RESPUESTAS A LAS OBJECIONES MÁS COMUNES CONTRA EL SEDEVACANTISMO


Papa Vigilio, Segundo Concilio de Constantinopla, 553:
“… tenemos en cuenta lo que fue prometido acerca de la Santa Iglesia y a Aquel que dijo que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (por ellas entendemos como las lenguas mortales de los herejes)…”[1].

Suelen plantearse muchas objeciones en contra de la posición sedevacante, la cual dice que la cátedra de San Pedro está vacante debido a que los “Papas” post-Vaticano II no son verdaderos Papas, sino más bien antipapas no católicos. Respondemos ahora a las principales objeciones que suelen presentarse contra de esta posición.

1ª objeción: Las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia, como Cristo dijo (Mateo 16). Él dijo que estaría con su Iglesia todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28). Decir que la sede está vacante es contrario a las promesas de Cristo.

Respuesta: No, la indefectibilidad de la Iglesia (la promesa de Cristo de que Él siempre estará con su Iglesia, y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella) significa que la Iglesia, hasta el fin de los tiempos, permanecerá siendo esencialmente lo que es. La indefectibilidad de la Iglesia requiere que exista a lo menos un remanente (un pequeño resto fiel) en la Iglesia hasta el fin del mundo; y que un verdadero Papa, en su misión apostólica, nunca podría enseñar el error a toda la Iglesia. Esto no excluye la posibilidad que hayan antipapas que falsamente digan ser Papas (como ha ocurrido en numerosas ocasiones en el pasado, incluso que reinaron en Roma) ni tampoco excluye que haya una falsa secta que reduzca a los fieles de la verdadera Iglesia Católica a un pequeño remanente en los últimos días. Esto es precisamente lo que se predijo que ocurriría en los últimos días y lo que ocurrió durante la crisis arriana (siglo IV).

San Atanasio: “Los católicos que se mantienen fieles a la Tradición aún si ellos son reducidos a un manojo, ellos son la verdadera Iglesia de Jesucristo[2].

Además, cabe señalar que la Iglesia definió que los herejes son las puertas del infierno, palabras que son mencionadas por nuestro Señor en Mateo 16.

Papa Vigilio, Segundo Concilio de Constantinopla, 553:
“… tenemos en cuenta lo que fue prometido acerca de la Santa Iglesia y a Aquel que dijo que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (por ellas entendemos como las lenguas mortales de los herejes)…”[3].

Papa San León IX, 2 de septiembre de 1053: “La Santa Iglesia edificada sobre la piedra, esto es, sobre Cristo, y sobre Pedro… porque en modo alguno había de ser vencida por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes, que seducen a los vanos para su ruina”[4].

Santo Tomás de Aquino, Introducción a la Catena Aurea (†1262): “La sabiduría puede llenar los corazones de los fieles, y silenciar la terrible insensatez de los herejes, adecuadamente representados como las puertas del infierno[5].

Nótese que los herejes son las puertas del infierno. Los herejes no son miembros de la Iglesia. Por eso un hereje nunca podría ser un Papa. Las puertas del infierno (los herejes) nunca podrían tener autoridad sobre la Iglesia de Cristo. No son los que denuncian a los antipapas herejes del Vaticano II los que afirman que las puertas del infierno han prevalecido contra la Iglesia; son más bien aquellos que obstinadamente los defienden como Papas, a pesar de que se puede demostrar claramente que son herejes manifiestos.

Papa Inocencio III, Eius exemplo, 18 de diciembre de 1208:
“Creemos de todo corazón y profesamos con nuestros labios una sola Iglesia, no de herejes, sino la Santa Iglesia, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos nadie se salva”[6].

San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, La Controversia Católica, pp. 305-306: Ahora bien, cuando él [el Papa] es explícitamente un hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia…”.

No hay ninguna enseñanza de la Iglesia Católica que se pueda citar que sea contraria al hecho de que actualmente exista una falsa secta que ha reducido a la verdadera Iglesia Católica a un pequeño remanente en los días de esta Gran Apostasía, dirigida por antipapas que falsamente dicen ser Papas. Los que afirman que la secta del Vaticano II es la Iglesia Católica afirman que la Iglesia Católica aprueba oficialmente las falsas religiones y las falsas doctrinas. Esto es imposible y significaría que las puertas del infierno habrían prevalecido contra la Iglesia Católica.

2ª objeción: ¿Cuál es su autoridad para hacer estos juicios? El uso de las declaraciones dogmáticas es una interpretación privada.

Respuesta: La autoridad que un católico tiene para determinar que los herejes no son miembros de la Iglesia es el dogma católico que nos enseña que aquellos que se apartan de la fe se consideran fuera de ella.

Papa León XIII, Satis cognitum, # 19, 29 de junio de 1896:
“Tal ha sido la costumbre constante de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico[7].

Además, afirmar que adherir a este dogma católico es una interpretación privada, como dice esta objeción, es decir precisamente lo que condenó el Papa San Pío X en su Syllabus de errores modernos.

Papa San Pío X, Lamentabili, Decreto contra los errores del modernismo, 3 de julio de 1907, #22: “Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados, no son verdades venidas del cielo, sino una interpretación de hechos religiosos que la mente humana se elaboró con trabajoso esfuerzo”[8]. – Condenado

Papa San Pío X, Lamentabili, Decreto contra los errores del modernismo, 3 de julio de 1907, #54: “Los dogmas, los sacramentos, la jerarquía, tanto en su noción como en su realidad, no son sino interpretaciones y desenvolvimientos de la inteligencia cristiana, que por externos acrecentamientos aumentaron y perfeccionaron el exiguo germen oculto en el Evangelio”[9]. - Condenado

Nótese que la idea de que los dogmas son interpretaciones está condenada. Sin embargo, eso es textualmente lo que afirma esta objeción, ya si lo quieran admitir o no. Dicen que hacer uso de la verdad de un dogma es una “interpretación privada”. Además esta objeción también se refuta por el hecho de que, en su Decreto sobre el Sacramento del Orden, el Concilio de Trento declaró solemnemente que los cánones dogmáticos son para el uso de todos los fieles.

Papa Pío IV, Concilio de Trento, sesión 23, cap. 4: “Estos son los puntos que de modo general ha parecido al sagrado Concilio enseñar a los fieles cristianos acerca del sacramento del Orden. Y determinó condenar lo que a ellos se opone con ciertos y propios cánones al modo que sigue, a fin de que todos, usando, con la ayuda de Cristo de la regla de la fe entre tantas tinieblas de errores, puedan más fácilmente conocer y mantener la verdad católica[10].

La palabra “canon” (en griego: kanon) significa una caña, una vara recta, una vara de medir, algo que sirva para determinar, guiar o medir. ¡El Concilio de Trento está declarando infaliblemente que sus cánones son varas de medir para “todos”, para que así, haciendo uso de estas reglas de fe, puedan entre las tinieblas, conocer y defender fácilmente la verdad! Esta declaración tan importante destruye la afirmación de aquellos que dicen que usar los dogmas para comprobar puntos controversiales es una “interpretación privada”. El dogma católico es la autoridad de todos aquellos que llegan a conclusiones correctas.

Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 7, 15 de agosto de 1832: “… nada debe quitarse de cuanto ha sido definido, nada mudarse, nada añadirse, sino que debe conservarse puro tanto en la palabra como en el sentido[11].

3ª objeción: Usted no puede saber si alguien es un hereje, ni denunciarlo como tal, sin que primero haya un juicio y sentencia declaratoria.

Respuesta: No es así. La sentencia declaratoria que viene después de una excomunión automática no es más que un reconocimiento legal de algo que ya existe. Si esto no fuera así, la excomunión automática no tendría sentido.

Canon 2314, Código de Derecho Canónico de 1917: “Todos los apóstatas de la fe cristiana y todos y cada uno de los herejes o cismáticos: 1) incurren ipso facto [“en el acto” o “inmediatamente”] en excomunión…”[12].

La persona excomulgada ya está separada de la Iglesia. La mayoría de los herejes son conocidos por ser herejes sin ningún juicio o sentencia declaratoria, y deben ser denunciados como tales.

Papa Pío VI, Auctorem fidei, 28 de agosto de 1794:
“47. Igualmente la proposición que afirma ser necesario según las leyes naturales y divinas que tanto a la excomunión como a la suspensión deba preceder el examen personal, y que por lo tanto las sentencias dichas ipso facto no tienen otra fuerza que la de una seria conminación sin efecto actual alguno, es falsa, temeraria, injuriosa a la potestad de la Iglesia y errónea[13].

Como vemos aquí, la Iglesia Católica enseña que los procesos y sentencias formales no son necesarios para surtir efecto en las excomuniones ipso facto (“en el acto” o “inmediatamente”). Son muy a menudo reconocimientos formales de la excomunión ipso facto que ya se han realizado, como en el caso del hereje Martín Lutero.  Esto debería ser evidente para cualquier católico, pero para ilustrar este punto, he aquí lo que Martín Lutero dijo antes de ser públicamente condenado como hereje por el Papa.

Martín Lutero, hablando antes de la bula del Papa León X en la que se le daba sesenta días para retractarse antes de que se publicara la declaración de excomunión: “En cuanto a mí, la suerte está echada: desprecio por igual el favor y la furia de Roma, no deseo reconciliarme con ella, ni tener comunión alguna con ella. Que me condene y queme mis libros, yo, a su vez, a menos que no pueda encontrar ningún fuego, condenaré y quemaré públicamente todo el derecho pontificio, ese pantano de herejías[14].

¿Acaso hemos de creer que el hombre que pronunció estas palabras (mucho antes de que fuera condenado formalmente como hereje por una sentencia declaratoria) hubiera continuado siendo católico o hubiera podido ser considerado como tal? Si esta idea no es evidentemente absurda, entonces nada lo es. Es obvio que Martín Lutero era un hereje manifiesto antes de la declaración pública, y cualquier católico consciente de sus creencias podría y debería haberlo denunciado como un hereje manifiesto una vez que ese católico llegare a enfrentarse con esas opiniones escandalosamente heréticas.

Por eso, antes del juicio de Lutero, el cardenal Cayetano “se contactó con el príncipe elector Federico, soberano y protector de Lutero, instándolo a que no ‘deshonre el buen nombre de sus antepasados’ por apoyar a un hereje”[15].

El mismo principio se aplica a un tal hereje llamado John Kerry, un político estadounidense que está a favor del aborto. Casi todos los que profesan ser católicos de mentalidad conservadora, de inmediato estarían de acuerdo en que John Kerry es hereje y no un católico, ya que él rechaza obstinadamente la doctrina católica contra el aborto. Pero este “juicio” lo hacen por cuenta propia, puesto que ninguna sentencia declaratoria se ha publicado aún en su contra. Por lo tanto, ellos aprueban el punto de que no es necesaria una declaración pública para condenar a un hereje. La mayoría de los herejes en la historia de la Iglesia, y casi todos los herejes en el mundo de hoy, han sido y deben ser considerados herejes, sin ningún tipo de declaración, por el simple hecho de que su herejía es manifiesta.

Canon 1325 §1-2, Código de Derecho Canónico de 1917: “§1. Están obligados los fieles cristianos a confesar públicamente la fe siempre que su silencio, tergiversación o manera de obrar llevaría consigo negación implícita de la fe, desprecio de la religión, ofensa de Dios o escándalo del prójimo. §2. Si alguien después de haber recibido el bautismo, conservando el nombre de cristiano, niega pertinazmente alguna de las verdades que han de ser creídas con fe divina y católica o la pone en duda, es hereje; si abandona por completo la fe cristiana, es apóstata…”.

Cuando la herejía es manifiesta y claramente obstinada (pertinaz), como en el caso de Lutero o de Benedicto XVI (que dice que no debemos convertir a los no católicos y que toma parte activa en el culto de la sinagoga), los católicos no sólo pueden denunciarlo como un no católico sin ningún juicio, sino que deben hacerlo. Esta es precisamente la razón de por qué San Roberto Belarmino, doctor de la Iglesia, al abordar esta misma cuestión, afirma inequívocamente que el hereje manifiesto es depuesto y debe ser evitado como un no católico que no tiene autoridad antes de cualquier “excomunión o sentencia judicial”. En este contexto, San Roberto usa la palabra “excomunión” para referirse a la pena de ferendae sententiae (la declaración formal de un Papa o un juez)[16].

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30, hablando de un reclamante del oficio papal: “Porque, en primer lugar, se demuestra con argumentos de autoridad y por la razón que el hereje manifiesto es depuesto ipso facto. El argumento se basa en la autoridad de San Pablo (Tito 3, 10), que ordena que evitemos al hereje después de dos advertencias, es decir, después de haber mostrado ser manifiestamente obstinado; lo que significa que es antes de cualquier excomunión o sentencia judicial. Y es por eso que San Jerónimo escribe, agregando que los otros pecadores están excluidos de la Iglesia por la pena de excomunión [ferendae sententiae = proceso formal], pero los herejes, por sus propios actos, se destierran y se separan del cuerpo de Cristo [latae sententiae = excomunión automática]”.

Repitamos esto: ¡LO QUE SIGNIFICA QUE ES ANTES DE CUALQUIER EXCOMUNIÓN O SENTENCIA JUDICIAL! Así que podemos ver que los anti-sedevacantistas, cuando argumentan que los católicos no pueden denunciar a los herejes manifiestos ―como a Benedicto XVI―, puesto que no ha habido un juicio formal, en realidad, lo entienden todo mal. Su conclusión es una burla completa de la unidad de fe en la Iglesia. Para los que se les haya olvidado, es útil recordar que en la Iglesia Católica hay unidad de fe (como una, santa, católica y apostólica).

Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi, # 22, 29 de junio de 1943:
“Así que, como en la verdadera congregación de los fieles existe un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Bautismo, así no puede haber sino una sola fe; y, por lo tanto, quien rehusare oír a la Iglesia, según el mandato del Señor, ha de ser tenido por gentil y publicano. Por lo cual, los que están separados entre sí por la fe o por la autoridad, no pueden vivir en este único Cuerpo, ni tampoco, por lo tanto, de este su único Espíritu”[17].

Según la conclusión de los anti-sedevacantistas, los católicos tendrían que afirmar que están en comunión con un hombre que admitió públicamente que no quería tener comunión con la Iglesia Católica y que sostenía que todo el derecho pontifico es un pantano de herejías; o con un hombre que está obstinadamente a favor del aborto. Decir que los católicos deben estar en comunión con un hereje manifiesto porque contra él no se ha llevado a cabo ningún proceso, es contrario a la doctrina católica, a la tradición católica y al sentido católico; además de que es contrario a la caridad.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
“… pues los hombres no están obligados, o en condición de leer los corazones, pero cuando ven que alguien es un hereje por sus obras exteriores, lo juzgan puro y simplemente que es un hereje, y lo condenan como tal”.

4ª objeción: ¿Qué hay sobre la herejía material? ¿No pueden ser sólo herejes materiales los Papas del Vaticano II?

Respuesta: Un hereje “material” es un católico errado de buena fe sobre un problema dogmático. No hay duda que los antipapas del Vaticano II son verdaderos herejes. Ellos no pueden ser herejes materiales (católicos errados de buena fe) por varias razones. Las más importantes entre estas razones son: 1) ellos no guardan los misterios esenciales de la fe, 2) ellos rechazan dogmas evidentes de los cuales están plenamente conscientes.

Un “hereje material” es un término utilizado por los teólogos para describir a un católico errado de buena fe con respecto a algunas enseñanzas de la Iglesia, pero que no las ha negado deliberadamente. La única manera en que se pueda ser un “hereje material” es no estando consciente de que la posición que se sostiene es contraria a la enseñanza de la Iglesia. Tal persona cambiaría inmediatamente su posición una vez que se le informe acerca de la enseñanza de la Iglesia. Por lo tanto, el supuesto “hereje material” no es un hereje, sino más bien es un católico confundido que no niega nada de lo que él sabe que la Iglesia ha enseñado. El hecho de que el supuesto “hereje material”  no sea un hereje se demuestra por el hecho de que el supuesto “hereje material” no deja de ser miembro de la Iglesia, y ya hemos probado por muchas citas que todos los herejes dejan de ser miembros de la Iglesia.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441:
“La Santa Iglesia Romana firmemente cree, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos…”[18].
Además, el supuesto del “hereje material” (un católico errado) no hace que caiga sobre su cabeza el castigo eterno por negar la fe; en cambio, en todos los herejes cae sobre sus cabezas el castigo eterno por negar la fe.

Papa San Celestino I, Concilio de Éfeso, 431:
“… todos los herejes corrompen las verdaderas expresiones del Espíritu Santo con sus propias mentes inicuas y hacen que caigan sobre sus cabezas una llama inextinguible”[19].

Un hereje material, por lo tanto, no es un hereje, sino un católico que inocentemente está equivocado sobre alguna enseñanza de la Iglesia. Por lo tanto, los que afirman que Benedicto XVI no está consciente de todos los dogmas que él niega, y por lo tanto, sería sólo un “hereje material” (en otras palabras, un católico errado), no sólo están argumentando algo que es absurdo, sino más bien algo que es IMPOSIBLE. Es imposible que Benedicto XVI sea sólo un supuesto “hereje material” por tres razones:

No 1): Es un hecho que Benedicto XVI conoce muchos de los dogmas de la Iglesia que él niega. Él sabe más sobre la enseñanza católica que casi ningún otro hombre en el mundo. Todo el tiempo da discursos sobre los pronunciamientos dogmáticos de la Iglesia ―los mismos que él contradice y rechaza, como son los del Primer Concilio Vaticano―.

