sábado, 8 de diciembre de 2012

Pío IX y la Inmaculada Concepción


Plinio Corrêa de Oliveira
Tomado de TIA

En la bula Ineffabilis, firmada por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, él dice:

“Nuestra boca está llena de gozo y nuestra lengua de júbilo, y damos humildísimas y grandísimas gracias a nuestro Señor Jesucristo, y siempre se las daremos, por habernos concedido aun sin merecerlo, el singular beneficio de ofrendar y decretar este honor, esta gloria y alabanza a su santísima Madre.

”Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma Santísima Virgen, que toda hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo, y que es la gloria de los profetas y apóstoles, y honra de los mártires, y alegría y corona de todos los santos, y refugio segurísimo de todos los que peligran, y fidelísima auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra ante su unigénito Hijo, y gloriosísima gloria y ornato de la santa Iglesia, y firmísimo baluarte que destruyó siempre todas las herejías, y libró siempre de las mayores calamidades de todas clases a los pueblos fieles y naciones, y a Nos mismo nos sacó de tantos amenazadores peligros.

”Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma Santísima Virgen… hará con su valiosísimo patrocinio que la santa Madre católica Iglesia, remueva todas las dificultades y venza todos los errores en todos los pueblos”[i].

Estos extractos podrían parecer extraños a las generaciones presentes, por dos razones: la primera, por sus largan sentencias, y la segunda, por el uso de superlativos.

Al estilo moderno le gustan las frases cortas y pocos superlativos. El mérito de la frase larga, sin embargo, es relacionar una serie de pensamientos en una frase. Y el mérito de los superlativos ―cuando se aplican correctamente― es romper los patrones comunes en que nos movemos y hacernos comprender las realidades profundas ―que son las realidades superlativas― de las que el lenguaje humano sólo puede encontrar un superlativo para expresarlas. Todo lo invisible, todo lo sobrenatural, todo lo que es mucho más que el orden visible en el que nos movemos, es tan más grande que nosotros, que el lenguaje sólo se refiere a esas cosas con superlativos.

Y si esto es verdad de todo lo que es invisible, es particularmente verdadero de nuestra Señora, que es la reina de todas las cosas visibles e invisibles, y que está por encima de todo lo visible e invisible. Por esta razón, teniendo sólo a Dios por encima de ella, los propios superlativos se hacen añicos, y encontramos que en nuestro lenguaje no hay ninguna manera de describirla adecuadamente. Por lo tanto, añadiendo un superlativo a otro, terminamos sólo afirmando el fracaso de todos ellos para decir lo que debe decir. Pero a través de este esfuerzo, de alguna manera hacemos entender que tenemos alguna idea de la grandeza de la Virgen.

La gloria y privilegios de nuestra Señora

Pío IX acumula un número de ideas en estas sentencias. Estas largas sentencias son círculos, cada uno forma un tipo de diadema con muchas joyas que adornan la corona de la Virgen. Presentando esta serie de ideas acerca de la Inmaculada Concepción, él nos hace ver que debido a que la Virgen María fue concebida sin pecado original ―y esto en anticipación por ser ella la Madre de Dios― ella alcanzó el grado más alto de gloria en todos los órdenes.

Primero, él hace un acto de agradecimiento por el hecho de que él haya sido elegido, como Papa, para definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Él dice: “Nuestra boca está llena de gozo y nuestra lengua de júbilo”. Toda la frase es superlativa. Y realmente, no hay lengua humana que pueda expresar suficientemente su alegría de que la Inmaculada Concepción fuese definida, tanto más cuanto es el hombre que es llamado el Príncipe de los Pastores y el sucesor de San Pedro.

De manera que la boca de Pío IX se regocija de alegría. Es una alegría que brota de sus labios y se convierte en exultación. Esta gran alegría se debe a que la Inmaculada Concepción de la Virgen fue definida, y porque él fue el instrumento para esa definición.

Él explica, diciendo que él da “humildísimas y grandísimas gracias” ―todo es superlativo― “a nuestro Señor Jesucristo… por singular beneficio” ―no se trata de una gracia normal, sino de una sin igual― “Él nos ha concedido, aunque nosotros seamos indignos, decretar y ofrecer este honor, gloria y alabanza a Su Santísima Madre”.

El poder del papado que puede definir un dogma

Aquí vemos la grandeza de un Papa, la grandeza del pontificado romano, que es el Poder de las Llaves. Nuestra Señora está por encima de todos los ángeles y todos los santos. Ella está, por decirlo así, sentada en un trono al lado de nuestro Señor Jesucristo.

Pero un Papa, un simple hombre viviendo en esta tierra, puede decir que él definió y decretó este título que da nuevo honor, alabanza y gloria a la Santísima Madre de Dios. Es decir, ¡el Poder de las Llaves le dio los medios para colocar una nueva corona en la frente de aquella que está tan por encima de él! Ese es el inmenso poder y la grandeza del papado.

Una Virgen bella e inmaculada

Este es su primer pensamiento. Es seguido por un segundo ―que nuestra Señora, por ser Inmaculada, aplastó la cabeza del diablo: “Sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma Santísima Virgen, que toda hermosa e inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente, y trajo la salud al mundo”.

