miércoles, 4 de julio de 2012

La sociedad orgánica y el deseo del cielo


Plinio Corrêa de Oliveira
Puesto que esta tierra es una tierra de exilio, ella no fue hecha para satisfacernos por completo. Si así fuera, no sería un exilio, sino una especie de segunda patria, de alguna manera parecida a la magnífica patria que Dios tiene preparado para nosotros en el paraíso celestial.
Como es una tierra de exilio, ella no sólo es defectuosa en este o aquel detalle, sino que lo es en su nota fundamental, es decir, en ella no nos sentimos como en casa. Esta es la característica principal de nuestro exilio terrenal, y es una poderosa invitación para pensar en el cielo y en los medios para alcanzarlo.
Sin embargo, si mantenemos esta verdad fundamental a la vista, cuando seguimos la Ley Natural y los principios católicos, podemos crear en algunos ambientes algo que nos de la sensación de que estamos en casa.
Uno de estos lugares es nuestro ambiente familiar. Cuando la familia es católica, lo atrayente no es tanto la belleza de una sala de estar o la de un agradable jardín, sino más bien un conjunto de factores imponderables que satisfacen una parte de nuestros apetitos por la eternidad. Si esto existe, entonces la persona se siente como en casa.
En Normandía, un hombre regresa de cacería
Recuerdo haber visto un álbum de fotos de grabados que mostraba cómo algunas viejas familias vivían en la Francia, y cómo se sentían chez soi [en casa]. Una de las fotografías mostraba a un padre y a un sirviente saliendo a cazar a caballo en la niebla de la mañana. El sirviente llevaba una trompa, y varios perros los acompañan. El ambiente de la escena claramente atraería a los miembros de la familia.
Otra foto mostraba una casa diferente, la atmósfera estaba marcada por una larga hilera de robles plantados en dos líneas paralelas al borde del camino de entrada de la mansión de campo. Las ramas de las dos líneas de robles se juntaban y se tocaban sobre el camino, reflejando una atmosfera fresca y sombreada que protegía a la persona que transitaba por el camino.
El ambiente de la otra casa de la familia estaba representado por una chimenea con varios sillones de cuero a su alrededor que hacía pensar en las muchas conversaciones de la familia sentada alrededor del fuego escuchando los sabios consejos del padre o las historias del abuelo.
Cuando una familia trata de traducir su propia personalidad en las cosas materiales en su casa, instintivamente se crea un ambiente que provee para las necesidades de sus miembros. Esto no quiere decir que la decoración de la casa deba ser rica, o que la familia sea adinerada. La preocupación por el dinero no es lo que está en cuestión aquí. Estamos hablando de crear un ambiente que reproduce de alguna manera la personalidad de la familia y hace que sus miembros se sientan como en casa.
Este ambiente no es principalmente un conjunto de muebles o estilo de decoración, sino más bien es un conjunto de personas. El don de la familia, cuando es conforme a la doctrina de la Iglesia, ofrece un afecto recíproco entre todos. Cuando esto existe, los miembros de la familia sienten una satisfacción que nada puede igualar. Esto trasciende la casa, la decoración y los muebles, es más importante que todo lo demás. Esta es la razón de por qué la familia tiene el mismo gusto por las mismas recetas, las mismas obras de teatro, la misma música; la razón por la que comparten la misma actitud ante el sufrimiento, tienen los mismos anhelos, etc. Esto es lo que hace que las relaciones de los hombres sobre la tierra sean más similares a la de los bienaventurados en el cielo.
Un ambiente análogo también puede engendrarse en otros grupos humanos, aunque es más diluido que el la de la familia. Por ejemplo, en un club de caballeros que sigue los principios católicos, los miembros comparten los mismos gustos, tradiciones y relaciones sociales, sus familias se conocen entre sí, los miembros tienen admiración por los mismos ideales, y se tratan con los mismos buenos modales. Este club sirve para sus miembros como una gran familia, dándoles más aire y un horizonte de vida de familia. Ser miembro de ese club es una forma de estar en familia sin estar en la propia familia en particular. Permite a la persona respirar un aire diferente y abrir los ojos para horizontes más amplios.
