Carlomagno por Durero |
Imaginemos a Carlomagno en el momento de lanzarse contra los
sarracenos que invadieron el sur de España.
Entonces, él está con la tienda armada, una tienda bonita,
guerrera, militar, con pendones, etc., etc.
Una tienda medieval con guerreros andando de un lado para
otro con una compenetración que es la de hombres que están andando para la
guerra santa.
Entran cinco, ocho, diez hombres. Son los pares de Carlomagno
que se aproximan. Carlomagno está majestuoso, en un reposo fecundo, de esos
reposos de los hombres que están listos para la batalla.
Podemos imaginarlo como lo pintó Durero: con una inmensa
barba, un hombre de cincuenta para sesenta años, con ojos grandes, trazos
regulares, todo hecho de armonías, pero de una fuerza hercúlea.
Todos se aproximan, cuando los pares van pasando por el
campamento, todo el mundo tiene un escalofrío: “¡Mira a Roland, mira a Olivier,
mira a ese¡” todo el mundo se extasía.
Carlomagno en batalla, British Library |
A medida que van llegando cerca de la tienda de Carlomagno,
en el ejército se produce un silencio, porque se percibe que va a ocurrir un fenómeno
de alma enorme: Carlomagno sale al encuentro de sus pares, y va a darles las
órdenes de batalla.
Cuando ellos entran, ellos se extasían también delante de la
persona de Carlomagno.
Carlomagno, digno,
grave, pero al mismo tiempo afable, les pregunta qué informaciones tienen. Ellos:
— Sir, el enemigo llevó su audacia a tal punto que incendió
tal convento etc., y ocupa tal posición fortificada en tal lugar, etc., etc.
Perdimos tantos hombres en la lucha contra ellos y no conseguimos expulsarlos.
Fuente de Roland, Bremen, Alemania |
— ¿Y qué cuenta mi
valiente Olivier, que hizo tales y tales cosas?
— Sir, la audacia de los
sarracenos llegó a otro punto, pero conseguimos triturarlos etc., y en ese
momento, se apareció Santa Ana, madre de la bienaventurada Virgen María, cuando
tal guerrero gritó: “¡Santa Ana, socórrenos!” Y, con una falange de ángeles,
ella hizo que esos hombres huyeran.
Después tal cosa y tal. Todos rezan y Carlomagno después da
el plan para la batalla.
— “Vosotros, que vencisteis
en España, que doblegasteis a los infieles en Cataluña, y tanto más, iréis para
tal lugar etc., etc…” repitiendo un poco
las hazañas de gloria de cada uno, para entusiasmarlos.
Rezan en común, salen todos, reina el silencio en el
campamento de Carlomagno. La escena terminó. La batalla va a comenzar.
¡Es muy superior!
(Autor: Plinio Corrêa
de Oliveira, extractos de una conferencia pronunciada el 15/10/75. Sin revisión
del autor)
Tomado de Gloria
de la Edad Media