sábado, 16 de junio de 2012

Piano Concerto No.21 in C major, K467: 2. Andante - Wolfgang Amadeus Mozart

Dejamos aquí para el deleite de los lectores esta elegantísima pieza de piano de Mozart del 2do movimiento, Andante, del Concierto para piano en C mayor N° 21. Haga clic en play
Para comprar el CD aquí: CDUniverse

viernes, 15 de junio de 2012

Mitos al descubierto. Requetés: soldados de otro siglo

Presentamos este fabuloso video documental sobre la resistencia anticomunista y católica durante la Guerra Civil Española

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús y la Contra-Revolución


Plinio Corrêa de Oliveira
Santo del Día, 4 de marzo de 1965
[En este mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, creemos oportuno publicar algunos artículos al respecto, aquí presentamos algunas palabras del Prof. Plinio]
Imagen del Sagrado Corazón venerada
por el Prof. Plinio desde su infancia
Los Sres. saben que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se encuentra en la raíz de todos los movimientos contra-revolucionarios mayores o menores, más conocidos o menos, que surgieron a partir del momento en que Santa Margarita María recibió esa revelación en el siglo XVII. Ella recibió la incumbencia de, en nombre del Sagrado Corazón de Jesús, pedir al rey Luis XIV, que consagrase Francia al Sagrado Corazón y que pusiese en las armas de Francia el Corazón de Jesús.
Con esa incumbencia se prometía al rey que desde que él se resolviese a atacar a los enemigos de la Iglesia, el Corazón de Jesús lo ampararía, conduciría su reinado a una gran gloria, etc., etc. [cfr. Marguerite-Marie Alacoque, Vie et oeuvres, Saint Paul, Paris-Fribourg, 1990, t. II, pp. 335-337, 343-344, 435-436] Lo que el Sagrado Corazón de Jesús estaba esperando de Luis XIV es que él mudase la orientación que tenía y se pusiese a la cabeza de la Contra-Revolución. Una vez que hiciese eso, habría para él un reinado de gloria y habría para Francia un verdadero apogeo, pero un apogeo católico. Es evidente que en ese caso, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se habría extendido por el mundo entero; habría habido, en Francia, clima para la predicación de San Luis Grignion de Montfort y para que también se generalizasen por el mundo entero ―San Luis Grignion de Montfort también vivió en el tiempo de Luis XIV― y se habría conseguido evitar la Revolución Francesa. Mediante ese pedido hecho al rey, la Revolución, en la forma que tenía al tiempo de Santa Margarita María, se habría estancado; la forma pésima que tomó después y que fue la Revolución Francesa, se habría evitado.
Por lo tanto, esa devoción, luego en su primer movimiento, en su primera indicación de parte del Sagrado Corazón, tiene un sentido nítidamente contra-revolucionario.