Así pues, en una sociedad orgánica constituida en conformidad con los principios de la Iglesia Católica, estos ambientes pueden atenuar la sensación de exilio que tenemos aquí en la tierra, lejos del cielo.
Este cumplimiento del anhelo por el cielo tiene sus límites. Constituye algo que al mismo tiempo es real e irreal. Es una realidad porque se pueden crear esos ambientes, y mucha gente en el pasado en verdad se los creó.
Pero también es una irrealidad, porque no existe en una forma perfecta, tan perfecta como uno quisiera. No estoy hablando de las fricciones y problemas que siempre existen en una familia, estoy hablando de un cierto aire confinado producido por la estrecha relación que existe en la familia. Esa relación estrecha que es tan agradable... pero es tan restrictiva que a veces uno puede encontrarla desagradable. El hombre tiene la necesidad de más aire, de horizontes más amplios para satisfacer sus necesidades psicológicas.
El equilibrio entre el aire confinado de la familia y al aire abierto de la sociedad es necesario para la sana formación de sus miembros.
En el fondo, todos tienen necesidades de alma que anhelan cumplirse. Esos anhelos terminan en una especie de mundo irreal e ideal hacia el cual la persona siempre está caminando.
El castillo medieval invita al heroísmo y a lo sublime, Coca, España
¿Qué es este ideal? Me estoy refiriendo al ideal del cielo, el lugar donde todos los legítimos apetitos del alma de un hombre se cumplan de una manera cada vez mayor y por toda la eternidad. La noción de este ideal está siempre presente en la vida de un hombre de alguna manera u otra. A menudo él no quiere admitir que este ideal es la visión de Dios a la que él está llamado, y él busca falsas soluciones para sus necesidades psicológicas y va por mal camino. Pero este ideal es la razón profunda de su vida.
Ustedes ven que estoy hablando de cosas diferentes que conseguir un trabajo o ganar dinero o hacer una carrera, o cosas por el estilo. Es un orden de consideraciones mucho más elevado y más esencial.
Por lo tanto, la vida en esta tierra debe ser vista como un anhelo insatisfecho de un mundo ideal. Un mundo así es a la vez realizable y no realizable. En la medida en que borremos  para esta vida ese mundo ideal, nos encontraremos con la versión final en el cielo después de morir. Este apetito se puede realizar en algún grado en esta tierra, y se realizará plenamente en el cielo. En esta vida sólo podemos tener una prefigura de lo que será en el cielo.
¿Hubo en la historia una época en la que se realizó este ambiente? Yo creo que se realizó en la Edad Media por medio de un progreso continuo hacia la perfección. Cada siglo de la Edad Media desarrolló la aspiración del siglo anterior. Podemos ver la continuidad y el progreso en este mismo anhelo por el cielo, y el intento de hacer de la tierra lo más parecido como sea posible al cielo. Por ejemplo, ese progreso se nota en el avance del estilo románico al gótico, y luego en las distintas fases del gótico. Se sigue la misma tendencia hacia lo sublime que sube constantemente.
Esta tendencia hacia la perfección marca el progreso que se produce de forma natural en la sociedad católica orgánica.
El presente texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira y no fue revisada por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviese vivo, ciertamente pediría que se colocase explícita mención de su filial disposición a rectificar cualquier discrepancia en relación al magisterio de la Iglesia. Es lo que referimos aquí, con sus propias palabras:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial celo a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, por lapso, se exprese algo que no está conforme a aquella enseñanza, desde ya lo rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que les da el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición fue publicada en el Nº 100 de "Catolicismo", en abril de 1959.

