miércoles, 19 de junio de 2013

La Iglesia del hombre – Parte I

UNA INVERSIÓN FUNDAMENTAL EN LOS OBJETIVOS DE LA IGLESIA

Robert P. Banaugh, Ph.D.

Advertencia a nuestros lectores: el autor de este artículo no sostiene la postura sedevacantista que sostenemos nosotros. Al publicar su artículo, no pretendemos con ello darle la razón o dar a entender que creemos que su posición no-sedevacantista es una segunda posición que se pueda admitir, tan válida como la nuestra. Publicamos su artículo simplemente porque es útil para dar a los lectores más conocimiento y elementos de juicio para que lleguen a la conclusión de que esa Iglesia del Vaticano II no es y no puede ser la verdadera Iglesia Católica fundada por Cristo. Para conocer la respuesta a las objeciones más comunes en contra de la posición sedevacante, por favor haga clic aquí.

El 7 de diciembre de 1965, en su discurso de clausura del Concilio Vaticano II, Pablo VI anunció: “La Iglesia ha decidido servir al hombre, para ayudar al hombre a construir un hogar aquí en esta tierra”.


Paulo VI estableció una nueva misión: la Iglesia
debe servir al hombre
Según Pablo VI, las autoridades actuales de la Iglesia conciliar ya no asistirá más a los fieles a alcanzar con el propósito sobrenatural para el que fueron creados, que es “conocer, amar y servir a Dios, y estar eternamente con Él en el cielo”. Por lo tanto, los objetivos principales de la Iglesia, fundada por Cristo con el propósito de dar honor y gloria a Dios y la salvación de las almas, fueron invertidos: No la salvación de las almas, sino la mejora del bienestar humano se convirtió en un objetivo principal para la Iglesia conciliar.

Puesto que Paulo VI estaba muy consciente de las palabras de Jesús “Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por añadidura” (Mt. 6, 33) Este cambio en el propósito fue, de hecho, el más radical de los cambios.

En el mismo discurso, Paulo VI dijo: “La Iglesia del Concilio sí se ha ocupado mucho, además de sí misma y de la relación que le une con Dios, del hombre tal cual hoy en realidad se presenta: del hombre vivo, del hombre enteramente ocupado de sí, del hombre que no sólo se hace el centro de su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad.

El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con la religión porque tal es del hombre que se hace Dios

¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humana y son tanto mayores, cuanto más grande se hace el hijo de la tierra ha absorbido la atención de nuestro sínodo.

”Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferirle siquiera este mérito y reconocer nuestro nuevo humanismo: también nosotros y más que nadie somos promotores del hombre”.

Cuatro años más tarde, el 13 de julio de 1969, Pablo VI subrayó de nuevo esta nueva elevación del hombre al declarar:

“El hombre es a la vez gigante y divino en su origen y en su destino. Honor, pues, para el hombre, honor de su dignidad, a su espíritu, a su vida”.

Por tanto, según Paulo VI, no sólo se habría cambiado radicalmente el propósito de la Iglesia, sino también la relación entre Dios y el hombre. El cumplimiento por parte la “Iglesia” de ambos el nuevos propósitos y el nuevo “status” del hombre, se basa en nociones tan intangibles como el diálogo, la unidad en la diversidad, la construcción de una comunidad mundial de amor a través del diálogo, el logro de una unidad en la diversidad entre todos los pueblos del mundo, estableciendo una única religión mundial definida en el hombre, etc.

El nuevo objetivo es claramente inalcanzable puesto que contradice las palabras de Jesús citadas al comienzo, como también la palabra de Dios en Jeremías: “Maldito el hombre que en el hombre pone su confianza, y de la carne hace su apoyo, y aleja del Señor su corazón” (Jeremías 17, 5).

El Concilio inspiró cambios en los principios básicos de la fe y sus ritos litúrgicos como se entendían antes del Concilio. Los cambios enfatizaron acciones como la colaboración con autoridades de diferentes sectas religiosas, como también con autoridades seculares para la mejora del bienestar humano, el logro de la paz mundial, etc. Para alcanzar los nuevos objetivos, las enseñanzas de Cristo fueron simplemente ignoradas, como también el propósito que Él le dio a su Iglesia.

Francisco envió una carta al Primer Ministro Cameron: "El objetivo
de la política y de la economía es servir a la humanidad
Durante muchos siglos antes del Vaticano II, la Iglesia se dedicó a ayudar a los fieles cumplir con la amonestación de Cristo en Mateo 6, 33. Como consecuencia de ello, la Iglesia gozó de un período de crecimiento constante en el número de sus miembros, su clero y sus instituciones religiosas. En todo el mundo se respetaba su autoridad moral y su influencia social.