Luis XIV, a quien Jesús pidió que 
consagrara Francia a su Sagrado Corazón
El profesor Furquim, habiendo estudiado detenidamente esto, llama la atención para el hecho de que los varios movimientos contra-revolucionarios que se desarrollaron en los siglos XVIII y XIX tenían ligación con el Sagrado Corazón. Los Sres. saben que los “chouans” también llevaban el Sagrado Corazón de Jesús en el distintivo, y que esa devoción ha sido, invariablemente, preconizada por los buenos, ha inspirado a los buenos y ha sido para ellos una causa de aliento, en cuanto ha sido detestada por los malos.
¿Qué dicen los malos contra la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? Primero una cosa que piensan ser un argumento decisivo: “¿Por qué adorar al Corazón de Jesús? ¿No podríamos hacer una linda devoción a las sagradas manos de Jesús? ¿A los sagrados ojos de Jesús? Entonces descomponemos blasfemamente a Jesús y vamos a hacer una adoración a cada parte del cuerpo. Entonces, hacemos una adoración a las orejas, que oyen todas las súplicas del hombre, a la boca, que habló, a las manos que bendijeron. Entonces, no vale la pena hacer esa devoción”.
“Después, dicen ellos, es una devoción sentimental. El corazón es el emblema del sentimiento para el sentimentalismo. Por lo tanto es una devoción sentimental sin contenido teológico y no debe ser admitida”.
En realidad, la Santa Sede, varias veces, por medio de documentos pontificios solemnes, sustanciosos, magníficos, recomendó esa devoción (por ejemplo la encíclica Inscrutabile divinae sapientiae del Papa Pío VI, en 1775); cubrió de indulgencias la devoción de los primeros viernes, vinculadas a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Ella aprobó y estimuló la construcción de iglesias, altares e imágenes en alabanza del Sagrado Corazón.
La Iglesia ha aprobado esa devoción de modo superabundante y tiene todo para merecer nuestra confianza. Por otra parte, ese argumento de que no se puede tener una devoción a cada parte del sacratísimo cuerpo de nuestro Señor, no tiene sentido ninguno. De hecho, privadamente hablando, podemos adorar a nuestro Señor en sus manos santísimas, podemos y debemos adorarlo en sus ojos infinitamente expresivos, significativos, regios, doctorales y salvadores. Pensar que con una sola mirada regeneró a San Pedro, y adorar a nuestro Señor inclusive en sus ojos divinos, evidentemente es una cosa que se puede hacer.
Apenas que la Iglesia, que tiene mucho el sentido del ridículo, y que comprende que el ridículo queda a un paso de los sublime, comprende que los espíritus vulgares tendrían facilidad en poner sarcasmo contra una cosa que así desmembrada realmente choca un poco a la sensibilidad humana, pero que nada tiene de contrario al raciocinio y que puede hacerse hasta muy adecuadamente. Por ejemplo, se cuenta de las piedras de la vía sacra ―sobre todo de una― en el camino de nuestro Señor, que tendría la marca de sus pies divinos. Al adorar sus pies divinos en cuanto pisaron la tierra para enseñar, en cuanto se cubrieron del polvo de los caminos para enseñar y salvar, para combatir el mal, adorar esos pies en cuanto sirvieron para cargar la cruz, en cuanto se llenaron de sangre para nuestra redención, en cuanto soportaron los clavos de la Pasión, es perfectamente verdadero, legítimo, necesario.
Y hasta es un lindo modo para que adoremos a nuestro Señor Jesucristo que nos unamos a las disposiciones y meditaciones de nuestra Señora, en la ocasión en que nuestro Señor fue descendido de la cruz, cuando Ella tuvo su cuerpo sacratísimo en sus brazos, exangüe. Ella contempló cada parte de ese cuerpo golpeado con un dolor, con una profundidad de conceptos, de amor, de veneración, de respeto, de cariño. Ella consideró cada una de esas partes; adoró, ciertamente, cada una de esas partes en su significación y su función especifica; midió la ofensa hecha a la divinidad en haber flagelado aquella parte y con eso ―al final de cuentas― Ella practicó esa devoción.
Por lo tanto, es apenas una cuestión de conveniencia, una cuestión de sentido de las apariencias, sentido de las proporciones, si osase expresarse así, que hace que la Iglesia no promueva la adoración de cada una de las partes del cuerpo de nuestro Señor.
