A partir de ahora publicaremos por capítulo la impresionante obra-denuncia “LA VERDAD DE LO QUE REALMENTE LE OCURRIÓ A LA IGLESIA CATÓLICA DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II”, de los Hnos. Miguel Dimond OSB y Pedro Dimond OSB. Los interesados en recibir por email los capítulos que vayamos publicando, escriban al email de contacto colocando simplemente en asunto: Vaticano II.
La Verdad de lo que realmente le ocurrió a la Iglesia Católica después del Vaticano II
Glosario de Términos y Principios
Esperamos que en este glosario de términos y principios les dé una ayuda rápida para los que aún no están familiarizados con algunos conceptos o principios que son discutidos frecuentemente en este libro. Porque creemos es más útil, este glosario se ha organizado por orden temático y no por orden alfabético.
Papado – es el oficio de un Papa, sucesor de San Pedro, el cual fue fundado sobre San Pedro como cabeza de la Iglesia cristiana por nuestro Señor Jesucristo (Mat. 16, 18-20; Juan 21, 15-17). Los obispos de Roma son los sucesores de San Pedro. Ellos poseen la misma primacía en la Iglesia cristiana que San Pedro ostentó en la Iglesia apostólica.
Magisterio – es la enseñanza con autoridad de la Iglesia católica, ejercida por un Papa cuando proclama un dogma con la autoridad del papado. No todos los pronunciamientos de un Papa verdadero son enseñanzas del magisterio. Un Papa habla magisterialmente cuando cumple ciertas condiciones (que fueron definidas en el Concilio Vaticano I). Quien es fiel al magisterio es fiel a lo que se ha enseñado dogmáticamente o han enseñado todos los Papas a través de la historia, tal como la Iglesia católica siempre lo ha mantenido.
Ex cathedra – quiere decir en latín «desde la Cátedra». Esto se refiere cuando un Papa habla infaliblemente desde la Cátedra de San Pedro, siempre y cuando se cumplan las condiciones para que sea un pronunciamiento infalible. Comete herejía y pecado mortal todo aquel que niega o rechace un pronunciamiento ex cathedra de un Papa, puesto que tal pronunciamiento es irreformable (inmutable), porque constituye un dogma que Cristo reveló a la Iglesia.
Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4, cap. 4:
“… el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra – esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por toda la Iglesia universal –, por la asistencia divina que fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia”[1].
Revelación Divina/Dogma – Las enseñanzas de la revelación divina son las verdades que enseñó Jesucristo a los Apóstoles. La Iglesia católica enseña que las dos fuentes de la revelación divina son la Sagrada Escritura y la santa Tradición; su contenido verdadero está expresado en el magisterio de la Iglesia católica. La revelación divina terminó con la muerte del último Apóstol. El dogma es inmutable. Cuando un Papa define un dogma, no significa que a partir de ese momento él hace que sea verdadero, sino más bien define solemnemente, sin errar, aquello que siempre ha sido considerado verdadero desde la muerte del último Apóstol. Los dogmas deben ser creídos tal como la Iglesia “una vez declaró”, sin abandonar ese sentido bajo pretexto de “un entendimiento más profundo”.
Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 3, cap. 2 sobre la Revelación, 1879, ex cátedra:
“De ahí que también hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia”[2].
Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 3, cap. 4, canon 3:
“Si alguno dijere que puede suceder que, según el progreso de la ciencia, haya que atribuir alguna vez a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto del que entendió y entiende la misma Iglesia, sea anatema”[3].
Hereje – persona bautizada que rechaza un dogma de la Iglesia católica. Los herejes quedan excomulgados automáticamente de la Iglesia (ipso facto), sin ninguna declaración, por haber rechazado una enseñanza obligatoria de la fe.
Papa León XIII, Satis Cognitum, #9, 29 de junio de 1896:
“De que alguno diga que no cree en esos errores (esto es, las herejías que acaba de enumerar), no se sigue que deba creerse y decirse cristiano católico. Pues puede haber y pueden surgir otras herejías que no están mencionadas en esta obra, y cualquiera que abrazase una sola de ellas cesaría de ser cristiano católico”[4].
Papa San Pío X, Editae Saepe, # 43, 26 de mayo de 1910:
“Es un hecho cierto y bien establecido que no hay ningún otro crimen que ofenda a Dios tan gravemente ni que provoque su gran ira como es el vicio de la herejía”[5].
Cismático – persona bautizada que niega estar en comunión con el Papa verdadero o con los verdaderos católicos. Casi siempre los cismáticos son herejes. Los cismáticos también incurren en excomunión automáticamente.
Apóstata – persona bautizada que no solamente niega una o más verdades de la fe católica, sino que además abandona por completo la fe cristiana. Los apóstatas también incurren en excomunión automáticamente.
