domingo, 17 de marzo de 2013

El Imperio Romano y la Iglesia – IV


La malvada influencia de Teodora sobre Justiniano

Plinio Corrêa de Oliveira

Después que Belisario tomó Roma en el año 536, como vimos en el artículo anterior, los indignados bárbaros se reagruparon y rodearon Roma. Luego, fue el turno de Belisario de defender la ciudad.

Él pronto se dio cuenta que sus tropas eran insuficientes para continuar con la campaña por recuperar la Península. Sólo podía defender Roma y mantener un camino abierto hacia el mar para permitir que llegaran los refuerzos.

Díptico de marfil de Justiniano dominar a los bárbaros del siglo VI
Entonces envió al emperador Justiniano un mensaje más o menos así: “Me dirijo a vos desde Roma, pero mis tropas expedicionarias son apenas lo suficiente para defender la ciudad. Si queréis que continúe en la conquista de la Península, enviadme más hombres, puesto que el corredor está abierto”.

Justiniano entendió y envió a Belisario más tropas. Con esto, el general reconquistó toda la península italiana hasta Ravena en el norte de Italia, que había sido la capital del Imperio.

En Ravena, Belisario tomó como prisionero a otro rey godo y lo envió a Justiniano, que hizo un nuevo desfile triunfal en Bizancio y sumó a sus títulos el nombre de Justinianus Gothicus.

Las intrigas de Teodora contra Belisario

En este punto de la historia, creo que las intrigas de Teodora comenzaron a tener sus perjudiciales efectos. Estimulado por la emperatriz, Justiniano comenzó a sospechar de Belisario y a preocuparse por el hecho que estaba ganando mucho prestigio y poder entre los soldados.

Teodora utilizó su influencia para introducir la herejía
monofisista en la corte
Puesto que Belisario necesitaba más hombres para mantener las ciudades conquistadas, después de cada nueva conquista tuvo que pedirle al emperador más tropas. En vez de enviárselas, Justiniano comenzó a demorar el envío de refuerzos.

Al ver esta demora, el rey ostrogodo Totila, que era un líder militar brillante, tomó una nueva ofensiva. Después de un éxito en Verona, Totila persiguió y derrotó a las tropas de Belisario en la batalla de Faventia en el año 542, abriendo camino hasta el centro de Italia. Siguió a esta victoria retomando Nápoles y todo el sur de Italia. A continuación, en el 546, rodeó Roma y volvió a capturar la ciudad.

Habiendo perdido el apoyo del emperador y sólo con un resto de sus tropas, Belisario pidió permiso para regresar a Bizancio. Allí, el emperador lo despidió. Por lo tanto, la primera iniciativa de Justiniano de restaurar el dominio católico en Italia falló.

Narsés reconquista Europa

Ocho años más tarde, hubo un nuevo intento por reconquistar Europa. Justiniano tuvo otro gran general, un eunuco llamado Narsés. No era tan brillante como Belisario, pero era un buen estratega.

Justiniano dio a Narsés 30.000 soldados para toda la campaña africana Belisario había recibido sólo 6.000 y lo envió a Italia. Narsés venció a los bárbaros en Umbría y llegó a destruir las hordas góticas en la batalla de Taginae en 552, donde murió el rey Totila. En 553, los últimos bárbaros fueron derrotados por Narsés en Mons Lactarius. Con esto, el dominio romano regresó a toda Italia.

El general Narsés, de un mosaico de Rávena
Una vez más, el emperador de Oriente gobernó los imperios de Oriente y Occidente.

Con este trabajo realizado, Justiniano pronto vio la oportunidad de conquistar España y reunificar otro territorio que había formado parte del antiguo Imperio Romano. El rey visigodo Atanagildo, que luchaba con las guerras internas con otros reyes godos, pidió el apoyo de Justiniano. El emperador envió una flota que tomó todo el sur de España – Cartagena, Málaga, Murcia y Córdoba.

