sábado, 26 de abril de 2014

La Gran Apostasía y una falsa Iglesia predichas en el Nuevo Testamento y en la profecía católica

Juan Pablo II durante una oración sincretista reunido con varios falsos líderes religiosos en Asís en 1989. Esta actividad “ecuménica” siempre fue condenada por la Iglesia Católica, y recalcada específicamente por el Papa Pío XI en 1928 como un rechazo completo de la fe católica. Esta es una revolución contra la fe – un nuevo evangelio.
Lucas 18, 8: “Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?”

En el Evangelio, nuestro Señor Jesucristo nos profetizó que en los últimos días la verdadera fe se habrá casi extinguido en el mundo. Él nos dice que en el mismo “lugar santo”, justamente ahí, se instalará la “abominación de las desolación” (Mt. 24, 15), y habrá un engaño tan encubierto, que si fuera posible, hasta los escogidos serían engañados (Mt. 24, 24).

Mateo 24, 15: Cuando viereis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, en el lugar santo, el que leyere entienda”.

Mateo 24, 24-25: “Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano”.

2 Tes. 2, 3-5: “Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre del pecado, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo. ¿No recordáis que estando entre vosotros ya os decía esto?”.

En 1903, el Papa San Pío X pensó que tal vez él ya estaba presenciando los principios del mal que habrá de ocurrir en los últimos días.

Papa San Pío X, E Supremi, #5, 4 de octubre 1903: Hay buenas razones para temer que esta gran perversidad puede ser como si fuera un anticipo, y tal vez el comienzo de los males que están reservados para los últimos días; y que ya habita en este mundo el ‘hijo de perdición’ (2 Tes. 2, 3) de quien habla el Apóstol[1].

El Nuevo Testamento nos dice que este engaño ocurrirá en el corazón de las estructuras físicas de la Iglesia, en “el templo de Dios” (2 Tes. 2, 4) y “en el lugar santo” (Mt. 24, 15). Así será porque las personas no recibirán el amor a la verdad que los salvaría (2 Tesalonicenses 2, 10)

En 2 Tesalonicenses 2, San Pablo nos dice que los últimos días se caracterizarán por una gran apostasía, que será la peor de la historia; peor incluso que la ocurrida durante la crisis arriana del siglo IV, en la que apenas se podía encontrar un sacerdote auténticamente católico.

P. William Jurgens: En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la predicación de San Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), quizás el número de obispos católicos en posesión de sus sedes, a diferencia de los obispos arrianos, no era mayor entre el 1% y el 3% del total. Si la doctrina hubiera sido determinada por la mayoría, hoy todos seríamos negadores de Cristo y contrarios al Espíritu[2].

P. William Jurgens: “En tiempos del emperador Valente (siglo IV), San Basilio fue prácticamente el único obispo ortodoxo en todo Oriente que tuvo éxito en conservar el cargo de su diócesis. … Si ello no tuviere otra importancia para el hombre moderno, un conocimiento de la historia del arrianismo debería mostrarle, por lo menos, que la Iglesia católica no toma en cuenta la popularidad y el número para determinar y conservar la doctrina: de otro modo, ya hubiéramos abandonado a Basilio, Hilario, Atanasio, Liberio y Osio y nos llamaríamos arrianos[3].

San Gregorio de Niza (†380), Contra los Arrianos: “¿Dónde están los que nos insultan por nuestra pobreza y se enorgullecen de sus riquezas? ¿Esos que definen a la Iglesia por los números y desprecian al rebaño pequeño?”[4].

Si la crisis arriana ―sólo un preludio de la Gran Apostasía― fue tan extensa, ¿cuánto más extensa será la Gran Apostasía predicha por nuestro Señor y San Pablo?

Profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, superiores e inferiores, se pervertirán sobremanera. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que ella, finalmente, parecerá haberse extinguido, y la sucesión de Pedro y de los otros Apóstoles expirado. Pero después de esto, ella será exaltada victoriosamente a la vista de todos los incrédulos[5].

San Pablo nos dice además que en esta apostasía  un hombre se sentará en el templo de Dios y se “proclamará Dios a sí mismo”. Más adelante en este libro, demostramos que esto es exactamente lo que ha sucedido, un hombre ha tomado posesión de la Basílica de San Pedro proclamando que él y todos los demás son Dios.

El P. Herman Kramer fue un sacerdote católico que pasó treinta años estudiando y escribiendo un libro sobre el Apocalipsis. En su libro, él escribió lo siguiente acerca de la profecía de San Pablo con respecto al Anticristo sentado en el templo de Dios:

“San Pablo dice que el Anticristo ‘se sentará en el templo de Dios’… Este no es el antiguo templo de Jerusalén, ni un templo construido por el Anticristo, como algunos han creído, puesto que sería su templo… este templo tiene que ser de la Iglesia Católica, posiblemente una de las iglesias en Jerusalén o la de San Pedro en Roma, que es la iglesia más grande de todo el mundo y es, en su sentido pleno, ‘el templo de Dios’”[6].

Nótese que el P. Kramer dice  que “el templo de Dios” se refiere probablemente a la Basílica de San Pedro en Roma.

Papa Pío XI, Quinguagesimo ante, # 30, 23 de diciembre de 1929: “… tal fue la cantidad de personas que vinieron a la Basílica de San Pedro para la indulgencia del jubileo que, probable, Nos nunca habíamos visto el gran templo tan lleno de gente”[7].

La Enciclopedia Católica, en su artículo acerca del “Anticristo” nos dice que San Bernardo creía que el Anticristo sería un antipapa:

“… San Bernardo habla en el pasaje del antipapa [como la Bestia del Apocalipsis]”[8].

Bto. Joaquín († 1202): “Hacia el fin del mundo, el Anticristo derrocará al Papa y usurpará su sede”[9].

Pero créase o no que el Anticristo será un antipapa, lo que definitivamente ha sido profetizado es que las fuerzas del Anticristo gobernarán Roma en los últimos días. El 19 de septiembre de 1846, Nuestra Señora de La Salette profetizó que, como resultado de la apostasía de la única verdadera fe católica en los últimos días, Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.



Nuestra Señora de la Salette, 19 de septiembre de 1846:
Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo… la Iglesia será eclipsada”.


