viernes, 14 de diciembre de 2007

VERDADES OLVIDADAS

“La civilización cristiana no está por ser inventada”… “ha existido y existe” … “no se trata sino de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos”.
– Papa San Pío X, en carta a Le Sillon.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

El Espíritu Santo y el Concilio Vaticano II


Para cualquiera que tenga un mínimo de honestidad intelectual, no puede sino reconocer que hay una tremenda contradicción entre el magisterio de la Iglesia anterior al Concilio Vaticano II y el posterior a éste. Es clarísima la coherencia doctrinaria del magisterio de los papas y de todos los concilios anteriores al Vaticano II. Siempre se ha enseñado que en los concilios de la Iglesia obra de manera extraordinaria el Espíritu Santo. Entonces uno se preguntará, el Espíritu Santo no se puede contradecir, porque es Dios, y Dios es la Verdad, y la Verdad no se contradice, luego, ¿en el Vaticano II obró el Espíritu Santo? Gracias a Dios, es el concilio Vaticano I (imagen arriba)quien nos da la respuesta, dice:

“En cumplir este cargo pastoral, nuestros antecesores pusieron empeño incansable, a fin de que la saludable doctrina de Cristo se propagara por todos los pueblos de la tierra, y con igual cuidado vigilaron que allí donde hubiera sido recibida, se conservara sincera y pura”... “pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe”.

Luego, podemos dormir tranquilos, y nadie nos puede venir con la cantinela de que hay que aceptar ese concilio ya que en él obró el Espíritu Santo, porque eso es mentira.

María Antonieta, reina de Francia


Hay ciertas almas que sólo son grandes cuando sobre ellas soplan las ráfagas del infortunio. María Antonieta que fue frívola como princesa, e imperdonablemente despreocupada en su vida de reina, frente a la oleada de sangre y miseria que inundó Francia durante la revolución, se transformó –y no hay historiador que no lo verifique, tomado de respeto– de un modo sorprendente: de la reina surgió una mártir, y de la muñeca una heroína*.
Este es un homenaje a una figura mítica que consideramos admirable por las virtudes y la grandeza de alma que manifestó al final de su corta vida. Ella fue la encarnación de la elegancia, del encanto y de la bondad. Sobre todo, ella representa uno de los últimos vestigios del orden social cristiano anterior a la Revolución Francesa. Un orden, que a pesar de que ya contenía en su seno los gérmenes de la revolución, continuaba siendo cristiano en su esencia y por lo mismo, era un orden legítimo.
* palabras de Plinio Corrêa de Oliveira, 1928.

lunes, 10 de diciembre de 2007

¿Un Mundo Feliz?

Santo Tomás enseña que la suprema felicidad del hombre radica en la contemplación de la Verdad, que es Dios. Por lo mismo, la vida humana, tanto individual como social, está ordenada a la divina contemplación de la Verdad y a la posesión del Sumo Bien. No siendo éste sino una única Verdad y un único Bien y no habiendo para el hombre sino un único camino para alcanzarla, no puede haber sino una única especie de civilización como no hay sino una única especie humana. Por eso Cristo afirmó “sin Mi, no podéis hacer nada”.

Todo hombre busca la felicidad, hace parte de su naturaleza querer ser feliz. Las naturalezas inteligentes, sólo tienen voluntad de decidir por la felicidad, dice Bossuet. Hay en el corazón del hombre un impulso invencible hacia la búsqueda de la felicidad. Esto es tan verdadero para el individuo como para la sociedad. El impulso hacia la felicidad viene del Creador, y Dios le da la luz que le ilumina el camino, directamente por la gracia, indirectamente por las enseñanzas de su Iglesia. Pero pertenece al hombre, ya sea como individuo o sociedad, le pertenece a su libre arbitrio de dirigirse, de ir en busca de su felicidad allí donde le plazca ponerla, en lo que es realmente bueno, y, por encima de toda bondad, en el bien absoluto, Dios; o en lo que tiene apariencias de bien, o en lo que no es más que un bien relativo.

El hombre ama la felicidad, y donde ponga ese amor, ahí va a buscarla. San Agustín dice que dos amores construyen dos ciudades: aquellos que se aman a sí mismos hasta olvidarse de Dios construyen la ciudad del hombre; y aquellos que aman a Dios hasta olvidarse de sí mismos edifican la ciudad de Dios. Ambas ciudades se disputan el mundo, y la humanidad se debate entre cuál de las dos ciudades quiere edificar. Y bien se puede afirmar que en esto consiste la trama de la historia.