Dies Irae (Sequentia)

Este es un disco realmente maravilloso de música gregoriana. Todos los cantos incluidos en el CD están   fabulosamente interpretados. Aquí seleccionamos el canto Dies Irae (Día de la ira). Les aseguro que quien lo compre no se arrepentirá.
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martes, 3 de julio de 2012

El pecado original, la evolución y la enseñanza de la Iglesia


[Véase la aclaración al final de este artículo]
Hay una tendencia general en la “Iglesia” post-conciliar de negar el pecado original, un error que afecta a la vida espiritual de cada católico.
El cardenal Ottaviani, el "supuesto" campeón
de la ortodoxia
El cardenal Alfredo Ottaviani testificó que esa tendencia se estaba ampliamente infiltrando en la teología poco después del concilio. En una carta privada que envió en 1966 a todos los obispos del mundo, él enumeró 10 errores principales que preocupaban a la Iglesia en ese momento. El primero era la negación de la inspiración bíblica y la objetividad histórica de los textos revelados, incluidos los de Génesis sobre el pecado original.
El cardenal Ottaviani (1890-1979) es considerado por muchos tradicionalistas como un campeón de la ortodoxia. Fue nombrado cardenal por el Papa Pío XII en 1953 y fue también secretario del Santo Oficio entre 1959-1966. Él fue una de las vocesconservadoras” en el Concilio Vaticano II que señaló varias desviaciones doctrinales en sus documentos. Muy conocida en los ambientes tradicionalistas, es la intervención Ottaviani-Bacci[i], que mostraba los peligros progresistas de la “Misa del Novus Ordo”.
Extracto de la entrevista
donde el card. Ottaviani
"justifica" su ralliement.
Por desgracia, en 1966, el prefecto del Santo Oficio aceptó el concilio por completo, sin reservas, diciendo en una carta a los obispos que el concilio había promulgado “muy sabios documentos sobre doctrina y disciplina”[ii]. También aconsejó a la jerarquía “que luchara con todo ahínco para poner en práctica todo lo que se propuso o decretó solemnemente por esa amplia reunión de obispos [el Concilio Vaticano II] “bajo la guía del Espíritu Santo(cursivas en el original).
Él continuaba diciendo que los documentos y decretos del concilio tenían que ser “interpretados correctamente”. Por lo tanto, el supuesto “campeón” de la ortodoxia instruyó a todos los prelados a aceptar y poner en práctica aquellas mismas enseñanzas del concilio que aprobó los errores que él antes había criticado en su carta, incluyendo la negación del relato del Génesis sobre el pecado original.
Negación del pecado original basada en la evolución
La advertencia de Ottavianni a los obispos acerca de la interpretación errónea de las Escrituras incluye el tercer capítulo del Génesis, es decir, donde se relata la caída del hombre, el pecado original. La negación que el progresismo hace del pecado original está incluida en el rechazo de la misma existencia de Adán y Eva, nuestros primeros padres.
Este rechazo se basa en la creencia en la teoría de la evolución del hombre desde las formas inferiores de vida, propuesta por Charles Darwin en su obra de 1859 Sobre el Origen de las Especies. Una traslación de las especulaciones de Darwin a la doctrina católica fue intentada por el filósofo francés Henri Bergson y sus discípulos, los modernistas Edouard Le Roy y el jesuita Pierre Teilhard de Chardin.
El jesuita hereje Teilhard de Chardin
Le Roy fue incluido en la condenación del modernismo, pero Teilhard escapó de la condenación directa e hizo renacer las mismas tesis en los años 1920 y 1930.
La teoría de la evolución se refuta fácilmente por la evidencia científica; muchos científicos prominentes, incluyendo premios Nobel en diversas ramas de la ciencia, la han rechazado[iii]. No obstante, continua siendo abrazado y sostenida por los progresistas, a quienes los modernistas pasaron su antorcha.
El primer efecto desastroso de esa teoría evolucionista aplicada a la doctrina católica es que se supone que Dios creó a un hombre imperfecto. El mal y el derramamiento de sangre que han asolado el mundo a través de los siglos es un factor negativo inherente a la etapa inferior de la evolución del hombre, y tiene poco que ver con la culpa moral. Esto no es lo que enseña la Iglesia.
La enseñanza de la Iglesia sobre el pecado original
En el Génesis leemos que después de crear al hombre, “Dios vio todas las cosas que Él había hecho y ellas eran todas muy buenas (1, 31). El hombre fue creado perfecto en su naturaleza y adornado con todos los beneficios sobrenaturales de la gracia divina. Esto es lo que la Iglesia llama el estado de inocencia o natura integra [el estado de la naturaleza sin defectos].
En el jardín del edén, un verdadero paraíso, nuestros primeros padres, Adán y Eva fueron sometidos a una prueba. Dios les dio a elegir entre el bien y el mal; ellos eligieron el mal y perdieron la gloriosa participación en la gracia divina y su estado de justicia original. El hombre se hizo propenso al error en su inteligencia, al mal en su voluntad y sujeto al desorden de sus pasiones; su cuerpo quedó sometido a las enfermedades y a la muerte (Génesis 3, 1-3; 14-20).
Este pecado original de los primeros padres fue heredado por toda la posteridad de Adán por descendencia (a excepción de la Santísima Virgen María). La culpa de Adán se transmite a través de la herencia por línea de sangre. Para rescatar a la humanidad de esta culpa hereditaria, Cristo tomó carne humana, nació de la Virgen María, y fue crucificado en el Calvario y murió para alcanzar la redención de la humanidad. San Pablo habla de esto en el capítulo 5 de la epístola a los romanos.
El sacramento del bautismo nos restaura a la participación de la gracia divina por los méritos de la Redención de Jesucristo.
Esta ha sido la enseñanza constante de la Iglesia sobre el pecado original[iv] hasta el Concilio Vaticano II.