Antipapa – es quien falsamente pretende ser el Papa (es decir, un reclamante falso que pretende ser el obispo de Roma). Ha habido más de cuarenta antipapas en la historia de la Iglesia, algunos de ellos reinaron en Roma. Este libro prueba que la revolución del Vaticano II fue realizada por hombres que eran y fueron antipapas que se hicieron pasar falsamente como Papas verdaderos.
Sedevacante; la posición sedevacantista – Sede en latín es “silla o cátedra” y vacante en latín es “vacía”. Un período sedevacante es un período cuando no hay un Papa: la Silla o Cátedra de San Pedro está vacía. Esto ocurre normalmente después de la muerte de un Papa o después de su dimisión como Papa; esto ha ocurrido más de 200 veces en la historia de la Iglesia, y en algunos casos duraron años. Los Doctores de la Iglesia también enseñan que la Silla de Pedro podría quedar vacante si un Papa llegara a caer en herejía. La posición sedevacantista describe la posición de los católicos tradicionales que sostienen que la Silla o Cátedra de San Pedro está actualmente vacante porque puede probarse que el hombre que está en Roma (o reclama ser el obispo de Roma) es un hereje público, y por tanto, no puede ser un verdadero Papa.
Vaticano II – concilio que tuvo lugar entre 1962-1965. El Vaticano II pretendió ser un concilio general de la Iglesia católica, pero en realidad fue un “concilio ladrón” revolucionario, que enseñó doctrinas condenadas por la Iglesia católica. El Vaticano II trajo una nueva religión, y fue responsable por los increíbles malísimos frutos y revolucionarios cambios que a posterior sucedieron.
Secta del Vaticano II – esta frase describe a la falsa Iglesia que surgió del Vaticano II, la cual está profetizada en la profecía católica y en la Sagrada Escritura. Este libro prueba detalladamente que esta falsa secta es muy numerosa en herejía, apostasía y en muchos ultrajes escandalosos. También se demuestra que la secta del Vaticano II no es la Iglesia católica, sino más bien es una falsificación del diablo para conducir por el mal camino a los pueblos durante la Gran Apostasía.
Novus Ordo Missae – es el latín de Nuevo Orden de la Misa; se refiere a la Nueva Misa promulgada por Pablo VI, el 3 de abril de 1969.
Iglesia del Novus Ordo – así como está referido en este libro, es básicamente sinónimo del término “secta del Vaticano II”, que describe la falsa Iglesia del Vaticano II, la Nueva Misa y a todos los que se adhirieren a ella.
Católico tradicionalista – persona que simplemente es un católico que adhiere a la fe católica de todos los tiempos, a todos los dogmas proclamados por los Papas, y a los ritos tradicionales de la Iglesia. Un católico tradicionalista no acepta a la religión falsa del Vaticano II ni la Nueva Misa (el Novus Ordo) porque esas novedades están en contradicción con la doctrina católica.
Falso tradicionalista – persona que se adhiere a la fe católica tradicional en ciertas formas (ya sea en la resistencia al ecumenismo o a partes del Vaticano II), pero también sostiene alguna fidelidad hacia la falsa secta del Vaticano II. La lealtad de los “falsos tradicionalistas” a la secta del Vaticano II ocurre normalmente porque ellos aceptan a los “Papas” post-Vaticano II como Papas verdaderos, siendo que puede probarse que los “Papas” post-Vaticano II son unos antipapas (como se demuestra en este libro).
Ecumenismo – se refiere a las enseñanzas del Vaticano II y de los “Papas” post-Vaticano II que dicen que hay que respetar, unirse, rezar, y estimar a las religiones falsas. El “ecumenismo”, tal como es practicado y enseñado por la secta del Vaticano II, está condenado directamente por magisterio católico, por los Papas y por toda la tradición de la Iglesia. Esto es porque este ecumenismo coloca a la religión verdadera en pie de igualdad con las religiones falsas, y coloca al Dios verdadero en igualdad con los falsos dioses. El ecumenismo de la secta del Vaticano II es tratado en gran detalle en este libro. Dicen algunos que, estrictamente hablando, el ecumenismo se refiere a la práctica herética de unirse con las sectas protestantes y cismáticas, y el diálogo interreligioso se refiere a la práctica con las religiones no católicas. Sin embargo, hoy en día, los dos términos son casi sinónimos.
CONCEPTOS CATÓLICOS SOBRE LAS RELIGIONES NO CATÓLICAS
Las religiones no católicas son falsas y no hay salvación fuera de la Iglesia católica – La Iglesia católica enseña como dogma que sólo hay una religión verdadera y un Dios verdadero. La Iglesia enseña que todas las religiones no católicas son falsas y son del diablo. Es un dogma de la fe católica que no hay salvación fuera de la Iglesia católica (extra ecclesiam nulla salus). Esto ha sido definido ex cathedra siete veces por los Papas.
San Gregorio Magno, citado en Summo iugiter studio, 590-604:
“La santa Iglesia universal enseña que no es posible adorar verdaderamente a Dios excepto en ella, y asevera que todos los que están fuera de ella no serán salvos”[6].
Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441, ex cátedra:
“[La Santa Iglesia romana] firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles (Mat. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premiso eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”[7].
Paganismo y la adoración a otros dioses – El término paganismo se refiere a las religiones falsas y politeístas, así como el budismo, el hinduismo, etc. La Iglesia católica enseña que los dioses adorados por los miembros de las religiones paganas (los que adoran a varios dioses) son demonios.
Salmo 95, 5: “Todos los dioses de los gentiles son demonios…”.
1 Cor. 10, 20: “Antes bien, digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y no a Dios lo sacrifican. Y no quiero yo que vosotros tengáis parte con los demonios”.
Papa Pío XI, Ad salutem, #27, 20 de abril de 1930:
“…toda compulsión y locura, todo ultraje y lujuria, son introducidos en la vida del hombre por los demonios a través de la adoración de dioses falsos”[8].
Islam – religión falsa revelada por el falso profeta llamado Mahoma. Sus seguidores, los musulmanes, siguen el libro llamado el Corán. Los musulmanes rechazan la Trinidad y la divinidad de Cristo. De acuerdo a las enseñanzas católicas, el islam es una abominación y una secta diabólica (es decir, una secta del diablo). Los musulmanes son incrédulos (infieles) que necesitan ser convertidos para su salvación.
Papa Eugenio IV, El Concilio de Basilea, 1434: “… existe la esperanza de que un gran número de la abominable secta de Mahoma será convertido a la fe católica”[9].
Papa Calixto III: “Yo prometo (…) exaltar la fe verdadera, y exterminar la secta diabólica de los reprobados e infieles de Mahoma [islam] en el Oriente”[10].
La secta del Vaticano II elogia muchísimo al islam y la considera como una religión buena.
Judaísmo – la religión que rechaza a Jesucristo como el Mesías y pretende practicar la Antigua Ley dada a través de la mediación de Moisés. El judaísmo sostiene que el Mesías está aún por venir por primera vez. La Iglesia católica enseña que la Antigua Ley fue revocada con la venida de Cristo; que continuar observándola es un pecado mortal (Concilio de Florencia); y que los adherentes de la religión judaica no se salvarán a menos que se conviertan a Jesucristo y a la fe católica.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1441, ex cathedra:
“La Santa Iglesia Romana firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos (…) cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo (…) y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento. (…) Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquel tiempo (la promulgación del Evangelio), observan la circuncisión y el sábado y guardan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la salvación eterna…”[11].
Papa Benedicto XIV, A quo primum, 14 de junio de 1751:
“Ciertamente no es en vano que la Iglesia ha establecido la oración universal que es ofrecida, desde la salida del sol hasta su ocaso, por los judíos obstinadamente incrédulos, para que Dios levante el velo que cubre sus corazones y les lleve de su oscuridad a la luz de la verdad”[12].
Ortodoxia u ortodoxos orientales – seguidores del cisma de la Iglesia católica que ocurrió en el año 1054. El “ortodoxo” rechaza el dogma sobre el Papado, la infalibilidad papal, y los últimos trece concilios dogmáticos de la Iglesia. Ellos permiten el divorcio y el segundo matrimonio. Son considerados herejes y cismáticos por la doctrina católica. Es necesario que se conviertan para que obtengan la unidad y la salvación.
Papa Benedicto XIV, Allatae sunt, #19, 26 de julio de 1755:
“En primer lugar, el misionero que se esfuerza con la ayuda de Dios de traer de vuelta a la unidad a los griegos y cismáticos orientales, debe dedicar todos sus esfuerzos de liberarlos de la única-objeción de las doctrinas que están en desacuerdo con la fe católica”[13].
Sin embargo, la secta del Vaticano II dice que el “ortodoxo” no necesita ser convertido para obtener la salvación. Enseña que ellos forman parte de la verdadera Iglesia y que están en el camino hacia la salvación (como es probado en este libro).
Protestantes – seguidores de las sectas que se separaron de la Iglesia católica después de la rebelión de Martín Lutero en 1517. Los protestantes son aquellos que rechazan el dogma católico en una o más materias. El que rechace o proteste contra cualquier dogma católico es un hereje y excomulgado ipso facto. Los protestantes normalmente rechazan el dogma católico sobre el sacerdocio, la Misa, los sacramentos, el papado, la necesidad de la fe y de las obras, la intercesión de los santos, etc.
Papa Pío XI, Rerum omnium pertubationem, #4, 26 de enero de 1923:
“… las herejías sostenidas por la reforma [protestante]. Son en estas herejías que descubrimos los inicios de esa apostasía de la humanidad de la Iglesia…”[14].
Papa León XII, Ubi primum, #14, 5 de mayo de 1824:
“Es imposible para el Dios verdadero, que es la misma Verdad, el mejor, el más sabio Proveedor, y el Premiador a los hombre buenos, que apruebe y confiera premios eternos a todas las sectas que profesan falsas enseñanzas que son frecuentemente contradictorias e inconsistentes unas con las otras (…) porque por esta fe divina Nos sostenemos “un Señor, una fe, un bautismo”. (…) Por esta razón Nos profesamos que no hay salvación fuera de la Iglesia”[15].