Además, la obra caritativa de la Iglesia era enormemente admirada debido al gran número de escuelas y hospitales que ella había construido, apoyado y puesto a disposición de muchos de los pobres.

Sin embargo, poco después de la clausura del Concilio Vaticano II decenas de miles de religiosos y clérigos abandonaron la Iglesia. Su abandono llevó al recorte de muchos servicios religiosos, al cierre de cientos de escuelas católicas y a la severa limitación de la capacidad de los hospitales católicos y organizaciones de caridad para proporcionar servicios médicos y caritativos a los pobres.

Además, la fe católica fue abandonada por cientos de miles de católicos. Esta devastación de la Iglesia comenzó casi inmediatamente después de la clausura del Concilio. Pronto se hizo tan evidente que, apenas tres años después de su clausura, Pablo VI se sintió obligado a declarar: “La Iglesia ha entrado en un proceso de auto-demolición”.


La pérdida súbita y aguda de la influencia religiosa y moral de la Iglesia ha sido tan notable que ha levantado mucha discusión tanto entre los católicos y acatólicos. Lamentablemente, esta auto-demolición no ha disminuido debido a las novedosas enseñanzas y las acciones de las autoridades de la Iglesia conciliar.
La Iglesia conciliar asumió los ideales humanistas de la masonería. En la foto,
una misa para masones en Brazil
continuará...

lunes, 17 de junio de 2013

Actualidad noticiosa de la secta del Vaticano II

Antipapa Francisco: Necesitamos un “nuevo camino” para el papado

En una audiencia concedida al Consejo de la Secretaría General del Sínodo de Obispos, el 13 de junio de 2013, el antipapa Bergoglio dio algunas directrices para la preparación de la versión final del documento del último Sínodo de obispos realizado en octubre de 2012.

Entre las directrices, él insistió en la necesidad de cambiar el rol del papado para que sea más “sinodal”. En la jerga progresista, sinodalidad significa democracia; de modo que, ser “más sinodal” es ser “más democrático”.

Francisco pasó por alto el texto preparado para su discurso e improvisó. En su primera página en la parte superior derecha, L’Osservatore Romano resumió el improvisado discurso; en la pág. 7 se reprodujo el texto oficial que Francisco no leyó. Los medios de comunicación difundieron el texto no leído.

Al costado derecho aparece la parte del discurso improvisado que se refiere al papado, y a continuación abajo, en letras azules, la traducción del italiano.

Al final, al llegar a la cuestión de las relaciones entre la sinodalidad y el ejercicio del ministerio del Obispo de Roma, el antipapa Francisco destacó la gran importancia de este tema y aseguró que ya es un tema central de reflexión para el grupo de los ocho prelados elegidos para ayudar a Francisco a gobernar la Iglesia.

En su opinión, es necesario buscar un “nuevo camino” para que la sinodalidad exprese “su propia singularidad unida al ministerio petrino”. Para Francisco este es un “gran desafío”, y él espera un rol decisivo será desempeñado por la misma Secretaría del Sínodo de Obispos.

En su conclusión Francisco agradeció al Consejo por la labor que realizada e invitó a sus miembros “para seguir adelante con libertad” y “sin miedo”.

(L’Osservatore Romano, 14 de junio de 2013, p. 1)