¿Qué es, propiamente, la devoción al Sagrado Corazón? Es la devoción al órgano de nuestro Señor, que es el Corazón. Pero en la Escritura, el corazón no tiene el significado sentimental que tomó más o menos a finales del siglo XVIII, y con certeza en el siglo XIX; no expresa el sentimiento. Cuando la Escritura dice: “A ti te di mi corazón: yo te buscaré”, el corazón ahí es la voluntad humana, es el propósito humano, es propiamente, la santidad humana. Ahí cuando nuestro Señor dice eso, dice: “en mi voluntad santísima, Yo quiero”. El Evangelio dice: “Nuestra Señora guardaba todas esas cosas en su corazón y las meditaba”. Los Sres. perciben que no es el corazón sentimental, sino la voluntad de Ella, el alma de Ella que guardaba aquellas cosas y pensaba sobre ellas. El corazón es la voluntad de la persona, su elemento dinámico que considera y pondera las cosas. El Sagrado Corazón de Jesús es la consideración de eso en nuestro Señor, simbolizado por el corazón, porque todos los movimientos de la voluntad del hombre pueden tener en el corazón una repercusión. En ese sentido, entonces, es el órgano adecuado para expresar eso. Y es en ese sentido, entonces, que se adora al Santísimo Corazón de Jesús.
Por correlación, por conexión, existe la devoción inmensamente significativa del Inmaculado Corazón de María. El Inmaculado Corazón de María es un sagrario dentro del cual encontramos al Sagrado Corazón de Jesús.
A esa devoción nuestro Señor prometió un caudal de gracias. Comenté el año pasado las promesas del Corazón de Jesús a quien hiciere los nueve primeros viernes. Lo más notable de esas promesas es que las almas que hicieren los nueve primeros viernes no morirán sin tener la gracia especial de arrepentirse antes. No quiere decir que ellas ciertamente irán para el cielo. Quiere decir que tendrán una gran gracia antes de morir; no quiere decir que van percibir que van a morir, sino que en el momento relacionado con la muerte, ellas tendrán una gran gracia, tan grande que se pueden tener de su salvación todas las esperanzas.
Inmaculado Corazón de María
Los Sres. comprenden cuánto empeño hay en la Iglesia en que esa devoción sea conocida, sea apreciada, sea medida con la razón, porque devoción sentimental no tiene sentido. Devoción varonil es la que procura conocer la razón de ser de la cosa y ama aquello por su razón de ser; así es que un hombre y una mujer fuerte piensas a respecto de las cosas de piedad. Entonces pensar en eso significa que dirijamos nuestra alma al Corazón de Jesús como fuente de gracias, calculadas para la época de Revolución, calculada para las épocas difíciles que deberían venir y pedir que el Corazón de Jesús, regenerador por la sangre y por el agua que de Él salió, nos lave. Esto es propiamente la oración magnifica que se debe considerar en los viernes y, sobre todo, en el primer viernes del mes, y en el Viernes de la Pasión.
Así, termino insistiendo en este punto. Ya hablé que aquel centurión que perforó un una lanza el Corazón de Jesús, al practicar ese acto de violencia contra ese verdadero sagrario que era el Corazón Sagrado de Jesús, salieron del costado de nuestro Señor sangre y agua, una parte cayó en sus ojos, y él inmediatamente se curó y recuperó la vista. Para nosotros eso es altamente elocuente.
Quiere decir que quien tiene devoción al Sagrado Corazón de Jesús puede pedir una gracia igual, no para la vista física, de la cual, gracias a Dios, ninguno de nosotros carece, sino para la vista mental, si queremos tener el sentido católico y de la Contra-Revolución, si queremos tener la percepción de cómo la Revolución y la Contra-Revolución trabajan en torno de nosotros, si queremos tener el sentido para distinguir en nosotros lo que es revolucionario y contrarrevolucionario, si queremos tener conocimiento de nuestros defectos, si queremos tener conocimiento de las almas de los otros para hacer bien a los otros, si queremos tener un buen discernimiento para los estudios, si queremos tener la distancia psíquica para tener equilibrio mental y nervioso y para curarnos ―cuanto sea posible― de las perezas de todo orden, podemos y debemos recurrir al Sagrado Corazón de Jesús que, con una gracia brotada de Él ―como el agua que curó al centurión― pueda eliminar la ceguera de nuestras almas, porque estamos llenos de cegueras de todos los grados y tipos.
Pidamos al Sagrado Corazón de Jesús, por intermedio del Corazón Inmaculado de María ―porque sólo así, por intermedio de nuestra Señora es que se obtiene de Él las gracias que nos curen de esa múltiple ceguera―, y habremos hecho un esplendido pedido y estaremos camino de conseguir una gracia magnífica.
El presente texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, no ha sido revisada por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviese vivo, ciertamente pediría que se colocase explícita mención de su filial disposición a rectificar cualquier discrepancia en relación al magisterio de la Iglesia. Es lo que referimos aquí, con sus propias palabras:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial celo a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, por lapso, ocurra que algo no está conforme a aquella enseñanza, desde ya la rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que les da el Prof. Plínio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición fue publicada en el Nº 100 de "Catolicismo", en abril de 1959.