Benedicto XVI, Principios de la Teología Católica (1982), p. 239: “Cualquier persona que se pregunte sobre la enseñanza de la Iglesia respecto a las órdenes sagradas, encontrará a su disposición un suministro relativamente rico de fuentes materiales; tres concilios han hablado extensamente sobre el tema: Florencia, Trento y el Vaticano II. Cabe también mencionar la importante constitución apostólica de Pío XII (Sacramentum ordinis) del año 1947”[20].

Benedicto XVI, Principios de la Teología Católica (1982), pp. 197-198: “Por parte de occidente, la máxima exigencia sería que oriente reconociera la primacía del obispo de Roma en todo el ámbito de la definición de 1870 y al hacerlo, someterse en la práctica, a una primacía, como ha sido aceptada por las iglesias uniatasningunas de las soluciones máximas ofrecen una esperanza real de unidad[21].

En estas citas podemos constatar la familiaridad de Benedicto XVI con la enseñanza católica, incluyendo los mismos concilios que él niega. Lo mismo ocurre con Juan Pablo II y sus “predecesores”. Por ejemplo, en el acuerdo aprobado por Juan Pablo II con la iglesia luterana sobre la justificación, en 1999, Juan Pablo II estuvo de acuerdo en que el Concilio de Trento ya no se aplica.

Acuerdo entre el Vaticano y los luteranos sobre la Justificación, 31 de octubre de 1999: “§13. A la luz de dicho consenso, las respectivas condenas doctrinales del siglo XVI [es decir, los cánones del Concilio de Trento] ya no se aplican a los interlocutores de nuestros días[22].

No hace falta decir que él no podía ignorar el Concilio de Trento si él está de acuerdo en que ya no tiene aplicación. Por otra parte, Benedicto XVI tiene varios doctorados en teología y ha escrito muchos libros que tratan con las complejidades del dogma católico. Nosotros hemos leído veinticuatro de sus libros, y podemos decir que Benedicto XVI está más familiarizado con lo que enseña la Iglesia Católica que ninguna otra persona en el mundo. Decir que Benedicto XVI o Juan Pablo II o Pablo VI o Juan XXIII no tenían conocimiento de las enseñanzas más simples de la Iglesia que ellos niegan, tales como, la enseñanza respecto a nuestro Señor, la enseñanza contra el protestantismo, sobre la salvación, en contra de las falsas religiones, sobre la libertad religiosa, etc., es algo falso y ridículo en grado máximo. Es una pura locura afirmar, por ejemplo, que Benedicto XVI no está consciente del dogma de que los protestantes están obligados, bajo pena de herejía, a aceptar el papado; recuérdese que él enseña todo lo contrario. Esto equivale a decir que uno podría ser chef de un restaurante de primera clase y no saber qué es una lechuga. Pero eso es exactamente lo que nos quieren hacer creer aquellos que promueven el argumento del “hereje material”.

No 2): Es imposible que Benedicto XVI sea sólo un “hereje material” o un católico errado porque ―suponiendo por un momento que él no estuviera consciente de los muchos dogmas que él niega (cosa que, como hemos dicho, es definitivamente falso)― siendo un hombre que pretende ser obispo y Papa, él está obligado a haberlas aprendido. Por lo tanto, él no tiene excusa como para decir que no está consciente de los dogmas fundamentales de la Iglesia que él niega.

Un manual de derecho canónico enseña: “Si el delincuente que hace esta aseveración es un clérigo, su alegato a favor de la mitigación debe ser desestimado, ya sea como falso, o bien como una indicación de ignorancia fingida, o al menos crasa y supina. … Su formación eclesiástica en el seminario, con su teología moral y dogmática, su historia eclesiástica, por no mencionar el derecho canónico, todo asegura que se le enseñó la actitud de la Iglesia respecto a la herejía”[23].

No 3): Es imposible que Benedicto XVI solo sea meramente un “hereje material” porque hay ciertas cosas que todo adulto debe sostener por necesidad de medio para ser católico, y Benedicto XVI no sostiene esas cosas. Todo católico adulto debe creer (para justificarse y salvarse) en la Santísima Trinidad, en la Encarnación del Verbo, que Jesucristo y su Iglesia son verdaderos, y que las religiones distintas a la que estableció nuestro Señor Jesucristo son falsas. Estos misterios esenciales deben ser conocidos por necesidad de medio.

Papa Benedicto XIV, Cum religiosi, # 1, 26 de junio de 1754:
“No pudimos alegrarnos, sin embargo, cuando se Nos informó posteriormente que en el curso de la instrucción religiosa preparatoria a la confesión y a la santa comunión, se descubría muy a menudo que esas personas eran ignorantes de los misterios de la fe, incluso de aquellos aspectos que deben ser conocidos por necesidad de medio; en consecuencia, no estaban habilitados para participar de los sacramentos”[24].

En otras palabras, todo católico por sobre la edad de la razón debe tener un conocimiento positivo de ciertos misterios de la fe para salvarse. No hay excusas, ni siquiera por la ignorancia. Por lo tanto, si uno tiene una creencia que menoscaba la fe en esos misterios, aunque se le haya enseñado de forma incorrecta, ése no es católico.

Papa Benedicto XIV, Cum religiosi, # 4: “… los confesores deben cumplir esta parte de su deber, no sea que alguien se encuentre ante su tribunal y no sepa lo que debe saber por necesidad de medio para salvarse…”[25].

Papa San Pío X, Acerbo nimis, # 3, 15 de abril de 1905:
“Y por eso Nuestro predecesor Benedicto XIV escribió justamente: ‘Declaramos que un gran número de los condenados a las penas eternas padecen su perpetua desgracia por ignorar los misterios de la fe, que necesariamente deben saber y creer para ser contados entre los elegidos’”[26].

Por ejemplo, si alguien realmente cree en tres dioses diferentes y no en tres personas divinas en un solo Dios, ese tal no es católico. Esto vale incluso si nunca se le enseñó la verdadera doctrina sobre la Trinidad. Él no es católico, ya que su creencia contradice un misterio esencial que debe conocer para guardar la verdadera fe.

Del mismo modo, si alguien cree que las otras religiones, como el islam, el judaísmo, etc. también son buenas, entonces aquél no cree que Cristo (y, por extensión, su Iglesia) es la única verdad. Si alguien no cree que Cristo (y, por extensión, su Iglesia) sea la única verdad, entonces no tiene la fe católica. Esto vale incluso si nunca se le enseñó la verdadera doctrina al respecto, por eso el Papa Pío XI dice que se apartan de la verdadera religión todos cuantos sustentan la opinión de que todas las religiones “son, con poca diferencia, buenas y laudables”.

Papa Pío XI, Mortalium animos, # 2:
“Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio. Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar en el naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios[27].

Pues ya hemos demostrado que Benedicto XVI y sus “predecesores” creen que el judaísmo, el islam, etc. son buenos. Benedicto XVI incluso fue iniciado en el islam en una mezquita, el 30 de noviembre de 2006. Él y sus “predecesores” elogian esas religiones. Benedicto XVI específicamente calificó de “noble” al islam y dijo que representa la “grandeza”. No es posible que él crea en esto y sea un “hereje material” católico, puesto que él no cree en un misterio esencial que debe sostenerse para guardar la verdadera fe, esto es, que Cristo es la única verdad. Por lo tanto, Benedicto XVI no es católico.

Esto también se prueba desde otro ángulo. Puesto que es un misterio esencial de la fe católica que Cristo (y, por extensión, su Iglesia) es la única verdad, se sigue que los que creen en este misterio también sostienen que la Iglesia de Cristo debe ser creída. Esta es la enseñanza del Papa León XIII.

Papa León XIII, Satis cognitum, # 13, 29 de junio de 1896:
No puede creerse que guardéis la fe católica los que no enseñáis que se debe guardar la fe romana[28].

Si alguien cree que la religión católica no tiene que ser aceptada por los acatólicos, entonces no es un católico. Como hemos demostrado, los antipapas del Vaticano II enseñan que la religión católica no tiene que ser aceptada por los acatólicos; ellos enseñan específicamente que los cismáticos orientales no tienen que convertirse a la fe católica.

Pablo VI, Declaración Conjunta con el “Papa” cismático Shenouda III, 10 de mayo de 1973: “Pablo VI, Obispo de Roma y Papa de la Iglesia Católica, y Shenouda III, Papa de Alejandría y Patriarca de la Sede de San Marcos… En el nombre de esta caridad, rechazamos todo tipo de proselitismo Qué cese donde quiera que exista…”[29].

Juan Pablo II, Homilía, 25 de enero de 1993: “Dice el documento de la Comisión Pontifica para Rusia que, ‘La forma en que se logra la unidad cristiana, de hecho, no es por el proselitismo, sino por el diálogo fraternal’”
[30].

Benedicto XVI, Discurso a los protestantes en la Jornada Mundial de la Juventud, 19 de agosto de 2005: “Y ahora preguntémonos: ¿qué significa restaurar la unidad de todos los cristianos? … esta unidad no significa lo que se podría llamar el ecumenismo de regreso, es decir, renegar y rechazar la propia historia de la fe de cada uno. ¡De ninguna manera![31]

Además…

La ley de la Iglesia presupone pertinacia en la herejía a menos que se pruebe lo contrario.

Además de los hechos anteriores que demuestran que los antipapas del Vaticano II son definitivamente herejes formales, la presunción de la ley está en contra de ellos:

Canon 2200 §2, Código de Derecho Canónico de 1917: “Quebrantada externamente la ley, hay presunción de dolo [malicia] en el foro externo, mientras no se demuestre lo contrario”.

Un comentario sobre este canon del Rev. Eric F. Mackenzie, A.M., S.T.L., J.C.L, afirma que:

La comisión misma de cualquier acto que signifique herejía, por ejemplo, la declaración de alguna doctrina contraria o contradictoria a un dogma revelado y definido, da motivo suficiente de presunción jurídica de depravación herética… Circunstancias justificantes deben probarse en el fuero externo, y la carga de la prueba recae en la persona cuya acción ha dado lugar de amonestación de herejía. A falta de dicha prueba, todas las excusas se presumen que no existen[32].

Los antipapas del Vaticano II no sólo han hecho literalmente cientos de declaraciones contrarias al dogma revelado y definido, sino que también de forma explícita han declarado estar en comunión ―dentro de la misma Iglesia― con los cismáticos y herejes. Además, ellos han confirmado estas declaraciones con sus actos, con lo cual manifiestan, aún más, su lealtad a la herejía, tal como la communicatio in sacris (la comunicación en las cosas sagradas) con las diversas falsas religiones. Por lo tanto, la ley o el espíritu de la Iglesia no excusa a alguien que públicamente difunde la herejía, sino más bien se presume su culpabilidad.

Papa Inocencio IV, Primer Concilio de Lyon, 1245:
“La ley civil declara que aquellos deben ser considerados como herejes, y deben ser sometidos a las sentencias dictadas contra ellos, incluso quienes por una leve evidencia  se descubre que se han extraviado del juicio y del camino de la religión católica[33].

San Roberto Belarmino explica por qué debe ser así.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
“… pues el hombre no está obligado, o en condiciones de leer los corazones, pero cuando ven que alguien es hereje por sus obras externas, lo juzgan puro y simple como un hereje, y lo condenan como tal”.

También una simple ilustración demostrará por qué esto debe ser así.

Supongamos que usted tiene algunas ovejas y usted designa a un pastor para que cuide de ellas. Supongamos que un día el pastor se convierte en lobo y empieza a comerse las ovejas, desgarrándolas en pedazos. ¿Podría usted, que sólo busca el bienestar de estas ovejas, conservar al lobo como “pastor” de las ovejas? ¿Les exigiría a las otras ovejas que aún no han sido devoradas que se sometan al pastor convertido en lobo, colocándolas, por tanto, en estado de peligro próximo para ser devoradas? Por supuesto que no, ni tampoco Dios lo haría.

Dios nunca permitiría que alguien que promueve la herejía manifiesta en el fuero externo (independientemente de cuáles sean sus intenciones) conserve esa autoridad en la Iglesia ni le exigiría a los católicos que se le sometan. Recuérdese que la herejía mata el alma. Supongamos que el lobo de nuestra historia sólo tiene hambre o ha tenido un mal día. ¿Esto cambia el hecho de que las ovejas estén siendo eliminadas? No.

Por otra parte, ¿qué lobo que tratase de engañar a la gente se declararía abiertamente no ser un católico o un enemigo de la Iglesia?

Mateo 7, 15: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces”.

No hay forma más eficaz para ayudar a un falso profeta que insistir que él, a pesar de su profesión pública de la herejía, sigue manteniendo autoridad en la Iglesia. El Papa San Celestino, al tratar sobre el caso del hereje Nestorio, confirma autoritariamente el principio de que no podemos considerar a un hereje público como a una persona con autoridad. Nestorio, patriarca de Constantinopla, comenzó a predicar la herejía de que María no era la Madre de Dios. Los fieles reaccionaron rompiendo la comunión con él puesto que se dieron cuenta que Nestorio predicó herejía pública y notoria, por lo cual él ya no podía tener autoridad en la Iglesia Católica. La siguiente cita del Papa San Celestino se encuentra en De Romano Pontifice, la obra de San Roberto Belarmino.

Papa San Celestino:
La autoridad de Nuestra Sede Apostólica ha determinado que el obispo, el clérigo, o un simple cristiano, que haya sido destituido o excomulgado por Nestorio o sus seguidores, después de que éste último comenzó a predicar la herejía, no serán considerados depuestos o excomulgados. Porque el que ha desertado de la fe con tales pronunciamientos, ya no puede deponer ni prohibir a nadie en absoluto[34].

El Papa Pío IX confirma este principio al enseñar que el delincuente es considerado hereje o cismático aunque no haya sido declarado por la Santa Sede como tal.

Papa Pío IX, Quartus supra, # 12, 6 de enero de 1873:
“Dado que la facción de Armenia es así, ellos son cismáticos aun cuando todavía no hayan sido condenados como tales por la autoridad Apostólica[35].

Por eso los santos, los teólogos, los doctores, los canónigos y los Papas que hablan acerca del “Papa hereje” evitan los términos herejía “material” y “formal”, ya que estos son términos que implican una sentencia del fuero interno. Ellos más bien utilizan palabras como: pública, manifiesta, notoria, etc. ―términos que corresponden al fuero externo.

F.X. Wernz, P. Vidal (1943):
“El Romano Pontífice, caso de caer en herejía de manera notoria y abiertamente revelada, por ese mismo hecho se considera estar privado del poder de jurisdicción, incluso antes de cualquier sentencia declaratoria de la Iglesia…”[36].

Canon 192, Código de Derecho Canónico de 1917:
“Se incurre en la privación del oficio por el mismo derecho o por un acto del Superior legítimo”.

Canon 188 §4, Código de Derecho Canónico de 1917:
“En virtud de renuncia tácita admitida por el mismo derecho, vacan ipso facto, y sin ninguna declaración, cualesquiera oficios, si… §4 Apostata públicamente de la fe católica”.

¿Qué es una defección pública de la fe?

Canon 2197 §1, Código de Derecho Canónico de 1917:
“El delito es: §1 Público, si ya está divulgado, o si fue cometido o se halla en tales circunstancias que puede y debe juzgarse prudentemente que con facilidad habrá de adquirir divulgación…”.

Por lo tanto, hemos demostrado detalladamente por qué es totalmente falso afirmar que los antipapas del Vaticano II sean meramente “herejes materiales”. No pueden ser herejes materiales porque: 1) conocen muy bien los dogmas que ellos niegan; 2) están obligados a conocer la fe católica como “obispos”, especialmente los dogmas que ellos niegan; y 3) ellos carecen de la fe y contradicen los misterios esenciales de la fe que se deben guardar para ser católico.

5ª objeción: La Iglesia no puede existir sin un Papa, o al menos no puede existir durante cuarenta años sin un Papa, como dicen los sedevacantistas

Respuesta: La Iglesia ha existido por años sin un Papa, y eso ocurre cada vez que un Papa muere. La Iglesia ha experimentado un interregno papal (es decir, un período sin un Papa) más de 200 veces a lo largo de su historia. El interregno papal más largo (antes de la apostasía del Vaticano II) fue entre los Papas San Marcelino (296-304) y San Marcelo (308-309). Ese interregno duró más de tres años y medio[37]. Además, los teólogos enseñan que la Iglesia puede existir, incluso por décadas sin un Papa.

EL P. EDMUND JAMES O’REILLY  DESTRUYE  EL ARGUMENTO DE LOS NO SEDEVACANTISTAS SOBRE LA DURACIÓN DE UN INTERREGNO PAPAL (PERÍODO EN QUE NO HAY UN PAPA), MEDIANTE LA ENSEÑANZA DE QUE LA IGLESIA PUEDE EXISTIR SIN UN PAPA POR DÉCADAS

El P. Edmund James O’Reilly fue un teólogo eminente que vivió en la época del Vaticano I. Al escribir después del Vaticano I y de sus definiciones sobre la perpetuidad del oficio papal, él enseña que Dios podría dejar a la Iglesia sin un Papa por más de 39 años, por ejemplo: la duración del Gran Cisma de Occidente (1378-1417). La siguiente cita del Padre O’Reilly se refiere al Gran Cisma de Occidente:

Podemos detenernos aquí para indagar acerca de lo que se ha dicho de la posición, en esa época, de los tres reclamantes, y sus derechos respecto al  papado. En primer lugar, durante todo el período, desde la muerte del Papa Gregorio XI en 1378 ―con  excepción, por supuesto, de los intervalos entre  muertes y  elecciones para llenar las vacantes que por ello se creaban―. Hubo en cada momento dado un Papa verdaderamente investido de la dignidad del Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia, cualesquiera hayan sido las opiniones que pudieron existir en cuanto a su autenticidad; no habría sido imposible o inconsistente con las promesas de Cristo el que haya habido un interregno que cubriera todo el período, si bien que, de hecho, no hubo tal interregno[38].

