miércoles, 4 de junio de 2008

Junio es el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús

Las Doce Promesas del Sagrado Corazón

En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

* Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
* Les daré paz a sus familias.
* Las consolaré en todas sus penas.
* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
* Las almas tibias se volverán fervorosas.
* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

Oración para todos los días del mes

Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que, generoso, concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven. ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los frágiles, y caigo a cada paso y necesito apoyarme en Vos, para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio de toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis, y convidasteis, cuando con tan tiernos acentos dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio; “Venid a Mi,… Aprended de Mi,… Pedid, llamad,…” A las puertas de vuestro Corazón vengo, pues, hoy; y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, ¡oh Señor! Firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio sabéis me ha de ser hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Pedir las gracias que se desean.
Oración final

¡Oh Jesús!, yo os consagro mi corazón, colocadle en el vuestro, pues sólo en él quiero vivir y sólo a él quiero amar; en vuestro Corazón quiero vivir desconocido del mundo y conocido de Vos solo; en este Corazón beberé los ardores del amor que consumirán el mío; en él encontraré la fuerza, la luz, el calor y el verdadero consuelo. Cuando el mío esté desfallecido, él me reanimará; cuando inquieto y turbado, él me tranquilizará:
¡Oh Corazón de Jesús!, haced que mi corazón sea el altar de vuestro amor; que mi lengua publique vuestra bondad, que mis ojos estén siempre clavados en vuestra llaga; que mi espíritu medite vuestras adorables perfecciones; que mi memoria conserve siempre el precioso recuerdo de vuestras misericordias; que todo en mí exprese mi amor a vuestro Corazón, ¡oh Jesús!, y que mi corazón esté siempre pronto a sacrificarlo todo por Vos.
¡Oh Corazón de María!, el más amable después del de Jesús, el más compasivo, el más misericordioso de todos los corazones, presentad a vuestro Hijo nuestra consagración, nuestro amor, nuestras resoluciones. El se enternecerá a la vista de tantas miserias y nos librará de ellas; y después de haber sido nuestro refugio y nuestra protectora sobre la tierra, ¡oh Madre de Jesús!, seréis nuestra Reina en el cielo. Amén.

domingo, 1 de junio de 2008

La virtud de la devoción

En qué consiste la verdadera virtud de la devoción: La viva y verdadera devoción presupone el amor de Dios; mas no un amor cualquiera, porque cuando el amor divino embellece a nuestras almas se llama gracia, la cual nos hace agradables a su Divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar bien, se llama caridad; pero cuando llega a un tal grado de perfección, que no sólo nos hace obrar bien, sino con cuidado, frecuencia y prontitud, entonces se llama devoción.

La virtud de la devoción es aquel grado de amor de Dios que nos hace obrar el bien con cuidado, frecuencia y prontitud. La devoción no es más que una agilidad y viveza espiritual, por cuyo medio la caridad hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y afectuosamente. Luego, para ser devoto, además de la caridad se requiere una gran diligencia y presteza en los actos de esta virtud. Además, la devoción nos incita a hacer con prontitud y afecto, el mayor número de obras buenas que podemos, aun aquellas que no están en manera alguna mandadas, sino tan sólo aconsejadas o inspiradas.

Finalmente, la caridad y la devoción sólo se diferencian entre sí como la llama y el fuego; pues siendo la caridad un fuego espiritual, cuando está bien encendida se llama devoción, de manera que la devoción nada añade al fuego de la caridad, fuera de la llama que hace a la caridad pronta activa y diligente no sólo en la observancia de los mandamientos de Dios, sino también en la práctica de los consejos e inspiraciones celestiales.
El Espíritu Santo, por boca de todos los santos y Nuestro Señor por la suya propia, nos aseguran que la vida devota es una vida dulce, feliz y amable.

Mas el mundo no ve la devoción interior y cordial, que hace que todas estas acciones sean agradables, suaves y fáciles.

Ahora bien, la devoción es el verdadero azúcar espiritual, que quita la aspereza a las mortificaciones y el peligro de dañar a las consolaciones; quita la tristeza a los pobres y el afán a los ricos, la desolación al oprimido y la insolencia al afortunado, la melancolía a los solitarios y la disipación a los que viven acompañados; sirve de fuego en invierno y de rocío en verano; sabe vivir en la abundancia y sufrir en la pobreza; hace igualmente útiles el honor y el desprecio, acepta el placer y el dolor con igualdad de ánimo, y nos llena de una suavidad maravillosa.

La devoción es la dulzura de las dulzuras y la reina de las virtudes, porque es la perfección de la caridad. Si la caridad es la leche, la devoción es la nata; si es una planta, la devoción es la flor; si es una piedra preciosa, la devoción es el brillo; si es un bálsamo precioso, la devoción es el aroma, el aroma de suavidad que conforta a los hombres y regocija a los ángeles.
San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, Cap. I y II
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