domingo, 3 de marzo de 2013

El Imperio Romano y la Iglesia – III


Justiniano, un águila que se cierne en las alturas...

Plinio Corrêa de Oliveira

Si Bizancio hubiese cumplido su misión con respecto a Occidente, hubiera hecho lo que hicieron los francos después. Bizancio debería haber luchado por la restauración de la fe y la derrota de la herejía arriana en Europa. No lo hizo, pero hubo un hombre que tomó en serio esta tarea. Este hombre fue Justiniano (482-565), quien es conocido hoy como el más grande emperador del Imperio Romano de Oriente. Justiniano fue uno de esos hombres que parecen haber nacido predestinados para grandes cosas.

Tengo la impresión de que, así como hay hombres que son llamados a una santidad eminente de una edad temprana, también hay otros hombres que están llamados a realizar tareas destacadas en el orden temporal al servicio de la cristiandad, asistidos por los santos que viven en su época. Estos hombres están dotados con cualidades personales y naturales tan extraordinarias que es asombroso.

El emperador Justiniano
Justiniano fue uno de esos hombres. Él era el sobrino del emperador oriental Justino. Él reinó desde 527 hasta 565. En apariencia, era un hombre apuesto, con una gran presencia aristocrática y majestad. Era muy inteligente y un verdadero jurista. Hoy sabemos por la historia que Justiniano presidió todas las reuniones importantes de la codificación del Derecho Romano. Él tuvo un auxiliar, el magistrado Triboniano, pero fue Justiniano quien personalmente dirigió el proceso de codificación, que conservó los elementos principales del Derecho Romano que hoy conocemos.

También fue un gran constructor. Sólo en Constantinopla, construyó 25 iglesias, incluyendo la Basílica de Santa Sofía, que por sí sola podría darle a un hombre una fama inmortal.

El emperador Justino, anticipando el momento en que su sobrino ascendería al trono, se aseguró que su dotado heredero fuera bien educado en la jurisprudencia, la teología y la historia de Roma a fin de que él estuviere preparado para dirigir los asuntos de Estado.

Por otra parte, Justiniano fue un hombre de bien con una voluntad fuerte, un buen católico que tenía costumbres austeras y que siguió una clara ortodoxia en una época de muchas herejías.

La alternativa que enfrentó Justiniano

Como los Sres. pueden ver en este mapa, Constantinopla no era el centro geográfico del Imperio Romano de Oriente, que se había extendido alrededor de las regiones del Mediterráneo. Esta posición geográfica nos ayuda para ver que el emperador del Imperio Romano de Oriente tuvo una alternativa delante de sí:

1) Si él deseaba ser grande delante de Dios, él debía restaurar el Imperio Romano de Occidente, así como la defensa de la fe y de los católicos oprimidos allí. En este caso, él debería reconquistar el norte de África, Italia, España y Galia. Después reinstalar el Antiguo Imperio Romano en sus antiguas fronteras, entonces debería defender esa primera cristiandad.

2) Si él deseaba ser grande delante de los hombres, trabajando para su propia gloria, habría dejado a un lado esta tarea y en su lugar se habría preocupado Oriente. Junto con mantener las tierras del Imperio en Asia Menor, se habría esforzado por conquistar Mesopotamia y Persia, que eran tierras muy ricas y prestigiosas con una gran cultura. Sin embargo, eran paganas, tan radicalmente paganas que los pueblos allí había rechazaron casi completamente la evangelización de los Apóstoles. Lo más probable es que no se convertirían al catolicismo por medio de una acción del Imperio Romano de Oriente. La conquista de esas áreas, por lo tanto, no habría tenido un significado religioso primordial, sino más bien eran importantes como conquista política que traería gran gloria personal al emperador.

Ahora bien, frente a la alternativa de la conquista de Oriente y hacer algún bien posible para esos pueblos paganos, o reconquistar el Oeste y ayudar a los católicos oprimidos allí, la caridad exige la protección de estos últimos, no de los paganos. Justiniano se colocó claramente ante esta alternativa: marchar hacia el Oeste y salvar a los católicos, restaurando el Imperio Antiguo y la gloria de la Iglesia, o marchar hacia el Este, dejando a los católicos oprimidos bajo el yugo de los bárbaros.