El P. O’Reilly ―quien fue uno de los teólogos más eminentes del siglo XIX― dice que un interregno (un período sin un Papa), que abarque todo el período del Gran Cisma de Occidente no es en absoluto incompatible con las promesas de Cristo sobre su Iglesia. El período del cual está hablando el P. O’Reilly comenzó en 1378 con la muerte del Papa Gregorio XI y finalizó esencialmente en 1417, cuando fue elegido el Papa Martín V. Eso sería un interregno (período sin un Papa) de 39 años.

Es obvio que el P. O'Reilly está del lado de aquellos que, al rechazar a los antipapas del Vaticano II, mantienen la posibilidad de una vacante en la Santa Sede por un período largo. De hecho, en la página 287 de su libro, el P. O’Reilly escribe esta profética advertencia:

El gran cisma de Occidente me sugiere una reflexión que me tomo la libertad de expresar aquí. Si este cisma no hubiera ocurrido, la hipótesis de que tal cosa sucediera, parecería a muchos algo quimérico [absurdo]. Ellos dirían que no podría ser; Dios no permitiría que la Iglesia llegara a una situación tan infeliz. Las herejías podrían surgir y extenderse y durar penosamente por mucho tiempo, lanzando a la defección y a la perdición a sus autores y cómplices, con gran peligro también para los fieles, aumentado por las reales persecuciones en los muchos lugares donde dominan los herejes. Pero que la verdadera Iglesia pueda permanecer entre treinta y cuarenta años sin un legítimo Jefe y representante de Cristo en la tierra, esto no podría ocurrir. Sin embargo, ello ha ocurrido, y no tenemos ninguna garantía de que no volverá a ocurrir otra vez, aunque fervorosamente deseamos lo contrario. Lo que puedo inferir es que no estamos muy aptos para pronunciarnos sobre lo que Dios puede permitir. Lo que sí sabemos con absoluta certeza es que Él cumplirá sus promesas. También podemos confiar que Él hará mucho más de lo que se ha obligado a sí mismo por sus promesas. Podemos mirar hacia adelante con esperanzadoras probabilidades de que no vuelvan a ocurrir en el futuro algunos de los problemas y desgracias que han acontecido en el pasado. Pero nosotros, o nuestros sucesores en las futuras generaciones de cristianos, quizás verán males más extraños que los que ya hemos experimentado, incluso antes de la inmediata aproximación del gran fin de todas las cosas en la tierra que precederá el día del juicio. Yo no me declaro un profeta, ni pretendo ver sucesos infelices, de los que no tengo conocimiento alguno. Todo lo que trato de dar a entender es que las contingencias en relación con la Iglesia, que no están excluidas por las promesas divinas, no pueden ser consideradas como prácticamente imposibles, sólo porque ellas serían terribles y peligrosas en un grado extremo[39].

Esto es un punto excelente. El P. O'Reilly está diciendo que si el Gran Cisma de Occidente nunca hubiera ocurrido, los católicos dirían que tal situación (tres reclamantes al papado sin que se pudiera comprobar por décadas quién era la verdadera cabeza) sería imposible; al igual como dicen aquellos que la “tesis” sedevacantista es imposible, a pesar que los hechos demuestren que es cierto.

El P. O’Reilly dice que, habiendo ocurrido el Gran Cisma de Occidente, no tenemos ninguna garantía que no ocurran cosas peores que no estén excluidas por las promesas divinas. No hay nada en contra de la indefectibilidad [que es una de las propiedades esenciales de la Iglesia] el decir que no hemos tenido un Papa desde la muerte de Pío XII en 1958. Todo estaría más bien en contra de la indefectibilidad de la Iglesia Católica si afirmáramos que fueron Papas verdaderos los que promulgaron el Concilio Vaticano II, junto con apoyar oficialmente a las religiones falsas y paganas, promulgar la Nueva Misa protestante, y sostener que los acatólicos no necesitan convertirse para la salvación. Que la Iglesia esté sin un Papa por un largo período en la Gran Apostasía es el castigo infligido por Dios a nuestra generación por la maldad del mundo.

La profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, grandes y pequeños, se pervertirán. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que, finalmente, parecerá haber quedado destruida, y la sucesión de Pedro y de los demás Apóstoles parecerá haber terminado. Pero después de esto, será exaltada triunfalmente a la vista de todos los que dudaban[40].

6ª objeción: Las definiciones del Primer Concilio Vaticano sobre la perpetuidad del oficio papal contradicen las afirmaciones de los sedevacantistas.

Respuesta: Los dogmas del Vaticano I no se contradicen con una vacancia de la sede papal, de hecho, son aquellos que rechazan a los antipapas del Vaticano II los que aceptan consecuentemente estos dogmas, ya que Benedicto XVI los rechaza totalmente.

RESPUESTAS A LOS PASAJES ESPECÍFICOS DEL PRIMER CONCILIO VATICANO QUE SON CITADOS POR LOS ANTI-SEDEVACANTISTAS, Y LO ABSURDO DE UN “PAPA” QUE NO CREE EN EL VATICANO PRIMERO

Las personas que intentan refutar el sedevacantismo a menudo citan tres pasajes del Vaticano I. Responderemos específicamente a estos tres pasajes. Antes de hacerlo, debemos hacer hincapié en el hecho que acabamos de tratar: han habido largos periodos en que la Iglesia no ha tenido un Papa. Hemos mencionado el interregno de tres y medio años que ocurrió entre el Papa San Marcelino y el Papa San Marcelo.

Cuando murió el Papa San Gregorio VII, el 25 de mayo de 1085, fue hasta casi dos años más tarde ―el 9 de mayo de 1087― que fue elegido su sucesor, el Papa Víctor III. El 25 de junio de 1243, el Papa Inocencio IV se convirtió en el sucesor N° 179 de San Pedro; sin embargo, su predecesor inmediato, el Papa Celestino IV, ya había muerto hace más de un año y medio ―el 10 de noviembre de 1241―. Más tarde, en el mismo siglo, los católicos tuvieron que esperar casi tres años para que la Iglesia, tras la muerte del Papa Clemente IV, el 29 de noviembre de 1268, nombrase al nuevo Papa, San Gregorio X, el 1 de septiembre de 1271. Se podrían citar otros ejemplos de interregnos de un año o más entre los Papas; el punto es que si bien la práctica común era transferir rápidamente el poder papal, hubo excepciones. En la crisis actual, por lo tanto, ciertamente no es la primera vez que la Iglesia ha tenido que sufrir un período significativo sin un Papa.

Ya hemos tratado de los antipapas que reinaron en Roma y que decían ser Papas, algo que vimos en el caso de Anacleto II y en el Gran Cisma de Occidente. También hay un axioma teológico, “ni más ni menos no cambia la especie; un cambio de grado no afecta el principio”. Si la Iglesia no falló o perdió la perpetua sucesión papal por una vacancia de tres años y siete meses, entonces la Iglesia no fallará o perderá la sucesión papal perpetua durante una vacancia de cuarenta o más años. El principio es el mismo, a menos que exista una enseñanza específica de la Iglesia que declare un límite al interregno papal.

Debido a que no hay enseñanza que ponga un límite a tal interregno papal (un período sin un Papa), y puesto que las definiciones del Vaticano I sobre la perpetuidad del oficio papal no hacen ninguna mención en absoluto acerca de las vacancias papales o por cuánto tiempo podrían durar, entonces, si fuere cierto que las definiciones del Vaticano I refutan la posición sedevacante (como algunos dicen), entonces también refutarían la indefectibilidad de la Iglesia Católica cada vez que la Iglesia se encuentre sin un Papa. Pero, por supuesto, esto es imposible y ridículo.

Por lo tanto, con el fin de ser consistentes, los anti-sedevacantistas que citan al Vaticano I en contra de la “tesis” sedevacante, deben argumentar que la Iglesia nunca puede estar sin un Papa, ni siquiera por un solo momento (un absurdo evidente). Pero esto es exactamente lo que argumenta uno de ellos en un muy interesante pero errado artículo. Esto sirve para revelar el profundo prejuicio y los errores esenciales de su posición:

Chris Ferrara, “Oposición a la Campaña Sedevacantista”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 19: “La Iglesia nunca, ni por un momento, en su historia ha estado sin ningún sucesor de Pedro válidamente elegido tras la muerte de su predecesor válidamente elegido”[41].

Esto es obviamente absurdo y completamente falso. El autor sabe que esto es falso porque, en la siguiente frase, declara:

Ferrara: “De hecho, el interregno más largo entre dos Papas de la historia de la Iglesia fue de sólo dos años y cinco meses, entre la muerte del Papa Nicolás IV (1292) y la elección del Papa Celestino V (1294)”[42].

En primer lugar, el interregno que él menciona no fue el más largo de la historia de la Iglesia (como vimos más arriba). En segundo lugar, él reconoce que la Iglesia ha existido por años sin un Papa. Es así que ha habido un buen número de “momentos” en la historia de la Iglesia donde ella se ha encontrado sin un Papa. ¿Por qué nos diría Ferrara que la Iglesia no puede estar sin un Papa “ni por un momento” cuando él sabe que esto no es cierto?

Ahora que se ha establecido el hecho de que la Iglesia sí puede estar sin un Papa durante un largo período, echemos un vistazo a los pasajes del Primer Concilio Vaticano:

1.       El Primer Concilio Vaticano declara que el papado es el fundamento visible y el principio perpetuo de la unidad

Primer Concilio Vaticano, Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo, sesión 4, 18 de julio de 1870: “Mas para que el episcopado mismo fuera uno e indiviso y la universal muchedumbre de los creyentes se conservara en la unidad de la fe y de la comunión por medio de los sacerdotes coherentes entre sí; al anteponer al bienaventurado Pedro a los demás Apóstoles, en él instituyó un principio perpetuo de una y otra unidad y un fundamento visible, sobre cuya fortaleza se construyera un templo eterno, y la altura de la Iglesia, que había de alcanzar el cielo, se levantara sobre la firmeza de esta fe”[43].

Lo que Cristo instituyó en San Pedro (el oficio de Pedro) sigue siendo el fundamento visible y el principio perpetuo de unidad, INCLUSO HOY, Y CADA VEZ QUE NO HAY PAPA, y esto se demuestra cada vez que un católico sedevacante convierte a un “ortodoxo” cismático oriental a la fe católica.

El católico (que es sedevacantista) cristianamente le informa al cismático oriental que él no está en la unidad de la Iglesia porque no acepta lo que Cristo instituyó en San Pedro (el oficio del papado); y no solamente eso, sino además porque no acepta lo que los sucesores de San Pedro han enseñado a lo largo de la historia de manera obligatoria (por ejemplo, el Concilio de Trento, etc.). Este es un claro ejemplo de cómo el oficio del papado todavía está en función ―y funcionará para siempre― como principio perpetuo de la unidad visible, distinguiendo a los verdaderos fieles de los falsos (y la verdadera Iglesia de la falsa). Esto sigue siendo verdadero aun cuando no haya Papa, y para los católicos que sostienen hoy en día el sedevacantismo. Esta enseñanza dogmática del Vaticano I no excluye los periodos cuando no hay un Papa ni tampoco se opone de manera alguna a la tesis sedevacante.

De hecho, mientras esta definición sigue siendo verdadera para el sedevacantista, debe quedar claro que, (por ejemplo, en esta época de la Gran Apostasía) ESTA DEFINICIÓN DEL VATICANO I SÓLO PUEDE SEGUIR SIENDO VERDADERA PARA EL SEDEVACANTISTA (y no para los anti-sedevacantistas). ESTA DEFINICIÓN DEL VATICANO I RESPECTO AL PAPADO COMO SIENDO EL FUNDAMENTO VISIBLE Y EL PRINCIPIO PERPETUO DE LA UNIDAD CIERTAMENTE NO PUEDE SER APLICADA PARA LOS QUE ESTÁN BAJO BENEDICTO XVI, ya que el Vaticano II enseña todo lo contrario:

Documento del Vaticano II, Lumen gentium, # 15:
La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro[44].

Vemos que el Vaticano II enseña que el papado no es el fundamento visible de la unidad de la fe y de la comunión. Enseña que aquellos que rechazan el papado están en comunión con la Iglesia. Dado que esta es la enseñanza oficial de la secta del Vaticano II y sus antipapas, aquellos que se adhieren a ellos contradicen las enseñanzas del Concilio Vaticano I anteriormente citadas.

En segundo lugar, la enseñanza del Concilio Vaticano I sobre la perpetuidad del oficio papal sólo sigue siendo verdadera para el sedevacante porque ¡Benedicto XVI enseña explícitamente que no es esencial para la unidad aceptar el papado!

Benedicto XVI, Principios de la Teología Católica, 1982, pp. 197-198: “De parte de occidente, la exigencia máxima sería que oriente reconociera la primacía del obispo de Roma en todo el ámbito de la definición de 1870 [Vaticano I] y al hacerlo someterse en la práctica, a una primacía como ha sido aceptada por las iglesias uniatas. … Con respecto al protestantismo, la exigencia máxima de la Iglesia Católica sería que los ministros eclesiales protestantes sean considerados como totalmente inválidos y que los protestantes se conviertan al catolicismoningunas de estas máximas soluciones ofrecen una esperanza real de unidad[45].

Ya hemos mostrado ―pero era necesario citarlo de nuevo aquí― que Benedicto XVI menciona específicamente ―y luego rechaza abiertamente― la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica de que los protestantes y los cismáticos orientales deben ser convertidos a la fe católica y aceptar el Vaticano I (“todo el ámbito de la definición de 1870”) para la unidad y la salvación. Él rechaza específicamente que la definición dogmática del Concilio Vaticano I (aceptar el papado, etc.) es obligatoria para la unidad de la Iglesia. Además del hecho de que éste es otro claro ejemplo de la herejía manifiesta de los antipapas del Vaticano II, ¡esto prueba que BENEDICTO XVI (EL HOMBRE QUE ACTUALMENTE ELLOS DICEN QUE ES EL “PAPA”) NIEGA EL MISMO DOGMA DEL VATICANO I QUE SIRVE DE FUNDAMENTO PARA ESTA OBJECIÓN DE LOS ANTI-SEDEVACANTISTAS (es decir, que el papado es el fundamento visible y el principio perpetuo de la unidad)!

2.       El papado perdurará para siempre

Primer Concilio Vaticano, Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo, sesión 4, cap. 2: “Lo que Cristo Señor, príncipe de los pastores y gran pastor de las ovejas, instituyó en el bienaventurado Apóstol Pedro para perpetua salud y bien perenne de la Iglesia, menester es que dure perpetuamente por obra del mismo Señor en la Iglesia que, fundada sobre la piedra, tiene que permanecer firme hasta la consumación de los siglos”[46].

Sí, lo que Cristo instituyó en San Pedro (es decir, el oficio del papado) debe permanecer para siempre hasta el final de los tiempos. ¿Qué es entonces el oficio papal? El oficio papal es el oficio de San Pedro ejercido por todo verdadero y legítimo obispo de Roma. Esto significa y garantiza que cada vez que hay un ocupante verdadero y válido del cargo, él está dotado por Cristo con la infalibilidad (es decir, en su capacidad docente autoritaria y obligatoria), y con la jurisdicción suprema sobre la Iglesia universal, para que sea efectivamente el jefe visible de la Iglesia. Esto sigue siendo cierto para todo ocupante verdadero y legítimo del oficio papal hasta el final de los tiempos. Esto no quiere decir que la Iglesia siempre tendrá un ocupante del oficio papal (como lo prueba la historia de la Iglesia y las vacancias papales de más de 200 veces), ni tampoco significa que sea imposible que un antipapa reine desde Roma (como fue el caso del antipapa Anacleto II, que reinó en Roma desde 1130-1138). Esta definición no prueba nada a favor de los anti-sedevacantistas, por lo tanto, continuemos.

3.       Pedro tendrá perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia universal

Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 4, cap. 2, [canon]. “Si alguno, pues, dijere que no es de institución de Cristo mismo, es decir, de derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal; o que el Romano Pontífice no es sucesor del bienaventurado Pedro en el mismo primado, sea anatema”[47].

Este es el canon favorito de aquellos que se oponen a la “tesis” sedevacante; no obstante, como veremos, también no prueba nada a favor de su falsa posición. Las palabras y distinciones son muy importantes. El entender las distinciones y las palabras a menudo hace la gran diferencia entre el protestantismo y el catolicismo.

El canon del Vaticano I condena a aquellos que niegan “que Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal”. Nótese la frase “perpetuos sucesores EN EL PRIMADO”. Esto, como hemos visto, no significa y no puede significar que siempre tendremos un Papa. Por eso no dice que “siempre tendremos un Papa”. Es un hecho que han existido periodos sin un Papa. Entonces, ¿qué significa el canon?