miércoles, 13 de junio de 2012

MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – II


MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – II
La posición práctica y teórica de la Iglesia
Plinio Corrêa de Oliveira
He desarrollado y documentado este tema más ampliamente en mi libro Revolución y Contra-Revolución. En pocas palabras, lo que la Iglesia enseña es que las tres formas de gobierno monarquía, aristocracia y democracia son, en principio legítimas y se ajustan a la justicia. Por lo tanto, ninguna es intrínsecamente mala.
Ella también enseña que, teóricamente hablando, es más eficiente para un Estado que el gobierno sea ejercido por una persona que por muchas, debido a que el primero ofrece una mayor unidad y la estabilidad. Un ejemplo trivial explica esta enseñanza: Imaginemos un autobús o un barco en el que cada pasajero tiene derecho de decirle al conductor o a comandante a dónde ir. No es difícil imaginar que en breve el viaje podría convertirse en un pandemónium. Es obvio que cuando un solo hombre decide qué hacer y dónde ir, el autobús o el barco se mantiene en el camino y alcanza su propia meta.
Escudo de la Liga Hanseática, un grupo de ciudades-estado 
gobernada democráticamente
Del mismo modo, según la enseñanza de la Iglesia, cuando un buen rey gobierna, la monarquía es la forma de gobierno más fructífera y que produce los mejores resultados. Sin embargo, debido a la debilidad humana, enseña Santo Tomás, la monarquía es también donde más fácilmente se puede producir el abuso de poder. Por lo tanto, la monarquía es buena, pero es muy frágil. Es mejor combinarla con las otras formas de gobierno, para incluir en ella algo de aristocracia y democracia. Por lo tanto, cuando se reúnen estos tres elementos, se constituye la forma más perfecta de gobierno.
La aristocracia pura no es también una forma perfecta de gobierno, ya que carece de cabeza. Ni tampoco es la democracia pura una forma perfecta, ambas carecen de una élite y de una cabeza.
Este análisis teórico no implica que, históricamente hablando, una aristocracia sin mezcla de ningún otro elemento de democracia no pueda tener éxito, como lo fue, por ejemplo, en Venecia. El sistema aristocrático que gobernó Venecia lo hizo tan bien que, a pesar de no tener un monarca y no ser una democracia, que la ciudad-estado se convirtió en una de las grandes potencias de Europa en los ámbitos comerciales y militares.
El Parlamento de la Liga Hanseática en la ciudad de Lübeck,
 al norte de Alemania
También ha habido democracias que han funcionado muy bien. En la Edad Media muchas ciudades libres plebeyas en el Sacro Imperio Romano Germánico fueron gobernadas por la gente común, siguiendo un sistema representativo. Varias ciudades incluso permitieron que algunas mujeres tuvieran voto en el proceso de toma de decisiones.
Muchas de esas ciudades llegaron a tener gran influencia y poder. Por ejemplo, las ciudades de Bremen, Hamburgo, Lübeck y Danzig formaron la Liga Hanseática, que fue una de las grandes potencias de Europa y jugó un papel importante en la escena internacional. Estos fueron los gobiernos plebeyos democráticos.
Reunión de las cortes catalanas 
en presencia del rey, siglo XV
Podemos ver que, dependiendo de las diferentes circunstancias, cualquiera de las tres formas de gobierno puede producir buenos resultados. Tales circunstancias incluyen los antecedentes históricos del país, su configuración geográfica, el temperamento del pueblo, su cultura, sus necesidades reales, etc. Todos estos factores se combinan para sugerir a un pueblo la mejor forma de gobierno. La Iglesia no interviene en la cuestión de cuál debe ser la forma de gobierno establecida en cada país, puesto que esa no es su misión. Su misión es juzgar qué formas son justas o injustas y cuál es la mejor teóricamente hablando, lo que no significa que siempre será la mejor forma prácticamente hablando para determinado país.
En efecto, si una monarquía absoluta hubiese sido instituida en Venecia, lo más probable es que habría sido desastroso. Del mismo modo, si una aristocracia gobernara la ciudad de Lübeck, muy probablemente no tendría éxito. Del mismo modo una democracia que hubiere gobernado el Sacro Imperio Germano bien podría haber terminado mal. A pesar de que en el ámbito especulativo cada una de estas formas es justa, en concreto cada uno de ellas se ajusta de manera diferente a las circunstancias y formas de ser de un país. Por lo tanto, la Iglesia no entra en esta elección. Ella se limita a definir lo que es justo e injusto, y permite que el país haga su propia selección.
En la Edad Media, casi todas las monarquías estaban mezcladas con las otras formas de gobierno. Por una parte, estaba el rey que tenía el poder directo para gobernar a todos sus súbditos; por otra parte, bajo él estaban los señores feudales que tenían su propio poder y jurisdicción en la que el rey normalmente no podía interferir. Al mismo tiempo, muchas leyes fueron generadas por las costumbres del pueblo y las cámaras de representantes locales de las ciudades.
Casi todas las monarquías tuvieron instituciones similares al Parlamento Inglés. En Francia estaban los Estados Generales, en España y Portugal estaban las Cortes, en Alemania, la asamblea era llamada la Dieta, que a menudo se reunía en la ciudad Worms. Esta última era un poco diferente de las otras, pero en Francia, España y Portugal, estos organismos estaban compuestos por representantes del clero, la nobleza y el pueblo que eran convocados por el rey para que dieran su opinión sobre determinadas cuestiones relativas al bien común del país.
Véase el artículo anterior de esta serie haciendo clic en este título: Monarquía, aristocracia y democracia – Definiciones ejemplos & matices.
Continuará… El siguiente artículo de esta serie se titula: ¿La autoridad representa a Dios o al pueblo soberano? Lo publicaremos dentro de la próxima semana.
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