kucharek, en su gran obra sobre la Liturgia Byzantina-Eslava de San Juan Crisóstomo, dice que la liturgia de los catecúmenos está “presente en todos los ritos...”. En otras palabras, todos los ritos católicos antiguos dan testimonio del hecho que ninguna persona sin bautizar podía ser considerada como parte de los fieles ¡porque en todos se ordenaba que salieran los catecúmenos sin bautizar antes que empezara la Misa de los fieles!
De aquí que el P. Casimir Kucharek escribe también:
“[San] Atanasio menciona que a ellos (los catecúmenos) no se les permitía estar presente en los misterios, y Cirilo de Alejandría cuenta que tenían que salir antes que empezaran las partes más solemnes del servicio”.
La Enciclopedia Católica reconoce la misma enseñanza de la tradición.
Enciclopedia Católica, “Fiel”, vol. 5, p. 769: “San Agustín (dice): ‘Pregúntale a un hombre: ¿eres cristiano? Si es pagano o judío, responderá: No soy cristiano. Pero si dice: Soy cristiano, pregúntale otra vez: ¿eres catecúmeno, o uno de los fieles?’”.
En el siglo tercero, el padre de la Iglesia primitiva Tertuliano, criticó la costumbre de ciertos herejes que ignoraban esta distinción crucial entre los sin bautizar y los fieles.
Enciclopedia Católica, “Catecúmeno”, vol. 3, p. 430: “Tertuliano reprochaba a los herejes de ignorarlo; acerca de ellos, él dice, ‘quien no sabe quién es catecúmeno y quién es fiel, todos por igual acuden [a los misterios], todos oyen los mismos discursos, y dicen las mismas oraciones”.
Finalmente, citaré una oración de la antigua liturgia bizantina-eslava de San Juan Crisóstomo. La oración era recitada en la despedida de los catecúmenos antes de la Misa de los fieles.
Liturgia bizantina-eslava de San Juan Crisóstomo, Despedida de los catecúmenos: “Oremos, los fieles, por los catecúmenos, que el Señor tenga misericordia en ellos... Señor y Dios, Jesucristo, como salvador de humanidad: baja tu mirada sobre tus siervos, los catecúmenos, que inclinan sus cabezas ante ti. A su debido tiempo hazlos dignos de las aguas de la regeneración, del perdón de sus pecados, y del manto de inmortalidad. Únelos a tu santa, católica, y apostólica Iglesia, y cuéntalos entre tu rebaño escogido”.
Aquí vemos que el antiguo rito de la liturgia oriental de San Juan Crisóstomo hace una notoria distinción entre los no bautizados (los catecúmenos) y los fieles. Ella confirma que los catecúmenos no bautizados no están entre los fieles, que no se les han perdonado sus pecados, ni se han unido a la Iglesia católica. Los no bautizados no pertenecen a la única Iglesia de los fieles. Esto es parte de la antigua fe católica. Y obviamente, este hecho no prueba que sea parte de la antigua fe católica simplemente porque un Padre de la antigua Iglesia lo haya dicho – ya que una declaración de un Padre de la Iglesia antigua en particular no prueba esto definitivamente; sino más bien se prueba porque los testimonios de los antedichos santos están en perfecta armonía con la clara enseñanza del culto litúrgico católico, que hace una distinción entre la Misa de los catecúmenos y la Misa de los fieles. Esta es, por siguiente, la enseñanza y regla del culto católico de que ninguna persona sin bautizar debe ser considerada parte de los fieles. Y esto es porque desde el principio, a todos los que morían sin el sacramento de bautismo, se les negaba la sepultura cristiana en todas partes en la Iglesia universal.
Y porque esta era la regla universal de culto en la Iglesia católica, ella era la expresión de la fe y de la tradición universal de la Iglesia católica.
Papa Pío XI, Quas primas, # 12, 11 de diciembre de 1925: “En esta perpetua alabanza a Cristo Rey se descubre fácilmente la armonía tan hermosa entre nuestro rito y el rito oriental, de modo que se ha manifestado también en este caso el axioma: Legem credendi lex statuit supplicandi. La ley de la oración constituye la ley de la creencia”.
Por lo tanto, sería contrario a la tradición aseverar que una persona que no haya recibido el sacramento del bautismo pertenece a los fieles.
San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla y doctor de la Iglesia, Hom. in Io. 25, 3, siglo IV:
“Porque el catecúmeno es un extraño para los fieles... Uno tiene a Cristo por su Rey; el otro al pecado y al diablo; la comida de uno es Cristo; la del otro, esa carne que se corrompe y perece... Así es que nosotros no tenemos nada en común, ¿en qué, dime, hemos de tener comunión?... Seamos diligentes para hacernos ciudadanos de la ciudad de arriba... porque si viniere a pasar (¡que Dios no lo quiera!) que por la súbita llegada de la muerte fallezcamos como los no iniciados [no bautizados], aunque tuviéremos diez mil virtudes, nuestra parte no será otra que el infierno, y el gusano venenoso, y el fuego inextinguible, y el cautiverio eterno”.
San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia, siglo IV:
“Ahora os instruiré sobre el sacramento que habéis recibido; de cuya naturaleza no era conveniente os habláramos antes; porque en el cristiano lo que viene primero es la fe. Y por esta razón en Roma los que han sido bautizados son llamados los fieles (fideles)”.
