Constantemente se nos dice que el Concilio Vaticano II siguió la misma línea de los concilios anteriores y que la única diferencia, es que tuvo un carácter más bien pastoral y que por lo mismo, debe ser interpretado dentro de la continuidad del Magisterio. Pero en la realidad, esto último no es posible, porque quienes dicen interpretarlo dentro de dicha “continuidad”, terminan aceptando todos los errores y desviaciones que han surgido de ese mismo Concilio con la mayor tranquilidad del mundo. Y esto es simplemente porque es imposible hacerlo, ya que no existe dicha continuidad. Entre los propósitos que nos hemos empeñado en este blog es denunciar los engaños, y éste es el mayor de todos, es la impostura religiosa más descarada que se haya podido imaginar. Es con el mayor dolor del alma que lo decimos. Creemos que por fidelidad a la fe católica debemos resistir y no quedarnos pasivamente como observadores frente a esta verdadera pasión que está sufriendo la Iglesia.
No vamos a hacer aquí un análisis doctrinario del concilio, ya que sería muy extenso, solamente vamos a citar a importantes personeros eclesiásticos que confirman que el Vaticano II rompe con la tradición de la Iglesia, como vemos a continuación:
El conocido teólogo progresista Hans Kûng afirma: “Comparado con la época tridentina de la Contra-reforma, el Concilio Vaticano II representa, en sus características fundamentales, un giro de 180 grados. Es una nueva Iglesia la que nació después del Concilio Vaticano II”[1].
Y otro célebre teólogo contemporáneo, Yves Congar, una de las “cabezas” del Concilio Vaticano II admitió que: “no podemos negar que tal texto [Declaración conciliar sobre la libertad religiosa] dice materialmente cosas distintas al Syllabus de 1864, e incluso casi lo contrario de las proposiciones 15 y 77 a 79 de ese documento”[2]. Y en otra parte dice que en el Vaticano II “la Iglesia tuvo pacíficamente su Revolución de Octubre”[3], en referencia al Octubre rojo que derrocó el imperio de los zares en Rusia.
No vamos a hacer aquí un análisis doctrinario del concilio, ya que sería muy extenso, solamente vamos a citar a importantes personeros eclesiásticos que confirman que el Vaticano II rompe con la tradición de la Iglesia, como vemos a continuación:
El conocido teólogo progresista Hans Kûng afirma: “Comparado con la época tridentina de la Contra-reforma, el Concilio Vaticano II representa, en sus características fundamentales, un giro de 180 grados. Es una nueva Iglesia la que nació después del Concilio Vaticano II”[1].
Y otro célebre teólogo contemporáneo, Yves Congar, una de las “cabezas” del Concilio Vaticano II admitió que: “no podemos negar que tal texto [Declaración conciliar sobre la libertad religiosa] dice materialmente cosas distintas al Syllabus de 1864, e incluso casi lo contrario de las proposiciones 15 y 77 a 79 de ese documento”[2]. Y en otra parte dice que en el Vaticano II “la Iglesia tuvo pacíficamente su Revolución de Octubre”[3], en referencia al Octubre rojo que derrocó el imperio de los zares en Rusia.
El Cardenal Leo Jozef Suenens, Arzobispo de Bruselas, dice que el Concilio: “Marca el fin tanto de la época tridentina como la era del Concilio Vaticano I. Es la Revolución Francesa en la Iglesia”[4].
Karl Rahner sostendrá que el significado histórico–teológico del Concilio supone un corte con la tradición de la Iglesia tan grande, que solo es comparable al de los inicios de la Iglesia primitiva, donde, según él, los discípulos de Cristo con sus iniciativas habrían roto la continuidad con las enseñanzas de Jesús[5]. Afirma Rahner: "Vivimos hoy por vez primera en la época de un corte tal, como solo se verificó en el paso del judeo-cristianismo al pagano-cristianismo"[6].
Karl Rahner sostendrá que el significado histórico–teológico del Concilio supone un corte con la tradición de la Iglesia tan grande, que solo es comparable al de los inicios de la Iglesia primitiva, donde, según él, los discípulos de Cristo con sus iniciativas habrían roto la continuidad con las enseñanzas de Jesús[5]. Afirma Rahner: "Vivimos hoy por vez primera en la época de un corte tal, como solo se verificó en el paso del judeo-cristianismo al pagano-cristianismo"[6].