Lo que hemos venido presenciando desde el siglo XV hasta nuestros días es cómo el corazón del hombre se ha vuelto cada vez más hacia sí mismo que hacia Dios. Y una vez que el hombre se vuelve hacia sí mismo, cae en la soberbia de sentirse dios, y eso lo enceguece para conocer la verdad. Por eso Jesucristo dijo a Pilatos: Los que son de la verdad oyen mi voz. Esto es, los humildes de corazón. Y San Pablo, de los paganos decía: Se entontecieron en sus racionamientos, haciéndose insensible su insensato corazón, y alardeando de sabios se hicieron necios. Como decíamos, no hay nada que haga más ciego al hombre que la soberbia.

El humanismo puso como centro al hombre y eso lo llevó a mirar con admiración la antigüedad pagana, lo que dio origen al Renacimiento (renacimiento de la antigüedad pagana, eso quiere decir el término) y el Renacimiento preparó las condiciones para el surgimiento del Protestantismo y del racionalismo que fue la subversión en el plano religioso y en el orden de las ideas. El Protestantismo y el racionalismo a su vez trabajaron por la subversión en el plano político y dieron origen a la Revolución Francesa. El ideal revolucionario de “libertad, igualdad y fraternidad” llegó a convertirse en el nuevo credo del mundo moderno y en el fundamento de la sociedad contemporánea. Estas ideas llevadas al plano económico condujeron al capitalismo liberal, al socialismo y al comunismo, tres versiones distintas o aparentemente distintas, de una misma concepción de la vida. Y este proceso se introdujo lamentablemente dentro de las filas de la Iglesia Católica principalmente a partir del Concilio Vaticano II. Se intentó conciliar a la Iglesia con este “nuevo mundo”, conciliación que es imposible lograr sin traicionar la fe.

Y así hemos llegado hasta nuestros días, encontrándonos en un mundo desnaturalizado, colmado de injusticias, cansado, estresado, desorientado, y sumido en el indiferentismo o en la duda religiosa. Uno se pregunta finalmente, ¿el hombre encontró la felicidad que buscaba? Creemos que nadie se atrevería a afirmar que sí. Y si al menos logró conseguir una cierta felicidad material, ésta no alcanza a todos ya que muchos siguen en la miseria. ¿Y que saca el hombre con lograr una pisca de felicidad en este mundo, si después de su vida va al infierno por haberse apartado de Dios?

Nuestro Señor Jesucristo, el Verbo de Dios Encarnado, nos indicó el único camino para que el hombre sea feliz, porque la felicidad plena no existe en este mundo, sino en el cielo. Por eso dijo: Mi Reino no es de este mundo… Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida… Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Lo que es la Contra-Revolución

La Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del orden. Entendemos por orden la paz de Cristo en el Reino de Cristo, esto es, la Civilización Cristiana, austera, jerárquica, fundamentalmente sacral, anti-igualitaria y anti-liberal.
Plinio Correa de Oliveira, REVOLUCION Y CONTRA REVOLUCIÓN

LA DENUNCIA PROFETICA

PAGINA CONTRA-REVOLUCIONARIA

Nos declaramos católicos, apostólicos y romanos. No estamos conformes con el mundo actual y por eso nuestro objetivo es proclamar de manera franca y directa las verdades de la fe católica, especialmente aquellas que son más combatidas u olvidadas en nuestros días. Y al proclamar estas verdades, necesariamente denunciamos los errores y mentiras que se yerguen como fundamentos de la civilización contemporánea. Por eso, nos llamamos “La Denuncia”. Pero le agregamos el adjetivo de “Profética” porque nos hacemos eco de una verdad que es muy silenciada actualmente. Esta verdad se podría resumir de esta manera: la humanidad, desde el Renacimiento hasta hoy, ha ido progresivamente apartándose del fin para la cual ha sido creada por Dios. Este proceso es llamado Revolución, porque es esa su esencia: la rebelión del hombre contra su Dios y Redentor. Ahora bien, esta Revolución ha llegado a su auge, ya que la Cristiandad está en ruinas. Lo profético está en que creemos firmemente—como está revelado en la Escritura y a través de varios Santos y apariciones de la Virgen a lo largo de la historia— que Dios intervendrá castigando a la humanidad por sus desvaríos y restaurará la Iglesia y la Cristiandad. Será el triunfo anunciado en 1917 por la Virgen en Fátima cuando dijo “Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará”. Y tenemos la certeza de que el día en que se verifique este triunfo está cada vez más cercano.
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