Fue la herejía de Pelagio, en el 415, que afirmó que el pecado original no se trasmitía de padre a hijo. Por su herejía, Pelagio fue excomulgado. Después de la condena de esa herejía, la transmisión del pecado original fue reafirmada en el Concilio de Trento el 17 de junio de 1546, así como por otros concilios de la Iglesia y por innumerables doctores, incluyendo a santo Tomás de Aquino.
El rechazo del relato del Génesis se basa en la evolución
¿Qué razón hay para rechazar la creación del hombre en el Génesis?
Como se señaló anteriormente, esta denegación se basa en la arbitraria teoría de la evolución, una teoría que nunca ha sido probada.
A pesar de carecer de pruebas científicas sólidas, vemos que la teoría de la evolución se enseña como un hecho en nuestras escuelas desde la primaria hasta los niveles universitarios. Y lo que es más devastador para la fe, es que muchos profesores de seminarios “católicos” aseguran a sus alumnos que esta teoría, contraria a la realidad de los hechos, está demostrada.
El rechazo de la Sagrada Escritura y el magisterio sobre el creacionismo es una negación de las verdades contenidas en el Génesis. San Pío X, a través de la Comisión Bíblica, emitió una enérgica condena de esta herejía modernista, prohibiendo cualquier otra interpretación que no sea literal a la que aparece en los capítulos del Génesis.
Esta censura, junto con muchas otras, envió a los modernistas a refugiarse en los subterráneos por unas pocas décadas. Pero, poco después, los progresistas alegaron a favor de la posibilidad de una interpretación “científica” de los primeros capítulos del Génesis. Después del concilio, los progresistas ―ahora con el apoyo del Vaticano que promueve la apertura al mundo moderno― comenzaron a promover y enseñar abiertamente las teorías evolucionistas.
Este gran énfasis en la evolución representa la virtual destrucción del catolicismo. Porque, si Adán y Eva no existieron, no existe tal cosa como el pecado original. Si se rechaza el dogma del pecado original, no habría necesidad de ser redimido de él. Si no hay necesidad de un Redentor, entonces no hay necesidad de que Nuestro Señor Jesucristo se haya hecho hombre y muerto en la cruz por nuestros pecados.
De ello se desprende como consecuencia de que no hay necesidad de los sacramentos, que son una forma de distribuir las gracias de la redención. Además, en la misa no habría sacrificio, y sería suficiente la cena conmemorativa de los protestantes.
La negación del pecado original
implica la negación del dogma de la
Inmaculada Concepción
Además, si se niega el dogma del pecado original, automáticamente se rechaza el dogma de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, es decir, que Ella fue concebida sin pecado original. En 1854, el Papa Pío IX proclamó solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción y, cuatro años después, en 1858, Nuestra Señora dijo a santa Bernardita Soubirous en Lourdes: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
En resumen, al seguir la moderna moda de la evolución, el progresismo arrasa con los siguientes dogmas: la infalibilidad de la Biblia en cuanto revelada por Dios, el pecado original, la Redención de Jesucristo, el valor del bautismo y los demás sacramentos, y la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.
La herejía de Pelagio ha vuelto en nuestros días, mucho peor de lo que fue en el pasado. Los cánones de los concilios y los decretos papales han sido despreciados por los “teólogos” progresistas. Sin dudarlo, ellos niegan el pecado original y no tienen miedo a que sean expulsados de los seminarios “católicos”, donde ellos siguen enseñando que la evolución es un hecho y que no existe el pecado original. Estos clérigos no son pastores, sino lobos, que causan la pérdida de las almas inmortales.
Todavía queda por analizar la gran influencia de las tesis de Teilhard de Chardin, incluso en los cardenales, como el cardenal Pell de Australia, y los “papas”, como Benedicto XVI. Este será el tema del próximo artículo.
Recomendamos ver también: Benedicto XVI o Sísifo revisado
Los que deseen recibir la versión impresa de este artículo lo pueden pedir escribiendo al mail de contacto juan.valdivieso@aol.com. Basta colocar en "asunto" el título de este artículo.
Aclaración: Somos de la convicción de que la posición católica más coherente en los días actuales es la sedevacancia, esto es, que la Sede de Pedro está vacante desde 1958, año en que falleció el Papa Pío XII. Esta posición se fundamenta en la doctrina católica que sostiene que los herejes manifiestos no tienen jurisdicción en la Iglesia Católica, puesto que un hereje no es miembro de la Iglesia (vea haciendo clic aquí). Ahora bien, ya es evidente que los “papas” conciliares (desde Juan XXIII hasta el actual Benedicto XVI) son herejes manifiestos, y, por lo tanto, no son papas de la Iglesia, sino antipapas. Además, la Iglesia conciliar (esto es, la Iglesia nacida del Concilio Vaticano II) no puede ser la Iglesia católica, puesto que la Iglesia no puede enseñar oficialmente el error. Sí así fuera, entonces habría que admitir que el Espíritu Santo no guía a la Iglesia ni la preserva del error. El autor de este artículo no toma esta posición. No obstante lo anterior, y habiendo hecho esta aclaración, consideramos que este artículo es sumamente interesante para servir de denuncia de las falsedades y errores de la Iglesia conciliar, razón por la que lo publicamos. Por último, para mantener la coherencia en nuestra posición, cada vez que en este artículo se nombra a algún miembro de la jerarquía de la falsa Iglesia conciliar, escribimos su cargo entre comillas, para dejar bien claro que no lo consideramos miembro de la verdadera jerarquía de la Iglesia Católica: un hereje no pertenece a la Iglesia, luego no puede ejercer gobierno en un cuerpo del cual no forma parte (ver aquí).