Sin embargo, la secta del Vaticano II sostiene que el protestantismo no es herejía, que los protestantes no son herejes, que sus sectas son medios de salvación y que forman parte de la verdadera Iglesia.
OTROS CONCEPTOS CATÓLICOS IMPORTANTES USADOS A EN ESTE LIBRO
Los católicos no pueden participar en un culto no católico – Antes del Vaticano II todos los manuales católicos de teología moral reiteraban la enseñanza tradicional de la Iglesia de que es un pecado mortal contra la ley divina participar en los cultos de los no católicos. Después del Vaticano II, está actividad pecaminosa es animada oficialmente (p. ej., véase la sección de este libro La secta del Vaticano II vs. la Iglesia Católica con respeto a la participación en el culto de los no católicos).
Papa Pío XI, Mortalium animos, # 10:
“Bien claro se muestra, pues, Venerable Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos [no católicos]…”[16].
La herejía puede manifestarse por obra – Mientras que algunos manifiestan su herejía por declaraciones de escritos o discursos, la mayoría de las herejías y apostasías se manifiestan por las obras y no tanto por palabras. Las personas manifiestan su herejía y apostasía cuando asisten a un culto en los templos de los no católicos, tal como una sinagoga o mezquita, o también al unirse con los protestantes y cismáticos participando en el culto en sus iglesias.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, p. I-II, q. 103., art. 4: “Son las ceremonias otras tantas profesiones de la fe, en las que consiste el culto interior; y tal es la profesión que el hombre hace con las obras cual es la que hace con las palabras. Y, si en una y otra profesa el hombre alguna falsedad, peca mortalmente”[17].
Por eso nos enseña Santo Tomás de Aquino que si alguien adorara el sepulcro de Mahoma, sería un apóstata. Solo en semejante acción demostraría que no tiene la fe católica, y que acepta la falsa religión islámica.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, p. II, q. 12, art. 1, obj. 2: “… si alguien se circuncidara o adorara el sepulcro de Mahoma, sería considerado como apóstata”[18].
Papa Pío IX, Ineffablis Deus, 8 de diciembre de 1854, en la definición del dogma de la Inmaculada Concepción: “… por el mismo hecho, se somete a sí mismo a las penas establecidas por el derecho, si, lo que en su corazón siente [contrario a este decreto], se atreviera a manifestarlo de palabra o por escrito o de cualquiera otro modo externo”[19].
Vemos aquí que la herejía contra el dogma de la Inmaculada Concepción puede manifestarse por palabra, por escrito, o de “otro modo externo”. De hecho, en su libro Teoría de los principios teológicos, Benedicto XVI admite que las acciones y los gestos del ecumenismo que la secta post-Vaticano II ha hecho hacia los cismáticos orientales, indica precisamente (según la secta del Vaticano II) que los cismáticos no necesitan aceptar la primacía papal:
Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, (1982), edición inglesa, p. 198: “Ni tampoco es posible, por otra parte, que se considere como la única forma posible y, en consecuencia, obligatoria para todos los cristianos la forma de esta primacía [la Primacía Papal] realizada en los siglos XIX y XX. Los gestos simbólicos del Papa Pablo VI y, en particular, el haberse arrodillado ante el representante del patriarca ecuménico [el patriarca cismático Atenágoras] fueron un intento de expresar precisamente esto…”[20].
Esto lo discutimos en más detalle en este libro, es una admisión sorprendente del actual líder de la secta del Vaticano II: que las acciones ecuménicas significan una herejía contra la primacía papal. Esto es un ejemplo claro de la herejía manifestada por obra.
La Iglesia Católica rechaza a cuantos sienten de modo diverso – Los que rechazan la enseñanza dogmática de la Iglesia Católica están condenados, anatematizados y reprobados por la Iglesia.
Papa Pelagio II, de la carta (1) Quod ad dilectionem, 585:
“Y si alguno existe, o cree, o bien osa enseñar contra esta fe, sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres”[21].
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441: “A cuantos, consiguientemente, sienten de modo diverso y contrario, [la Iglesia] los condena, reprueba y anatematiza, y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia”[22].
El rechazar un dogma de la Iglesia Católica rechaza completamente la fe, pues Cristo es el fiador de sus dogmas
Papa León XIII, Satis cognitum, # 9, 29 de junio de 1896: “(…) ¿puede ser permitido a alguien rechazar alguna de esas verdades sin precipitarse abiertamente en la herejía, sin separarse de la Iglesia y sin repudiar en conjunto toda la doctrina cristiana? Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello. (…) Al contrario, quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe”[23].