Justiniano tomó un camino que era por una parte era brillante y, por la otra, lamentable. Esa águila, destinada a volar tan alto, tenía sus alas con puntas de plomo, lo que le impedía volar alto. Este plomo fue la presencia de una de las figuras más enigmáticas y deplorables de la historia antigua, la emperatriz Teodora.

El rol de Teodora

Teodora
¿Quién fue Teodora? Ella era una mujer muy hermosa, hija de un entrenador de osos de un circo en Constantinopla. Ella se convirtió en una actriz de circo. Con una personalidad fuerte y magnética, pronto se hizo conocida en el grande y numeroso círculo artístico de Constantinopla, convirtiéndose a su vez en una de las mujeres más escandalosas de la ciudad. Luego, se convirtió a la Iglesia católica, abandonó la vida teatral, y se estableció como tejedora en una casa cerca del palacio.

Ella era una hermosa tejedora penitente cuando Justiniano la conoció. Se enamoró y se casó con ella. Con ella, una maldición y perdición entró en la vida de Justiniano. Fue ella quien representó a la disolución en la vida del emperador. Ella se convirtió en enemiga de la fe y partidaria de las herejías, y se esforzó por hacer que Justiniano entrase en conflicto con la Santa Sede, al final de su vida.

Ella también fomentó intrigas entre Justiniano y sus generales de tal manera que, a pesar de que él hizo muchas cosas buenas, el resultado final fue anulado por sus maquinaciones.

Fue ella también quien influyó para que Justiniano abandonara Occidente y lo animó a marchar contra el Oriente.

Por tanto, vemos a Justiniano como un águila que comienza a elevarse y que parece alcanzar los más altos cielos, pero a mitad de camino en su vuelo ascendente comenzó a descender y acabar aterrizando en el suelo.

¿Cómo ocurrió esta tragedia?

La primera fase brillante de Justiniano

Justiniano tenía un gran general llamado Belisario. Con la intención de restaurar el Imperio Romano de Occidente por lo tanto, siguiendo ese primer plan de Dios, antes que Teodora ejerciera su influencia Justiniano envió a Belisario en el norte de África. Toda esa zona había sido tomada por los peores bárbaros, los vándalos.

Belisario, que comandaba una enorme flota y un gran ejército, tuvo una brillante victoria en el año 534 en la batalla de Tricamarum. Los bárbaros que habían destruido el Imperio Romano de Occidente fueron completamente derrotados por Belisario, quien tomó a su rey, Gelimer, como prisionero. Con Gelimer caminando con cadenas a su lado, Belisario desfiló en la gloria por las calles de Constantinopla a su regreso. Al llegar a la plaza principal, le entregó el botín de guerra al emperador, como era la costumbre de los generales romanos victoriosos. Al llevar a Gelimer consigo en cadenas, Belisario demostró que un vándalo era nada cuando se enfrentaba con un gran romano.

Con esta victoria, las tropas católicas de Belisario reconquistaron las provincias romanas del norte de África que se habían perdido por causa de los vándalos que seguían la herejía arriana. Por lo tanto, una parte del Mare Nostrum [nuestro mar, el Mediterráneo] fue restaurado para la primera cristiandad.

Con esta gran victoria Justiniano tomó el nombre de Justinianus Vandalicus Africanus, para significar que había derrotado a los vándalos y era el conquistador de África.

Por todas partes del norte de África, la Iglesia comenzó a florecer de nuevo. Los arrianos fueron encarcelados y los católicos se reorganizaron. El nombre de Cristo fue nuevamente glorificado a través de esa costa africana.

Belisario conquista a los bárbaros en Roma
Después del triunfo, Justiniano se volcó a Italia para reconquistarla a través de dos frentes de ataque. Las tropas imperiales al mando del general Mundo entraron en el norte de Italia por la vía de Iliria, el mismo camino tomado por los ostrogodos anteriores, mientras Belisario atacaba Sicilia. Después de tomarla, entró en la península y capturó Nápoles y finalmente Roma en 536. Fue un gran y simbólico triunfo. Las tropas orientales de Justiniano habían reconquistado el Oeste. Roma fue liberada del dominio bárbaro y de nuevo quedó en poder de los romanos.

Podemos imaginar la alegría y la gloria de un católico viendo las tropas romanas marchando en triunfo por las calles de Roma. Decretos fueron publicados en latín y griego, que era la lengua oficial del Imperio Romano de Oriente, para registrar y celebrar la gloria restaurada de la antigua Roma.

Continuará…

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Tomado de TIA
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