[i] Nota del traductor-editor de LDP: Cuando apareció la Nueva Misa en 1969, los cardenales Ottaviani y Bacci y otros teólogos escribieron a Pablo VI al respecto de los problemas de la Nueva Misa. Este estudio es popularmente conocido como La Intervención Ottaviani. En ella los cardenales afirmaban:
El Novus Ordo [el nuevo orden de la Misa] representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, una notable desviación de la teología católica de la Misa tal como fue formulada en la sesión 22 del Concilio de Trento”
Ellos pudieron ver con claridad que la versión latina de la Nueva Misa era una desviación notable de la enseñanza del Concilio de Trento. De las doce oraciones del ofertorio de la Misa tradicional, sólo dos se conservaron en la Nueva Misa. Las oraciones eliminadas del ofertorio son las mismas que eliminaron los herejes protestantes Martín Lutero y Thomas Cranmer. La Nueva Misa fue promulgada por Pablo VI con la ayuda de seis ministros protestantes.
[ii] Nota del traductor-editor de LDP: En efecto, el cardenal Ottaviani, jefe en aquel tiempo del Santo Oficio, hizo su ralliement con el progresismo firmando los documentos a los cuales antes se había opuesto. Como circulaban rumores sobre la inminente reforma del Santo Oficio, el cardenal Ottaviani dio una entrevista en la que dijo:
“Soy el soldado que vigila la reserva de oro. ¿Cree que yo cumpliría mi deber discutiendo, abandonando mi puesto, cerrando los ojos? ¡Hijo mío, setenta y cinco años son setenta y cinco años! Yo los viví defendiendo ciertos principios y ciertas leyes. Si usted le dice al viejo soldado que las leyes van a cambiar, es obvio que (…) él hará todo lo que pueda para que no cambien. Pero, si a pesar de ello, ellas cambian, Dios ciertamente le dará la fuerza para ponerse en la defensa de un nuevo tesoro en el cual él cree. Una vez que las nuevas leyes se convierten en el tesoro de la Iglesia, un enriquecimiento de la reserva de oro, sólo un principio cuenta: servir a la Iglesia. Y este servicio significa ser fiel a sus leyes” (Alfredo Ottaviani, entrevista al Corriere della Sera, 28/10/1965, en H. Fesquet, Le journal du Concile, p. 1019).
[iii] Gerard Keane, Creation Rediscovered, Doncaster, Australia, Credis Pty Ltd., 1991, pp. 41, 79, 81, 101, 115, 123, 151.
[iv] Concilio de Trento, Decreto sobre el pecado original, cap. V, de 1546 que sigue las decisiones de los Sínodos de Cartago y de Orange.