Justiniano firmó un tratado de paz con Atanagildo, reconociendo a este último como gobernador de ese territorio. Atanagildo cultivaba buenas relaciones con los francos y arregló matrimonios para sus dos hijas con dos reyes francos, Chilperico de Neustria y Sigebert de Austrasia.

En este punto de la historia, el Imperio Católico Romano de Oriente tenía el dominio total sobre el Oriente, el norte de África, Italia y parte de España. Galia estaba dominada por los francos católicos, pero el Imperio de Oriente también ejerció una considerable influencia allí desde que Clovis reconoció como emperador a Justiniano. Por lo tanto, el dominio católico sobre una gran parte de Europa fue de nuevo restaurado.

Teodora induce a Justiniano a favorecer las herejías

Pero Teodora no estaba contenta con estos triunfos. Ella insistió en que todas esas conquistas no tenían valor alguno; eran nada más que triunfos sobre bárbaros. Lo importante, sostenía ella, era conquistar Asia. Para hacerlo, se tuvo que adoptar una nueva política.

Ella convenció al emperador que primero debía comenzar a ganar la buena voluntad de los pueblos de Oriente que ya estaban bajo su dominio, pero que abrigaban mala voluntad hacia él. Esos países eran Siria y Egipto. Su antagonismo surgió del hecho de que, en general, ellos adherían fuertemente a la herejía monofisista.

Un busto de la emperatriz Teodora del siglo VIII
Esta herejía admitía sólo la naturaleza divina de nuestro Señor, y no su naturaleza humana. La secta herética había logrado difundirse ampliamente puesto que Justiniano no estaba luchando por la fe católica en esas áreas. Teodora lo había convencido de que no era conveniente para el bienestar del Imperio.

Ella le aconsejó a Justiniano que dejara de lado la causa católica y diera libertad a los monofisistas de Siria y Egipto para fortalecer su alianza con el Imperio. Esto permitiría a Justiniano entrar en Oriente y conquistar Persia y Babilonia, y así construir un imperio mucho mayor.

La ascendencia de Teodora sobre Justiniano fue en aumento, y por lo tanto, él comenzó a favorecer a los monofisistas. La herejía incluso entró en Occidente cuando el hereje Severus, que representaba a una rama del monofisismo llamado miafisitismo, asumió una gran influencia sobre Teodora y maniobró para que su secta fuere reconocida. Esto ocurrió en el año 543 durante la campaña de Justiniano para reconquistar Europa.

Poco después, bajo la influencia de la emperatriz, Justiniano depuso al papa legítimo, el Papa Silverio, a quien considera “demasiado intransigente”, y lo reemplazó con un antipapa. Con esta acción, él rompió con la Iglesia Católica Romana.

Después de esas grandes victorias en Occidente, el Imperio intentó expandirse en Asia, pero se encontró con múltiples dificultades y complicaciones. Justiniano retiró sus tropas de Europa para hacer frente a esos problemas. Pero no tuvo éxito en Asia. Mientras tanto, en los Balcanes, los bárbaros se reagruparon de nuevo y mostraron signos crecientes de descontento.

Cuando Justiniano murió, toda la obra de reconquista de Europa estaba profundamente puesta en peligro, y Asia se mantuvo sin conquistar.

Su sucesor, Justino, era un hombre y soberano débil. Bajo su imperio, los bárbaros comenzaron a recuperar lo que habían perdido. La mayor parte de Italia se perdería con la invasión de los lombardos tres años después de la muerte de Justiniano (568). En 40 años más, las recién fundadas provincias españolas estarían completamente recuperadas por los visigodos españoles. Y dentro de un siglo y medio, el imperio perdería para siempre África por las conquistas musulmanas.

Gracias a Teodora, el Imperio Romano de Oriente volvió al punto donde estaba antes de Justiniano: lleno de herejías y amenazado por los bárbaros.
El imperio Bizantino en tiempos de Justiniano
 Vea los artículos anteriores de esta serie:
     El Imperio Romano y la Iglesia IIII

Tomado de TIA
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