Plinio Corrêa de Oliveira
Tomado de TIA
En la bula Ineffabilis, firmada por el Papa Pío IX
el 8 de diciembre de 1854, él dice:
“Nuestra
boca está llena de gozo y nuestra lengua de júbilo, y damos humildísimas y
grandísimas gracias a nuestro Señor Jesucristo, y siempre se las daremos, por
habernos concedido aun sin merecerlo, el singular beneficio de ofrendar y
decretar este honor, esta gloria y alabanza a su santísima Madre.
”Mas
sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma Santísima
Virgen, que toda hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la
cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo, y que es la gloria de los
profetas y apóstoles, y honra de los mártires, y alegría y corona de todos los
santos, y refugio segurísimo de todos los que peligran, y fidelísima
auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la
tierra ante su unigénito Hijo, y gloriosísima gloria y ornato de la santa
Iglesia, y firmísimo baluarte que destruyó siempre todas las herejías, y libró
siempre de las mayores calamidades de todas clases a los pueblos fieles y
naciones, y a Nos mismo nos sacó de tantos amenazadores peligros.
”Mas
sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma Santísima
Virgen… hará con su valiosísimo patrocinio que la santa Madre católica Iglesia,
remueva todas las dificultades y venza todos los errores en todos los pueblos”[i].
Estos extractos
podrían parecer extraños a las generaciones presentes, por dos razones: la
primera, por sus largan sentencias, y la segunda, por el uso de superlativos.
Al estilo moderno le
gustan las frases cortas y pocos superlativos. El mérito de la frase larga, sin
embargo, es relacionar una serie de pensamientos en una frase. Y el mérito de
los superlativos ―cuando se aplican correctamente― es romper los patrones
comunes en que nos movemos y hacernos comprender las realidades profundas ―que
son las realidades superlativas― de las que el lenguaje humano sólo puede
encontrar un superlativo para expresarlas. Todo lo invisible, todo lo
sobrenatural, todo lo que es mucho más que el orden visible en el que nos
movemos, es tan más grande que nosotros, que el lenguaje sólo se refiere a esas
cosas con superlativos.
Y si esto es verdad de
todo lo que es invisible, es particularmente verdadero de nuestra Señora, que
es la reina de todas las cosas visibles e invisibles, y que está por encima de
todo lo visible e invisible. Por esta razón, teniendo sólo a Dios por encima de
ella, los propios superlativos se hacen añicos, y encontramos que en nuestro lenguaje
no hay ninguna manera de describirla adecuadamente. Por lo tanto, añadiendo un
superlativo a otro, terminamos sólo afirmando el fracaso de todos ellos para
decir lo que debe decir. Pero a través de este esfuerzo, de alguna manera
hacemos entender que tenemos alguna idea de la grandeza de la Virgen.
La gloria y privilegios de nuestra Señora
Pío IX acumula un número
de ideas en estas sentencias. Estas largas sentencias son círculos, cada uno forma
un tipo de diadema con muchas joyas que adornan la corona de la Virgen. Presentando
esta serie de ideas acerca de la Inmaculada Concepción, él nos hace ver que
debido a que la Virgen María fue concebida sin pecado original ―y esto en
anticipación por ser ella la Madre de Dios― ella alcanzó el grado más alto de
gloria en todos los órdenes.
Primero, él hace un acto de agradecimiento por el
hecho de que él haya sido elegido, como Papa, para definir el dogma de la Inmaculada
Concepción. Él dice: “Nuestra boca está llena de
gozo y nuestra lengua de júbilo”. Toda la frase es superlativa. Y realmente,
no hay lengua humana que pueda expresar suficientemente su alegría de que la
Inmaculada Concepción fuese definida, tanto más cuanto es el hombre que es
llamado el Príncipe de los Pastores y el sucesor de San Pedro.
De manera que la boca
de Pío IX se regocija de alegría. Es una alegría que brota de sus labios y se
convierte en exultación. Esta gran alegría se debe a que la Inmaculada Concepción
de la Virgen fue definida, y porque él fue el instrumento para esa definición.
Él explica, diciendo
que él da “humildísimas y grandísimas gracias” ―todo
es superlativo― “a nuestro Señor Jesucristo… por
singular beneficio” ―no se trata de una gracia normal, sino de una sin
igual― “Él nos ha concedido, aunque nosotros seamos
indignos, decretar y ofrecer este honor, gloria y alabanza a Su Santísima
Madre”.
El poder del papado que puede definir un dogma
Aquí vemos la grandeza
de un Papa, la grandeza del pontificado romano, que es el Poder de las Llaves.
Nuestra Señora está por encima de todos los ángeles y todos los santos. Ella está,
por decirlo así, sentada en un trono al lado de nuestro Señor Jesucristo.
Pero un Papa, un simple
hombre viviendo en esta tierra, puede decir que él definió y decretó este
título que da nuevo honor, alabanza y gloria a la Santísima Madre de Dios. Es
decir, ¡el Poder de las Llaves le dio los medios para colocar una nueva corona
en la frente de aquella que está tan por encima de él! Ese es el inmenso poder
y la grandeza del papado.