El misterioso Monumento Tear Drop

lunes, 2 de julio de 2012

A.Vivaldi Concerto in B flat major

En esta ocasión les ofrezco esta fabulosa interpretación del trompetista Sergei Nakariakov del Concierto  en B bemol mayor de Antonio Vivaldi.

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domingo, 1 de julio de 2012

Cómo los mitos y leyendas influyen en la psicología de un pueblo


Plinio Corrêa del Oliveira
En los Estados Unidos (como también en otros países), la familia real inglesa goza de un gran prestigio. Muchos norteamericanos se interesan en lo que hace la familia real e inconscientemente la tienen como un modelo de clase y buen gusto digno de ser imitado. No obstante, en sus convicciones políticas los norteamericanos son muy republicanos. Son tan vehementes de su separación de Inglaterra que incluso la iglesia anglicana en los EE.UU. tuvo que cambiar su nombre a iglesia episcopal después de la guerra con Inglaterra para no recordarse de su antigua dependencia.
El duque y la duquesa de Cambridge recibida
 en una ceremonia oficial de bienvenida
 en Los Ángeles el 2011
Entonces, ¿cómo puede explicarse que cuando los miembros de la Familia Real visitan los EE.UU. se convierte en noticia que atrae una gran atención? Todo lo que ellos hacen es seguido con el tipo de interés que se presta a las estrellas de cine más populares.
Yo explicaría esto diciendo que un “espíritu” de la monarquía se mantiene en la mentalidad americana y alimenta su interés por los miembros de la realeza. ¿Qué quiero decir con “espíritu”? Es un estado de espíritu, una nostalgia, una simpatía; es una esperanza no del todo basada en la razón que tiene esa fuerte resistencia que tienen los hábitos. No es una convicción racional, pero que puede adquirir algunas de las características del esplendor y la belleza de un ideal. Algunos sociólogos lo llaman mito. Yo diría que es una especie dentro del género de los mitos.
Algunos pueblos de los Balcanes, que se vieron forzados a hacerse comunistas por las imposiciones de los tratados de Yalta y Potsdam, actualmente tienen una nostalgia por los Habsburgo, por la antigua doble monarquía Austro-Húngara de la que solían ser súbditos, o tienen nostalgias por sus propias monarquías independientes, según el caso. Esto explica en parte el por qué, después de la caída del Telón de Acero, estos países están invitando a sus antiguas familias reales, que vivían en el exilio, para regresar. Ellos están devolviendo algunas de las propiedades expropiadas a las familias reales por los comunistas y los invitan a asumir posiciones de prestigio en la vida política y social de sus países.
A diferencia de un partido monárquico, ellos no se esfuerzan por restaurar la monarquía. Ellos sólo quieren restaurar a sus antiguas familias reales en los lugares de honor y dignidad. El espíritu de sus antiguas monarquías está trabajando inconscientemente en las mentalidades de esos pueblos.
Yo diría que cuando el mito de un pueblo o la costumbre son por alguna razón repentinamente desarraigados, la nostalgia permanece en la forma de un espíritu.
El rol de los mitos en el nacimiento del Imperio Romano
En una sociedad orgánica, hay una interacción entre el nacimiento de un pueblo y su adhesión unánime a algunos mitos. Comprender esto es uno de los temas más interesantes y misteriosos que podemos estudiar en la historia de los pueblos.
El pueblo da la bienvenida de regreso al rey Simeón II
 de Bulgaria después de 50 años de exilio
En las pequeñas células que dan origen a unidades más grandes ―aquellos grupos de familias que se convierten en clanes― todos los miembros tienen ciertas convicciones semi-religiosas que aceptan como evidente. Ellos basan su historia en la creencia en una aparición o revelacióna menudo falsa y errónea― mezclada con las leyendas locales. Esta creencia no se basa en hechos articulados. Sin embargo, incluso sin documentos o pruebas de cualquier clase, ellos creen en ese mito como un hecho evidente. Existe un curioso consenso unánime de creencia que no es racional, pero es admitido por todos como indiscutible.