Nuestra Señora lloró en la Salette

Esta alarmante profecía coincide con las profecías de la Sagrada Escritura (Apocalipsis 17 y 18), que nos dice que la ciudad de las siete colinas (Roma) se convertirá en una ramera (una falsa Esposa de Cristo), que va a cometer fornicaciones espirituales (idolatría) y se embriagará con la sangre de los santos (falso ecumenismo). La gran ramera profetizada en la Biblia no es la Iglesia Católica; es una falsa Iglesia Católica, una falsa esposa apóstata que llegará en los últimos días para engañar a los católicos y eclipsar a la verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a un remanente. En este libro presentamos abrumadora, innegable e irrefutable evidencia, con bases doctrinales y hechos irreprochables, que la “Iglesia” nacida del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) en realidad no es la Iglesia Católica, sino más bien una falsa Iglesia masivamente fraudulenta que niega las enseñanzas fundamentales de la Iglesia Católica.

También demostramos que los hombres que impusieron esta nueva religión del Vaticano II y la Nueva Misa en realidad no son católicos, sino herejes manifiestos que predican una nueva religión.

De hecho, cualquier duda sobre la autenticidad del mensaje de nuestra Señora de La Salette es eliminada en este libro por un análisis cuidadoso de la evidencia. Entre otras cosas, este libro documenta que el Vaticano ahora enseña que los judíos son perfectamente libres de no creer en Jesucristo.

Esto puede ser alarmante para algunos, no obstante, es un hecho. Incluso sin que se consideren todas las otras apostasías que son cubiertas en este libro, este hecho prueba que las palabras de nuestra Señora se han hecho realidad: Roma (no la Iglesia Católica) ha perdido la fe (dando paso a una falsa secta no católica) y se ha convertido en la sede del Anticristo.

A fines de 2001, la Pontificia Comisión Bíblica publicó un libro titulado El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana. Este libro sostiene que la continua espera de los judíos por el Mesías sigue siendo válida y justificada por el Antiguo Testamento. “La espera mesiánica fue justificada en el Antiguo Testamento”, explicó el portavoz papal Joaquín Navarro-Valls, “y si el Antiguo Testamento mantiene su valor, entonces también mantiene eso como un valor. Se dice que usted no puede decir que todos los judíos están equivocados y nosotros tenemos la razón”. Cuando los periodistas le preguntaron si sus declaraciones podrían dar a entender que el Mesías, de hecho, no pudo haber venido, Navarro-Valls respondió, “Ello significa que sería un error para el católico esperar por el Mesías, pero no para un judío”. Por ende, esto significa que el Vaticano ahora sostiene que los judíos son perfectamente libres de rechazar a Cristo; esta es la enseñanza de los “Papas” del Vaticano II.

Roma ha perdido la fe y se ha convertido en la sede del Anticristo.

1 Juan 2, 22: “¿Quién es el mentiroso sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.

Pero, ¿cómo pudo esto ocurrir, y qué deben hacer los católicos al respecto? Este libro procura responder detalladamente ambas preguntas.




[1] The Papal Encyclicals, por Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 3 (1903-1939), p. 6.
[2] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, Collegeville, MN: The Liturgical Press, vol. 2, p. 39.
[3] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 3.
[4] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 33.
[5] Yves Dupont, Catholic Prophecy by Yves Dupont, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.
[6] Fr. Herman Kramer, The Book of Destiny, Tan Books, 1975, p. 321.
[7] The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 351
[8] The Catholic Encyclopedia, vol., Antichrist”, Robert Appleton Co. 1907, p. 561.
[9] Rev. Culleton, The Reign of Antichrist, Tan Books, 1974, p. 130.

Los escándalos y herejías de Juan XXIII

Ante la inminente “canonización” del antipapa Juan XXIII, es oportuno que todo verdadero católico sepa quién fue verdaderamente Angelo Roncalli

Yves Marsaudon, masón del rito escocés grado 33: “El sentido de universalidad que está muy extendido en Roma en estos días, es muy próximo a nuestro propósito de existir… apoyamos con todos nuestros corazones la revolución de Juan XXIII[1].


Juan XXIII (Angelo Roncalli) – El hombre que convocó el Vaticano II y que reclamó ser el Papa desde 1958 a 1963

Vamos a examinar algunos de los hechos acerca de Angelo Roncalli (Juan XXIII). Angelo Roncalli nació en 1881 y ocupó cargos diplomáticos en Bulgaria, Turquía y Francia. Roncalli fue también patriarca de Venecia.

ALGUNAS DE LAS ACTIVIDADES DE JUAN XXIII ANTES DE SU “ELECCIÓN” COMO “PAPA” EN 1958

Durante años, el Santo Oficio había mantenido un archivo sobre Angelo Roncalli (Juan XXIII) que decía “sospechoso de modernismo”. El archivo se remonta a 1925, cuando Roncalli, quien era conocido por sus enseñanzas heterodoxas, fue abruptamente removido de su cátedra en el Seminario Lateranense a mediados de semestre (fue acusado de modernismo) y enviado a Bulgaria. Esta transferencia a Bulgaria dio inicio a su carrera diplomática. De particular preocupación para Roma fue la permanente cercanía de Roncalli con el destituido sacerdote Ernesto Buonaiuti, quien fue excomulgado por herejía en 1926[2].

Ya en 1926, Angelo Roncalli (Juan XXIII) escribió a un ortodoxo cismático:

Católicos y ortodoxos no son enemigos, sino hermanos. Tenemos la misma fe; compartimos los mismos sacramentos y especialmente la eucaristía. Estamos divididos por algunos desacuerdos respecto a la constitución divina de la Iglesia de Jesucristo. Las personas que fueron la causa de estos desacuerdos murieron hace siglos. Abandonemos las viejas disputas, cada uno en su propio dominio, trabajemos para hacer bien a nuestros hermanos, dándoles el buen ejemplo. Más tarde, aunque viajemos por caminos diferentes, vamos a lograr la unión entre las iglesias para formar juntos la verdadera y única Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo[3].

Esta afirmación significa que la única verdadera Iglesia no ha sido aún establecida.

En 1935, Angelo Roncalli llegó a Turquía y entabló amistad con el subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores, Naman Rifat Menemengioglu[4]. Menemengioglu le dijo a Roncalli:

“La laicidad del Estado es nuestro principio fundamental y la garantía de nuestra libertad”. Roncalli respondió: “La Iglesia será cuidadosa en no infringir vuestra libertad”[5].

En Turquía, Roncalli también afirmó: “Ustedes los irlandeses son imposibles. ¡En el momento en que llegáis al mundo, incluso antes de ser bautizados, comenzáis a condenar a todos los que no pertenecen a la Iglesia, especialmente a los protestantes![6].