Una Virgen bella e inmaculada
Este es su primer
pensamiento. Es seguido por un segundo ―que nuestra Señora, por ser Inmaculada,
aplastó la cabeza del diablo: “Sentimos firmísima
esperanza y confianza absoluta de que la misma Santísima Virgen, que toda
hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente, y
trajo la salud al mundo”.
Su pensamiento es muy
claro aquí. Ser impecable y hermosa, nuestra Señora trituró la cabeza del
diablo. Podemos ver que estas ideas son inseparables. El Papa piensa en la
belleza de la Virgen y en su poder. A modo de contraste, él inmediatamente
piensa en la cruelísima serpiente que es triturada por ella. Es decir, su
belleza no sería completa si no fuese una belleza triunfal que aplasta al
demonio.
Porque ella es tan
pura, tan hermosa, no es suficiente que todas las criaturas de este mundo y del
cielo y el purgatorio le rindan homenaje. Es necesario que el enemigo sea vencido
bajo sus pies.
Por lo tanto, toda la
idea de su gloria conlleva la idea de encadenar al demonio, aplastado y
humillado, con la cara al suelo, porque así lo deseó ella y porque ella fue el
instrumento de Dios para realizarlo. Esta es parte de su belleza. También es otra
manifestación de la idea de que el hombre sólo puede comprender todo el
esplendor de la verdad, de la belleza y da la bondad cuando se coloca en
contraste con el error, el mal y la fealdad. Esto queda muy claro en la imagen
de la Inmaculada Concepción.
Su intercesión por los pecadores arrepentidos
A continuación, el
Papa dice, “confiamos toda nuestra esperanza en ella”. Esto se debe a que ella
es hermosa e inmaculada, pero también porque ella aplasta al demonio. ¡Si tan
sólo pudiéramos recordar esto en los momentos de la tentación! Tenemos la
tentación, el diablo está tratando de sacarnos algún mal, tenemos miedo de
fracasar cayendo en el pecado. Nuestra Señora aplastó la cabeza de Satanás y,
por lo tanto, puede salvar a cualquier pecador de sus garras. Ella puede
arrebatar cualquier alma tentada de su influencia y su imperio. Esta es una razón
para confiar en ella y debería animarnos en nuestra vida espiritual.
Por lo tanto debemos
considerar primero cómo nuestra
Señora, por ser Inmaculada y hermosa, aplastó la cabeza del diablo;
Segundo, cómo ella, siendo Inmaculada, es
la gloria de los profetas y de los apóstoles, el honor de los mártires, el gozo
y la gloria de todos los santos. Ella no sólo aplastó al diablo, sino también
ella es la alegría y la belleza de los cielos. Ella es “junto a su Hijo
unigénito “la fidelísima auxiliadora y poderosísima
mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra”. Aquí hay un
pensamiento que ya no se refiere sólo a los individuos, sino toda la sociedad
humana como tal; ella reconcilia a toda la humanidad, a todos los Estados, naciones
y al orden público.
Tercero, como ella es el refugio más seguro
y el más fiel apoyo para todos los que están en peligro. Aquí una vez más,
encontramos superlativos; nuestra Señora no es sólo un refugio o apoyo fiel.
No, ella es el refugio más seguro, el más fiel apoyo para quienes están en
peligro.
¿Qué relación tiene
esto con la Inmaculada Concepción? Nuestra Señora, que nunca experimentó tal
peligro porque ella fue confirmada en gracia desde el primer instante de su
ser, tiene una enorme compasión por sus hijos que están sujetos a estos
peligros en este mundo. No existe en este mundo una verdadera madre católica
que no abriga temor acerca de lo que les puede pasar a sus hijos. Ahora, nuestra
Señora discierne este peligro mucho más claramente. Podemos decir que cuanto
más “afligida” ella esté por nuestra situación, con mayor seguridad podemos ser
rescatados cuando le rezamos a ella. Esto es lo que se entiende aquí.
Su protección y poderosa intercesión contra la herejía
Ella es “gloriosísima gloria y ornato de la santa Iglesia, y
firmísimo baluarte”. Ella es, entonces, el terror de los demonios, el
honor y la gloria del cielo, la protectora de los hombres y el ornamento de la
Iglesia. ¿Por qué? Porque la Iglesia es un paraíso, una prefigura del paraíso
celestial, y si ella es el honor del paraíso celestial, ella tiene que ser el
honor de la Iglesia Católica.
El Papa continúa: “sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta en
ella que destruyó siempre todas las herejías”. Todas las herejías, dice,
incluyendo las que nos causan el mayor angustia. Ella ha salvado a los fieles
de los mayores males de todo tipo, incluidos aquellos que más nos alarman, y
nos libra de los muchos peligros que nos amenazan.
Debemos confiar en
que, con su eficacísima protección, ella desea hacer que nuestra Santa Madre
Iglesia venza todas las dificultades, incluyendo el más inesperadas y enormes.
Por lo tanto, después de aplastar todos los errores ―incluso aquellos que la
gente puede abrazar incidentemente, como los que vemos en los periódicos de hoy―
la Iglesia Católica pueda florecer cada día más y más en medio de todos los
pueblos y en todos los lugares.
Nuestra Señora, la conversión del mundo y el Reino de María
Esta afirmación de que
la Iglesia debería prosperar en medio de todos los pueblos y en todas partes
parece ser un anticipo del Reino de María.