Papa León XIII, Satis cognitum # 9, 29 de junio de 1896: “Penetrada plenamente de estos principios, y cuidadosa de su deber, la Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo cómo conservar del modo más perfecto la integridad de la fe. Por esto ha mirado como a rebeldes declarados y ha lanzado de su seno a todos los que no piensan como ella sobre cualquier punto de su doctrina. Los arrianos, los montanistas, los novacianos, los cuartodecimanos, los eutiquianos no abandonaron, seguramente, toda la doctrina católica, sino solamente tal o cual parte, y, sin embargo, ¿quién ignora que fueron declarados herejes y arrojados del seno de la Iglesia? Un juicio semejante ha condenado a todos los fautores de doctrinas erróneas que fueron apareciendo en las diferentes épocas de la historia. ‘Nada es más peligroso que esos heterodoxos que, conservando en lo demás la integridad de la doctrina, con una sola palabra, como gota de veneno, corrompen la pureza y sencillez de la fe que hemos recibido de la tradición dominical, después apostólica’”[24].
Los católicos no mantienen comunión con los herejes – Todos los que rechacen la fe de la Iglesia católica están excluidos de la comunión católica y fuera de ella; los verdaderos católicos no deben mantener comunión con ellos.
Papa León XIII, Satis Cognitum (# 9), 29 de junio de 1896:
“Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica Y FUERA DE LA IGLESIA A CUALQUIERA QUE SE SEPARE EN LO MÁS MÍNIMO DE LA DOCTRINA ENSEÑADA POR EL MAGISTERIO AUTÉNTICO”[25].
Papa San León Magno, Sermón 129: “Dondequiera que sea, ya que fuera de la Iglesia católica existe nada perfecto, nada puro (…) Nos no somos de ningún modo comparados con los que se separan de la unidad del cuerpo de Cristo; no estamos en comunión”[26].
Los clérigos, incluyendo a los obispos y papas, deben ser resistidos, si se apartan de la fe; y si se convierten en herejes públicos pierden sus oficios de forma automática.
Canon 188. 4, Código de Derecho Canónico de 1917:
“En virtud de renuncia tácita admitida por el mismo derecho, vacan ipso facto y sin ninguna declaración, cualesquiera oficios, si el clérigo: 4) Apostata públicamente de la fe católica”[27].
Papa León XIII, Satis Cognitum, #15, 29 de junio de 1896:
“Nadie, pues, puede tener parte en la autoridad si no está unido a Pedro, pues sería absurdo pretender que un hombre excluido de la Iglesia tuviese autoridad en la Iglesia”[28].
¿Qué es una defección pública de la fe?
Canon 2197. 1, Código de Derecho Canónico de 1917:
“El delito es público: 1) si ya está divulgado, o si fue cometido o se halla en tales circunstancias que puede y debe juzgarse prudentemente…”[29].
San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, libro II, cap. 30: “Finalmente, los Santos Padres enseñan unánimemente que no solo los herejes que están fuera de la Iglesia, sino también esos que están privados «ipso facto» de toda jurisdicción eclesiástica y dignidad”.
Dom Prospero Guéranger, Año Litúrgico, vol. 4, p. 379, explicó cómo un laico del siglo V resistió y condenó a Nestorio, su obispo, cuando el obispo demostró herejía manifiesta: “Era en aquel entonces cuando Satanás suscitó a Nestorio (…) entronado en la Sede de Constantinopla (…) En el mismo año de su exaltación, en el día de la Navidad, año 428, Nestorio, aprovechándose de la inmensa convocación que se reunió en honor a la Madre Virgen y su Hijo, pronunció desde el púlpito episcopal las palabras blasfemas: «María no dio a luz a Dios; su Hijo sólo fue un hombre, el instrumento de la Divinidad». La multitud se estremeció de horror. Eusebio, un simple laico, se levantó para expresar la indignación general, y protestó contra esta impiedad. Después fue redactada y diseminada una protesta más explícita en el nombre de los miembros de esta Iglesia afligida, lanzando un anatema contra el que se atreviera a decir: «El Hijo Unigénito del Padre y el Hijo de María son personas distintas». Esta actitud generosa era la salvaguarda de Bizancio, y ganó los elogios de los Papas y concilios. Cuando el pastor se convierte en lobo, el primer deber del rebaño es defenderse”[30].
Papa San Celestino, citado por San Roberto Belarmino:
“La autoridad de Nuestra Sede Apostólica, ha determinado que el obispo, religioso o simple cristiano que haya sido depuesto o excomulgado por Nestorio o sus seguidores, después de que éste comenzó a predicar la herejía, no se considerará depuesto o excomulgado. Porque el que había desertado de la fe con tales predicaciones, no puede destituir o remover a nadie”[31].
San Roberto Belarmino, cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30: “Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.
San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
“Este principio es de lo más cierto. El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo (ib. c. 26). La razón de esto es que no puede ser cabeza de lo que no es miembro; ahora bien, quien no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y quien se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente enseña San Cipriano (lib. 4, epíst. 2), San Atanasio (Cont. arria.), San Agustín (lib. De great. Christ.), San Jerónimo (contra Lucifer), entre otros; por lo tanto, el hereje manifiesto no puede ser Papa”.