Aquí hay otra cita que muestra la visión herética de Roncalli: “La fracción extrema anticatólica de la Iglesia ortodoxa griega anunció con júbilo un acuerdo con la Iglesia de Inglaterra por la cual cada una reconoce la validez de las órdenes sagradas de la otra. Pero Roncalli estaba genuinamente contento. A los griegos, que astutamente le preguntaron qué pensaba del acuerdo, él dijo llanamente, ‘No tengo más que alabanzas para nuestros hermanos separados por su celo en dar un paso hacia la unión de todos los cristianos’”[7].

Desmond O’Grady, ex corresponsal del Washington Post, reportó que durante su permanencia en Estambul en 1944, Roncalli habló en un sermón de un concilio que se celebraría en el período de la postguerra[8]. Cuando Roncalli fue nuncio en Francia, fue nombrado observador para la Santa Sede en la agencia cultural de las Naciones Unidas, UNESCO. En julio de 1951, pronunció un discurso “elogiando profusamente a la UNESCO…”[9]. Roncalli llamaba a la UNESCO “esta gran organización internacional”[10].

Cuando Angelo Roncalli fue nuncio en Francia, nombró a un masón grado treintaitrés y cercano amigo, el barón Yves Marsaudon, como jefe de la rama francesa de los Caballeros de Malta, una orden laica católica[11].

JUAN XXIII DICE SER MASÓN

Yves Marsaudon, el masón y autor francés antes mencionado, también afirma que Roncalli (Juan XXIII) se hizo masón grado treintaitrés cuando era nuncio en Francia. Mary Ball Martínez escribió que los guardias republicanos franceses habían dicho: “… el nuncio (Roncalli) vestido de civil, abandonó su residencia para asistir a las reuniones nocturnas de los jueves del Gran Oriente de Francia [logia masónica]. En vista de que la exposición a tal dramático conflicto de lealtades pondría nervioso al hombre promedio, sea católico o masón, Angelo Roncalli parece haberlo tomado con calma”[12].

La revista 30 Días también realizó una entrevista hace varios años al el jefe de la masonería italiana. El Gran Maestre del Gran Oriente de Italia declaró: “En cuanto a eso, parece que Juan XXIII se inició (en una logia masónica) en París y participó en la obra de los Talleres de Estambul[13].

Una vez en París, “Mons.” Roncalli asistió a un banquete y se sentó al lado de una mujer que estaba vestida con un escote muy inmodesto. La compañía de Roncalli la hizo sentirse un poco incómoda. Los invitados observaron al “nuncio papal”. Roncalli rompió el silencio diciendo con humor:

“No puedo imaginar por qué todos los invitados me siguen mirando, a mí pobre pecador, cuando mi vecina, nuestra encantadora anfitriona, es mucho más joven y atractiva[14].

Cuando Juan XXIII fue posteriormente “elevado” para el colegio de cardenales, él insistió en recibir el capelo cardenalicio del ateo y notorio anticlerical socialista Vincent Auriol, Presidente de la República de Francia, a quien él describió como “un socialista honesto”[15].
Juan XXIII, como cardenal, eligió recibir su sombrero cardenalicio
de manos del conocido anticatólico Vincent Auriol

Roncalli se arrodilló ante Auriol, y Auriol colocó el birrete de cardenal sobre la cabeza de Roncalli. Auriol luego colgó una “ancha cinta roja alrededor del cuello del cardenal, abrazándolo con un apretón que le dio una personal calidez al formal protocolo”[16]. Auriol tuvo que enjugar sus lágrimas con un pañuelo cuando Roncalli se retiró para asumir su nueva dignidad como “cardenal”[17].

En las funciones sociales en París, Roncalli (Juan XXIII), fue visto socializando también con frecuencia con el embajador soviético, M. Bogomolov, a pesar de que el gobierno de Bogomolov había reanudado su previa política de pre-guerra de exterminio brutal de los católicos en Rusia.

Angelo Roncalli (Juan XXIII) socializando con el asesino de católicos

Juan XXIII también era conocido como un “buen amigo y confidente” de Edouard Herriot, secretario de los socialistas radicales anticatólicos (de Francia)[18]. “Tal vez el mejor amigo de Roncalli fue el gran viejo socialista y anticlerical Edouard Herriot”[19].

Juan XXIII con Edouard Herriot y otros radicales

Antes que Roncalli dejara París, ofreció una cena de despedida para sus amigos. “Entre los invitados se incluían políticos de derecha, de izquierda y de centro; unidos en esta ocasión por su cordial acogida”[20]. Cuando Roncalli fue “cardenal” de Venecia, “no dio motivos para que los comunistas lo criticasen. Los habituales insultos anticlericales dieron paso a un respetuoso silencio”[21]. Durante su estadía en Venecia “exhortó a los fieles a acoger a los socialistas de toda Italia, que celebraban su trigésima segunda reunión” en Venecia[22].

“El patriarca (Juan XXIII) hizo colocar anuncios en las paredes de toda Venecia por la apertura de la trigésima segunda reunión del Congreso del Partido Socialista de Italia (PSI) en febrero de 1957. Los anuncios decían: ‘Acojo la excepcional importancia de este evento, que es tan importante para el futuro de nuestro país’”[23].

Papa Pío XI, Quadragesimo ano, #120, 15 de mayo de 1931: Nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero[24].

Hablando cierta vez en el ayuntamiento de Venecia, Roncalli dijo:

“… Me alegra estar aquí, aunque pueda haber algunos de los presentes que no se llaman a sí mismos cristianos, pero que pueden ser reconocidos como tales por sus buenas obras”[25].

Esto es descaradamente herético.

LAS ACTIVIDADES DE JUAN XXIII Y LAS DECLARACIONES DESPUÉS DE SU “ELECCIÓN” COMO “PAPA” EN 1958

Poco después de haber sido “elegido” y entrado en el Vaticano, “Juan XXIII se encontró con una antigua estatua de Hipólito, un antipapa del siglo III. Él tomó la estatua restaurada y la colocó a la entrada de la Biblioteca del Vaticano”[26]. “Rostros decepcionados aparecieron en todas partes en la plaza de San Pedro cuando Juan XXIII dio su primera bendición papal, porque él apenas levantó sus manos. Su señal de la cruz le pareció a los romanos un gesto lamentable, porque él pareció mover sus muñecas al nivel de la cintura”[27].

“Juan XXIII decía que se sentía avergonzado cuando se lo saludaba como ‘Santidad’ [o] ‘Santo Padre’…”[28]. “Durante mucho tiempo, Juan XXIII decía ‘yo’ en vez de ‘nosotros’ en sus conversaciones oficiales. Se espera que los Papas usen ‘nosotros’ o ‘nos’ por lo menos en las ocasiones oficiales”[29].