Es por esta enseñanza de la tradición que en el rito tradicional del bautismo se le pregunta al catecúmeno no bautizado qué es lo que él desea de la santa Iglesia, y él responde “la fe”. El catecúmeno sin bautizar no tiene “fe”, por eso él pide a la Iglesia el “sacramento de la fe” (el bautismo), el cual lo convierte en uno de “los fieles”. Esto es porque el sacramento del bautismo ha sido conocido desde tiempos apostólicos como “el sacramento de la fe”.
Catecismo del Concilio de Trento, del bautismo – efectos del bautismo:
“... el bautismo... es sacramento de la fe...”.
Catecismo del Concilio de Trento, del bautismo – efecto segundo: el carácter sacramental:
“... el bautismo... Por él somos calificados para recibir los otros sacramentos, y el cristiano se distingue de los que no profesan la fe”.
Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351:
“… todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma fe católica…”.
Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 6, cap. 7 sobre la justificación, ex cathedra:
“… EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO, QUE ES EL ‘SACRAMENTO DE LA FE’… ESTA FE, POR TRADICIÓN APOSTÓLICA, LA PIDEN LOS CATECÚMENOS A LA IGLESIA ANTES DEL BAUTISMO al pedir la fe que da la vida eterna (Rit. Rom., Ordo Baptismi)”.
Y con estos hechos en consideración (que un catecúmeno “pide” la fe puesto que no es parte de los fieles), recuérdese la definición del Papa Inocencio III en el Cuarto Concilio de Letrán: “En efecto, existe una Iglesia universal de los fieles, fuera de cual nadie en absoluto se salva...”. El latín original dice: “Una vero est fidelium universalis ecclesia, extra quam nullus omnino salvatur...”. Las palabras Latinas nullus omnino significan “absolutamente nadie”. Absolutamente nadie fuera de la única Iglesia de los fieles se salva. Y debido a que la una Iglesia de “los fieles” sólo incluye a los que han recibido el sacramento del bautismo – como muestra la tradición apostólica, la tradición litúrgica, y el dogma de la Iglesia – significa que absolutamente nadie se salva sin el sacramento de bautismo.
Capítulo 7
LA SUJECIÓN A LA IGLESIA Y AL ROMANO PONTÍFICE
La segunda definición de la Cátedra de Pedro sobre fuera de la Iglesia no hay salvación viene del Papa Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam.
Papa Bonifacio VIII, Unam Sanctam, 18 de noviembre de 1302, ex cathedra:
“Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados. (…) Ahora bien, someterse al romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda humana criatura”.
Esto significa infaliblemente que toda criatura humana debe estar sujeta al Pontífice romano para la salvación. Obviamente, esto no significa que uno debe estar sujeto a un antipapa para la salvación, que es lo que tenemos hoy. Significa que todos deben estar sujetos al Papa verdadero, siempre y cuando tenemos uno.
¿Pero cómo se someten los niños al Pontífice romano? Esta es una buena pregunta. Téngase en cuenta que el Papa Bonifacio VIII no declaró que toda criatura humana debe conocer al Pontífice romano, sino que toda criatura humana debe estar sometida al Pontífice romano. Los infantes se sujetan al Pontífice romano por su bautismo en la única Iglesia de Cristo, de la cual el Pontífice romano es el cabeza.
Papa León XIII, Nobilissima, # 3, 8 de febrero de 1884:
“La Iglesia, guardiana de la integridad de la fe – que, en virtud de su autoridad, delegada por Dios su fundador, debe convocar a todas naciones al conocimiento de la tradición cristiana, y en consecuencia, está obligada a vigilar minuciosamente sobre la enseñanza y educación de los niños puestos bajo su autoridad por el bautismo...”.
Los niños son puestos bajo la autoridad de la Iglesia por el bautismo. Por lo tanto, por su bautismo se someten al Pontífice romano, porque el Pontífice romano posee la suprema autoridad en la Iglesia (Primer Concilio Vaticano, de fide). Esto demuestra que el bautismo es en realidad el primer componente para determinar si una persona está sujeta o no al Pontífice romano. Quien no haya sido bautizado, entonces no puede estar sujeto al Pontífice romano, porque la Iglesia no ejerce juicio (es decir, jurisdicción) en nadie que no haya entrado a la Iglesia por el sacramento del bautismo (de fide).
Papa Julio III, Concilio de Trento, sobre los sacramentos del bautismo y de la penitencia, sesión 14, cap. 2, ex cathedra: “... la Iglesia en nadie ejerce juicio, que no haya antes entrado en ella misma por la puerta del bautismo. Porque, ¿qué me da a mí – dice el Apóstol – de juzgar a los que están fuera? (1 Cor. 5, 12). Otra cosa es de los domésticos de la fe, a los que Cristo Señor, por el lavatorio del bautismo, los hizo una vez miembros de su cuerpo (1 Cor. 13, 13)”.
No es posible, por siguiente, estar sujeto al Pontífice romano sin haber recibido el sacramento del bautismo, porque la Iglesia (y el Pontífice romano) no puede ejercer juicio (jurisdicción) sobre una persona que no está bautizada (de fide, Trento). Y porque no es posible estar sujeto al Pontífice romano sin el sacramento del bautismo, no es posible salvarse sin el sacramento del bautismo, porque toda criatura humana debe estar sujeta al Pontífice romano para la salvación (de fide, Bonifacio VIII).
P. Casimir Kucharek, La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo, Combermere, Ontario, Canada: Alleluia Press, 1971, p. 475.