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[1] Citado por Sinke Guimarães, Átila, “Animus Delendi (The Desire to Destroy)”, Tradition in Action, Los Angeles, California, 2001, p. 61.[2] Ives Congar, “La Crise de L Eglise”, Paris, Cerf, 1977, p. 54.[3] “Le Concile au jour le jour, deuxieme session”, Paris: Cerf, 1964, p. 115. Sus anotaciones personales sobre el Concilio serán públicada íntegramente sólo después de su muerte, ocurrida el año 1995. Vid. “Mon journal du Concile”, 2 vols, Paris, Cerf, 2002. Sus opiniones sobre la crisis de la Iglesia post-conciliar en Madiran, Jean, “Le Concile en question: correspondance Congar-Madiran sur Vatican II et sur la crise de l'Eglise” (en collaboration avec Yves Congar), Éditions Dominique Martin Morin, Bouère, 1985. También, Congar, Yves; “Jean Puyo interroge le père Congar : une vie pour la vérité”; Le Centurion, Paris, 1975.[4] Citado por Sinke Guimarães, Átila, “Animus Delendi (The Desire to Destroy)”, Tradition in Action, Los Angeles, California, 2001, p. 60.[5] Cfr. Esta tesis la desarrolla en “Theologische Grundinterpretation des II. Vatikanischen Konzils” , en “Schriften zur Theologie”, vol. XIV, Einsiedeln 1980, 287-302.[6] Idem p. 297. Es importante la literatura posterior al año 2000 que testimonia el influjo del Padre Rahner en el Concilio, cfr. G. Wassilowsky, “Universales Heilssakramet Kirche. Karl Rahners Beitrag zur Ekklesiologie des II. Vatikanums“, Innsbruck 2001; íd., Karl Rahners, sobre todo 48ss; H.-J. Sander, “Die pastorale Grammatik“, sobre todo 192ss; AAVV, “Karl Rahner. La actualidad de su pensamiento“ (incluye la conferencia “El Concilio, nuevo comienzo”, de Rahner), Barcelona 2004; C. Schickendantz, “Cambio estructural en la Iglesia”; S. Madrigal, “Glosas marginales de K. Rahner sobre el concilio Vaticano II” , Estudios Eclesiásticos 89 (2005), 339-389. Vid. Casale Rolle, Carlos Ignacio, “Teología de los signos de los tiempos. Antecedentes y prospectivas del Concilio Vaticano II”, en “Teología y Vida”, Pontificia Universidad Católica de Chile, Vol. XLVI (2005), 527 – 569.
[1] Citado por Sinke Guimarães, Átila, “Animus Delendi (The Desire to Destroy)”, Tradition in Action, Los Angeles, California, 2001, p. 61.[2] Ives Congar, “La Crise de L Eglise”, Paris, Cerf, 1977, p. 54.[3] “Le Concile au jour le jour, deuxieme session”, Paris: Cerf, 1964, p. 115. Sus anotaciones personales sobre el Concilio serán públicada íntegramente sólo después de su muerte, ocurrida el año 1995. Vid. “Mon journal du Concile”, 2 vols, Paris, Cerf, 2002. Sus opiniones sobre la crisis de la Iglesia post-conciliar en Madiran, Jean, “Le Concile en question: correspondance Congar-Madiran sur Vatican II et sur la crise de l'Eglise” (en collaboration avec Yves Congar), Éditions Dominique Martin Morin, Bouère, 1985. También, Congar, Yves; “Jean Puyo interroge le père Congar : une vie pour la vérité”; Le Centurion, Paris, 1975.[4] Citado por Sinke Guimarães, Átila, “Animus Delendi (The Desire to Destroy)”, Tradition in Action, Los Angeles, California, 2001, p. 60.[5] Cfr. Esta tesis la desarrolla en “Theologische Grundinterpretation des II. Vatikanischen Konzils” , en “Schriften zur Theologie”, vol. XIV, Einsiedeln 1980, 287-302.[6] Idem p. 297. Es importante la literatura posterior al año 2000 que testimonia el influjo del Padre Rahner en el Concilio, cfr. G. Wassilowsky, “Universales Heilssakramet Kirche. Karl Rahners Beitrag zur Ekklesiologie des II. Vatikanums“, Innsbruck 2001; íd., Karl Rahners, sobre todo 48ss; H.-J. Sander, “Die pastorale Grammatik“, sobre todo 192ss; AAVV, “Karl Rahner. La actualidad de su pensamiento“ (incluye la conferencia “El Concilio, nuevo comienzo”, de Rahner), Barcelona 2004; C. Schickendantz, “Cambio estructural en la Iglesia”; S. Madrigal, “Glosas marginales de K. Rahner sobre el concilio Vaticano II” , Estudios Eclesiásticos 89 (2005), 339-389. Vid. Casale Rolle, Carlos Ignacio, “Teología de los signos de los tiempos. Antecedentes y prospectivas del Concilio Vaticano II”, en “Teología y Vida”, Pontificia Universidad Católica de Chile, Vol. XLVI (2005), 527 – 569.
