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“¿Cuándo vendrá? Cuando nadie lo crea; cuando todas las naciones hayan consumado en la persona de sus reyes la apostasía de la Fe; cuando veas al diablo gloriándose en su triunfo, resistiendo al poder de los católicos. Cuando el diablo llegue al extremo de presentarse al frente de todos los reyes de la Tierra dando en guerra contra Dios bajo su lema propio: ¡Revolución! Cuando vosotros los encargados de arrojarle al abismo, seáis impotentes para vencerle por causa de vuestra incredulidad. Entonces aparecerá al mundo este hombre para anunciarle su fin…
“Sí: “venturus est et restituet omnia”, pero será despreciado y horriblemente perseguido de los mismos católicos, porque son estos los que han perdido al mundo por su incredulidad…” (El Ermitaño, Año III, n° 89, 21 de julio de 1870)
“No se conoce otro restaurador que él. Si viene la restauración verdadera que consiste en la conversión a Dios de todas las naciones y de sus reyes, el restaurador no puede ser un rey, sino un apóstol… Y este apóstol será Elías, el Elías prometido, sea cual fuere el nombre que al parecer se le dé. Llámese Juan, Moisés, Pedro, el nombre importa poco; la misión de Elías restaurará la sociedad humana porque así Dios lo tiene en su Providencia ordenado”. (El Ermitaño, Año IV, n° 113, 5 de enero de 1871)