San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, La Controversia Católica, edición inglesa, pp. 305-306: “Ahora, cuando él [el Papa] es explícitamente hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia...”[32].
San Antonino (1459): “En el caso en que el Papa se convirtiera en un hereje, se encontraría, por ese solo hecho y sin ninguna otra sentencia, separado de la Iglesia. Una cabeza separada de un cuerpo no puede, siempre y cuando se mantenga separado, ser cabeza de la misma entidad de la que fue cortada. Por lo tanto, un Papa que se separara de la Iglesia por la herejía por ese mismo hecho en sí dejaría de ser la cabeza de la Iglesia. No puede ser un hereje y permanecer siendo Papa, porque, desde que él está fuera de la Iglesia, no puede poseer las llaves de la Iglesia” (Summa Theologica, citado en Actes de Vatican I. V. Frond pub.).
San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, libro II, cap. 30, con respecto a juzgar a los que son herejes: “… pues los hombres no está obligados, o capacitados de leer los corazones, pero cuando ven que alguien es un hereje por sus obras exteriores, lo juzgan puro y simplemente que es un hereje, y lo condenan como un hereje”[33].
Indefectibilidad – se refiere a la promesa de Cristo que Él siempre estará con su Iglesia (Mt. 28) y que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia (Mt. 16). La indefectibilidad significa que la Iglesia católica será esencialmente lo que es hasta el fin de los tiempos. La indefectibilidad de la Iglesia requiere que a lo menos un remanente de la Iglesia exista hasta el fin del mundo, que las enseñanzas solemnes de la Iglesia no caerán en error, y que un Papa verdadero nunca enseñará error infaliblemente a toda la Iglesia. Esto no excluye la posibilidad que haya antipapas que finjan ser Papas o una falsa secta que reduce a los miembros de la verdadera Iglesia católica a un remanente en los últimos días, porque fue precisamente eso lo que fue profetizado que ocurriría en los últimos días y lo que pasó durante el crisis arriana.
San Atanasio: “Los católicos que se mantienen fieles a la Tradición, aún si ellos son reducidos a un puñado, ellos son la verdadera Iglesia de Jesucristo”[34].
[1] Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona Editorial Herder 1963, no. 1839.
[2] Denzinger 1800.
[3] Denzinger 1818.
[4] The Papal Encyclicals, «Las Encíclicas Papales», por Claudia Carlen, edición inglesa, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 2 (1878-1903), p. 393.
[5] Las Encíclicas Papales, vol. 3 (1903-1939), p. 125.
[6] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 1 (1740-1878), p. 230.
[7] Denzinger 714.
[8] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 3 (1903-1939), p. 381.
[9] Decrees of the Ecumenical Councils «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Sheed & Ward and Georgetown University Press, 1990, vol. 1, p. 479.
[10] Von Pastor, History of the Popes «Historia de los Papas», edición inglesa, II, 346; citado por Warren H. Carroll, A History of Christendom «Una Historia de la Cristiandad», edición inglesa, vol. 3 (The Glory of Christendom «La Gloria de la Cristiandad»), Front Royal, VA: Christendom Press, p. 571.
[11] Denzinger 712.
[12] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 1 (1740-1878), pp. 41-42.
[13] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 1 (1740-1878), p. 57.
[14] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 3 (1903-1939), p. 242.
[15] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 1 (1740-1878), p. 201.
[16] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 3 (1903-1939), p. 317.
[17] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, p.I-II, q. 103., art. 4
[18] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, p.II, q. 12, art. 1, obj. 2
[19] Denzinger 1641.
[20] Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, San Francisco: Ignatius Press, 1985, p. 198.
[21] Denzinger 246.
[22] Denzinger 705.
[23] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 2 (1878-1903), p. 394.
[24] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 2 (1878-1903), p. 393.
[25] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 2 (1878-1903), p. 393.
[26] Citado en Sacerdotium, # 2, Instauratio Catholica, Madison Heights, WI, p. 64.
[27] Código pío-benedictino de Derecho Canónico de 1917, edición inglesa, traducido por Dr. Edward Von Peters, Ignatius Press, 2001, p. 83.
[28] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 2 (1878-1903), p. 401.
[29] Código pío-benedictino de Derecho Canónico de 1917, edición inglesa, traducido por Dr. Edward Von Peters, p. 695.
[30] Dom Prosper Guéranger, The Liturgical Year «El Año Litúrgico», edición inglesa, Publicaciones Loreto, 2000, vol. 4, p. 379.
[31] Citado por Sto. Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.
[32] San Francisco de Sales, The Catholic Controversy «La Controversia Católica», edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1989, pp. 305-306.
[33] San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.
[34] Coll. Selecta SS. Eccl. Patrum. Caillu and Guillou, vol. 32, pp. 411-412.
Capítulo 1
Lucas 18, 8: “Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?”