Para comprender este canon, debemos recordar que hay cismáticos que sostienen que al mismo San Pedro le fue dado por Jesucristo el primado sobre la Iglesia universal, pero que el primado sobre la Iglesia universal terminó con San Pedro. Ellos sostienen que los obispos de Roma no son los sucesores del mismo primado que tuvo San Pedro. Ellos sostienen que la fuerza de hecho y de derecho del primado no desciende a los Papas, a pesar que ellos sean los sucesores de San Pedro como obispos de Roma. De nuevo: los “ortodoxos” cismáticos admitirían que los obispos de Roma son sucesores de San Pedro, en cierto modo, debido a que son sucesores como obispos de Roma, pero no son sucesores con la misma primacía jurisdiccional sobre la Iglesia universal que tuvo San Pedro en su vida. Esta es la herejía de la cual trata el canon arriba citado.

Esta herejía ―que niega que un Papa sea el sucesor del San Pedro con el mismo primado perpetuamente (es decir, cada vez que haya un Papa hasta el final de los tiempos, él será un sucesor en el mismo primado, con la misma autoridad que gozó San Pedro)― es precisamente lo que condena este canon.

Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 4, cap. 2, [canon]. “Si alguno, pues, dijere que no es de institución de Cristo mismo, es decir, de derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en el primado sobre la Iglesia universal; o que el Romano Pontífice no es sucesor del bienaventurado Pedro en el mismo primado, sea anatema”[48].

Cuando entendemos bien esto, se ve claramente cuál es el significado de este canon. Esto se acentúa al final con las palabras “o que el Romano Pontífice no es el sucesor del bienaventurado Pedro en el mismo primado, sea anatema”. El canon no está declarando que siempre vamos a tener un Papa o que no habrá vacíos, como claramente lo hemos tenido. El significado del canon se desprende por lo que dice. Condena a aquellos que niegan que Pedro tenga sucesores perpetuos en el primado – es decir, aquellos que niegan que cada vez que haya un verdadero y legítimo Papa hasta el final de los tiempos, él será un sucesor en el mismo primado, con la misma autoridad de que gozó San Pedro.

Este canon no prueba nada a favor de los anti-sedevacantistas, pero sí prueba algo para nosotros. ¡Recuerden, Benedicto XVI también rechaza este dogma sobre el primado de los Papas! [Si bien la siguiente cita fue escrita por Benedicto XVI cuando era “cardenal”, no existe evidencia de que como “Papa” se haya retractado de lo dicho cuando era “cardenal”, por lo tanto, se presume que sigue manteniendo esa creencia o posición. Si desea ver las herejías más recientes durante su falso “pontificado”, lea la sección 20, “Las herejías de Benedicto XVI”, de este mismo libro.]

BENEDICTO XVI RECHAZA TOTALMENTE ESTE CANON Y EL VATICANO I

Benedicto XVI, Principios de la Teología Católica, 1982, p. 198: “Tampoco es posible, por otra parte, que se considere como la única forma posible y, en consecuencia, sea obligatoria para todos los cristianos la forma que tomó esta primacía en los siglos XIX y XX [Nota del autor: esto significa que los cismáticos no necesitan aceptar el Primer Concilio Vaticano]. Los gestos simbólicos del Papa Pablo VI y, en particular, el haberse arrodillado ante el representante del patriarca ecuménico [el patriarca cismático Atenágoras] fueron un intento de expresar precisamente esto y, por tales gestos, señalar el camino para salir del impase histórico,… En otras palabras, Roma no debe exigir más de oriente con respecto a la doctrina de la primacía que como había sido formulada y vivida en el primer milenio. Cuando el Patriarca Atenágoras [el cismático no católico], el 25 de julio de 1967, con motivo de la visita del Papa a Fanar, lo designó como siendo el sucesor de San Pedro, como el más estimado de entre nosotros, como el que preside en la caridad, este gran líder de la Iglesia estaba expresando el contenido eclesial de la doctrina de la primacía como había sido conocida en el primer milenio. Roma no tiene por qué pedir más[49].

Esto significa, una vez más, que, según Benedicto XVI, todos los cristianos no están obligados a creer en el papado tal como fue definido en el Primer Concilio Vaticano en 1870. Esto significa que los “ortodoxos” cismáticos sí pueden rechazar el papado. Esto es una negación flagrante del Concilio Vaticano I y de la necesidad de aceptar la primacía por parte de aquel que afirma ser “el Papa”. ¿Quién clamará en contra de esta demencia abominable?

Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, 1870, sesión 4, cap. 3, ex cathedra: “… todos los fieles de Cristo deben creer que ‘la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice poseen el primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y verdadero vicario de Jesucristo y cabeza de toda la Iglesia,… Enseñamos, por ende, y declaramos, que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras… Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y su salvación[50].

Por otra parte, nótese que Benedicto XVI reconoce que los gestos simbólicos de Pablo VI con el patriarca cismático “fueron un intento de expresar precisamente esto”, ¡es decir, sus gestos (como arrodillarse ante el representante no católico, el cismático patriarca Atenágoras) expresaron que los cismáticos no necesitan creer en el papado y en el Vaticano I! Consideren esto como una prueba contundente de todo lo que hemos dicho [capítulo 16, etc.] con respecto a los gestos continuos de Juan Pablo II hacia los cismáticos, por ejemplo: darles reliquias, darles ofrendas, elogiar sus “iglesias”, sentarse a rezar en igualdad con ellos, firmar declaraciones comunes con ellos, levantar las excomuniones contra ellos.

Hemos señalado, una y otra vez, que con estas solas acciones (ni siquiera considerando sus otras declaraciones) constituyen una demostración de que ellos enseñan que los cismáticos no tienen que aceptar el dogma del papado. Innumerables falsos tradicionalistas y miembros “conversadores” de la Iglesia del Vaticano II lo niegan y tratan de explicar estos gestos como meramente escandalosos u otra cosa, pero no heréticos en sí. Bueno, aquí tenemos a Ratzinger ―ahora Benedicto XVI como nuevo “jefe” de la Iglesia del Vaticano II― admitiendo precisamente lo que hemos dicho.

En la sección sobre las herejías de Benedicto XVI, hemos cubierto con gran detalle sus otras negaciones del Vaticano I. No vamos a repetirlo todo aquí; por favor consulte esa sección al respecto.

Por lo tanto, dígame por favor querido lector: ¿Quién realmente niega el Concilio Vaticano I? ¿Quién niega los dogmas sobre la perpetuidad, la autoridad y las prerrogativas del oficio papal? ¿Quién niega lo que Cristo instituyó en San Pedro? ¿No son acaso los sedevacantistas los que señalan acertadamente que aquella persona que niega el Vaticano I está fuera de la Iglesia, fuera de la unidad ―puesto que él rechaza, entre otras cosas, el principio perpetuo de la unidad que es el papado― y, por lo tanto, esa persona no puede ocupar ningún cargo ni dirigir una Iglesia en la cual él mismo no cree?

San Roberto Belarmino (1610), Doctor de la Iglesia: “Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.

San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia:
De hecho, sería uno de los más extraños monstruos que podrían versesi la cabeza de la Iglesia no fuera de la Iglesia[51].

¿O acaso los verdaderos negadores del papado y del Vaticano I no son aquellos que profesan la unión con aquel que claramente ni siquiera cree en el Concilio Vaticano I, aquel que ni siquiera cree que el papado y el Vaticano I sean obligatorios para todos los cristianos; aquel que ni siquiera cree que el papado era aceptado en el primer milenio?

La respuesta es evidente para cualquier persona sincera y honesta que considere estos hechos. Es el antipapa Benedicto XVI, y todos los que obstinadamente insisten en estar en unión con él, quienes niegan el papado; los verdaderos fieles al papado y a la unidad de la Iglesia son los sedevacantistas.

7ª objeción: Nadie puede juzgar a la Santa Sede… por eso los Papas del Vaticano II son verdaderos Papas.

Respuesta: En primer lugar, es necesario comprender lo que significa la enseñanza “Nadie puede juzgar a la Santa Sede”. Esto proviene de la Iglesia primitiva. En la Iglesia primitiva, cuando un obispo era acusado de un delito, a veces había un juicio presidido por otros obispos o por un patriarca de mayor autoridad. Estos obispos juzgaban al obispo acusado. Sin embargo, el obispo de Roma, como es el obispo supremo en la Iglesia, no puede ser sometido a ningún juicio por otros obispos o por otras personas.

Papa San Nicolás, epístola 8, Proposueramus quidem, 865:
“… El juez no será juzgado ni por el Augusto, ni por todo el clero, ni por los reyes, ni por el pueblo… ‘La primera Sede no será juzgada por nadie’”[52].

Esto es lo que significa el “Nadie puede juzgar a la Santa Sede”. Ello de ninguna manera se refiere a reconocer a un hereje manifiesto que reclama ser el Papa cuando no es un verdadero Papa. Y esto nos lleva al segundo punto, que es el más importante al respecto.

En segundo lugar, ¡la Santa Sede nos ha dicho que ningún hereje puede ser aceptado como un Papa válido! Con la plenitud de su autoridad, el Papa Pablo IV definió que si alguien fuera promovido al papado siendo hereje, no será Papa verdadero ni válido, y que puede ser rechazado como un hechicero, pagano, publicano y heresiarca.

Papa Pablo IV, de la bula Cum ex apostolatus officio, 15 de febrero de 1559: “Nro. 6. Agregamos, [por esta Nuestra Constitución, que debe seguir siendo válida a perpetuidad, Nos promulgamos, determinamos, decretamos y definimos]: que si en algún tiempo aconteciese que un obispo, incluso en función de arzobispo, o de patriarca, o primado; o un cardenal, incluso en función de legado, o electo Pontífice Romano que antes de su promoción al cardenalato o asunción al pontificado, se hubiese desviado de la fe católica, o hubiese caído en herejía:

(i) o la hubiese suscitado o cometido, la promoción o asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto;

(ii) y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos.

(iii) Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes,…

(iv) los que así hubiesen sido promovidos y hubiesen asumido sus funciones, por esa misma razón y sin necesidad de hacer ninguna declaración ulterior, están privados de toda dignidad, lugar, honor, título, autoridad, función y poder,…

Nro. 7.… séales lícito en consecuencia a todas y cada una de las personas subordinadas a los así promovidos y asumidos, si no se hubiesen apartado antes de la fe, ni hubiesen sido heréticos, ni hubiesen incurrido en cisma, o lo hubiesen suscitado o cometido:

(i) tanto clérigos, seculares y religiosos, (ii) lo mismo que los laicos; (iii) los cardenales, [etc.]… sustraerse en cualquier momento e impunemente de la obediencia y devoción de quienes fueron así promovidos o entraron en funciones, y evitarlos como si fuesen hechiceros, paganos, publicanos o heresiarcas, lo que no obsta que estas mismas personas hayan de prestar sin embargo estricta fidelidad y obediencia a los futuros obispos, arzobispos, patriarcas, primados, cardenales o al Romano Pontífice, canónicamente electo.

Nro. 10. Por lo tanto, a hombre alguno sea lícito infringir esta página de Nuestra Aprobación, Innovación, Sanción, Estatuto, Derogación, Voluntades, Decretos, o por temeraria osadía, contradecirlos. Pero si alguien pretendiese intentarlo, sepa que habrá de incurrir en la indignación de Dios omnipotente y en la de sus santos Apóstoles Pedro y Pablo.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en el año de la Encarnación del Señor 1559, XVº anterior a las calendas de Marzo, año 4º de nuestro Pontificado.

+ Yo, Pablo, Obispo de la Iglesia Católica…”

Por lo tanto, uno obedece y se adhiere a la enseñanza de la Santa Sede al rechazar como inválidos a los reclamantes heréticos post-Vaticano II. Ellos no son verdaderos Papas, según la enseñanza de la Santa Sede.

En tercer lugar, al principio de dicha bula, antes de la declaración de que los fieles pueden rechazar como totalmente inválida la “elección” de un hereje, el Papa Pablo IV repitió la enseñanza de que nadie puede juzgar al Papa.

Papa Pablo IV, de la bula Cum ex Apostolatus Officio, 15 de febrero de 1559: “Nro. 1. Considerando la gravedad particular de esta situación [es decir, el error en cuanto a la fe] y sus peligros al punto que el mismo Romano Pontífice, que como Vicario de Dios y de nuestro Señor tiene la plena potestad en la tierra, y a todos juzga y no puede ser juzgado por nadie, si fuese encontrado desviado de la fe, podría ser acusado”.

No puede haber una confirmación más impresionante de que la posición sedevacantista no contradice la enseñanza de que “Nadie puede juzgar al Papa o a la Santa Sede”, puesto que es un hecho que la bula del Papa Pablo IV repite esta enseñanza con respecto a que nadie juzga al Papa ¡inmediatamente antes de declarar que los fieles deben reconocer como inválida la elección de un hereje!

El Papa Paulo IV, a diferencia de los anti-sedevacantistas que usan el argumento “no se puede juzgar a la Santa Sede”, distingue correctamente entre un verdadero Papa católico, a quien nadie puede juzgar, y un hereje manifiesto (p. ej., Benedicto XVI) que se ha mostrado ser un no católico que no es Papa, puesto que se encuentra fuera de la verdadera fe. Esta es una prueba evidente de que los sedevacantistas, que sostienen como inválida la “elección” del hereje manifiesto Joseph Ratzinger, no están juzgando a un Papa.

Finalmente, muchas de las personas que tratan de defender a los “Papas” del Vaticano II, diciendo que “no se puede juzgar a la Santa Sede”, son ellos mismos los culpables por rechazar las decisiones obligatorias de los hombres que ellos dicen que son la autoridad en la Santa Sede. La mayor parte de esos tradicionalistas rechazan el Vaticano II, las “canonizaciones” de los “Papas” del Vaticano II, etc. Esta es una actitud cismática puesto que rechaza las decisiones obligatorias de los hombres que ellos dicen que son la autoridad legítima en la Santa Sede. Ello prueba que estos “Papas” no son Papas en absoluto y, de hecho, no ocupan la Santa Sede (ya que no son en la práctica reconocidos como una autoridad obligatoria ni por sus propios súbditos).

8ª objeción: San Roberto Belarmino dijo que no se puede deponer a un Papa, pero que sí es lícito resistirlo. Los sedevacantistas juzgan, castigan y deponen al Papa…

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, libro II, cap. 29: “Así como es lícito resistir al Pontífice que agrede al cuerpo, así también es lícito resistir a aquel que agrede a las almas o destruye el orden civil o, sobre todo, trata de destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirle no haciendo lo que ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad. No es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo”.

Respuesta: Muchos de los que creen que Benedicto XVI es el Papa, sin embargo rechazan los actos oficiales de su “Iglesia”, como el Concilio Vaticano II, intentan justificar su falsa posición en base a este pasaje de San Roberto Belarmino. De hecho, este pasaje es uno de los fragmentos más usados como evidencia por parte de aquellos que se lanzan contra la posición sedevacante. Por desgracia, el pasaje ha sido completamente abusado y distorsionado.

En primer lugar, en el capítulo que sigue inmediatamente de la cita anterior, Belarmino nos enseña lo siguiente:

Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”[53].

Esperen un segundo. En el capítulo 29 (la cita dada en la 8ª objeción), San Roberto dice que al Papa nadie puede “juzgarlo, castigarlo o deponerlo”. En el capítulo 30, él dice que un hereje manifiesto cesa de ser Papa (es decir, es depuesto) y que puede ser “juzgado y castigado” por la Iglesia.

Mi pregunta a aquellos que hacen esta objeción es la siguiente: ¿Acaso es un idiota San Roberto Belarmino?

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, cap. 29
No se puede “juzgar, castigar, o deponer” al Papa.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, cap. 30

Un Papa que se manifieste hereje es depuesto, “juzgado y castigado”.

San Roberto Belarmino ni es idiota ni se está contradiciendo a sí mismo. Él es un doctor de la Iglesia, y sabe exactamente lo que está queriendo decir. Es claramente evidente, por tanto, que él no está hablando de un Papa manifiestamente herético en el capítulo 29, sino más bien de un verdadero Papa que da mal ejemplo, pero que no es un hereje manifiesto. El contexto del capítulo confirma esto más allá de cualquier duda.

En el capítulo 29, San Roberto refuta extensamente nueve argumentos que favorecían la posición de que el Papa está sujeto al poder secular (emperador, rey, etc.) y a un concilio ecuménico (la herejía del conciliarismo). Durante la Edad Media, la herejía del conciliarismo (un Papa sometido a un concilio ecuménico) se convirtió en un problema importante. En contradicción a esta herejía, San Roberto Belarmino afirma que, si bien un católico puede resistir a un Papa malo, no lo puede destituir, incluso si el Papa da mal ejemplo o perturba el estado (la sociedad civil) o mata almas por su acción (escandalo moral). San Roberto habla aquí de un Papa malo que no es hereje manifiesto (ya que los pecados morales, por graves que sean, a excepción de los pecados contra la fe, no hacen que se deje de ser miembro de la Iglesia), ¡debido a esto, en el siguiente capítulo, él trata precisamente sobre la herejía manifiesta! Es muy sencillo. ¡Él dice en el capítulo siguiente que el hereje manifiesto no será considerado Papa!