Las costumbres religioso-sociales generadas por esa creencia llevan una semilla que se puede desarrollar mucho más, incluso en una utopía. Si por alguna razón este mito-convicción o utopía es arrancado de raíz, no se destruye, sino que permanece en estado de espíritu. Por ejemplo, casi todos los clanes paganos tienen leyes consuetudinarias que nacen de costumbres de este tipo.
A medida que la sociedad se hace más grande, su legislación se desarrolla sobre la base de esas primeras convicciones sostenidas unánimemente. A través del proceso de crecimiento y maduración, los miembros del grupo no exigen una base racional para esas creencias. Ni siquiera es un tema de discusión entre ellos. Esos primeros hechos” acerca de sí mismos son asumidos como evidentes.
Al igual que los otros antiguos pueblos paganos, los romanos nacieron de la unión de pequeños grupos de familias que vivían en los territorios rurales y se casaban entre ellos. Entonces, los miembros del grupo A comenzaron a casarse con miembros de un grupo similar B, luego C y D. Estos pequeños grupos de familias relacionadas entre sí formaban un grupo de personas unidas por lazos familiares. Cuando el número de personas que viven en estos grupos rurales se hicieron más grandes, ellos tenían la tendencia a establecer un centro para sus grupos: Esto llevó al nacimiento de la ciudad. Por lo tanto, los grupos rurales comenzaron a estructurarse en torno a la ciudad. Esto describe los orígenes de Roma.
Quirino fue un antiguo dios romano, más o menos identificado con Rómulo, el legendario fundador de la ciudad. La legislación en el primer sistema legal en Roma se llamaba Ius Quiritium, o Ley Quirinia. Esas leyes se aplicaron a los primeros habitantes que adoraban a Quirino. Pero, como otros pueblos llegaron a Roma, los jueces se dieron cuenta que no se podría aplicar la misma ley a ambos de esos primeros ciudadanos e inmigrantes, ya que este último tenía sus propios dioses y mitos o ninguno en absoluto.
Por lo tanto, Roma se convirtió en una gran ciudad con dos tipos de habitantes: los Quirinianos, los antiguos seguidores de Quirino que habían fundado la ciudad y que representaba a la clase noble, y los demás habitantes de distintos orígenes que habían venido a vivir a Roma. Estos últimos incluían todo tipo de hombres, desde buenos trabajadores manuales hasta aventureros, esclavos liberados y delincuentes. La antigua nobleza se mantenía aparte de esta nueva clase. Consecuentemente, comenzó a existir dos tipos de ley: una para los antiguos ciudadanos de Roma, que adoraban a Quirino, y otra para gobernar a los demás. La primera fue la Ius Quiritium, y la segunda, la Ius Gentium, la Ley de las Naciones aplicada a los forasteros.
Graciano compiló las leyes de la Iglesia en la Edad Media
La Ius Gentium eventualmente pasó a ser aplicada a todo el Imperio Romano. Llegó a ser tan perfecta, proveyendo tan bien para los derechos y necesidades de los pueblos, que se convirtió en un excelente espejo de la Ley Natural. Ella se volvió mucho mejor que las leyes que se aplican específicamente a los patricios romanos, una complicada red de excepciones, privilegios y contradicciones. Más tarde, los propios patricios abandonaron la Ius Quiritium y la remplazaron con el Ius Civile, el Derecho Civil, con muchas partes tomadas de la Ius Gentium.
Esta ley estaba tan bien hecha que la Iglesia juzgó que tenía muchos desarrollos naturales de los Diez Mandamientos. Cuando la Iglesia dejó las catacumbas, ella adoptó ese Derecho Romano, lo purificó de sus errores paganos y lo convirtió en Ley por excelencia. Ella también la aplicó a sí misma y la convirtió en la base de su Derecho Canónico. Fue este Derecho Romano purificado que los hombres medievales adoptaron como un buen fruto de la civilización romana para ser conservado. Hasta hoy en las Facultades de Derecho, se enseña el Derecho Romano como el fundamento de toda ley civilizada. Nadie pensaría en enseñar la ley de los upanishads, los vedas o los incas para instruir a los estudiantes. Fue el genio que los romanos tenían por la ley que hicieron universal su Derecho Romano.