En el Evangelio, nuestro Señor Jesucristo nos dice que en los últimos días será muy difícil encontrar en el mundo la verdadera fe. Él nos dice que “en el lugar santo”, justamente ahí, se verá “la abominación de la desolación” (Mat. 24, 15), y será un engaño tan profundo que, si fuera posible, hasta los escogidos serán engañados (Mat. 24, 24).
Mateo 24, 15: “Por tanto, cuando viereis que la abominación de la desolación, que fue dicha por el Profeta Daniel, está en el lugar santo, el que lee entienda”.
Mateo 24, 24-25: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos Profetas, y harán grandes maravillas y prodigios; de manera que aún los escogidos, si fuera posible, caerían en error: ya veis que os lo he predicho”.
2 Tes. 2, 3-5: “No os dejéis seducir de nadie en ninguna manera; porque no vendrá este día sin que primero haya acontecido la apostasía, y aparecido el hombre del pecado, hijo de la perdición, el cual se opondrá, y se alzará contra todo lo que se llama Dios, o que es adorado, de manera que se sentará en el templo de Dios, dando a entender que es Dios. ¿No os acordáis, que cuando estaba todavía entre vosotros, os decía estas cosas?”.
En 1903, el Papa San Pío X pensó que tal vez él ya estaba presenciando los principios del mal que habrá de ocurrir en los últimos días.
Papa San Pío X, E Supremi, #5, 4 de octubre 1903: “Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el hijo de la perdición (2 Tes. 2, 3) de quien habla el Apóstol”[1].
El Nuevo Testamento nos dice que este engaño ocurrirá en el corazón de las estructuras físicas de la Iglesia, en “el templo de Dios” (2 Tes. 2, 4) y “en el lugar santo” (Mat. 24, 15). Esto sucederá porque la gente no recibió el amor a la verdad. (2 Tes. 2, 10).
En 2 Tesalonicenses 2, San Pablo dice que los últimos días se caracterizarán por una gran apostasía que será la peor de todas; peor incluso que la experimentada durante de la crisis arriana en el siglo IV, en que casi no se podía encontrar ningún sacerdote católico auténtico.
P. William Jurgens: “En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la presente predicación de Gregorio [Nacianceno] (+380 d.C.), quizás el número de obispos católicos en posesión de sus diócesis, a diferencia de los obispos arrianos en posesión de sus diócesis, no era mayor al 1% y 3% en total. Si la doctrina hubiera sido determinada por la mayoría, hoy seríamos todos negadores de Cristo y opositores del Espíritu”[2].
P. William Jurgens: “En la época del emperador Valente (siglo IV), Basilio era prácticamente el único obispo ortodoxo en todo Oriente que tuvo éxito en conservar el cargo de su diócesis (…) Si no le importa al hombre moderno saber la historia del arrianismo, por lo menos no debería desconocer que la Iglesia católica no toma en cuenta la popularidad y el número para determinar y conservar la doctrina: de otra modo, hubiéramos abandonado a Basilio, Hilario, Atanasio, Liberio y Osio y nos llamaríamos de arrianos”[3].
San Gregorio de Niza (+380), Contra los Arrianos: “¿Dónde están los que nos insultan por nuestra pobreza y se enorgullecen de sus riquezas? ¿Los que definen a la Iglesia por la cantidad y desprecian al rebaño pequeño?”[4].
Si la crisis arriana – sólo un preludio de la Gran Apostasía – fue tan extensiva, ¿qué tan extensiva será la Gran Apostasía predicha por nuestro Señor y San Pablo?
Profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, grandes y pequeños, se pervertirán grandemente. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que, finalmente, parecerá haber quedado destruida, y la sucesión de Pedro y de los demás apóstoles parecerá haber terminado. Pero después de esto, será exaltada triunfalmente a la vista de todos los que dudaban”[5].
San Pablo dice que en está apostasía va a suceder que en un hombre se sentará en el templo de Dios “dando a entender que es Dios”. Más adelante en este libro, demostramos que esto es exactamente lo que ha pasado – con un hombre sentándose en la Basílica de San Pedro declarándose que él y todos los demás son Dios.
El P. Herman Kramer fue un sacerdote católico que estudió por treinta años y escribió un libro sobre el Apocalipsis. En su libro, él escribe lo siguiente de la profecía de San Pablo acerca del anticristo sentado en el templo de Dios.
“San Pablo dice que el anticristo ‘se sentará en el templo de Dios’ (…) Esto no es el antiguo templo de Jerusalén, ni un templo construido por el anticristo, como algunos han pensado, pues entonces sería su templo (…) este templo demuestra ser como una Iglesia católica, posiblemente una de las iglesias en Jerusalén o la de San Pedro en Roma, que es la iglesia más grande de todo el mundo y es ‘el Templo de Dios’ en el pleno sentido”[6].
Nótese que Kramer dice que «el templo de Dios» probablemente se refiere a la Basílica de San Pedro en Roma.