Teniendo esto en cuenta, la objeción levantada contra el sedevacantismo en base a Belarmino queda refutada. Él no está hablando de un hereje manifiesto en el capítulo 29, sino de un verdadero Papa que actúa indebidamente, puesto que él explica, en el capítulo 30, que un Papa manifiestamente herético es depuesto, juzgado y castigado. Es un pecado mortal de omisión que los autores “católicos” citen una y otra vez el pasaje del capítulo 29, sin hacer mención de la declaración de San Roberto en el capítulo 30 respecto a Papas manifiestamente heréticos. Entre estas personas incluimos a los que escriben para algunas de las notorias publicaciones “tradicionalistas” (p. ej., la FSSPX, The Remnant, etc.). Estos editores o autores suprimen la enseñanza de San Roberto en el capítulo 30, junto con todos los otros santos, Papas y canónigos que enseñan que un Papa que se manifieste hereje pierde su oficio. Estos falsos “tradicionalistas” lo hacen así porque quieren hacerles pensar sutilmente a sus lectores que San Roberto condena el sedevacantismo, cuando en realidad él y todos los primeros Padres de la Iglesia apoyan el hecho de que un hereje manifiesto no es Papa.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
“Porque, en primer lugar, se demuestra con argumentos de autoridad y por la razón de que el hereje manifiesto es depuesto ‘ipso facto’. El argumento de autoridad se basa en San Pablo (Tito 3, 10), que ordena que evitemos al hereje después de dos advertencias, es decir, después de haber mostrado ser manifiestamente obstinado; lo que significa que antes de cualquier excomunión o sentencia judicial. Y esto es lo que escribe San Jerónimo, añadiendo que otros pecadores están excluidos de la Iglesia por la pena de excomunión [ferendae sententiae = proceso formal], pero los herejes, por sus propios actos, se exilian y se separan ellos mismos del cuerpo de Cristo [latae sententiae = excomunión automática]”.

Y una vez más enseña San Roberto Belarmino:

Este principio es de lo más cierto. El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo (ib. c. 26). La razón de esto es que nadie puede ser cabeza de lo que no es miembro. Ahora bien, el que no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y el que se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente lo enseñan San Cipriano (lib. 4, epíst. 2), San Atanasio (Cont. arria.), San Agustín (lib. De great. Christ.), San Jerónimo (contra Lucifer), entre otros; por lo tanto, el hereje manifiesto [fuero externo, público, etc.] no puede ser Papa[54].

9ª objeción: El Papa Liberio cedió ante los herejes arrianos y excomulgó a San Atanasio, sin embargo, él continuó siendo el Papa…

Respuesta: No es cierto que el Papa Liberio cedió ante los arrianos, ni que haya firmado alguna fórmula arriana, o que excomulgó a San Atanasio. El Papa Liberio fue un defensor firme de la verdad durante la crisis arriana, pero al regresar después de su destierro hizo creer a algunos que él había transigido la fe, cuando, de hecho, no lo había hecho. Citemos al Papa Pío IX.

Papa Pío IX, Quartus supra, # 16, 6 de enero de 1873, sobre las falsas acusaciones:
“Y previamente los arrianos acusaron falsamente a Liberio, Nuestro predecesor, al emperador Constantino, porque Liberio se negó condenar a San Atanasio, obispo de Alejandría, y se negó a apoyarlos en su herejía[55].

Papa Benedicto XV, Principi apostolorum Petro, # 3, 5 de octubre de 1920:
“En efecto, para no ser encontrados infieles en su misión, algunos fueron sin miedo al exilio, como por ejemplo Liberio, Silverio y Martino”[56].

Según el Papa Pío IX y el Papa Benedicto XV, el Papa Liberio no vaciló de ningún modo durante la crisis arriana, y fue acusado falsamente por los enemigos de la Iglesia por haberse mantenido firme. También el Papa San Anastasio I es testigo de esto.

Papa San Anastasio I, epístola Dat mihi plurimum, cerca de 400 d.C.:
“Puesto que por este tiempo en que Constancio, de divina memoria, obtenía victorioso el orbe, no pudo esparcir sus manchas por subrepción alguna la herética facción arriana, disposición, según creemos, de la providencia de nuestro Dios, a fin de que aquella santa e inmaculada fe no se contaminara con algún vicio de blasfemia de hombres maldicientes… Por esta fe sufrieron de buena gana el destierro los que entonces se mostraron como santos obispos, esto es, Dionisio de ahí, siervo de Dios, dispuesto por las divinas enseñanzas y, tal vez siguiendo su ejemplo, LIBERIO, obispo de Roma, de santa memoria, Eusebio de Verceli e Hilario de las Galias, por no citar a muchos otros que hubieran preferido ser clavados en la cruz, antes que blasfemar de Cristo Dios, a lo que quería forzarlos la herejía arriana, o sea llamar al Hijo de Dios, al Cristo Dios, una criatura del Señor”[57].

No fue el Papa Liberio, sino el pseudo-obispo Ischyras, quien, antes de usurpar la sede de Alejandría, expulsó a San Atanasio de su sede.

Papa Pío VI, Charitas, # 14, 13 de abril de 1791:
“Tal vez en el reconocimiento de estas acciones, el obispo de Lidda, Jean Joseph Gobel, fue elegido arzobispo de París, mientras que aún vivía el arzobispo. Él está siguiendo el ejemplo de Ischyras, quien fue proclamado obispo de Alejandría en el Concilio de Tiro como pago por su obra pecaminosa de acusar a San Atanasio y expulsarlo de su sede[58].

10ª objeción: El Papa Pío XII declaró en Vacantis apostolicae sedis que un cardenal, no importando bajo qué excomunión haya incurrido, puede ser elegido Papa.

Papa Pío XII, Vacantis apostolicae sedis, 8 de diciembre de 1945: “34. Ninguno de los cardenales puede en cualquier forma o por cualquier pretexto de excomunión, expulsión o prohibición alguna, o de cualquier otro impedimento eclesiástico, ser excluido de la elección activa y pasiva del Supremo Pontificado. Nos presentamos la suspensión de tales censuras únicamente por el propósito de dicha elección; en otras ocasiones deben permanecer en vigor (AAS 38 [1946], p. 76)”.

RESPUESTA: Como ya hemos demostrado, es un dogma que 1) los herejes no son miembros de la Iglesia y, 2) que un Papa es la cabeza de la Iglesia. Es un hecho dogmático, por lo tanto, que un hereje no puede ser la cabeza de la Iglesia, ya que no es miembro de ella.

¿Entonces, qué quiere autorizar el Papa Pío XII en Vacantis apostolicae sedis? En primer lugar, hay que entender que se puede incurrir en excomunión por muchas causas. Históricamente, las excomuniones se distinguían por los términos mayor y menor. Excomuniones mayores se incurrían por herejía y cisma (pecados contra la fe) y ciertos otros pecados mortales. Los que recibían la excomunión mayor por herejía no eran miembros de la Iglesia (como ya lo acabamos de demostrar en detalle). Sin embargo, la excomunión menor no separa de la Iglesia, sino que prohíbe la participación en la vida sacramental de la Iglesia. El Papa Benedicto XIV señaló la distinción.

Papa Benedicto XIV, Ex quo primum, # 23, 1 de marzo de 1756:
Además, los herejes y cismáticos están sometidos a la censura de la excomunión mayor por la ley del Can. de Ligu. 23, cuest. 5, y del Can. Nulli, 5, dist. 19[59].

La excomunión menor, por el contrario, se incurría por causas tales como violar un secreto del Santo Oficio, falsificar reliquias (c. 2326), violación de un claustro (c. 2342), etc. Todas estas son penas eclesiásticas o de la Iglesia. Estas acciones, si bien son gravemente pecaminosas, no separan a las personas de la Iglesia. Y por más que ya no se utilizan los términos de excomunión mayor y menor, aun así subsiste el hecho de que una persona puede incurrir en una excomunión (por algo que no sea herejía) que no la separa de la Iglesia; en cambio, si incurre en excomunión por herejía, entonces sí es separada de la Iglesia.

Por lo tanto, un cardenal que recibe una excomunión por herejía ya no es más un cardenal, porque los herejes están fuera de la Iglesia Católica (de fide, Papa Eugenio IV). Pero un cardenal que recibe una excomunión por otra cosa, aún sigue siendo un cardenal, si bien en un estado de grave pecado.

Entonces, cuando el Papa Pío XII dice que todos los cardenales, cualquier sea el impedimento eclesiástico que estén sometidos, pueden votar y ser elegidos en un cónclave papal, esto presupone que son cardenales que han recibido una excomunión por algo que no es herejía, ya que un cardenal que ha recibido excomunión por herejía ya no es en absoluto un cardenal. El punto clave que se debe entender es que la herejía no es meramente un impedimento eclesiástico ―por lo tanto, no es de esto lo que está hablando Pío XII― sino más bien es un impedimento por la ley divina.

El canonista Maroto explica: “Los herejes y los cismáticos están privados del Pontificado supremo por la propia ley divina, porque, aunque por ley divina no se les considera incapacitados de participar en ciertos tipos de jurisdicción eclesiástica, no obstante deben considerarse excluidos de ocupar el trono de la Sede Apostólica…”[60].

Nótese que los herejes no están excluidos del papado meramente por impedimentos eclesiásticos (ley humana eclesiástica), sino por impedimentos que provienen de la ley divina. La legislación de Pío XII no se aplica a la herejía, porque él estaba hablando de los impedimentos eclesiásticos: “… o de cualquier otro impedimento eclesiástico…”. Por lo tanto, su legislación no indica que los herejes puedan ser elegidos y continuar siendo Papas; por esa razón leemos que él no mencionó a los herejes. El Papa Pío XII se refería a los cardenales católicos que podrían haber estado bajo excomunión o entredicho.

A fin de probar el punto, supongamos en aras del argumento que la legislación del Papa Pío XII sí significase que un cardenal herético puede ser elegido Papa. Nótese lo que dice Pío XII:

“Nos presentamos la suspensión de tales censuras únicamente a efectos de dicha elección; en otras ocasiones deben permanecer en vigor”.

Pío XII dice que la excomunión es suspendida solamente en el momento de la elección; en otras ocasiones deben permanecer en vigor. Esto significaría que la excomunión por herejía entraría nuevamente en vigor inmediatamente después de la elección y, entonces, el hereje que había sido elegido Papa, ¡perdería su oficio! Por lo tanto, no importando de qué manera se mire, un hereje no puede ser elegido válidamente y a la vez permanecer como Papa.

San Antonino (1459): “En el caso en que el Papa se convirtiera en un hereje, se encontraría, por ese solo hecho y sin ninguna otra sentencia, separado de la Iglesia.  Una cabeza separada de un cuerpo no puede, siempre y cuando se mantenga separado, ser cabeza de la misma entidad de la que fue cortada.  Por lo tanto, un Papa que se separare de la Iglesia por la herejía, por ese mismo hecho, dejaría de ser la cabeza de la Iglesia. No puede ser un hereje y seguir siendo Papa, porque, puesto que él está fuera de la Iglesia, no puede poseer las llaves de la Iglesia” (Summa Theologica, citado en Actes de Vatican I. V. Frond pub.).

Si un hereje (alguien que niega la fe) pudiera ser la cabeza en la Iglesia, entonces sería falso el dogma de que en la Iglesia hay unidad en la fe (es decir, una, santa, católica y apostólica). Con esto último se refuta la supuesta posibilidad de que un hereje pudiera ser elegido Papa válidamente según lo dicho por el Papa Pío XII.

11ª objeción: ¿Qué importa si Benedicto XVI sea un Papa o no? El problema no es asunto mío.

Respuesta: Si no importa que Benedicto XVI sea Papa o no, entonces no importa el anti-catolicismo de la secta del Vaticano II, no importa la Nueva Misa, etc. No se puede separar una cosa de la otra. No se puede separar al Papa de la Iglesia. Por otra parte, sostener que Benedicto XVI es el jefe de la Iglesia Católica es afirmar que las puertas del infierno han prevalecido contra Ella.

Además, reconocer obstinadamente a Benedicto XVI como Papa es cometer un pecado contra la fe, ya que se estaría afirmando que él tiene la verdadera fe cuando en realidad es un hereje manifiesto y un apóstata. Por otra parte, reconocer a Benedicto XVI y a los otros antipapas del Vaticano II como verdaderos Papas es cometer un escándalo contra los que no son católicos porque se estaría demostrando incapacidad de presentarles convincentemente la fe católica. Sobre este punto, ahora debemos ver El Dilema Devastador para demostrar qué tan importante es este tema.


El Dilema Devastador: La cuestión de por qué los católicos no pueden ni siquiera presentar la fe a un protestante si aceptan como verdaderos Papas a los antipapas
del Concilio Vaticano II

Supongamos que el día de mañana usted se encuentra con un protestante bien informado que está interesado en convertirse al catolicismo. Si bien este hombre afirma estar interesado en hacerse “católico”, él tiene un serio problema con la enseñanza de la Iglesia Católica respecto a la justificación: él rechaza los cánones y decretos del Concilio de Trento del siglo XVI. Mientras él explica su posición, usted piensa para sí mismo: “¿Cómo espera este hombre convertirse en católico cuando ni siquiera cree en la enseñanza del Concilio de Trento sobre la justificación?”.

Así que, usted siendo un católico bondadoso, le informa que si él quiere ser católico, él debe aceptar y creer en la enseñanza del Concilio de Trento respecto a la justificación y rechazar la opinión de Lutero de la justificación por la sola fe (sola fide), ya que la Iglesia Católica (además de la Escritura – Santiago 2, 24) condena la idea de la justificación sólo por la fe.

Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 6, cap. 10, ex cathedra:
“’Bien veis que el hombre se justifica por sus obras, Y NO SÓLO POR LA FE’ (Santiago 2, 24)[61].

Pero el protestante le responde diciendo:

“Disculpe señor, no tengo por qué aceptar y creer en la enseñanza del Concilio de Trento con respecto a la justificación para convertirme en católico. Ni tampoco tengo que creer que la justificación sólo por la fe sea una herejía, como usted dice. Su Papa, Benedicto XVI, y su predecesor, Juan Pablo II, quienes ambos son católicos, están de acuerdo y han aprobado un documento que dice que la justificación por la sola fe no es una herejía, y que los cánones de Trento sobre la justificación no se aplican a la creencia luterana acerca de la justificación”. Y luego él procede a señalar tres puntos sucesivos para comprobarlo.

#1) El protestante, en primer lugar, cita La Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación, aprobado por el Vaticano el 31 de octubre de 1999. Cita dos textos de la Declaración Conjunta con los luteranos sobre la Doctrina de la Justificación, que por casualidad los tenía en su maletín.

Declaración conjunta con los luteranos: “# 5. Una de las finalidades de la presente declaración conjunta es demostrar que a partir de este diálogo, las iglesias luteranas y católica romana se encuentran en posición de expresar una interpretación común de nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo. Cabe señalar que no engloba todo lo que una y otra iglesia enseñan acerca de la justificación, limitándose a recoger el consenso sobre las verdades básicas de dicha doctrina y demostrando que las diferencias subsistentes en cuanto a su explicación, ya no dan lugar a condenas doctrinales[62].

Después de citar esto, el protestante correctamente le explica que esto excluye cualquier condenación de la opinión luterana acerca de la justificación (sólo por la fe, etc.)  A continuación cita el # 13.

Declaración conjunta con los luteranos: “# 13. A LA LUZ DE DICHO CONSENSO, LAS RESPECTIVAS CONDENAS DOCTRINALES DEL SIGLO XVI YA NO SE APLICAN A LOS INTERLOCUTORES DE NUESTROS DÍAS”[63].

Después de citar esto, el protestante correctamente le explica que esto también significa que ya no se aplican las condenaciones de Trento (del siglo XVI) sobre la opinión luterana de la justificación.

#2) A fin de sustentar su punto, el protestante procede a citar dos textos más de la misma Declaración conjunta con los luteranos.

Declaración conjunta con los luteranos: “# 41. De ahí que las condenas doctrinales del siglo XVI, por lo menos en lo que atañe a la doctrina de la justificación, se vean con nuevos ojos: las condenas del Concilio de Trento no se aplican al magisterio de las iglesias luteranas expuesto en la presente declaración…”[64].

El protestante señala el hecho evidente de que esto significa que ninguna enseñanza luterana contenida en la Declaración conjunta es condenada por el Concilio de Trento. Luego prueba que la justificación sólo por la fe es una de las enseñanzas luteranas expuestas en la Declaración conjunta.

Declaración conjunta con los luteranos: “# 26. Según la interpretación luterana, el pecador es justificado sólo por la fe (sola fide). En la fe depositan su plena confianza en el Creador y Redentor con quien viven en comunión”[65].

Concluye el protestante, con perfecta lógica que, según el propio acuerdo del Vaticano con los luteranos sobre la justificación, la sola fe no está ciertamente condenada por el Concilio de Trento. Por lo tanto, le dice finalmente a usted:

Mire, señor, los católicos que se adhieren y creen en la Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación no sostienen que la sola fe sea una herejía anatematizada infaliblemente por el decreto del Concilio de Trento, como usted dice que un católico debe creer a fin de ser católico”.

#3) Por último, este protestante inteligente sabe que usted va a decir que Juan Pablo II y Benedicto XVI no firmaron la Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación. Por tanto, él le hace saber que la Declaración conjunta fue firmada bajo los auspicios de Juan Pablo II y fue aprobada en repetidas ocasiones por Benedicto XVI.

Juan Pablo II, 19 de enero de 2004, En una reunión con los luteranos de Finlandia: “… deseo expresar mi gratitud por el progreso ecuménico hecho entre católicos y luteranos en estos últimos cinco años, desde que se firmó la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación[66].

