martes, 19 de junio de 2012

MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – IV


MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – IV
La réplica católica a la teoría de la soberanía popular de Rousseau
Los hombres son iguales en teoría, pero muy diferentes en la práctica
Plinio Corrêa de Oliveira
¿Cómo es que responde la Iglesia a la teoría de la soberanía del pueblo de Rousseau explicada en el último artículo?
Primero, ella afirma que ésta es una doctrina atea, en la que Dios ya no tiene ningún rol como el fundamento de la autoridad, sea esta del Estado o de la ley.
Segundo, la Iglesia hace una distinción importante respecto a la verdad de que todos los hombres son iguales. Ciertamente, todos los hombres tienen un cuerpo y un alma inmortal, somos hijos de Adán y Eva, y tienen la misma naturaleza humana. Esto nos hace fundamentalmente iguales entre sí. Por esta razón, cada persona tiene ciertos derechos por el simple hecho de ser humano. Estos derechos incluyen el derecho a la vida, al honor, a constituir una familia, a trabajar para mantener a su familia con dignidad. Estos derechos nos corresponden por el hecho de que somos hombres.
A pesar de que somos sustancialmente iguales como hombres, sin embargo, somos diferentes accidentalmente. Un hombre es más inteligente que otro. Uno tiene más capacidad, produce cosas más útiles. Otro tiene una voluntad más fuerte que otros. Otro tiene más encanto; hay personas que son naturalmente aburridas, mientras que otras son bastante interesantes.
Dios creó a algunos con mejor voz que otros
Estas desigualdades dan lugar a situaciones diferentes. Un ejemplo sencillo: imaginemos a dos hermanas, hijas de los mismos padres. Para que nuestro ejemplo sea más llamativo, imaginemos dos hermanas gemelas que son casi idénticas físicamente. Una tiene una magnífica voz y se convierte en una cantante famosa, ella ofrece conciertos y es aplaudida en todas partes. La otra tiene una voz disonante y es carece totalmente de encanto. Pero es una persona honesta y capaz de registrar en la guardarropía los sombreros y abrigos de las personas que asisten a los conciertos de su hermana.
¿Son ellas iguales? Es evidente que no lo son. Mientras que una tiene un gran talento artístico que desarrolló, y la otra sólo puede mantener los abrigos y sombreros en orden y tratar a los asistentes al concierto con amabilidad para recibir buenos consejos. Por lo tanto, a pesar de que ambas son iguales en todo lo que es esencial, la cantante consumada tiene derecho a un sueldo mejor que la que custodia los abrigos.
Alguien podría decir: “Siento pena por la hermana más sencilla”. Esta reacción es algo infantil y poco católica, debido a que la hermana es simple porque Dios la hizo así. Si ella es fiel a su misión, ella puede ganar un lugar mucho más alto en el cielo que su famosa hermana. Naturalmente hablando, Dios ha querido dar más a una hermana que a la otra, aunque no dio suficiente para cada una para su santificación. Dios tiene el derecho de hacer esto, y cada uno de nosotros debe aceptar el lugar que se le ha dado.
Yo sé que este principio choca con el igualitarismo moderno, pero ésta es la doctrina católica.
Por lo tanto, las desigualdades accidentales también hacen a algunos hombres más adecuados para ejercer cargos públicos que otros.
El canciller prusiano Otto von Bismarck
era de una familia de junkers
En Pomerania, una parte de Prusia, en el noreste de Alemania, hay familias terratenientes de la nobleza llamada Junkers que han ocupado esas tierras desde la Edad Media. Sucedió que esas familias siempre generaron extraordinarios oficiales militares. Una gran parte de la fama del ejército prusiano se debe a la presencia de estos Junkers. El ejército alemán durante la época de Hitler también se benefició enormemente de la presencia de dichos funcionarios. Es un hecho histórico: esas familias dieron excelentes oficiales militares.
Ahora, supongamos que un hombre pudiera decir: “Yo soy alemán y protesto contra este orden de cosas. Debemos acabar con la influencia de estas familias en nuestro ejército y que nuestros comandantes militares sean elegidos por el pueblo”. Es probable que se dudaría de la eficacia de este tipo de ejército…
También podría dar el ejemplo de las familias de artesanos suizos que durante siglos perfeccionaron sus habilidades para la fabricación de excelentes relojes. Ellos usaron sus dones para su propio beneficio, por supuesto, pero también para toda la sociedad.
Si Dios creó este misterioso fenómeno de los dones hereditarios, por el cual se transmite una capacidad específica a través de las generaciones, el aprovecharse de él sirve a bien común. Por lo tanto, es normal que los hombres naturalmente capaces de cosas superiores darían para hacer cosas superiores.
Estas diferencias son riquezas de la naturaleza dadas por Dios a los hombres que debemos conservar y utilizar, no eliminar. Cuando Rousseau afirma que todos los hombres son iguales sin distinguir lo que es esencial y lo que es accidental, erró.
La desigualdad es la ley de la perfección. El igualitarismo es la ley de orgullo satánico, que no acepta la voluntad de Dios y quiere arrasar con todo lo que sea superior.
Tercero, a estos dos puntos doctrinales debemos añadir algunos argumentos históricos. No existe absolutamente ninguna prueba de que los hombres hayan vivido alguna vez de manera aislada, al margen de la sociedad, como Rousseau imaginó. Tenemos registros históricos por un largo tiempo antes del tiempo de nuestro Señor y no hay evidencia de que los hombres hayan vivido aislados y separados unos de otros. Esto simplemente nunca ocurrió.
De generación en generación, la familia Voightde Manchester mejoró la calidad de sus violines
Incluso si tuviéramos que admitir la Teoría de la Evolución ―cosa que no hacemos― en los llamados tiempos prehistóricos cuando supuestamente los hombres vivían en cuevas, ellos ya se presentaban viviendo en grupos. De manera que el presupuesto de Rousseau de que hubo un tiempo en que los hombres no eran criaturas sociales es ficticio; ello no tiene fundamento en la realidad.
Cuarto, incluso si nuestros ancestros ​​hubieran hecho un contrato social para obedecer a una determinada forma de gobierno en su época, supongamos 2.000 años antes de Cristo en algún lugar de la Mesopotamia, yo no puedo entender por qué, 4.000 años después, nos vemos obligados a seguir esa forma de gobierno en Brasilun país que ni siquiera existía entonces. Las mentalidades, las condiciones, necesidades, y todas las circunstancias históricas son completamente diferentes.
Una vez más, la ficción de Rousseau de que deberíamos obedecer a su hipotético contrato social está completamente fuera de la realidad. Tal gobierno sería un régimen artificial impuesto por personas de un pasado muy lejano, que no tendrían relación con los tiempos actuales. Lejos de expresar la libertad de las actuales personas que componen una sociedad, establece el despotismo de los muertos ―una necrocracia, se podría decir― que no tiene ningún vínculo con nuestra vida. Este es el débil fundamento del contrato social y la esencia de la teoría de la soberanía del pueblo.
En conclusión, la noción católica de la autoridad y del gobierno afirma que quienes ejercen el poder en una de las tres formas legítimas de gobierno, representan a Dios. Por lo tanto, debemos obedecer a menos que ellos nos mandaran algo que está en contra de la Ley de Dios.
Quienes deseen recibir en versión para imprimir la serie sobre Sociedad Orgánica que hemos publicado y seguiremos publicando, puede pedirlo enviando un email al correo de contacto. Basta hacerlo simplemente indicando en asunto: Sociedad Orgánica
Fuente: TIA

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