Papa Pío XI, Quinguagesimo ante, # 30, 23 de diciembre de 1929: “(…) tal era el número de personas que vinieron a la Basílica de San Pedro para el jubileo de la indulgencia que probablemente Nos nunca habíamos visto el gran templo tan lleno de gente”[7].
El artículo de La Enciclopedia Católica sobre el «anticristo» indica que San Bernardo creía que el anticristo sería un antipapa:
“(…) San Bernardo habla en el pasaje del antipapa [como la bestia del Apocalipsis]”[8].
Bto. Joaquín († 1202): “Hacia el fin del mundo, el anticristo va a derrocar al Papa y usurpar su sede”[9].
Pero quiera o no uno creer que el anticristo va a ser un antipapa, está definitivamente profetizado que las fuerzas del anticristo van a apoderarse de Roma en los últimos días. El 19 de septiembre de 1846, nuestra Señora de La Salette profetizó que en la apostasía de los últimos días Roma perderá la verdadera fe y se convertiría en la sede del anticristo.
Nuestra Señora de La Salette, 19 de septiembre de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo (…) la Iglesia será eclipsada”.
Esta asombrosa profecía coincide con las profecías de la Sagrada Escritura (Apocalipsis 17 y 18), que nos dice que la ciudad de siete colinas (Roma) se convertirá en una ramera (una falsa esposa de Cristo), que cometerá fornicaciones espirituales (idolatría) y se embriagará con la sangre de los santos (falso ecumenismo). La gran ramera profetizada en la Biblia no es la Iglesia católica; es una falseada Iglesia católica, una esposa apóstata, falsa, que surgirá en los últimos días para engañar a los católicos y eclipsar a la verdadera Iglesia que será reducida a un remanente. En este libro presentamos evidencia abrumadora, innegable, irrefutable de bases doctrinales y hechos inatacables, que la “Iglesia” que surgió con el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) en realidad no es la Iglesia católica, sino más bien una contra-iglesia masivamente fraudulenta que niega las enseñanzas fundamentales de la Iglesia católica.
Demostramos que los hombres que impusieron está nueva religión del Vaticano II y la Nueva Misa en realidad no son católicos, sino herejes manifiestos que predican una nueva religión.
De hecho, cualquier duda sobre la autenticidad del mensaje de nuestra Señora de La Salette se elimina por un cuidadoso análisis de la evidencia presentada en este libro. Entre otras cosas, este libro documenta que el Vaticano ahora enseña que los judíos son perfectamente libres de no creer en Jesucristo.
Esto puede alarmar a algunos, pero es un hecho. Sin siquiera considerar todas las otras apostasías cubrimos en este libro, este hecho prueba que las palabras de nuestra Señora se han hecho realidad: Roma (no la Iglesia católica) ha perdido la fe (dando paso a una secta no católica) y se ha convertido en la sede del anticristo.
A fines de 2001, la Pontificia de la Comisión Bíblica publicó un libro titulado El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana. Este libro argumenta que la esperanza de los judíos por el Mesías es válida y se justifica por el Antiguo Testamento. “La espera mesiánica se justifica en el Antiguo Testamento”, explicó el portavoz papal Joaquín Navarro-Valls, “y si el Antiguo Testamento mantiene su valor, entonces mantiene eso como un valor también. Dice que usted no puede decir que todos los judíos están equivocados y nosotros tenemos la razón”. Cuando los periodistas le preguntaron si sus declaraciones podrían dar a entender que el Mesías, de hecho, no pudo haber llegado, Navarro-Valls respondió, “Esto significa que sería un error para un católico esperar por el Mesías, pero no para un judío”. Esto quiere decir que el Vaticano ahora sostiene que los judíos son perfectamente libres de rechazar a Cristo; esto es la enseñanza de los “Papas” del Vaticano II.
Roma ha perdido la fe y se ha convertido en la sede del Anticristo.
1 Juan 2, 22: “¿Quién es mentiroso, sino aquel que niega, que Jesús es el Cristo? Este tal es el anticristo, que niega al Padre, y al Hijo”.
Pero, ¿cómo será esto, y qué deben hacer los católicos al respecto? Este libro responde estas a cuestiones en detalle.
[1] The Papal Encyclicals «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, por Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 3 (1903-1939), p. 6
[2] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1970, vol. 2, p. 39.
[3] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, vol. 2, p. 158.
[4] Jurgens, The Faith of the Early Fathers «La Fe de los Padres Primitivos», edición inglesa, vol. 2, p. 33.
[5] Yves Dupont, Catholic Prophecy «La Profecía Católica», edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.
[6] P. Herman Kramer, The Book of Destiny «El Libro del Destino», edición inglesa, Tan Books, 1975, p. 321.
[7] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 3 (1903-1939), p. 351.
[8] The Catholic Encyclopedia «La Enciclopedia Católica», edición inglesa, Volumen 1, “Antichrist” [El Anticristo], Robert Appleton Co. 1907, p. 561.
[9] Rev. Culleton, The Reign of Antichrist «El Reinado del Anticristo», edición inglesa, Tan Books, 1974, p. 130.