Cuando Juan XXIII publicó una encíclica sobre la penitencia, que dice que no hay ninguna obligación de ayuno ni siquiera en los días de abstinencia de comida o de placeres profanos[30]. Juan XXIII dijo de sí mismo: Soy el Papa que sigue pisando el acelerador[31].
                                                                                                                                                                        
El padre de Juan XXIII era un viticultor. Hablando de su padre, Juan XXIII dijo:

“Hay tres maneras que pueden arruinar a un hombre: las mujeres, los juegos, y la agricultura. Mi padre eligió la más aburrida de las tres”[32].

JUAN XXIII SOBRE LOS HEREJES, CISMÁTICOS Y NO CATÓLICOS

Juan XXIII describió lo que él pensaba debería ser la actitud del Segundo Concilio Vaticano hacia las sectas no católicas con estas palabras: “No tenemos la intención de conducir un juicio del pasado. No queremos demostrar quién tiene la razón o quién está equivocado. Todo lo que queremos decir es, ‘unámonos, pongamos término a nuestras divisiones’”[33]. Sus instrucciones al “cardenal” Bea, jefe del Secretariado para la Unión de los Cristianos del Concilio fueron: “tenemos que dejar de lado, por el momento, aquellos elementos en los que nos diferenciamos[34].

Una vez que “un congresista espetó abruptamente: ‘Soy bautista’. Juan XXIII dijo sonriendo: ‘Bueno, yo soy Juan’”[35]. Juan XXIII dijo al acatólico Roger Schutz, fundador de la comunidad ecuménica de Taize (un monasterio ecuménico no católico): “Usted está en la Iglesia, la paz sea contigo”. Schutz exclamó: “¡Pero entonces, somos católicos!”. Juan XXIII dijo: “Sí, ya no estamos separados”[36].

Esto es evidentemente herético.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441: “A cuantos, consiguientemente, sienten de modo diverso y contrario, [la Iglesia] los condena, reprueba y anatematiza, y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia”[37].

Juan XXIII recibió en el Vaticano al primer “arzobispo” de Canterbury, el primer “prelado” de la Iglesia episcopal de los EEUU, y al primer sumo sacerdote sintoísta[38]. Juan XXIII una vez comentó: “Si yo hubiese nacido musulmán, creo que siempre habría seguido siendo un buen musulmán, fiel a mi religión”[39].

Uno de los primeros actos de Juan XXIII fue recibir en audiencia al musulmán Sha de Irán. Cuando el Sha de Irán estaba por retirarse, “Juan XXIII le dio su bendición, que había reformulado delicadamente para evitar ofender los principios religiosos mahometanos: ‘Que el más abundante favor de Dios todopoderoso sea contigo’”[40].

Al reformular la bendición, Juan XXIII: 1) retiró de la bendición la invocación a la Santísima Trinidad, para no ofender a los no creyentes; y 2) le dio la bendición a un miembro de una falsa religión. Esto es contrario a la enseñanza de la Escritura que prohíbe dar la bendición a los no creyentes, como recuerda el Papa Pío XI.

Papa Pío XI, Mostalium animos, # 9, 6 de enero de 1928: Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos los unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: ‘Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis’” (II Juan 10)[41].

El 18 de julio de 1959, suprimió la siguiente oración: Se tú el Rey de todos aquellos que todavía están envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islam[42]. En su breve apostólico del 17 de octubre de 1925, el Papa Pío XI ordenó que esta oración sea recitada públicamente en la fiesta de Cristo Rey[43]. Juan XXIII quitó del calendario de los santos a los Catorce Santos Patronos (Ayudantes) y una serie de otros santos, incluyendo a Santa Filomena.
Santa Filomena, sólo uno de los tantos santos retirados del calendario
por Juan XXIII y Pablo VI

Bajo el Papa Gregorio XVI, la Sagrada Congregación de los Ritos dio un fallo pleno y favorable a favor de la veneración de Santa Filomena; además, el Papa Gregorio XVI otorgó a Santa Filomena el título de “Gran Maravilla de los Trabajadores del siglo XIX” y “Patrona del Rosario viviente”[44]. Ella fue canonizada por el mismo Papa en 1837. La canonización de un santo es “una declaración pública y oficial de las virtudes heroicas de una persona y la inclusión de su nombre en el canon (lista o registro) de los santos… Esta sentencia de la Iglesia es infalible e irreformable[45].

Juan XXIII declaró: “… Debemos siempre respetar la dignidad del hombre que está delante de nosotros, y sobre todo la libertad de todo hombre”[46].

A continuación se muestra una foto de una reunión de Juan XXIII con los cismáticos orientales en el Vaticano II. Juan XXIII quiso que el clero de la iglesias “ortodoxas” de Rusia (muchos de los cuales eran agentes de la KGB) participaran en el Concilio Vaticano II. Los “ortodoxos” dijeron que algunos de sus clérigos asistirían, siempre que no se condenara al comunismo en el Vaticano II. Por lo tanto, Juan XXIII ―el iniciador de la apostasía del Vaticano II― negoció el “gran acuerdo” que fue el Acuerdo Vaticano-Moscú. El Vaticano acordó no condenar el comunismo en el concilio, a cambio de conseguir con esto que los cismáticos orientales asistieran como observadores en los debates[47]. ¡Ciertamente eso es un trato! Juan XXIII claramente era un masón y probablemente un comunista; él fue el hombre que inició la masiva conspiración y apostasía que es la secta del Vaticano II.
Juan XXIII con los cismáticos orientales en el Vaticano II

Juan XXIII vio dónde se iban a sentar los observadores no católicos en el Vaticano II y dijo: “¡Eso no se hará! Pongan a nuestros hermanos separados cerca de mí”. Un complacido anglicano dijo: “Por lo tanto, estábamos allí, justo en la primera fila”[48].

El 11 de octubre de 1962 pronunció su discurso de apertura del Concilio:

Llegan a decir que nuestro mundo, en relación con el de antaño, ha empeorado mucho; se comportan como si no hubiesen aprendido nada de la historia, que es maestra de la vida, y como si en el tiempo de los concilios ecuménicos precedentes triunfasen plenamente el pensamiento y la vida cristiana, así como la justa libertad religiosa. Pero, nos parece que debemos discordar de estos profetas de desgracias, que siempre están anunciando acontecimientos ominosos como si el fin del mundo fuese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas”.

“Los errores, luego de nacer, se desvanecen como la niebla ante el sol. Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere salir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más que renovando condenas… Desgraciadamente, toda la familia cristiana todavía no ha conseguido, en su plenitud, esta visible unidad en la verdad[49].