El famoso Padre Marie-Dominique Chenu, de gran importancia en la redacción de algunos textos conciliares, escribirá que en la Historia de la Iglesia el Concilio significa un corte en su continuidad de casi 1500 años, pues puso fin a la “era constantiniana” del catolicismo[1]. Relata además que aquellos puntos de su teología que fueron condenados por el Papa Pío XII, son los mismos que serán promovidos en la década de los sesenta por las nuevas autoridades[2].
El actual Benedicto XVI siendo prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, refiriéndose a la Constitución conciliar “Gaudium et Spes” y de los decretos referentes a la libertad religiosa y al ecumenismo, afirmó: “Constituyen una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra –Syllabus (…) en la medida en que representa(n) una tentativa de reconciliación oficial entre la Iglesia y el mundo tal como éste evolucionó después de 1789”. En este contexto, “la Iglesia”, especialmente a partir de los Papas “Pío IX y (San) Pío X”, “adoptó”, una “actitud unilateral” con el mundo moderno, una “relación obsoleta con el Estado”, que los hechos y el Concilio “corrigieron”[3].
El actual Benedicto XVI siendo prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, refiriéndose a la Constitución conciliar “Gaudium et Spes” y de los decretos referentes a la libertad religiosa y al ecumenismo, afirmó: “Constituyen una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra –Syllabus (…) en la medida en que representa(n) una tentativa de reconciliación oficial entre la Iglesia y el mundo tal como éste evolucionó después de 1789”. En este contexto, “la Iglesia”, especialmente a partir de los Papas “Pío IX y (San) Pío X”, “adoptó”, una “actitud unilateral” con el mundo moderno, una “relación obsoleta con el Estado”, que los hechos y el Concilio “corrigieron”[3].
Creemos que es importante aclarar que en esta frase hay algunas imprecisiones ya que no fue a partir de Pío IX que la Iglesia adoptó lo que él llama una postura “unilateral” frente al mundo moderno, sino que ésta fue una postura coherente con la verdad revelada y por eso mismo, todos los papas, desde los inicios de la Revolución Francesa hasta Pío XII la mantuvieron incólume.Podríamos seguir con muchas otras citas, pero creemos que estas son suficientes para conferir que efectivamente sí hay una ruptura del Vaticano II con el Magisterio tradicional de la Iglesia y que por lo mismo, podemos afirmar, que este Concilio no siguió las luces del Espíritu Santo, ya que Dios no se puede contradecir.
El famoso llamado texto del 3er Secreto, que la Virgen Santísima reveló en Fátima en 1917, y que por expresa petición de Ella misma, debía haber sido dado a conocer a más tardar en 1960, ¿no será que advierte sobre este apartamiento de la tradición de la Iglesia que ha causado estragos tan grandes en la fe, como consecuencia de este Concilio y por eso hasta ahora no ha sido revelado?
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[1] Su tesis la desarrolla en “La fin de l´ére constantinienne”, en “Un concile pour notre temps”, Paris 1961, 59-87.[2] Su visión de la Iglesia en Chenu, M. D., “Peuple de Dieu dans le monde”, Cerf, Paris, 1966; “La Iglesia de mañana”, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1970;[3] Cfr. “Les principes de la théologie catholique”, Tequi, Paris, edición de 1982, pp. 425 ss.
El famoso llamado texto del 3er Secreto, que la Virgen Santísima reveló en Fátima en 1917, y que por expresa petición de Ella misma, debía haber sido dado a conocer a más tardar en 1960, ¿no será que advierte sobre este apartamiento de la tradición de la Iglesia que ha causado estragos tan grandes en la fe, como consecuencia de este Concilio y por eso hasta ahora no ha sido revelado?
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[1] Su tesis la desarrolla en “La fin de l´ére constantinienne”, en “Un concile pour notre temps”, Paris 1961, 59-87.[2] Su visión de la Iglesia en Chenu, M. D., “Peuple de Dieu dans le monde”, Cerf, Paris, 1966; “La Iglesia de mañana”, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1970;[3] Cfr. “Les principes de la théologie catholique”, Tequi, Paris, edición de 1982, pp. 425 ss.