San Pío X cuando era obispo de Mantua |
“Un sacerdote, a
quien conocí mucho, llegaba a su primera parroquia. Creyó suyo visitar a cada
familia. Judíos, protestantes y aun los mismos francmasones no fueron
excluidos, y anunció desde el púlpito que cada año renovaría la visita.
Esto produjo gran emoción entre sus colegas, que se quejaron al obispo. Este
llama inmediatamente al acusado y le amonesta seriamente. “Monseñor, respondió
con humildad el cura: Jesús en su Evangelio ordena al pastor conducir al rebaño
todas las ovejas, oportet illas adducere.
¿Cómo conseguir esto si no se va en busca suya? Por otra parte, yo no
transijo jamás sobre los principios doctrinales y me limito a manifestar mi
solicitud y mi caridad a todas las almas, aun a las descarriadas, que el
Señor me ha confiado. He anunciado públicamente esas visitas desde el púlpito;
si vuestro deseo formal es de que no las haga, dignaos darme la prohibición por
escrito, a fin de que se sepa que no hago con ello más que someterme a vuestras
órdenes”. Conmovido por la precisión y entereza de este lenguaje, el obispo no
insistió más. El tiempo, por lo demás, dio la razón a este sacerdote, quien
tuvo el consuelo de convertir a algunos de aquellos descarriados e indujo a los
demás a que profesaran gran respeto a nuestra religión. El humilde párroco
ha llegado a ser, por voluntad del Señor, el Papa que os da, amado hijo,
esta lección de caridad. Manteneos, pues, firmes sobre los principios, pero
que vuestra caridad se extienda a todos los hombres, aunque entre ellas
halla enemigos encarnizados de la Iglesia”*
Al centro, San Pío X cuando era cardenal patriarca de Venecia |
Estas palabras son del
mismo Papa San Pío X contando un hecho de su propia vida, citadas por Dom
Chautard en su magnífica obra El Alma de
Todo Apostolado, parte IV, cap. IV.