Como vemos arriba, en su discurso de apertura, Juan XXIII declaró que la Iglesia se oponía a los errores y los condenaba, pero que ahora no iba a renovar las condenas. Él también pronunció la herejía de que “toda la familia cristiana todavía no ha conseguido en su plenitud esta visible unidad en la verdad”. El primer lugar, “toda la familia cristiana” se compone únicamente de los católicos. Decir que “toda la familia cristiana” incluye a los no católicos, como Juan XXIII hace, es herejía. En segundo lugar, Juan XXIII dice que la familia cristiana (que es la Iglesia Católica) “no ha conseguido en su plenitud, esta visible unidad en la verdad”. Esto es herejía. Es una negación de la unidad de la verdadera Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica. La verdadera Iglesia (la Iglesia Católica) es una en la fe. La Iglesia siempre ha sido y mantendrá la “visible unidad en la verdad”.

Papa León XIII, Satis cognitum, # 4, 29 de junio de 1896: “La Iglesia está constituida en la unidad por su misma naturaleza; es una, aunque las herejías traten de desgarrarla en muchas sectas”[50].

Papa León XIII, Satis cognitum, # 5: “Hay ―dice San Cipriano― un solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia de Cristo, una sola fe, un solo pueblo que, por el vínculo de la concordia, está fundado en la unidad sólida de un mismo cuerpo. La unidad no puede ser amputada; un cuerpo, para permanecer único, no puede dividirse por el fraccionamiento de su organismo[51].

Juan XXIII también cambió las rúbricas para el breviario y el misal. Él ordenó la supresión de las oraciones leoninas, que eran las oraciones prescritas por el Papa León XIII para ser recitadas después de la Misa. Estas oraciones fueron también prescritas por el Papa San Pío X y el Papa Pío XI[52]. Esta incluía la oración a San Miguel Arcángel, una oración que hace mención específicamente de la batalla que la Iglesia libra contra el demonio. Juan XXIII eliminó de la Misa el salmo Judica me. Juan XXIII luego suprimió el Último Evangelio, el Evangelio de San Juan. Este Evangelio también se utiliza en los exorcismos[53].

Después, Juan XXIII eliminó el segundo Confiteor en la Misa. Sólo después de todos estos cambios que hizo, él introdujo un cambio en el canon de la Misa, insertando el nombre de San José[54]. La instancia de colocar el nombre de San José en el canon de la Misa fue oficialmente rechazada por el Papa Pío VII el 16 de septiembre de 1815[55], y por el Papa León XIII el 15 de agosto de 1892[56]. Los otros cambios importantes respecto al santo sacrificio de la Misa (que precedieron a la Nueva Misa de Pablo VI) entraron en vigor el primer domingo de adviento de 1964.

JUAN XXIII SOBRE EL SOCIALISMO Y EL COMUNISMO

Juan XXIII escribió una carta de elogio a Marc Sangnier, el fundador de El Sillon. El Sillon fue una organización condenada por el Papa San Pío X. Juan XXIII escribió acerca de Sangnier: “La poderosa fascinación de sus palabras (de Sangnier), de su alma, me ha emocionado, y los vivos recuerdos de mi juventud como sacerdote se deben a su persona y a su actividad política y social…[57].

En su encíclica Mater et Magistra (sobre el cristianismo y el progreso social), Juan XXIII promueve los ideales socialistas y ni siquiera condena una sola vez la contracepción y el comunismo. Cuando se le preguntó por qué iba a responder al saludo del dictador comunista, Juan XXIII respondió: “Soy el Papa Juan, por ningún mérito personal, sino por un acto de Dios, y Dios está en cada uno de nosotros[58]. “Juan XXIII se divertía mucho con los comunistas; se podría pensar que eran sus propios hermanos”[59]. El comunismo fue condenado 35 veces por el Papa Pío XI y 123 veces por el Papa Pío XII[60].

El 6 de marzo de 1963, Juan XXIII recibió a Aleksei Adzhubei y a su esposa Rada en una audiencia especial. Rada era la hija del premier de la URSS, Khrushchev. Rada dijo sobre su encuentro con Juan XXIII lo siguiente: “… él nos entregó a Aleksei y a mí un par de regalos simbólicos, que también se destinaban a mi padre y me dijo: ‘… esto es para su Papa’”[61].

Por ocasión de su octogésimo cumpleaños (25 de noviembre de 1961), Juan XXIII recibió un telegrama de Khrushchev ofreciéndole sus “felicitaciones y sinceros deseos de buena salud y éxito en sus nobles aspiraciones para contribuir… a la paz en la tierra”[62].

El secretario general del Partido Comunista Británico, John Gollan, antes las cámaras de televisión el 21 de abril de 1963, dijo que “la encíclica (Pacem in terris) [de Juan XXIII] lo había sorprendido y alegrado” y, por lo tanto, él había exteriorizado su “más sincera satisfacción en el reciente 28° congreso del partido”[63].

Uno de los buenos amigos de Juan XXIII fue el comunista y ganador del Premio Lenin de la Paz, Giacomo Manzu[64]. Juan XXIII dijo: “No veo ninguna razón por la que un cristiano no pueda votar por un marxista si encuentra que es más apto para seguir una línea política y destino histórico”[65].

La Iglesia Católica ha condenado el comunismo en más de 200 ocasiones[66].

JUAN XXIII ELOGIADO POR MASONES Y COMUNISTAS DURANTE SU PONTIFICADO

Juan XXIII, Pacen in terris, # 14, 11 de abril de 1963: “Entre los derechos del hombre débese enumerar también el de poder venerar a Dios, según la recta norma de su conciencia, y profesar la religión en privado y en público”.

Esto es herejía. No es un derecho del hombre adorar en público a los dioses falsos. Esto ha sido condenado por muchos Papas, como lo hemos demostrado en la sección sobre el Vaticano II. Cuando el teólogo del Santo Oficio, el P. Ciappi, le dijo a Juan XXIII que su encíclica Pacem in terris contradecía las enseñanzas de los Papas Gregorio XVI y Pío IX sobre la libertad religiosa, Juan XXIII respondió: “No se ofendan por algunos pocos puntos si la mayoría de ellos brillan[67].
La encíclica Pacen in terris de Juan XXIII fue elogiada por los mismos líderes masónicos como siendo un documento masónico. Estos son sólo algunos ejemplos:

Esta es una cita del Boletín Masónico, el órgano oficial del Consejo Supremo del grado 33 del antiguo y aceptado rito escocés de la masonería, para el distrito masónico de los Estados Unidos de México, ubicado en el 56 de la calle Lucerna, en el DF de México (año 18, n° 220, mayo de 1963):

LA LUZ DEL
GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO
ILUMINA EL VATICANO”

”En términos generales, la encíclica Pacem in terris, dirigida a todos los hombres de buena voluntad, ha inspirado consuelo y esperanza. Se elogia universalmente tanto a los países democráticos como a los comunistas. Sólo las dictaduras católicas han fruncido el ceño y distorsionado su espíritu.
”Muchos conceptos y doctrinas contenidas en ella nos son familiares. Las hemos oído de ilustres racionalistas, liberales y hermanos socialistas. Después de considerar cuidadosamente el significado de cada palabra, podríamos decir que, no obstante la proverbial y típica basura literaria vaticana, la encíclica Pacem in terris es una vigorosa declaración de la doctrina masónica no dudamos en recomendar su reflexiva lectura[68].