Comentario de La Denuncia Profética: Nuestros lectores conocen nuestra posición respecto a la Iglesia nacida del Concilio Vaticano II. Si bien ella no es la verdadera Iglesia Católica, prácticamente la totalidad del mundo la ve como si verdaderamente lo fuera y eso es lo más grave de toda esta cuestión. Los antipapas y “prelados” de esta falsa Iglesia conciliar, que se han apoderado de las estructuras físicas de la verdadera Iglesia Católica (nos referimos a sus Iglesias, propiedades, recursos, objetos de culto, ceremonias, etc.) han hecho un sistemático desmantelamiento de sus estructuras, tradiciones, liturgia, sacramentos, etc. Y lo que es más grave de todo, han desmantelado la fe y la han trastornado por completo, conduciendo así a millones de personas que se creen ser católicas a la perdición (“Sin la fe es imposible agradar a Dios”, Hebreos 11, 6), puesto que esos “católicos” en verdad ya no tienen la fe católica una vez que aceptan a esta falsa Iglesia y su doctrina como si fuera la verdadera Iglesia Católica. Y como esos cientos de millones han perdido la fe “en nombre de la fe” por el concurso de quienes tienen el mandato divino de predicarla, creemos que estamos viviendo en los tiempos de la Gran Apostasía de los Últimos Tiempos. Muchas personas se escandalizan de nuestra posición delante de esta falsa Iglesia; ellos creen que, por el hecho de que la rechazamos como una Iglesia impostora, somos nosotros los que no somos católicos. Y ellos creen eso creyéndose ellos los católicos. La mayoría de ellos no saben, o no quieren saber, que fue Cristo mismo quien nos profetizó que en los Últimos Tiempos habrá una casi total apostasía de la fe (Mateo 24, 15 y ss). Más aún, esta apostasía fue predica por la propia Santísima Virgen en La Salette cuando dijo, el 19 de septiembre de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo… la Iglesia será eclipsada”. Y esa apostasía también la han señalado los verdaderos Papas de la Iglesia. Por ejemplo, el Papa León XIII predijo esta apostasía en su famoso exorcismo (un oración a San Miguel Arcángel): Los enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado y le han dado de beber ajenjo, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales para realizar todos sus impíos designios. Allí, en el lugar sagrado donde está constituida la Sede del beatísimo Pedro y Cátedra de la Verdad para iluminar a los pueblos, allí colocaron el trono de la abominación de su impiedad, para que, con el designio inicuo de herir al Pastor, se dispersen las ovejas”.

Esta noticia de “democratizar el rol del papado” que quiere hacer Francisco es también un desmantelamiento/demolición de la institución del papado, y está en completa concordancia con lo anunciado por la Escritura, la Virgen y la Oración de León XIII, y viene a ser un paso más en este plan del demonio de “poner sus manos criminales en los bienes más sagrados [entiéndase la fe y los sacramentos] de la Iglesia para realizar sus impíos designios”.

domingo, 16 de junio de 2013

El rol contrarrevolucionario de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Plinio Corrêa de Oliveira

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús está en la raíz de todos los movimientos contrarrevolucionarios, grandes o pequeños, conocidos o desconocidos, que han surgido desde la época en que Santa Margarita María recibió esta revelación en el siglo XVII. Ella recibió la misión, en nombre del Sagrado Corazón de Jesús, de pedirle al rey Luis XIV de Francia que consagrase la nación al Sagrado Corazón y pusiese el Corazón de Jesús en el escudo de armas de Francia.

Santa Margarita, a pedido de nuestro Señor, le prometió al rey de Francia de que si combatía a los enemigos de la Iglesia, el Corazón de Jesús lo apoyaría y llevaría su reinado a una gran gloria[1]. El Sagrado Corazón de Jesús esperaba que Luis XIV cambiase el curso de su política y se colocase a la cabeza de la Contra-Revolución. De haberlo hecho, él tendría un reino de gloria y Francia alcanzaría su verdadero apogeo católico.

Está claro que en caso de que él hubiese tomado este curso, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se habría extendido por todo el mundo. Habría habido una buena acogida en Francia a la predicación de San Luis María Grignon de Montfort que también vivió en esa época. Por lo tanto, su predicación se habría extendido por todo el mundo y, con ello, la Revolución Francesa se ​​podría haber evitado.

Por medio de este pedido al rey, la Revolución —en la forma que tenía en la época de Santa Margarita María— habría sido detenida, y esa forma de maldad que ésta tomó más tarde —la Revolución Francesa— se habrían evitado.

Por lo tanto, esta devoción, desde su primer movimiento, desde su primera indicación por parte del Sagrado Corazón, tiene un significado claramente contrarrevolucionario.

Objeciones a esta devoción

En un cuidadoso estudio de esta devoción, el profesor Fernando Furquim llama la atención sobre el hecho de que los distintos movimientos contrarrevolucionarios que se alzaron en los siglos XVIII y XIX estaban vinculados al Sagrado Corazón de Jesús. Por ejemplo, los contrarrevolucionarios franceses de la Vendée, los Chouans, llevaban una insignia del Sagrado Corazón. Esta devoción siempre ha sido adoptada por los contrarrevolucionarios, inspirándolos y alentándolos, a la vez que ha sido odiada por los malos.

