sábado, 2 de febrero de 2008

El Reino de Cristo: El orden, la armonía, la paz y la perfección

El orden, la paz, la armonía, son características esenciales de toda alma bien formada, de toda sociedad humana bien constituida. En cierto sentido, son valores que se confunden con la propia noción de perfección.
Todo ser tiene un fin que le es propio, y una naturaleza adecuada a la obtención de ese fin. Así, una pieza de reloj tiene un fin que le es propio, y por su forma y composición, es adecuada a la realización de su fin.
El orden es la disposición de las cosas según su naturaleza. Así, un reloj está en orden, si cada una de sus piezas están ordenadas según su naturaleza y el fin que le es propio. Se dice que hay orden en el espacio sideral porque todos los cuerpos celestes están ordenados según su naturaleza y su fin.
Existe armonía cuando las relaciones entre los seres son conformes a la naturaleza y fin de cada cual. La armonía es el operar de las cosas, unas en relación a las otras, según el orden.
El orden engendra la tranquilidad. La tranquilidad del orden es la paz. No cualquier tranquilidad merece ser llamada paz, sino tan solo la que resulta del orden. La paz de conciencia es la tranquilidad de la conciencia recta: no puede confundirse con el letargo de la conciencia embotada. El bienestar orgánico produce una sensación de paz que no puede ser confundida con la inercia del estado de coma.
Cuando un ser está enteramente dispuesto según su naturaleza, está en estado de perfección. Así, una persona con gran capacidad para el estudio, gran deseo de estudiar, puesta en una universidad en que haya todos los medios para hacer los estudios que desea, está puesta, desde el punto de vista de los estudios, en condiciones perfectas.
Cuando las actividades de un ser están enteramente dispuesto según su naturaleza, , y tienden enteramente para su fin, estas actividades son, de algún modo, perfectas. Así, la trayectoria de los astros es perfecta, porque corresponde enteramente a la naturaleza y al fin de cada cual.
Cuando las condiciones de un ser son perfectas, sus operaciones lo son también, y él tenderá necesariamente para su fin, con el máximo de la constancia, del vigor y del acierto. Así, si un hombre está en condiciones perfectas para caminar, es decir, sabe, quiere y puede caminar, caminará de modo irreprensible.
El verdadero conocimiento de lo que sea la perfección del hombre y de las sociedades depende de una noción exacta sobre la naturaleza y del fin del hombre.
El acierto, la fecundidad, el esplendor de las acciones humanas, sean individuales o sean sociales, también depende del conocimiento de nuestra naturaleza y fin.
En otros términos, la posesión de la verdad religiosa es la condición esencial del orden, de la armonía, de la paz y de la perfección.
Continúa...
Transcrito prácticamente íntegro de Plinio Correa de Oliveira: La Cruzada del siglo XX, Revista Catolicismo, N°1; Enero de 1951.

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