En el libro Resurgence du Temple, publicado y editado por los caballeros templarios (masones), 1975:149, la siguiente cita es de interés: “El sentido de nuestra acción: continuar con la obra de Juan XXIII y de todos aquellos que lo han seguido en el camino hacia el universalismo templario[69].

JUAN XXIII Y LOS JUDÍOS

Juan XXIII también hacía cosas como detener su automóvil para bendecir a los judíos que salían de su adoración del “Sabbath”[70].

¿JUAN XXIII REVELÓ QUE ÉL ERA JUDÍO?

Juan XXIII una vez saludó a unos visitantes judíos con las palabras: “Yo soy José, vuestro hermano[71]. A pesar de que esta misteriosa declaración de Juan XXIII a los judíos ha sido citada frecuentemente, sin embargo, no ha sido explicado su significado. Creemos que una buena explicación de su significado es: Esta afirmación de Juan XXIII, “Yo soy José, vuestro hermano”, es una cita del Génesis 45, 4. Ella fue hecha por el patriarca José, el hijo de Jacob, a sus hermanos cuando llegaron a Egipto durante el tiempo de la hambruna. Quienes están familiarizados con el relato bíblico saben que José había sido vendido como esclavo por sus hermanos muchos años antes, pero él logró encumbrarse en las más altas posiciones del reino de Egipto (a pesar de no ser uno de ellos) porque había interpretado con éxito los sueños del Faraón. Ya que él había alcanzado las posiciones más altas en el reino de los egipcios, tenía derecho a repartir los tesoros del reino a su gusto, por ejemplo, a sus hermanos. Él favoreció en abundancia a sus hermanos sin pedirles nada a cambio.

Cuando consideramos la evidencia de que Juan XXIII era masón, que Juan XXIII comenzó el proceso de revolución contra la Iglesia Católica en el Vaticano II, y que el “pontificado” de Juan XXIII inició una nueva actitud revolucionaria hacia los judíos, entre otras cosas, el significado de su declaración a los judíos se hace clara. Juan XXIII —igual que José, que no era uno de los egipcios y se encontraba en el pináculo de la jerarquía de los egipcios al decirles “Yo soy José, vuestro hermano” les estaba diciendo a los judíos que él era “José, su hermano” porque él era en realidad un judío infiltrado colocado en la más alta posición de la jerarquía de los cristianos (o eso parecía). Esa fue la manera críptica de Juan XXIII de revelar lo que realmente era: un antipapa conspirador al servicio de los enemigos de la Iglesia.

Justo antes de su muerte, Juan XXIII compuso la siguiente oración por los judíos. Esta oración fue confirmada por el Vaticano II como siendo la obra de Juan XXIII[72].

“Hoy nos damos cuenta cuán ciegos hemos sido a lo largo de los siglos y cómo no apreciamos la belleza del pueblo elegido o las características de nuestros hermanos favorecidos. Somos conscientes de la marca divina de Caín colocada en nuestra frente. En el curso de los siglos, nuestro hermano Abel ha estado tendido sangrando y llorando sobre la tierra por nuestra culpa, porque nos habíamos olvidado de Tu amor. Perdona nuestra condena injustificada de los judíos. Perdónanos por crucificar a los que te crucificaron por segunda vez. Perdónanos. No sabíamos lo que hacíamos”[73].

Juan XXIII dice que los judíos siguen siendo el pueblo escogido, lo que es herético. La frase “pérfidos judíos” era la expresión usada por los católicos en la liturgia del Viernes Santo hasta que Juan XXIII la eliminó en 1960[74]. La palabra pérfido significa “infiel”. “El Viernes Santo de 1963, el cardenal que fue el celebrante en San Pedro dijo las antiguas palabras (pérfidos judíos) por fuerza de la costumbre. Juan XXIII sorprendió a los fieles cuando lo interrumpió diciéndole ‘dilo de la nueva manera’”[75].

Papa Benedicto XIV, A quo primum, 14 de junio de 1751: “Otra amenaza para los cristianos ha sido la influencia de los infieles judíosCiertamente no es en vano que la Iglesia ha establecido la oración universal que es ofrecida, desde la salida del sol hasta su ocaso, por los judíos obstinadamente incrédulos, para que Dios levante el velo que cubre sus corazones y los saque de su oscuridad y los conduzca a la luz de la verdad”[76].

A un niño judío recién bautizado, Juan XXIII le dijo: “Que al convertirte en católico no seas menos judío”[77]. En la noche de la muerte de Juan XXIII, el gran rabino de Roma y otros líderes de la comunidad judía, se reunieron con cientos de miles en la plaza de San Pedro para llorar su muerte[78].

Alden Hatch, autor de Un hombre llamado Juan: la vida de Juan XXIII, dijo acerca de Juan XXIII: “… seguramente ninguno (de los Papas anteriores) había tocado tanto los corazones de los pueblos de todas las religiones; y de los sin religión. Porque ellos sabían que él los amaba, sin importar lo que ellos eran o en lo que creían”[79].

LA MUERTE DE JUAN XXIII

Después de su muerte, el Vaticano envío a Juan XXIII a Gennargentu Goglia y sus colegas para que lo embalsamaran. Goglia le inyectó en la muñeca y estómago de Juan XXIII diez litros de líquido para embalsamarlo y neutralizar cualquier descomposición[80]. Esta es la razón por la que el cuerpo de Juan XXIII no se descompuso como los cuerpos normales. En enero de 2001, el cuerpo de Juan XXIII fue exhumado y colocado en un nuevo ataúd de cristal, a prueba de balas, donde ahora se exhibe en la basílica de San Pedro. El rostro y las manos de Juan XXIII fueron también cubiertos de cera[81].