Benedicto XVI, Discurso a los metodistas, 9 de diciembre de 2005: “Me complace la iniciativa que llevaría a las Iglesias-miembros del Consejo metodista mundial a adherirse a la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, firmada por la Iglesia Católica y la Federación luterana mundial en 1999[67].

El protestante concluye su presentación diciendo:

“Benedicto XVI (y, antes que él, Juan Pablo II) es un católico que adhiere a la Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación, cuya declaración enseña explícitamente que la sola fe no está anatematizada por Trento, y que las diferencias subsistentes en cuanto a su explicación, entre luteranos y católicos, ya no dan lugar a condenas doctrinales. Por lo tanto, cuando me convierta en católico, yo voy a mantener la misma posición que Benedicto XVI y como lo establece la Declaración conjunta con los luteranos. ¡Sostendré que la justificación es sólo por la fe, y no voy a sostener que aquello es una herejía anatematizada!  Y no voy a aceptar los cánones y decretos del Concilio de Trento, ya que Juan Pablo II y Benedicto XVI han aceptado, aprobado, y estuvieron de acuerdo con la Declaración conjunta, la cual explica que los cánones de Trento ya no están en vigor”.

Usted sabe que, como católico, tiene la estricta obligación de decirle que la creencia en la sola fe (fideísmo) y la creencia en la religión católica son incompatibles. Entonces, ¿qué le respondería?

Si usted sostiene que Benedicto XVI y Juan Pablo II son/fueron Papas válidos, entonces usted daría la siguiente respuesta, que es la única cosa que se le puede ocurrir:

Juan Pablo II y Benedicto XVI se equivocaron. Ellos no son infalibles en todo lo que dicen o hacen. La Declaración conjunta no es infalible. El Concilio de Trento es infalible”.

Y el protestante inteligente, detectando rápidamente los defectos de esta pobre respuesta ilógica, le  respondería:

Señor, yo nunca he dicho que la ‘Declaración conjunta’ sea infalible. La infalibilidad no tiene nada que ver con nuestra conversación. La idea de fondo es que usted admite que Benedicto XVI es un católico con quién usted se encuentra en comunión, y con quien todo católico debe estar en comunión. Usted admite que él no es un hereje que está fuera de la comunión de la Iglesia Católica por abrazar la Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación, por lo que tiene que admitir que yo también seré un católico (no un hereje), en comunión con la Iglesia, cuando yo tome la misma posición de Benedicto XVI”.

Si usted sostiene que Benedicto XVI es un Papa válido, entonces no tendría nada que responderle a este protestante. El debate se ha terminado, y usted ha perdido. Usted no puede, por una parte decir que la aceptación de la sola fe y la Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación es incompatible con la entrada de este protestante a la Iglesia Católica (cosa que, como verdadero católico, usted debe admitir que es incompatible, puesto que fue definido infaliblemente en Trento), y al mismo tiempo debe prestar obediencia a Benedicto XVI como cabeza de la Iglesia Católica, quien se ha mostrado muy a favor de la Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación. El protestante lo tiene arrinconado y usted se ve obligado a admitir que, de hecho, él puede ser católico y a la vez sostener lo que enseña la Declaración conjunta. Esto demuestra que los que aceptan a Benedicto XVI como Papa no pueden ni siquiera presentar convincentemente la fe católica a un protestante. ELLOS DEBEN ADMITIR QUE SE PUEDE SER “CATÓLICO” Y SOSTENER QUE LA SOLA FE NO ES UNA HEREJÍA ANATEMATIZADA, Y QUE LOS CÁNONES DE TRENTO NO SE APLICAN A LA OPINIÓN LUTERANA SOBRE LA JUSTIFICACIÓN.

Siempre que se reconozca a Benedicto XVI como el Papa católico, se estará defendiendo una Iglesia que ha repudiado al Concilio de Trento, es decir, una “Iglesia” que por definición, es una iglesia no Católica; una Iglesia de herejes.

Papa Inocencio III, Eius exemplo, profesión de fe, 18 de diciembre de 1208: “De corazón creemos y con la boca confesamos una sola iglesia, no de herejes, sino la Santa, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos nadie se salva”[68].

El mismo juicio y autoridad con que usted ha determinado que este protestante no-confesional era un hereje fuera de la Iglesia Católica ―un juicio que usted hizo al encontrarse con él y que luego descubrió lo que él creía y cómo repudiaba el Concilio de Trento― es exactamente el mismo juicio al cual usted está absolutamente obligado a hacer con respecto a Benedicto XVI. Esto lo debe llevar a concluir de manera asombrosa y esclarecedora que usted no está juzgando  a la Santa Sede o a un Papa cuando juzga correctamente que Benedicto XVI no es un católico; más bien usted está identificando a un no-católico por lo que es, del mismo modo que usted identifica correctamente a cualquier protestante no confesional que conozca, al igual como usted identifica a cualquier calvinista, metodista o episcopalista. Por lo tanto, usted en la práctica, para convertir a un protestante a la fe católica, debe necesariamente negar que Benedicto XVI sea un verdadero “Papa”, o de lo contrario, tendría que admitir necesariamente que el protestante es católico al igual que usted.

12ª objeción: ¿Cómo puede ser que toda la Iglesia y todos los cardenales hayan reconocido a un antipapa, como fue en el caso de Juan XXIII (1958-1963)?

Respuesta: El Papa Pablo IV declaró que los católicos no pueden aceptar a un reclamante herético del Papado, incluso si “todos” le llegaran a prestar obediencia; lo que demuestra que es posible que en un momento ocurra que todos le presten obediencia a un antipapa.

Papa Pablo IV, de la Bula Cum ex apostolatus officio, 15 de febrero de 1559: “6. Agregamos, que si en algún tiempo aconteciese que un… electo Pontífice Romano que antes de su promoción al cardenalato o asunción al Pontificado, se hubiese desviado de la fe católica, o hubiese caído en herejía,… (ii) de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos…”.

¡Pero ya hemos tenido una situación donde todos los cardenales reconocieron a un antipapa! Como se describió anteriormente en este libro, durante el Gran Cisma de Occidente, 15 de los 16 cardenales que habían elegido al Papa Urbano VI le retiraron su obediencia sobre la base de que el revoltoso populacho romano había hecho la elección no-canónica. El único cardenal que no repudió al Papa Urbano VI fue el cardenal Tebaldeschi, pero murió poco después, el 7 de septiembre; dejando una situación donde ninguno de los cardenales de la Iglesia Católica reconoció al verdadero Papa, Urbano VI. Todos los cardenales consideraron su elección inválida[69].

En el siglo XII, el antipapa Anacleto II ―que reinó ocho años en Roma mientras rivalizaba con el verdadero Papa, Inocencio II― ganó el apoyo de la mayoría de los cardenales, del obispo de Porto, del decano del Sacro Colegio, y de todo el pueblo de Roma[70].

13ª objeción: Juan XXII era un hereje, que fue denunciado incluso por el cardenal Orsini, sin embargo, él continuó siendo el Papa.

Chris Ferrara, “Oposición a la Campaña Sedevacantista”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 21: “Comparen la falta de éxito de la Campaña [sedevacantista] por buscar herejía “manifiesta” en los pronunciamientos de los Papas conciliares con el histórico ejemplo del Papa Juan XXII. En 1331, algunos teólogos franceses y el cardenal Orsini denunciaron a Juan XXII como un hereje, cuando, en una serie de sermones, él enseñó que las ánimas benditas, después de haber terminado su tiempo designado en el purgatorio, no verían a Dios hasta después del juicio final. El cardenal Orsini convocó un concilio general para denunciar al Papa de hereje,…  Enfrentado de esta manera pública, Juan XXII le respondió que no fue su intención obligar con sus sermones a toda la Iglesia, y preparó una comisión de teólogos para examinar la cuestión. La comisión le informó al Papa que estaba en un error, y él se retractó del error varios años después, en el día antes de su muerte. Sin embargo, a pesar de ser denunciado como un hereje y amenazado con un concilio general para declarar su herejía, Juan XXII nunca dejó de ser considerado por la Iglesia como Papa, y la historia de la Iglesia debidamente lo registra como tal”[71].

Respuesta: Juan XXII no fue un hereje, y su reinado no es prueba de que los herejes puedan ser Papas.

En primer lugar, queremos que el lector se dé cuenta de algo muy interesante: cuando Chris Ferrara (la persona que presenta esta objeción) expone el caso de Juan XXII, observe cómo exagera el caso. Él no duda en calificarlo como un ejemplo de verdadera herejía. Pero cuando habla de las claras herejías de los “Papas” del Vaticano II, todas ellas son disminuidas al punto que él niega que alguna de ellas constituya herejía. Por ejemplo:

Chris Ferrara, “Oposición a la Campaña Sedevacantista”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 21: “Pero la Campaña [sedevacantista] ni siquiera llega a la primera base, ya que, como veremos, a pesar de sus esfuerzos tenaces, ha fallado en identificar alguna herejía “manifiesta” de entre las numerosas declaraciones ambiguas y las acciones inquietantes (incluso escandalosas) de Juan Pablo II o Pablo VI…”[72].

Bueno, entonces ninguna de las evidentes herejías de Juan Pablo II y Pablo VI (p. ej., sus enseñanzas sobre que hay santos en las otras religiones; cuando declaran que no debemos convertir a los acatólicos; etc.), ni siquiera constituyen herejía, según Ferrara, no obstante, el caso de Juan XXII ciertamente alcanzó ―para él―, el nivel de herejía. ¡Qué tontería! ¿Hay alguien que no vea aquí la profunda hipocresía y la total deshonestidad? Cuando Ferrara y otros anti-sedevacantistas sienten que es una ventaja desestimar la herejía, ellos elevan el estándar de exigencia para calificar la herejía, tanto así que, básicamente, nada puede alcanzar ese nivel de verdadera herejía. Sin embargo, cuando consideran oportuno exagerar una herejía (como en el caso de Juan XXII), porque ellos creen que tendrán éxito de oponerse de este modo al sedevacantismo, ahí sí que ellos dramatizan y lo hacen parecer mucho peor que lo que realmente era.

La verdad es que Juan XXII no era un hereje. La posición de Juan XXII sobre las ánimas benditas que no ven la visión beatífica hasta después del Juicio universal era una cuestión que aún no se había definido específicamente como dogma. Esta definición fue pronunciada dos años después de la muerte del Papa Juan XXII por el Papa Benedicto XII en Benedictus Deus[73]; pero al parecer a Chris Ferrara no le pareció importante mencionar este hecho.

El hecho de que el cardenal Orsini haya denunciado a Juan XXII como un hereje no prueba nada, sobre todo si consideramos el contexto de los acontecimientos. Para proporcionar unos breves datos históricos: Juan XXII condenó como herética la enseñanza de “los espirituales”. Este grupo sostenía que Cristo y los apóstoles no tenían posesiones individualmente o en común. Juan XXII condenó este punto de vista como contrario a las Sagradas Escrituras, y declaró que son herejes todos aquellos que se adhieren persistentemente a ella[74]. “Los espirituales” y otros como ellos, incluso el rey Luis de Baviera, fueron condenados como herejes.

Cuando aconteció la controversia con respecto a las declaraciones de Juan XXII sobre la visión beatífica, los espirituales y el rey Luis de Baviera se aprovecharon de ello y acusaron al Papa de herejía. Estos enemigos de la Iglesia fueron apoyados por el cardenal Orsini, el hombre a quien Ferrara mencionó en su artículo.

Enciclopedia Católica, “Juan XXII”, vol. 8, 1910, p. 433: “Los espirituales, siempre en una alianza íntima con Luis de Baviera, se aprovecharon de estos acontecimientos para acusar al Papa de herejía, apoyados por el cardenal Napoleón Orsini. En unión con este último, el rey Luis le escribió a los cardenales, instándolos a convocar un concilio general y condenar al Papa[75].

Con estos antecedentes, podemos ver que la declaración de Ferrara de que el “cardenal Orsini convocó un concilio general para denunciar al Papa de hereje…” toma una perspectiva diferente:  Sí, el cardenal Orsini y sus buenos amigos, los herejes excomulgados. De hecho, incluso el propio “Papa” de Chris Ferrara, en su libro Teología dogmática, toma nota de que el escándalo fue utilizado por los enemigos de la Iglesia con fines políticos:

“Cardenal” Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Teología dogmática, 1977, p. 137: “El escándalo [de Juan XXII] fue utilizado con fines políticos en la acusación de herejía introducida por los franciscanos enemigos del Papa [los espirituales] en el círculo de Guillermo de Ockham en la corte del emperador Luis de Baviera”[76].

Chris Ferrara se ha unido a la compañía de los enemigos de la Iglesia por exagerar el caso de Juan XXII. Juan XXII no era un hereje. Además del hecho de que el asunto aún no se había definido específicamente como dogma, Juan XXII también dejó en claro que él no obligó a nadie a creer en su (falsa) opinión y que no tenía una conclusión definitiva sobre esa materia:

Enciclopedia Católica, sobre el Papa Juan XXII:
El Papa Juan XXII le escribió al rey Felipe IV al respecto (noviembre de 1333), y destacó el hecho que, siempre y cuando la Santa Sede no haya emitido una decisión, los teólogos pudieron gozar de una libertad perfecta sobre esta materia. En diciembre de 1333, los teólogos de París, después de una consulta sobre la cuestión, decidieron en favor de la doctrina de que las ánimas benditas veían a Dios inmediatamente después de la muerte o después de que se cumpliera su purificación; señalaron al mismo tiempo que el Papa no había emitido ninguna decisión sobre esta cuestión, sino sólo había dado su opinión personal, y que ahora le pedían al Papa que confirme su decisión. Juan XXII asignó una comisión en Aviñón para estudiar los escritos de los Santos Padres, y para discutir sobre la cuestión en disputa. En un consistorio celebrado el 3 de enero de 1334, el Papa declaró explícitamente que nunca tuvo la intención de enseñar algo contrario a la Sagrada Escritura o a la regla de fe y que de hecho no tenía la intención de emitir alguna decisión. Antes de su muerte, se retractó de su dictamen anterior, y manifestó su creencia de que las almas separadas de sus cuerpos gozan en el cielo de la visión beatífica”[77].

Todo esto sirve para demostrar que Juan XXII no era un hereje. Él tenía una opinión personal que estaba completamente equivocada, opinión sobre la cual él mismo declaró explícitamente que no era más que una opinión. De hecho, a pesar de su significativo error, Juan XXII fue bastante vigoroso contra la herejía. Su condena a los espirituales y al rey Luis de Baviera es prueba de que él sí condenaba la herejía. Compararlo con los antipapas del Vaticano II, que ni siquiera creen que exista la herejía, es totalmente ridículo. Cómo ya se demostró, ¡Benedicto XVI ni siquiera cree que el protestantismo sea una herejía! ¡Qué burla satánica que alguien obstinadamente afirme, frente a estos hechos, que ese hombre sea un católico! El hecho es que, donde busquen los anti-sedevacantistas (ya sea en el dogma del Papado, o en las acciones de Lutero, etc.), ellos serán refutados. Por ejemplo, ya que estamos en el tema de Juan XXII y el Juicio universal, debe recordarse que Benedicto XVI niega lo que quizás es el dogma católico más central respecto al Juicio universal: la resurrección de los cuerpos, como lo hemos demostrado en el capítulo anterior (20) sobre sus herejías.

Benedicto XVI, Introducción al Cristianismo, 2004, p. 349: “Esto indica claramente que la médula de la fe en la resurrección no consiste en la idea de la restitución de los cuerpos, a lo que nosotros la hemos reducido; todo esto es válido, aunque la Biblia haya cambiado la representación”[78].

Benedicto XVI, Introducción al Cristianismo, 2004, pp. 357-358: “En pocas palabras, Pablo no enseña la resurrección de los cuerpos, sino de las personas…”[79].

Así que, cuando los anti-sedevacantistas plantean la cuestión de Juan XXII y el Juicio final, ellos no hacen nada más que hacernos recordar de otro dogma que Benedicto XVI niega. Y además es una prueba más de por qué él no es el Papa.

14ª objeción: El Papa Honorio fue condenado por herejía por un concilio general después de su muerte, sin embargo, la Iglesia no considera que haya dejado de ser Papa, a pesar de que fue acusado de herejía durante su reinado.

Respuesta: Como ya hemos visto, es un hecho dogmático que un hereje no puede ser Papa, ya que es un dogma infaliblemente definido que un hereje deja de ser miembro de la Iglesia Católica.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, ex cathedra: “[La Santa Iglesia romana] firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos…”[80].

El caso del Papa Honorio no prueba que un hereje pueda ser Papa. En la condenación del Papa Honorio como hereje después de su muerte, el Tercer Concilio de Constantinopla no hizo ninguna declaración —ni la Iglesia jamás ha hecho una declaración— de que él permaneció siendo Papa hasta su muerte.

Tercer Concilio de Constantinopla, Exposición de la fe, 680-681:
“… no descansó el autor del mal, buscando a un cómplice en la serpiente y a través de ella introdujo en la naturaleza humana el veneno mortal; del mismo modo ahora ha encontrado instrumentos adecuados para sus propios fines ―sobre todo a Teodoro,… Sergio, Pirro, Pablo y Pedro,… y también a Honorio, quien fue Papa de la antigua Roma, a Ciro,… y a Macario,…― y [esta serpiente] nunca descansa para levantar por medio de ellos obstáculos de error contra todo el cuerpo de la Iglesia, sembrando con voz de fábula en personas ortodoxas la herejía de una sola voluntad y un solo principio de acción…”[81].