Es perfectamente correcta la devoción a un órgano
específico de Cristo
¿Qué han dicho estos enemigos contra la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Primero, ellos presentan este argumento supuestamente decisivo: “¿Por qué adorar al Corazón de Jesús ¿Por qué no hacer una hermosa devoción a las manos o a los ojos de Jesús? Al adorar su corazón, podríamos blasfemar por descomponer a Jesús y hacer una devoción a cada parte de su cuerpo Por tanto, podríamos tener una devoción a sus oídos que oyeron todas las súplicas del hombre, a su boca que habló, a sus manos que bendijeron (sin mencionar que también azotaron a los mercaderes del Templo). Por lo tanto, no vale la pena esta devoción al Corazón de Jesús”.

También, ellos van a decir: “Esta es una devoción sentimental. El corazón es el símbolo de la emoción por lo sentimental. De manera que esta es una devoción sentimental carente de contenido teológico y no se debe permitir”.

Una devoción promovida por la Iglesia

En efecto, en muchos de los documentos papales solemnes, sustanciales y magníficos, la Santa Sede recomendó esta devoción, por ejemplo, la encíclica Inscrutabile Divinae Sapientiae del Papa Pío VI en 1775. La Santa Sede concedió muchas indulgencias a los que recibieran la comunión los primeros viernes en reparación por las ofensas hechas contra el Sagrado Corazón. También se otorgaron indulgencias en las cofradías y archicofradías que se establecieron en apoyo a la devoción del Sagrado Corazón.

Además, se aprobó y alentó la construcción de iglesias, altares e imágenes en honor del Sagrado Corazón. La Iglesia, por tanto, ha aprobado esta devoción abundantemente y, por lo tanto, tiene todas las razones para merecer nuestra confianza.

En cuanto al argumento de que no se puede tener una devoción a cada parte del cuerpo sagrado de Nuestro Señor, éste no tiene ningún mérito. De hecho, en nuestras devociones privadas, podemos adorar a Nuestro Señor en sus manos sagradas; podemos y debemos adorarlo a Él en sus infinitamente expresivos, elocuentes, regios, instructivos y salvíficos ojos. No hay más que recordar que fue con una mirada de Nuestro Señor, que movió a San Pedro a arrepentirse de su triple negación para darnos cuenta que adorar a Nuestro Señor en sus divinos ojos es sin duda algo que uno puede hacer.

Pero la Iglesia, que tiene un gran sentido del ridículo y entiende que el ridículo puede estar a un paso de lo sublime, entiende que las mentes vulgares están siempre dispuestas a emplear el sarcasmo para degradar devociones como estas a una parte del cuerpo, las que realmente pueden impresionar a las sensibilidades humanas. Pero estas devociones no están en contra de la razón, y pueden ser hechas apropiadamente.

Nuestra Señora adoró el cuerpo de su amado
Hijo
Por ejemplo, entre las piedras de la Vía Sacra tenemos la que lleva la marca de sus pies divinos. Es honesto y legítimo a adorar los divinos pies que pisaron la tierra para enseñar y que fueron cubiertos con el polvo de la carretera con el fin de instruir, salvar y combatir el mal. Es correcto adorar estos pies que condujeron al Salvador mientras llevaba la cruz, esos pies manchados de sangre para nuestra redención, esos pies que llevan las marcas de los clavos de la Pasión.

Una hermosa manera de adorar a Nuestro Señor Jesucristo es unirnos a los pensamientos y meditaciones de Nuestra Señora, cuando Nuestro Señor fue bajado de la cruz, cuando ella sostuvo en su regazo su Sagrado Cuerpo y sangre derramada. Ella contempló cada parte de ese cuerpo macerado con infinito amor, veneración, respeto y afecto. Ella consideró los miembros y los adoró en su significado y función. Ella midió la ofensa contra su divinidad en esas partes flageladas. Con esto, en definitiva, ella practicó esta devoción, adorando las diferentes partes del cuerpo de su Divino Hijo.

Por lo tanto, es sólo una cuestión de conveniencia, un sentido de la apariencia y proporción, por así decirlo, que la Iglesia promueve la adoración de las muchas de las partes del cuerpo de Nuestro Señor.

¿Qué es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús?

¿Qué es exactamente la devoción al Sagrado Corazón? Es la devoción al órgano de Nuestro Señor, que es el corazón. Pero en las Escrituras, el corazón no tiene el significado sentimental que tomó hacia finales del siglo 18, y desde luego en el siglo 19. El corazón no expresa sentimiento.