DECLARACIONES DE COMUNISTAS, MASONES Y NO CATÓLICOS ALABANDO A JUAN XXIII DESPUÉS DE SU MUERTE

Después de la muerte de Juan XXIII, numerosos documentos de comunistas, masones y judíos fueron enviados al Vaticano, expresando su tristeza por la muerte de Juan XXIII. Gente como Fidel Castro y Nikita Khrushchev enviaron mensaje de alabanza y dolor[82].

Editorial de El Informador, del 4 de junio de 1963:

“La Gran Logia Occidental Mexicana de Masones Libres y Aceptados, con motivo de la muerte de Juan XXIII, manifiesta su pesar por la desaparición de este gran hombre que revolucionó las ideas, pensamientos, y formas de la liturgia católica romana. Sus encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris han revolucionado los conceptos a favor de los derechos humanos y la libertad. La humanidad ha perdido a un gran hombre, y nosotros masones, reconocemos sus elevados principios, su humanitarismo, y el haber sido un gran liberal.

Guadalajara, Jal, México, 3 de junio de 1963.
Dr. José Guadalupe Zuno Hernandez[83].

Charles Riandey, el soberano Gran Maestre de las sociedades secretas, en su prefacio a un libro de Yves Marsaudon (Ministro de Estado del Consejo Supremo de las sociedades secretas francesas), declaró:

“A la memoria de Angelo Roncalli, sacerdote, arzobispo de Messamaris, nuncio apostólico en París, cardenal de la Iglesia romana, patriarca de Venecia, Papa bajo el nombre de Juan XXIII, que se ha dignado darnos su bendición, su comprensión, y su protección[84].

Un segundo prefacio al libro estaba dirigido a “su augusto continuador, su Santidad el Papa Pablo VI”[85].

El masón de alto rango, Carl Jacob Burckhardt, escribió en el Journal de Geneve: “Conocí muy bien al cardenal Roncalli. Él era un deísta y un racionalista cuya fuerza no radicaba en la capacidad de creer en milagros y en venerar lo sagrado”[86].

UN HEREJE NO PUEDE SER UN PAPA VÁLIDO

Como ya vimos, la Iglesia Católica enseña que un hereje no puede ser un Papa válidamente elegido, porque un hereje no es miembro de la Iglesia Católica. Los hechos presentados aquí demuestran que Juan XXIII, el hombre que convocó el Vaticano II y comenzó la apóstata Iglesia conciliar, era claramente un hereje. Él no era un Papa válido. Angelo Roncalli (Juan XXIII) era un acatólico, un antipapa conspirador que comenzó la apostasía del Vaticano II.

LOS SORPRENDENTES PARALELOS ENTRE EL ANTIPAPA JUAN XXIII DEL GRAN CISMA DE OCCIDENTE Y EL ANTIPAPA JUAN XXIII DEL VATICANO II

El nombre Juan había sido evitado por los Papas por 500 años, debido a que el último hombre que lo había usado fue el famoso antipapa Juan XXIII (Baldassare Cossa) del Gran Cisma de Occidente.  Los paralelos entre el primer antipapa Juan XXIII (Baldassare Cossa) y el segundo (Angelo Roncalli) son sorprendentes:

El reinado del primer antipapa Juan XXIII abarcó cinco años, desde 1410 hasta 1415, al igual que el reinado del  segundo antipapa Juan XXIII, que abarcó cinco años, entre 1958 y 1963.

El primer antipapa Juan XXIII convocó un falso concilio, el Concilio de Constanza (el Concilio de Constanza después se convirtió en un verdadero concilio ecuménico, con algunas sesiones aprobadas por el verdadero Papa; pero en la época que el antipapa Juan XXIII lo abrió, era un falso concilio). De la misma manera, el reciente antipapa Juan XXIII (Angelo Roncalli) también convocó un falso concilio, el Vaticano II.

El primer antipapa Juan XXIII abrió su falso concilio de Constanza en el cuarto año de su reinado, en 1414. El reciente antipapa Juan XXIII abrió el Vaticano II en el cuarto año de su reinado, 1962.

El reinado del primer antipapa Juan XXIII, terminó poco antes de la 3ª sesión de su falso concilio, en 1415. El reciente antipapa Juan XXIII murió poco antes de la tercera sesión del Vaticano II, en 1963, poniendo fin a su reinado.

Creemos que las similitudes entre el primer antipapa Juan XXIII y el segundo no son meras coincidencias. El primer antipapa Juan XXIII fue también el último antipapa que reinó en Roma. Angelo Roncalli, el reciente antipapa Juan XXIII, al tomar ese nombre, ¿estaba indicando simbólicamente (a la manera críptica como los masones suelen hacer las cosas) que él era el continuador en la línea de los antipapas que reinan desde Roma?

El cardenal Heenan, que estuvo presente en el cónclave de 1958 que eligió a Juan XXIII, mencionó una vez: “No había tanto misterio en la elección del Papa Juan. Él fue elegido porque era un hombre muy viejo. Su principal deber era hacer cardenal al arzobispo de Milán, Mons. Montini (después Pablo VI), para que pudiera ser elegido en el próximo cónclave. Esta fue la política y ella fue realizada con precisión”[87].

Véase también: 
Respuestas a las objecionesmás comunes contra el Sedevacantismo
La Iglesia enseña que un hereje no puede ser Papa
La revolución del Concilio Vaticano II
El tercer secreto de Fátima