Por lo tanto, lo que comenzó como un defectuoso mito religioso pagano en el comienzo de la historia de Roma generó las costumbres y leyes que regían toda la ciudad de Roma. Esta ley, debido a circunstancias históricas únicas, generó el Ius Gentium y el Ius Civile, que serían los mejores frutos de la civilización romana.
El espíritu del Imperio Romano después de su caída
El Derecho Romano fue también una consecuencia de la idea romana de Imperio. Puesto que los romanos carecían de los medios fáciles de comunicación que tenemos hoy en día, su imperio respetó mucho las autonomías regionales y las culturas de cada una de sus provincias y no interfería en las costumbres locales. Así, en muchos puntos su Imperio estaba de acuerdo con la Ley Natural.
Alguien me podría preguntar: Después de que los bárbaros destruyeron el Imperio Romano en Occidente, ¿fue su espíritu que dio origen al Sacro Imperio Romano Germano?
En cierto modo se podría decir que sí, de otro modo, no.
El Imperio Romano había estado muerto por más de 300 años cuando Carlomagno fue coronado en el año 800. Este fue un largo período de tiempo. Alguien podría decir que fue el espíritu del Imperio Romano que se cernía a través de los siglos sobre las ciudades romanas destruidas y las tribus bárbaras. Por lo tanto, diría que fue este espíritu el que inspiró el renacimiento del Imperio.
Por otro lado, cuando el Papa San León II coronó a Carlomagno, él quiso que Carlomagno asumiera el cargo de emperador que estaba vacío, y no para hacer otro imperio. En ese tiempo casi todo el mundo considera que el Imperio Romano como que seguía vivo; y en realidad estaba bastante vivo en Oriente. Por lo que puedo ver, todo el mundo aceptó a Carlomagno como un nuevo emperador romano. Carlomagno mismo veía las cosas de esta manera. Por ello, el Sacro Imperio Romano Germano tenía el nombre romano en él.
Aunque la realidad política que surgió fue mucho más rica y más perfecta que el Imperio Romano, porque estaba volcada para la gloria de Dios y la exaltación de la Iglesia, su ideal y raíz natural y el del Imperio Romano. Por lo tanto, yo diría que no es propiamente hablando un espíritu, sino una continuación del mismo ideal natural.
La influencia de los legistas hizo famosa a la Universidad  de Bolonia,
por su enseñanza del Derecho Romano
Si ustedes quieren un ejemplo de un espíritu romana menos discutible, tenemos el espíritu del Derecho Romano que fue manipulado por los legistas, una escuela de juristas de finales de la Edad Media, una especie de francmasonería, que interpretó el Derecho Romano de una forma teórico y artificial. La estructura orgánica del Estado medieval se había vuelto muy diferente que el del Estado romano. El feudalismo fue un sistema que fomentó pequeñas unidades políticas y características regionales incomparablemente más que los romanos. Cada reino de la cristiandad era un mosaico de unidades orgánicas que desarrollaron sus asseitas[1] tanto como sea posible.
Se trataba de destruir ese orden político magnífico por lo que los legistas se esforzaron por restablecer el Derecho Romano. Por tanto, ellos utilizaron el espíritu del Derecho Romano para defender la centralización del poder en manos de los reyes e implantar una ley uniforme para todos. Ellos torcieron el Derecho Romano para satisfacer sus propósitos revolucionarios. A partir de este movimiento revolucionario nació el Derecho moderno con todas sus deformaciones.
Fuente: TIA


[1] Asseitas o aseitas en lenguaje escolástico es la característica del ser que existe per se (a se) y no por otra (ad alio), en su sentido propio, es el carácter del ser que es per se, id est, cuya la existencia no proviene de otro; es increado. Es un atributo propio de Dios. En su sentido lato, es el carácter de lo que es per se, que tiene su propia existencia (Pablo Fouquié, Dictionnaire de la Langue Philosophique, París: PUF, 1962). En el texto asseitas se utiliza analógicamente como la característica ontológica principal  que Dios le dio a un hombre que él tiene que desarrollar con el fin de realizarse perfectamente a sí mismo y a la misión divina que Dios le dio.
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