Cuando la Escritura dice: “Con todo mi corazón te he buscado”, (Salmo 119, 10) el corazón aquí es la voluntad humana, el propósito humano, propiamente dicho, la santidad humana. Por lo tanto, cuando el profeta dice esto, él que quiere decir, “Con toda mi voluntad te he buscado”. El Evangelio dice también: “La Virgen guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lucas 2, 19). Podemos ver aquí que no se habla de un corazón sentimental, sino de su voluntad, su alma, que guardaba estas cosas y pensaba en ellas.

El marqués Gral. de la Rochejaquelein usaba en su pecho la insignia del
Sagrado Corazón, símbolo de la resistencia católica de la Vendée
El corazón es la voluntad y la razón de la persona, ese elemento dinámico que estudia y reflexiona sobre las cosas. En Nuestro Señor, su Sagrado Corazón es su voluntad. La voluntad está simbolizada por el corazón, porque todos los movimientos de la voluntad pueden tener repercusiones en el corazón. Es en este sentido, pues, que el Sagrado Corazón de Jesús es adorado.

Por correlación, está la devoción inmensamente significativa del Inmaculado Corazón de María. El Inmaculado Corazón de María es un santuario en cuyo interior se encuentra el Sagrado Corazón de Jesús.

Nuestro Señor prometió una efusión de gracia para esta devoción. El Sagrado Corazón hizo promesas especiales a quienes hacen los nueve primeros viernes. La más notable de ellas, tal vez, es de que los que hacen los Nueve Primeros Viernes no morirán sin la gracia de la penitencia final. Esto no quiere decir que sin duda irá al cielo. Es decir que tendréis una gran gracia antes de morir, tan grande que se puede tener toda esperanza para vuestra salvación.

Ustedes entienden cuán diligentemente la Iglesia se ha esforzado en el pasado para que esta devoción fuese conocida, apreciada y comprendida por nuestra razón sin sentimentalismo. Una devoción varonil busca la razón de una cosa y luego ama esa cosa por su razón de ser. Es, de esta manera, que el hombre fuerte y la mujer fuerte del Evangelio juzga las cosas piadosas.

Por lo tanto, debemos reflexionar sobre esta devoción y volcar nuestras almas, nuestras voluntades, al Corazón de Jesús como la fuente de esas gracias que la Divina Providencia planeaba dar a los hombres en la época de la Revolución. Es un medio de la gracia destinado a los tiempos difíciles por venir, esos mismos tiempos en los que vivimos hoy en día.

Debemos pedir al Corazón de Jesús, a través de la sangre y el agua que fluyeron de él, que limpie y restaure el de nosotros. Esta es mi sugerencia cuando mediten y recen los viernes, y sobre todo en el primer viernes de cada mes, y el viernes de la Semana de la Pasión.

Termino recordándoles del soldado que atravesó el Corazón de Jesús con una lanza. Al hacer este acto de violencia contra el Sagrado Corazón de Jesús, agua y sangre brotó desde el costado de Nuestro Señor y le cayó en sus ojos. Entonces, los ojos del soldado, que se estaba volviendo ciego, se curaron inmediatamente y recobró la vista. Para nosotros, esto es lo más elocuente y significativo.

Esto significa que aquellos que tienen la devoción al Sagrado Corazón de Jesús pueden pedir gracias similares, no necesariamente el milagro físico, sino más bien una gracia para nuestras almas. Si queremos tener el sentido católico, un conocimiento contrarrevolucionario de las cosas, si queremos percibir cómo la Revolución y la Contra-Revolución están trabajando alrededor de nosotros y dentro de nosotros, si queremos conocer nuestros defectos, para comprender el alma de los otros para hacerles el bien, para tener perspicacia en nuestros estudios, para tener un buen equilibrio psicológico y curarse de problemas nerviosos de todo tipo, entonces podemos y debemos recurrir al Sagrado Corazón de Jesús.

Deberíamos pedir una gracia que brota de su Sagrado Corazón —como la sangre y el agua que curó al soldado— que erradicará la ceguera total o parcial de nuestras almas. Oremos, pues, al Sagrado Corazón de Jesús a través del Corazón Inmaculado de María, porque ésta es la única manera de obtener las gracias para curarnos de nuestras múltiples cegueras. Al hacer esto, vamos a hacer una espléndida solicitud y estar en el camino hacia la obtención de una magnífica gracia.

Publicado originalmente por TIA




[1] Cf. Marguerite-Marie Alacoque, Vie et oeuvres, Paris-Fribourg: Saint Paul, 1990, vol. II, pp. 335-337, 343-344, 435-436 Saint of the Day, March 4, 1965
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