La Iglesia no manifestó la cuestión de que si Honorio perdió el oficio papal después de caer en la herejía, sino que simplemente lo condenó. (Honorio también fue condenado por el Cuarto Concilio de Constantinopla y el Segundo Concilio de Nicea).  Puesto que Honorio fue un Papa elegido válidamente (por eso su nombre se encuentra en la lista de los verdaderos Papas), si él se convirtió en un verdadero hereje durante su reinado, entonces él perdió el oficio papal, porque incluso hasta los mismos anti-sedevacantistas que levantan este argumento admiten que: “los herejes no son católicos y los no católicos no pueden ser Papas”.

El Papa Honorio había fallecido hace más de cuarenta años cuando fue condenado por el Tercer Concilio de Constantinopla. Honorio no promulgó ningún decreto dogmático, y sólo “reinó” por tres años y medio después de ocurrido el incidente de herejía. Por lo tanto, la cuestión de que si él siguió siendo Papa gobernando la Iglesia universal en los últimos tres años y medio del total de su pontificado de trece años, no fue tema relevante para los fieles de aquella época.

Por lo tanto, es perfectamente comprensible que la Iglesia no haya emitido ninguna declaración oficial que diga que Honorio perdió su oficio por ser hereje, puesto que aquello no fue un tema que se haya discutido en aquella época y además porque se habría creado todo un debate teológico sobre algo que no era necesario tratar.

Además, como afirma The Catholic Encyclopedia de 1907, todavía persiste cierta confusión (incluso entre los sucesores de Honorio) de si el Papa Honorio fue un hereje o un mero culpable por no reprimir la herejía o si fue simplemente mal entendido. Algunos eruditos que incluso han estudiado la cuestión con gran detalle, aún no están convencidos de que Honorio fuera condenado como hereje por el Tercer Concilio de Constantinopla. Su argumento se basa en el hecho de que el Papa San Agatón, que vivió durante el concilio, murió antes de que terminara. Puesto que los decretos de un concilio sólo poseen autoridad cuando son otorgados por la confirmación del Papa; ellos sostienen que el Papa San León II, que confirmó el concilio, sólo confirmó la condenación de Honorio por no haber reprimido la herejía, y, por lo tanto, permitió que la fe se contaminara. Esta confusión explica la razón de lo que dijo San Francisco de Sales acerca de Honorio (ver más adelante).

Para distinguir aún más el caso de Honorio de los antipapas del Vaticano II, es importante señalar que la caída en herejía del Papa Honorio fue casi completamente desconocida durante su reinado y los años posteriores. Las dos cartas de Honorio que favorecían la herejía monotelita (escritas en 634) fueron cartas dirigidas a Sergio, el patriarca de Constantinopla. Estas cartas no solamente fueron casi desconocidas en aquella época, sino además, fueron malinterpretadas por el Papa que reinó inmediatamente después de Honorio.

Por ejemplo, el Papa Juan IV (640-643), que fue el segundo Papa en reinar después del Papa Honorio, defendió a Honorio de toda acusación de herejía. El Papa Juan IV estaba convencido de que Honorio no había enseñado la herejía monotelita (esto es, que Cristo tiene una sola voluntad), sino que Honorio simplemente señaló que nuestro Señor no tiene dos voluntades contrarias.

Papa Juan IV, carta Dominus qui dixit al emperador Constantino, con respecto al Papa Honorio, 641: “… Así, pues, el predicho predecesor mío [Honorio] decía del misterio de la encarnación de Cristo que no había en Él, como en nosotros pecadores, dos voluntades contrarias de la mente y de la carne. Algunos, acomodando esta doctrina a su propio sentido, han sospechado que Honorio enseñó que la divinidad y la humanidad de Aquél no tienen más que una sola voluntad, interpretación que es de todo punto contraria a la verdad[82].

Tomando en cuenta estos hechos, podemos ver: 1) el caso del Papa Honorio no prueba que los herejes pueden ser Papas, ya que la Iglesia nunca ha declarado que él permaneció siendo Papa después de su caída en herejía, y 2) los hechos del caso del Papa Honorio son drásticamente diferentes al caso de los antipapas del Vaticano II, ya que las dos cartas de Honorio que contenían herejía eran casi totalmente desconocidas en aquella época, y fueron mal interpretadas, incluso por los Papas que le sucedieron. Comparar las dos cartas del Papa Honorio con las acciones y declaraciones de los herejes manifiestos Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, es como comparar un grano de arena con una playa.

Por último, si desea más confirmación acerca de que los herejes ipso facto dejan de ser Papas, y que el caso del Papa Honorio no proporciona ninguna evidencia de lo contrario, no lo acepte tan solo por nuestra palabra, sino compruébelo por usted mismo con la siguiente cita.

San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, La Controversia Católica, pp. 305-306: “Por lo tanto, no decimos que el Papa no pueda errar en sus opiniones privadas, tal como lo hizo Juan XXII, ni tampoco ser totalmente hereje, como tal vez lo fue Honorio. Ahora bien, cuando él [el Papa] es explícitamente un hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia…”[83].

En el mismo párrafo que San Francisco de Sales (Doctor de la Iglesia) menciona al Papa Honorio, él  afirma inequívocamente que un Papa deja de ser Papa si se convierte en un hereje. San Francisco de Sales no estaba seguro si el Papa Honorio fue un hereje o si meramente no reprimió la herejía; sin embargo, fuere lo que fuere, San Francisco sabía que el caso de Honorio no afectaba la verdad que los herejes no pueden ser Papas.

San Roberto Belarmino y San Alfonso María de Ligorio también estaban familiarizados con el caso del Papa Honorio y eso no les impidió que declararan lo siguiente:

San Roberto Belarmino (1610), Doctor de la Iglesia: “Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.

San Alfonso de Ligorio (1787), Doctor de la Iglesia: “Si alguna vez un Papa, como persona privada, cayera en herejía, él perdería inmediatamente el pontificado[84].

Tomando en cuenta estos hechos, podemos ver que el argumento anti-sedevacantista basado en Honorio no prueba nada, sino que por el contrario, nos recuerda la enseñanza de los Doctores de la Iglesia quienes, teniendo presente este caso, declararon que los herejes no pueden ser Papas.

15ª objeción: La Iglesia y la jerarquía siempre serán visibles. Si la Iglesia del Vaticano II no es la verdadera Iglesia Católica, entonces la Iglesia y la jerarquía ya no son visibles.

Respuesta: 1) Las personas malinterpretan en qué consiste la visibilidad de la Iglesia, 2) la secta del Vaticano II no puede ser la Iglesia visible de Cristo, y 3) la secta Vaticano II niega esta misma enseñanza sobre la visibilidad de la Iglesia.

Nadie niega que la Iglesia Católica pueda dejar de existir en todos los países del mundo, a excepción de uno. La visibilidad de la Iglesia no requiere que los fieles o la jerarquía sean vistos en cada lugar geográfico del mundo entero. Esto nunca ha sido el caso. En términos más simples, la visibilidad de la Iglesia significa que haya verdaderos fieles católicos que profesan externamente la única religión verdadera, incluso si son reducidos a un número muy pequeño. Estos fieles que profesan externamente la única religión verdadera siempre serán la Iglesia visible de Cristo, aun cuando su cantidad sea reducida a sólo un puñado.

Y esto es precisamente lo que está predicho que ocurrirá en el fin del mundo.

San Atanasio: “Los católicos que se mantienen fieles a la Tradición aún si ellos son reducidos a un manojo, ellos son la verdadera Iglesia de Jesucristo”[85].

Nuestro Señor mismo nos indica que el número de la Iglesia será terriblemente pequeño en los últimos días.
Lucas 18, 8: “Mas cuando viniere el Hijo del Hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra?

En el Apocalipsis de San Juan parece indicarnos lo mismo.

Apocalipsis 11, 1-2:
“Entonces se me dio una caña a manera de una vara, y se me dijo: Levántate y mide el templo de Dios, y el altar, y los que adoran en él; pero el atrio exterior del templo, déjalo fuera, y no lo midas, por cuanto está dado a los gentiles…”.

La versión Haydock católica inglesa de la Biblia de Douay-Rheims, una colección popular de comentarios católicos sobre las Escrituras escrito por el Rev. P. Geo. Leo Haydock, contiene el siguiente comentario sobre el Apoc. 11, 1-2.

Comentario católico de Pastorini sobre el Apoc. 11, 1-2, Versión Haydock católica inglesa de la Biblia de Douay-Rheims: “Las iglesias consagradas al Dios verdadero, son tan reducidas en número, que son representadas por San Juan como una única iglesia; sus ministros ofician en un altar, y todos los fieles verdaderos son tan pocos, con respecto a la mayor parte de la humanidad, que el evangelista los ve reunidos en un solo templo, para presentar sus adoraciones al Altísimo[86].

El magisterio de la Iglesia Católica nunca ha enseñado que siempre debe haber un cierto número de obispos o fieles para que exista la Iglesia. Siempre que haya por lo menos un sacerdote o un obispo y al menos unos pocos fieles, la Iglesia y la jerarquía estarán vivas y visibles. Hoy en día son muchos más que un manojo los fieles que sostienen la fe católica inmutable. Por lo tanto, el argumento de nuestros adversarios desde la perspectiva de la visibilidad carece de mérito y es contraria a las profecías de la Sagrada Escritura.

Además, durante la crisis arriana (siglo IV) la verdadera fe desapareció en regiones enteras, tanto así, que casi no se encontraban obispos católicos en ningún lugar.

P. William Jurgens: “En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la presente predicación de Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), quizás el número de obispos católicos en posesión de sus diócesis, a diferencia de obispos arrianos en posesión de sus diócesis, no era mayor al 1% y 3% en totalSi la doctrina hubiera sido determinada por la mayoría, hoy seríamos todos negadores de Cristo y opositores del Espíritu[87].

P. William Jurgens: “En la época del emperador Valente (siglo IV), Basilio era prácticamente el único obispo ortodoxo en todo Oriente que tuvo éxito en conservar el cargo de su diócesis… Si no le importa al hombre moderno saber la historia del arrianismo, por lo menos no debería desconocer que la Iglesia Católica no toma en cuenta la popularidad y el número para determinar y conservar la doctrina: de otro modo, hubiéramos abandonado a Basilio, Hilario, Atanasio, Liberio y Osio y nos llamaríamos arrianos”[88].

La herejía arriana se extendió tanto en el siglo IV que los arrianos (quienes negaban la divinidad de Cristo) llegaron a ocupar casi todas las iglesias católicas, por lo que en todas partes parecía que sólo ellos eran la legítima jerarquía.

San Ambrosio (+382): “No hay para mí suficientes horas del día como para enumerar los nombres de todas las diversas sectas de los herejes[89].

Las cosas estaban tan mal en aquella época que San Gregorio Nacianceno se vio obligado a decir lo que muy bien se podría decir hoy en día respecto del remanente católico.

San Gregorio Nacianceno, Contra los arrianos, († 380): “¿Dónde están los que nos insultan por nuestra pobreza y se enorgullecen de sus riquezas? ¿Esos que definen a la Iglesia por números y desprecian al rebaño pequeño?[90].

Por lo tanto, este período de la historia de la Iglesia prueba un punto importante para nuestro tiempo: si la misión indefectible de la Iglesia de enseñar, gobernar y santificar requiere un obispo gobernante (es decir, con jurisdicción) para que la Iglesia de Cristo esté presente y operante en una sede o diócesis en particular, entonces uno tendría que decir que la Iglesia de Cristo había desaparecido en todos aquellos territorios donde no hubo un obispo católico que gobernare durante la herejía arriana. Sin embargo, es un hecho que en el siglo IV, en los lugares donde los fieles conservaron la verdadera fe católica, incluso en aquellas sedes donde el obispo era arriano, el remanente de fieles católicos constituía la verdadera Iglesia visible de Cristo. En ese remanente, la Iglesia Católica existió y perseveró en su misión de enseñar, gobernar y santificar sin un obispo gobernante, lo que demuestra que la indefectibilidad de la Iglesia de Cristo y su misión de enseñar, gobernar y santificar no requiere necesariamente de la presencia de un obispo con legítima jurisdicción.

También hay que señalar que la jerarquía se puede definir de dos maneras: jerarquía jurisdiccional y jerarquía eclesiástica[91].

Papa Pío XII, Ad sinarm gentum, # 13, 7 de octubre de 1954: “Además ―lo que del mismo modo ha sido establecido por disposición divina― a la potestad de orden (en virtud de la cual la jerarquía eclesiástica se halla compuesta de obispos, sacerdotes y ministros) se accede recibiendo el sacramento del orden sagrado[92].

Sólo aquellos que tengan jurisdicción ordinaria (es decir, jurisdicción que se adjunta a un oficio) constituyen la jerarquía jurisdiccional. Por otro lado, todo sacerdote católico válido constituye parte de la jerarquía eclesiástica. Es posible entonces que la jerarquía siga existiendo mientras haya jerarquía eclesiástica.

Los anti-sedevacantistas que plantean esta objeción no pueden identificar a un verdadero obispo católico con jurisdicción ordinaria. Pues, ¿a quién van a señalar? ¿Al “obispo” Bruskewitz, que en su propia catedral realizó una Séder Pascual interreligiosa con un grupo de rabinos durante la Semana Santa?[93]. ¿Van a señalar al “cardenal” Mahony o al “cardenal” Keeler?

Si fuera verdadero que debe haber un obispo con jurisdicción ordinaria en algún lugar (cosa que no se ha demostrado), entonces él estaría en algún lugar. Pero ello no cambia el hecho de que Benedicto XVI y sus obispos apóstatas sean no católicos y, por lo tanto, no formen parte de la jerarquía. Frente a un hecho, no hay argumento; por lo tanto, contra este hecho, no hay argumento.

Por último, y quizás lo más importante, ¡la secta del Vaticano II rechaza la visibilidad de la Iglesia Católica, lo que demuestra una vez más que no es la verdadera Iglesia Católica visible!

Documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio, # 1:
“Casi todos, sin embargo, aunque de modo diverso, suspiran por una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, para que el mundo se convierta al Evangelio y se salve para gloria de Dios”[94].

¿Recuerdan esta herejía aludida en capítulos anteriores? Al comienzo de su Decreto sobre el ecumenismo, el Vaticano II enseña que casi todo el mundo suspira por una Iglesia verdaderamente universal y visible, cuya misión es convertir al mundo con el Evangelio. Una vez más, para aquellos que dudan de que el Vaticano II está negando aquí la existencia de la Iglesia Católica, veamos cómo interpreta ese pasaje el antipapa Juan Pablo II.

Juan Pablo II, Homilía, 5 de diciembre de 1996, hablando sobre la oración con los no católicos: “Cuando oramos juntos, lo hacemos con el deseo de ‘una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, para que el mundo se convierta al Evangelio y se salve para gloria de Dios’ (Unitatis redintegratio, 1)”.

Juan Pablo II, Ut unum sint, # 7, 25 de mayo de 1995: “No obstante, casi todos, aunque de manera diferente, aspiran a una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, a fin de que el mundo se convierta al Evangelio y así se salve para gloria de Dios (documento del Vaticano II Unitatis redintegratio, 1)”[95].

Así que, si usted acepta la enseñanza de la Iglesia sobre su visibilidad, esa es una razón más por la cual se debe rechazar la secta del Vaticano II y a sus antipapas.

Por cierto, la idea de una Iglesia invisible ―enseñada por la secta del Vaticano II― ha sido condenada por lo menos tres veces: Papa León XIII, Satis cognitum, # 3, 29 de junio 1896[96]; Papa Pío XI, Mortalium animos, # 10, 6 de enero 1928[97]; Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi, # 64, 29 de junio de 1943[98].

Papa León XIII, Satis cognitum, # 3, 29 de junio de 1896:
“’Sois el cuerpo de Cristo’ (1 Cor. 12, 27). Porque la Iglesia es un cuerpo visible,… De aquí se sigue que están en un pernicioso error los que, haciéndose una Iglesia a medida de sus deseos, se la imaginan como oculta y en manera alguna visible…”[99].

Por otra parte, hay un dato interesante sobre la crisis de la querella por las investiduras laicas (1075-1122). Durante esta crisis, el malvado rey de Alemania, Enrique IV, instituyó a un antipapa (que fue apoyado por muchos obispos alemanes). Enrique también nombró a sus obispos que también se sometieron al antipapa. El resultado fue que había dos obispos en casi todas las diócesis y con ello una gran confusión.

Enciclopedia Católica, vol. 8, 1910, “Investiduras”, p. 86: “Ahora había mucha confusión en todas partes,… Muchas diócesis tenían dos ocupantes. Ambos partidos llamaban a sus rivales perjuros y traidores…”[100].

El punto es que, al igual como actualmente estamos frente a una apostasía sin precedentes, la Iglesia ha atravesado en el pasado por épocas confusas, incluyendo aquellas en que era difícil identificar a la verdadera jerarquía.

16ª objeción: Los Papas del Vaticano II no han enseñado herejía manifiesta porque sus declaraciones son ambiguas y requieren ser comentadas/interpretadas.

