martes, 25 de junio de 2013

Las clases sociales – 1ª Parte

Plinio Corrêa de Oliveira

Diferenciaciones y participación en la sociedad

Toda sociedad tiene ciertas categorías y profesiones. Incluso en la sociedad más igualitaria notamos que existen especializaciones, como fue la Unión Soviética, que, teóricamente hablando debió haber sido la más igualitaria puesto que era comunista. Allí encontramos comerciantes, gerentes industriales, intelectuales y trabajadores manuales. También encontramos los falsos sacerdotes de la Iglesia cismática rusa, que estaba completamente controlada por el gobierno comunista ruso.

Para que existan especializaciones, es necesario que haya hombres que ocupen diferentes posiciones, tanto superiores como inferiores. Por lo tanto, en cada nivel de la sociedad encontramos hombres que realizan diferentes funciones. Pretender que todas las profesiones son iguales en realidad establece una ventaja que favorece a las profesiones inferiores. De hecho, esto es lo que sucedió en la dictadura del proletariado ruso, donde sólo los proletarios o los trabajadores manuales tenían el derecho a gobernar, en lugar de aquellos que ejercían funciones superiores a la de los proletarios.

Ahora bien, si esto es cierto en las sociedades igualitarias, se aplica más aún en sociedades como las nuestras, que no son totalmente igualitaria y todavía tienen alguna jerarquía. Todavía tenemos diferentes clases sociales: la burguesía o la clase por encima de los trabajadores manuales, y también la clase militar, la clase jurídica, la clase intelectual y el clero.

Entonces surgen las siguientes preguntas:

1)      ¿Cuál de estos diferentes grupos, teóricamente hablando, tiene el mayor derecho a ser preponderante en la organización de la sociedad?
2)      En la Edad Media, ¿cómo fue la distribución de las funciones realizadas en la sociedad?

Cómo Paganismo resolvía la diferenciación de funciones

Un grupo de intocables condenaba a una vida
de exclusión en el sistema de castas de la India
En la India prevalecía el sistema de castas. Según este sistema, la persona pertenecía a una casta determinada sólo por el hecho de haber nacido en ella. No había ninguna posibilidad de pasar de una casta a otra.

Los hindúes entendían las castas de una manera religiosa. Ellos creían que después de la muerte el alma se encarnaría en otros cuerpos. Si una persona había practicado la virtud, su alma se encarnaría en una casta superior; si hubiera sido mala, se encarnaría en una clase inferior. Por lo tanto, la clase social de una persona ya estaba determinada antes de su nacimiento.

Ahora, si la clase social está determinada por una vida anterior, entonces no es posible en esta vida que alguien pueda cambiar su lugar en la sociedad. Por tanto, en la India la persona estaba completamente encerrada en la clase social a la que pertenecía, sin la posibilidad de subir o bajar. Las clases sociales eran hereditarias y establecidas de forma permanente.

Un sistema similar prevaleció en el antiguo Egipto. Estaba organizado de tal manera que un tercio de las tierras pertenecían a la clase sacerdotal, un tercio a la clase militar y el último tercio al Faraón.

Las clases sacerdotales y militares estaban absolutamente fijas. Un sacerdote nunca podía ser un militar; él debía siempre ser un sacerdote. Sus hijos también serían para siempre sacerdotes. Lo mismo ocurría con un militar: Todo hijo de militar debía seguir la profesión de su padre, y nadie de otra clase podrían entrar en ella. Estas fueron las dos clases cerrada; debajo de ellas estaba la masa de la población, que eran los plebeyos de Egipto.

Cómo la Iglesia Católica resolvió la diferenciación

En la civilización medieval la Iglesia Católica reconocía tres clases básicas: el clero, la nobleza y el pueblo. Mientras se mantenían las diferencias, la Iglesia fundamentalmente cambió algunos aspectos de esas tres clases sociales básicas.

La primera clase de la sociedad era el clero. Era una clase completamente abierta a todas las personas que tenían una vocación para entrar en ella. La Iglesia no exigía que una persona perteneciera a una determinada clase social para convertirse en un miembro del clero. Por el contrario, la Iglesia permitió que personas de los más modestos estratos de la sociedad ascendieran a los puestos más altos de la jerarquía eclesiástica.

Las acciones heroicas hacían que el soldado ascendiera a
la nobleza
La segunda clase era la nobleza. La nobleza era una clase hereditaria, pero aquí también había notables diferencias en comparación con los sistemas paganos. Una de las diferencias más importantes: Un noble podía perder su estatus social si incurría en una acción infame. También era digno de notarse que un plebeyo pudiera ascender a la nobleza, si él realizaba un acto público importante.

Por lo tanto, la clase noble no era una situación cerrada en la que era imposible que alguien pudiera entrar o salir. Tenía una cierta flexibilidad que permitía una renovación lenta. Poco a poco, los que eran deficientes o depravados serían eliminados y gente con sangre nueva podía entrar a causa de sus virtudes y capacidades. Era una clase que tenía una gran estabilidad, pero era una clase abierta.

La tercera clase estaba constituida por la burguesía y los plebeyos con una multitud de diferenciaciones; tanto entre estos dos estratos y dentro de cada nivel de la jerarquía del pueblo.

La pregunta que queremos examinar en esta serie es la siguiente: ¿En qué medida todo este pueblo —el clero, la nobleza, los terratenientes, los académicos, los trabajadores industriales, los comerciantes, los campesinos y obreros— podía y de hecho participaba de manera efectiva en la dirección del Estado?

La participación en el poder público basada en el número

Las organizaciones políticas modernas han generalmente resuelto el problema de la participación en el poder público basada en los números. El Estado asume una posición indiferente respecto a las clases sociales, afirmando que toda persona es igual y tiene el mismo derecho a un voto. Cuando llega el momento de votar, el resultado se obtiene numéricamente. La elección se hace por la mayoría de votos.

En la sociedad democrática moderna e igualitaria,
 todo se resuelve en base al número
En apariencia es una muy buena solución, ya que la dirección del Estado debería estar en las manos de aquellos que están más interesados​​, y la mayoría debería estar más interesada que cualquier grupo pequeño en la dirección de los asuntos públicos.

Sin embargo, cuando consideramos la cuestión de la competencia y especialización, aparecen deficiencias. De hecho, a menudo la mayoría de los hombres no son los más inteligentes, con más criterios para juzgar y con mejores condiciones para orientar. Estas personas normalmente constituyen una minoría en la sociedad. Por lo tanto, el error de este sistema es que establece que todo puede resolverse simplemente por el peso de los números, que excluye a las élites y las destina a estar siempre derrotadas por la mayoría.

Este simple mecanismo de la mayoría de voto termina por poner las cosas al revés: es decir, los líderes auténticos que realmente tienen condiciones para orientar a la mayoría quedan excluidos. En cambio, surgen aquellos que son capaces de manipular este sistema detrás de las escenas como una elite artificial que controla la mayoría de votos.

Por esta razón, el Papa Pío XII dirigió la atención de los estadistas y hombres de cultura al siguiente problema: saber cómo debería distribuirse la participación en la dirección de un Estado dentro de un país de modo que pueda ser sabiamente orientado y gobernado.

Para realizar esta tarea, estudiaremos cómo esto sucedió en la Edad Media con el fin de ver si se puede encontrar una sugerencia para una solución en nuestros tiempos.

Fuente: TIA


Continuará. La siguiente publicación de esta serie se titula: Deberes y privilegios del Clero

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