[1] Yves Marsaudon en su libro Ecumenism Viewed by a Traditional Freemason, Paris: Ed. Vitiano; quoted by Dr. Rama Coomaraswamy, The Destruction of the Christian Tradition, p. 247.
[2] Lawrence Elliott, I Will Be Called John, 1973, pp. 90-92.
[3] Luigi Accattoli, When A Pope Asks Forgiveness, New York: Alba House and Daughters of St. Paul, 1998, pp. 18-19.
[4] Alden Hatch, A Man Named John, NY, NY: Hawthorn Books Inc., 1963, p. 93.
[5] Alden Hatch, A Man Named John, p. 94.
[6] Alden Hatch, A Man Named John, p. 96.
[7] Alden Hatch, A Man Named John, p. 98.
[8] St. Anthony’s Messenger, nov. de 1996.
[9] Alden Hatch, A Man Named John, p. 117.
[10] Alden Hatch, A Man Named John, p. 118.
[11] Paul I. Murphy y R. Rene Arlington, La Popessa, 1983, pp. 332-333.
[12] Mary Ball Martinez, The Undermining of the Catholic Church, Hillmac, Mexico, 1999, p. 117.
[13] Giovanni Cubeddu, 30 Days, No. 2-1994., p. 25.
[14] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, NY, NY: Holt, Rinehart and Winston,1964, p. 90.
[15] Alden Hatch, A Man Named John, p. 121.
[16] Alden Hatch, A Man Named John, p. 123.
[17] Kurt Klinger, A Pope Laughs, p. 99.
[18] Rev. Francis Murphy, John XXIII Comes To The Vatican, 1959, p. 139.
[19] Alden Hatch, A Man Named John, p. 114.
[20] Alden Hatch, A Man Named John, p. 125.
[21] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 104.
[22] Mark Fellows, Fatima in Twilight, Niagra Falls, NY: Marmion Publications, 2003, p. 159.
[23] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 105.
[24] The Papal Encyclicals, por Claudia Carlen, edición inglesa, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 4 (1903-1939), p. 434.
[25] Peter Hebblethwaite, John XXIII, The Pope of the Council, Doubleday, ed. Le Centurion, 1988, p. 271.
[26] Paul Johnson, Pope John XXIII, pp. 37, 114-115, 130.
[27] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 24.
[28] Time Magazine, “1962 Man of the Year: Pope John XXIII”, 4 de enero de 1963.
[29] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 49.
[30] Romano Amerio, Iota Unum, Angelus Press, 1998, p. 241.
[31] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 134.
[32] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 110.
[33] Alden Hatch, A Man Named John, p. 192.
[34] Alden Hatch, A Man Named John, p. 192.
[35] Alden Hatch, A Man Named John, p. 194.
[36] Luigi Accattoli, When A Pope Asks Forgiveness, p. 19.
[37] Denzinger, The Sources of Catholic Dogma, B. Herder Book. Co., 13ª Edición, 1957, no. 705.
[38] Time Magazine, “1962 Man of the Year: Pope John XXIII”, 4 de enero de 1963.
[39] Allegri, Il Papa che ha cambiato il mondo, ed., Reverdito, 1998, p. 120.  También citado en Sacerdotium, revista #11, 2899 East Big Beaver Rd., Suite 308, Troy, MI., p. 58.
[40] Alden Hatch, A Man Named John, p. 193.
[41] The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 316.
[42] Luigi Accattoli, When A Pope Asks Forgiveness, p. 20.
[43] P. F.X. Lasance, My Prayer Book, 1938, p. 520a.
[44] P. Paul O'Sullivan, O.P., Saint Philomena, The Wonder Worker, Rockford, IL: Tan Books, 1993, pp. 69-70.
[45] A Catholic Dictionary, editado por Donald Attwater, Tan Books, 1997, p. 72.
[46] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 135.
[47] Mark Fellows, Fatima in Twilight, Niagra Falls, NY: Marmion Publications, 2003, p. 180.
[48] Alden Hatch, A Man Named John, NY, p. 14.
[49] Walter Abbott, The Documents of Vatican II, The America Press, 1966, pp. 712; 716; 717.
[50] The Papal Encyclicals, vol. 2 (1878-1903), p. 389.
[51] The Papal Encyclicals, vol. 2 (1878-1903), p. 390.
[52] The Reign of Mary, Spokane, WA., Spring, 1986, p. 10.
[53] The Reign of Mary, vol. XXIX, No. 93, p. 16.
[54] The Reign of Mary, vol. XXIX, No. 93, p. 16.
[55] The Reign of Mary, vol. XXII, No. 64, p. 8.
[56] The Reign of Mary, edición de la primavera, 1986, pp. 9-10.
[57] Angelo Giuseppe Roncalli, John XXIII, Mission to France, 1944-1953, pp. 124-125.
[58] The Reign of Mary, edición de primavera, 1986, p. 9.
[59] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 57.
[60] Piers Compton, The Broken Cross, Cranbrook, Western Australia: Veritas Pub. Co., 1984, p. 45.
[61] Kurt Klinger, A Pope Laughs, Stories of John XXIII, p. 24.
[62] Mark Fellows, Fatima in Twilight, p. 177; también Piers Compton, The Broken Cross, p. 44.
[63] P. Joaquin Arriaga, The New Montinian Church, Brea, CA., p. 170.
[64] Curtis Bill Pepper, An Artist and the Pope, London, England: Grosset & Dunlap, Inc. Cubierta frontal y el interior de resbalón de la cubierta del libro; también vea p. 5.
[65] P. Joaquin Arriaga, The New Montinian Church, Brea, Ca., p. 570.
[66] Michael Davies, Pope John’s Council, Kansas City, MO: Angelus Press, 1992, p. 150.
[67] Catholic Restoration, marzo-abril de 1992, Madison Heights, MI, p. 29.
[68] P. Joaquin Arriaga, The New Montinian Church, pp. 147-148.
[69] A.D.O. Datus, “Ab Initio,” p. 60.
[70] George Weigel, Witness to Hope, New York, NY: Harper Collins Publishers, Inc., 1999, p. 484.
[71] Bart McDowell, Inside the Vatican, Washington D.C.: National Geographic Society, 1991, p. 193;  también puede verse en Time Magazine, en la revista del 4 de enero de 1963; también citado en The Bible, The Jews and the Death of Jesus, Bishops’ Committee for Ecumenical and Interreligious Affairs, United States Conference of Catholic Bishops, 2004, p. 59.
[72] The Reign of Mary, "John XXIII and the Jews", edición de la primavera de 1986, p. 11.
[73] B'nai B'rith Messenger, viernes 4 de noviembre de 1964.
[74] Luigi Accattoli, When A Pope Asks Forgiveness, p. 15.
[75] Alden Hatch, A Man Named John, p. 192.
[76] The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), pp. 41-42.
[77] Catholic Restoration, mayo-junio de 1993, Madison Heights, MI, p. 24.
[78] Darcy O' Brien, The Hidden Pope, New York, NY: Daybreak Books, 1998, p. 10.
[79] Alden Hatch, A Man Named John, después de la p. 238 (1ª página de inserción).
[80] Wendy Reardon, The Deaths of the Popes, Jefferson, NC., McFarland & Co., Inc., 2004, p. 244.
[81] Wendy Reardon, The Deaths of the Popes, p. 244.
[82] Alden Hatch, A Man Named John, después de la p. 238 (7ª página de inserción).
[83] P. Joaquin Arriaga, The New Montinian Church, p. 147.
[84] Piers Compton, The Broken Cross, Cranbrook, Western Australia: Veritas Pub. Co. Ptd Ltd, 1984, p. 50.
[85] Piers Compton, The Broken Cross,  Cranbrook, p. 50.
[86] A.D.O Datus, “AB INITIO,” p. 60.
[87] Cardinal Heenan’s biography, Crown of Thorns.
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