Su pensamiento es muy claro aquí. Ser impecable y hermosa, nuestra Señora trituró la cabeza del diablo. Podemos ver que estas ideas son inseparables. El Papa piensa en la belleza de la Virgen y en su poder. A modo de contraste, él inmediatamente piensa en la cruelísima serpiente que es triturada por ella. Es decir, su belleza no sería completa si no fuese una belleza triunfal que aplasta al demonio.

Porque ella es tan pura, tan hermosa, no es suficiente que todas las criaturas de este mundo y del cielo y el purgatorio le rindan homenaje. Es necesario que el enemigo sea vencido bajo sus pies.

Por lo tanto, toda la idea de su gloria conlleva la idea de encadenar al demonio, aplastado y humillado, con la cara al suelo, porque así lo deseó ella y porque ella fue el instrumento de Dios para realizarlo. Esta es parte de su belleza. También es otra manifestación de la idea de que el hombre sólo puede comprender todo el esplendor de la verdad, de la belleza y da la bondad cuando se coloca en contraste con el error, el mal y la fealdad. Esto queda muy claro en la imagen de la Inmaculada Concepción.

Su intercesión por los pecadores arrepentidos

A continuación, el Papa dice, “confiamos toda nuestra esperanza en ella”. Esto se debe a que ella es hermosa e inmaculada, pero también porque ella aplasta al demonio. ¡Si tan sólo pudiéramos recordar esto en los momentos de la tentación! Tenemos la tentación, el diablo está tratando de sacarnos algún mal, tenemos miedo de fracasar cayendo en el pecado. Nuestra Señora aplastó la cabeza de Satanás y, por lo tanto, puede salvar a cualquier pecador de sus garras. Ella puede arrebatar cualquier alma tentada de su influencia y su imperio. Esta es una razón para confiar en ella y debería animarnos en nuestra vida espiritual.

Por lo tanto debemos considerar primero cómo nuestra Señora, por ser Inmaculada y hermosa, aplastó la cabeza del diablo;

Segundo, cómo ella, siendo Inmaculada, es la gloria de los profetas y de los apóstoles, el honor de los mártires, el gozo y la gloria de todos los santos. Ella no sólo aplastó al diablo, sino también ella es la alegría y la belleza de los cielos. Ella es “junto a su Hijo unigénito “la fidelísima auxiliadora y poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra”. Aquí hay un pensamiento que ya no se refiere sólo a los individuos, sino toda la sociedad humana como tal; ella reconcilia a toda la humanidad, a todos los Estados, naciones y al orden público.

Tercero, como ella es el refugio más seguro y el más fiel apoyo para todos los que están en peligro. Aquí una vez más, encontramos superlativos; nuestra Señora no es sólo un refugio o apoyo fiel. No, ella es el refugio más seguro, el más fiel apoyo para quienes están en peligro.

¿Qué relación tiene esto con la Inmaculada Concepción? Nuestra Señora, que nunca experimentó tal peligro porque ella fue confirmada en gracia desde el primer instante de su ser, tiene una enorme compasión por sus hijos que están sujetos a estos peligros en este mundo. No existe en este mundo una verdadera madre católica que no abriga temor acerca de lo que les puede pasar a sus hijos. Ahora, nuestra Señora discierne este peligro mucho más claramente. Podemos decir que cuanto más “afligida” ella esté por nuestra situación, con mayor seguridad podemos ser rescatados cuando le rezamos a ella. Esto es lo que se entiende aquí.

Su protección y poderosa intercesión contra la herejía

Ella es “gloriosísima gloria y ornato de la santa Iglesia, y firmísimo baluarte”. Ella es, entonces, el terror de los demonios, el honor y la gloria del cielo, la protectora de los hombres y el ornamento de la Iglesia. ¿Por qué? Porque la Iglesia es un paraíso, una prefigura del paraíso celestial, y si ella es el honor del paraíso celestial, ella tiene que ser el honor de la Iglesia Católica.

El Papa continúa: “sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta en ella que destruyó siempre todas las herejías”. Todas las herejías, dice, incluyendo las que nos causan el mayor angustia. Ella ha salvado a los fieles de los mayores males de todo tipo, incluidos aquellos que más nos alarman, y nos libra de los muchos peligros que nos amenazan.

Debemos confiar en que, con su eficacísima protección, ella desea hacer que nuestra Santa Madre Iglesia venza todas las dificultades, incluyendo el más inesperadas y enormes. Por lo tanto, después de aplastar todos los errores ―incluso aquellos que la gente puede abrazar incidentemente, como los que vemos en los periódicos de hoy― la Iglesia Católica pueda florecer cada día más y más en medio de todos los pueblos y en todos los lugares.

Nuestra Señora, la conversión del mundo y el Reino de María

Esta afirmación de que la Iglesia debería prosperar en medio de todos los pueblos y en todas partes parece ser un anticipo del Reino de María.

¿Qué es lo que debemos pedir a la Virgen el día de hoy, día de la Inmaculada Concepción? Tengo la impresión de que deberíamos decirle: “Que venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Deberíamos pedir que su Reino venga pronto y que este estado de cosas termine donde su voluntad no se hace sobre la tierra. Incluso en lugares donde uno esperaría que su deseo se cumpliera, no hay tal cumplimiento. Cuando el hombre cumple su voluntad en esta tierra, éste será su Reino.


[i] El texto completo de la bula se puede leer haciendo clic aquí.
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