Chris Ferrara, “Oposición a la Campaña Sedevacantista, II Parte”, Catholic Family News, octubre de 2005, p. 8: “Ahora bien, aquello que se manifiesta ―es decir, claro, evidente, obvio, inconfundible e indudable― no requiere explicación. Esta misma cualidad de no requerir una explicación es lo que lo hace manifiesto. Por lo tanto, antes que la campaña pueda siquiera llegar a la primera base, debe mostrarnos no solamente declaraciones papales hechas abiertamente, sino declaraciones cuya supuesta herejía no requiera ninguna explicación para demostrarla. En las palabras papales en sí mismas ―no las interpretaciones sedevacantistas de dichas palabras― debe quedar clara la herejía.

“Si un Papa llegara a declarar a toda la Iglesia en algún documento o declaración pública: ‘No hay Santísima Trinidad. ¡Sólo hay un Dios Creador, tal y como creen los musulmanes!’, entonces su herejía sería manifiesta en el sentido pleno y correcto de la palabra[101].

Respuesta: Chris Ferrara, como de costumbre, está totalmente equivocado. En primer lugar, hay muchos ejemplos de herejías manifiestas de los antipapas postconciliares que no requieren explicación o comentario, como ya lo hemos visto. En segundo lugar, la autoridad papal nos enseña que algunas herejías sí requieren una explicación, un estudio y análisis profundo para descubrirlas y condenarlas, como pronto veremos.

Antes de hablar sobre estos dos puntos, es necesario que el lector analice el ejemplo de la herejía que Ferrara pone como ejemplo. Él dio el ejemplo de la herejía: “No hay Santísima Trinidad”. Según Chris Ferrara, este es un ejemplo indiscutible de herejía manifiesta. Es cierto que esta afirmación es una herejía, pero observe bien que, incluso en este ejemplo no se trata de una negación exactamente palabra por palabra de una definición dogmática. Por lo que estamos claros, no hay una definición dogmática sobre la Santísima Trinidad que declare: “Hay una Santísima Trinidad”. Hay definiciones, tales como las siguientes:

Papa Gregorio X, Segundo Concilio de Lyon, 1274, ex cathedra: “Creemos que la Santa Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo es un solo Dios omnipotente…”[102].

Por supuesto, los católicos inmediatamente reconocen que una declaración que diga “No hay Santísima Trinidad” equivale a una negación directa a esta definición dogmática, aunque no la niega palabra por palabra. Así, al darnos su único ejemplo de herejía ―el único ejemplo que probablemente inventó Ferrara porque se sintió seguro de que los sedevacantistas no pueden encontrar una herejía equivalente sobre la Trinidad dicha por Benedicto XVI―, prueba nuestro punto: las declaraciones que equivalen a una negación directa de los dogmas, a pesar de que no sean negaciones exactamente palabra por palabra de una definición dogmática, son ejemplos de herejía manifiesta.

Así como los católicos reconocen inmediatamente que la declaración: “No hay Santísima Trinidad” es una herejía manifiesta, a pesar que no existe ningún dogma que declara exactamente lo contrario palabra por palabra, también reconocen inmediatamente que la declaración de Benedicto XVI de que el protestantismo no es una herejía es, por supuesto, una negación directa de los dogmas católicos que condenaron las enseñanzas protestantes como heréticas. Gracias, Sr. Ferrera, por demostrar nuestro punto nuevamente.

Ahora vamos a citar más de diez declaraciones de Benedicto XVI (y una sola de Juan Pablo II) y no presentaremos ningún comentario. Todo aquel que sea sincero y honesto verá que ellas equivalen a un rechazo directo del dogma católico sin necesidad de algún tipo de análisis.

“Cardenal” Joseph Ratzinger, El Significado de la Fraternidad Cristiana, pp. 87-88: “La dificultad es profunda a la manera de dar una respuesta. En última instancia, se debe al hecho de que no existe una categoría adecuada en el pensamiento católico para el fenómeno del protestantismo de hoy (se podría decir lo mismo de la relación con las iglesias separadas del oriente). Es evidente que la antigua categoría de ‘herejía’ ya no es de ningún valorEl protestantismo ha hecho una importante contribución a la realización de la fe cristiana, cumpliendo una función positiva en el desarrollo del mensaje cristiano… La conclusión es inevitable, entonces: el protestantismo de hoy es algo diferente de la herejía en el sentido tradicional, un fenómeno cuyo verdadero lugar teológico no ha sido aún determinado[103].

No es necesario comentar.

Joseph Ratzinger, Puntos teologales culminantes del Vaticano II, pp. 61, 68: “… Mientras tanto la Iglesia Católica no tiene el derecho de absorber a las otras Iglesias. La Iglesia aún no les ha preparado un lugar para ellas mismas, pero ellas tienen el derecho legítimo de… una unidad básica ―de las iglesias que permanecen Iglesias, pero que se convierten en una Iglesia particular― debe reemplazar la idea de la conversión, a pesar de que la conversión conserva su significado para aquellos que por motivos de conciencia la buscan”[104].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Ratzinger, Principios de la teología católica, pp. 197-198: “En este contexto podemos sopesar las posibilidades que se abren al ecumenismo cristiano. La exigencia máxima en que fracasa la búsqueda de la unidad es clara. Por parte de Occidente, la exigencia máxima sería que el Oriente reconociera la primacía del obispo de Roma en todo el ámbito de la definición de 1870 [Vaticano I] y al hacerlo someterse, en la práctica, a una primacía como ha sido aceptada por las iglesias uniatas. Por parte del Oriente, la exigencia máxima sería que Occidente declare la doctrina de la primacía de 1870 como errónea y, al hacerlo, presentara, en la práctica, una primacía, como se ha aceptado con la eliminación del Filioque en el Credo e incluso quitando los dogmas marianos de los siglos XIX y XX. En cuanto al protestantismo, la exigencia máxima de la Iglesia Católica sería que los ministros eclesiales protestantes se consideren como totalmente inválidos y que los protestantes se conviertan al catolicismoningunas de estas soluciones de máxima exigencia ofrecen una esperanza real de unidad[105].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, 2000, p. 209: “Como es natural, también es posible leer el Antiguo Testamento como si no se dirigiera a Cristo, no señala de manera inequívoca a Cristo. Y si los judíos no pueden verlo consumado en él, no es sólo por malignidad, sino también por la oscuridad de las palabras y la relación de tensión entre la figura de Jesús y dichas palabras. Jesús les imprime un nuevo significado, y gracias a él todas adquieren un contexto, una dirección y un sentido. Existen, por tanto, buenos motivos para negar que el Antiguo Testamento se refiera a Cristo y decir: No, no es esto lo que él dijo. Y también buenas razones para reivindicarlo; tal es la disputa existente entre judíos y cristianos[106].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Ratzinger, Principios de la teología católica (1982), p. 377: “… Hay una obsesión con el rótulo que se refiere a la liturgia de la Iglesia como inválida y por lo tanto se pone fuera de la Iglesia. Se olvida aquí que la validez de la liturgia depende en primer lugar, no en palabras específicas, sino en la comunidad de la Iglesia…”[107]

No es necesario comentar.

“Cardenal” Ratzinger, Principios de la teología católica (1982), p. 202: “Ello significa que el católico no insiste en la disolución de las confesiones protestantes y la demolición de sus iglesias, sino que espera, más bien, que ellos sean fortalecidos en sus confesiones y en su realidad eclesial[108].

No es necesario comentar.

Juan Pablo II, Ut unum sint, # 84, 25 de mayo de 1995:
“… [Hablando de las “iglesias” no católicas] Estos santos proceden de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, QUE LES ABRIERON LA ENTRADA EN LA COMUNIÓN DE LA SALVACIÓN[109].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Joseph Ratzinger, Principios de la teología católica, 1982, p. 381: “Si es conveniente ofrecer un diagnóstico del texto [del documento del Vaticano II, Gaudium et Spes] en su conjunto, podríamos decir que (en relación con los textos sobre la libertad religiosa y las religiones del mundo) es una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra syllabusComo resultado, la unilateralidad de la posición adoptada por la Iglesia bajo Pío IX y Pío X en respuesta a la situación creada por la nueva etapa de la historia inaugurada por la revolución francesa fue, en gran medida, corregida via facti, especialmente en Europa central, pero todavía no existía una declaración básica sobre la relación que debe existir entre la Iglesia y el mundo que había llegado a su existencia después de 1789”[110].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Joseph Ratzinger, Colaboradores de la Verdad, 1990, p. 217: “La pregunta que realmente nos interesa, la cuestión que realmente nos oprime es ¿por qué es necesario que nosotros practiquemos específicamente la fe cristiana en su totalidad?; ¿por qué, cuando hay tantos otros caminos que conducen al cielo y a la salvación, se deba requerir de nosotros que soportemos día a día todo el peso de los dogmas eclesiales y el ethos eclesial? Y así llegamos de nuevo a la pregunta: ¿Qué es exactamente la realidad cristiana? ¿Cuál es el elemento específico del cristianismo que no sólo justifica, sino que lo hace obligatoriamente necesario para nosotros? Cuando se plantea la pregunta sobre el fundamento y el sentido de nuestra existencia cristiana, entra un cierto falso anhelo de la vida aparentemente más cómoda de las otras personas que también se dirigen al cielo. Nos parecemos demasiado a los obreros de la primera hora de la parábola de los obreros de la viña (Mt. 20, 1-16). Una vez que descubrieron que podían haber ganado su salario diario de una manera mucho más fácil, no podían entender por qué habían tenido que trabajar todo el día. ¡Pero qué extraña actitud de encontrar pocos fructuosos los deberes de nuestra vida cristiana sólo porque el denario de la salvación se puede ganar sin ellos! Parece que nosotros ―como los obreros de la primera hora― queremos que se nos pague no sólo con nuestra propia salvación, pero en particular con la carencia de la salvación de los demás. Eso es a la vez muy humano y profundamente anti-cristiano”[111].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Joseph Ratzinger, Colaboradores de la Verdad, 1990, p. 29: “Como dice la frase contundente de Congar, sería muy tonto y perverso identificar la eficacia del Espíritu Santo con el trabajo del aparato eclesial. Esto significaría que incluso en la fe católica la unidad de la Iglesia estaría aún en el proceso de formación, que sólo se alcanzaría por completo en el eschaton [el fin del mundo], al igual que la gracia no se perfeccionaría hasta que sus efectos sean visibles; si bien la comunidad de Dios ya ha comenzado a ser visible”[112].

No es necesario comentar.

“Cardenal” Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo, 2004, p. 349: “Esto indica claramente que la médula de la fe en la resurrección no consiste en la idea de la restitución de los cuerpos, a lo que nosotros la hemos reducido; todo esto es válido, aunque la Biblia haya cambiado la representación”[113].

No es necesario comentar.

El pueblo judío y las Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana, sección II, A, con prólogo de Benedicto XVI: “La espera mesiánica de los judíos no es vanaleer la Biblia como la lee el judaísmo implica necesariamente la aceptación de todos sus presupuestosque excluyen la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dioslos cristianos pueden y deben admitir que la lectura judía de la Biblia es una lectura posible…”[114].

Hay muchísimas otras, pero éstas constituyen más de diez ejemplos de herejías manifiestas que equivalen a una negación directa del dogma católico sin ningún tipo de necesidad de comentario.

CHRIS FERRARA vs EL PAPA PÍO VI SOBRE LA AMBIGÜEDAD EN LA HEREJÍA = UN GOLPE DE GRACIA POR EL PAPA PÍO VI

Además del hecho de que hay herejías manifiestas de los antipapas del Vaticano II que no requieren comentario, como acabamos de ver, lo que destruye totalmente el argumento de Ferrara, está el hecho de que el Papa Pío VI enseña exactamente lo contrario sobre la herejía y la ambigüedad. ¡El Papa Pío VI declara que los herejes, tal como Nestorio, siempre han ocultado sus herejías y errores doctrinales en la contradicción y la ambigüedad!

Papa Pío VI, condenación del Sínodo de Pistoya, de la bula Auctorem fidei, 28 de agosto de 1794: “[Los doctores antiguos] conocían la habilidad de los novadores en astuto arte de engañar, los cuales temiendo ofender los oídos católicos cuidan ordinariamente ocultarlos con fraudulentos artificios de palabras, para que entre la variedad de sentidos con mayor suavidad se introduzca en los ánimos el error oculto, y suceda que, corrompida por una ligerísima adición o mudanza la verdad de la sentencia, pase sutilmente a causar la muerte, la confesión que obraba la salud. Y a la verdad este modo solapado y falaz de discurrir, aunque en todo género de oración es vicioso, mucho menos debe tolerarse en un Sínodo, cuya especial alabanza es el observar, cuando enseña, tal claridad en el decir, que no deje peligro alguno de tropezar.

”Y por tanto, si en este género de cosas se llegase a cometer error, no se pueda defender con aquella engañosa excusa que suele darse, de que lo que tal vez por descuido se dijo en una parte con mayor dureza, se halla en otros lugares más claramente explicado y aun corregido; como si esta descarada licencia de afirmar y negar y contradecirse según su voluntad, que fue siempre la fraudulenta astucia de los novadores para sorprender con el error, no fuese más propia para descubrirle que para ocultarle:

”O como si especialmente a los indoctos que por casualidad viniesen a dar con esta o la otra parte del Sínodo, que a todos se presenta en lengua vulgar, les hubiesen de ocurrir siempre aquellos otros lugares dispersos que deberían mirarse, o aun vistos estos tuviese cualquiera la suficiente instrucción para conciliarlos por sí mismo, de suerte que, como aquellos falsamente y sin consideración dicen, puedan huir todo peligro de error. Artificio a la verdad perniciosísimo de introducir el error que con sabia penetración descubierto ya antes en las cartas de Nestorio, Obispo de Constantinopla, le refutó con reprensión gravísima nuestro predecesor Celestino; en las cuales cartas, bajo un estudio atento, siguiéndole los pasos a aquel taimado, cogido y detenido, armado de su locuacidad, cuando envolviendo en tinieblas lo verdadero, y volviendo después a confundir uno, y otro, o confesaba lo que había negado, o pretendía negar lo que había confesado.

Para rebatir estas astucias, renovadas con demasiada frecuencia en todas las edades, no se ha hallado otro camino más acomodado que EL EXPONER LAS SENTENCIAS, QUE EMBOZADAS CON LA AMBIGÜEDAD, ENCIERRAN UNA PELIGROSA Y SOSPECHOSA DIVERSIDAD DE SENTIDOS, NOTAR LA SINIESTRA INTELIGENCIA A QUE ESTÁ ANEXO EL ERROR QUE REPRUEBA LA SENTENCIA CATÓLICA”.

¡El Papa Pío VI nos enseña que si alguien emboza (oculta) una herejía con la ambigüedad, como los herejes lo han hecho a través de las edades, el católico debe señalarlo con el sentido herético y denunciar ese sentido herético que se oculta con la ambigüedad! Esto por sí solo destruye toda la serie de artículos y objeciones de Chris Ferrara en contra del sedevacantismo. (Y por favor nótese una distinción importante: no estamos afirmando que sean heréticos los documentos o declaraciones que meramente son ambiguos pero que no enseñan ninguna contradicción doctrinal de la fe católica; eso no, lo que afirmamos con el Papa Pío VI es que los documentos que contienen claramente declaraciones o afirmaciones heréticas contra el dogma católico, y contengan además contradicción y ambigüedad junto con estas últimas, siguen siendo por ello tan heréticas a pesar de la ambigüedad y contradicción que puedan contener las que son expresamente heréticas. Un ejemplo sería la de un supuesto “católico” que constantemente apoya el aborto, pero a veces dice que acepta la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto. Esta persona es un hereje manifiesto, a pesar de la contradicción y ambigüedad que implica su posición. Otro ejemplo sería la de un hombre que declara que no debemos convertir a los protestantes (herejía manifiesta), pero además declara que solo la Iglesia Católica es la plenitud de la fe cristiana de la cual todos debemos adoptar. Él sería un hereje manifiesto, a pesar de que esta última declaración les parezca a algunos que sea contradictoria con respecto a la primera. Los herejes son deshonestos y mentirosos, por lo que a menudo intentan contradecir o mitigar lo ofensivo de sus herejías con tácticas sutiles de contradicción junto con  ambigüedad; este es el punto del Papa Pío VI).

Observen cómo Chris Ferrara contradice directamente la enseñanza del Papa Pío VI.


Chris Ferrara, “Oposición a la Campaña Sedevacantista, II Parte”, Catholic Family News, octubre de 2005, p. 25:
Por lo tanto, se trata de un documento [Dignitatis humanae del Vaticano II] que contiene aparentes contradicciones en sí, que parecen ser resultado de los intentos del Concilio en mitigar a las facciones conservadoras y liberales entre los padres conciliares. Un documento que se contradice en sí porque parece defender y negar la enseñanza tradicional en uno y al mismo tiempo, difícilmente puede decirse que se constituye como una contradicción manifiesta a la doctrina tradicional Puesto que lo que se discute son las ambigüedades, contradicciones internas, y novedades…”.

Papa Pío VI: “Y por tanto, si en este género de cosas se llegase a cometer error, no se pueda defender con aquella engañosa excusa que suele darse, de que lo que tal vez por descuido se dijo en una parte con mayor dureza, se halla en otros lugares más claramente explicado y aun corregido; como si esta descarada licencia de afirmar, y negar y contradecirse según su voluntad, que fue siempre la fraudulenta astucia de los novadores para sorprender con el error, no fuere más propia para descubrirle que para ocultarle.
“Artificio a la verdad perniciosísimo de introducir el error que con sabia penetración descubierto ya antes en las cartas de Nestorio, Obispo de Constantinopla, le refutó con reprensión gravísima nuestro predecesor Celestino…”.


Obviamente, quien está correcto es el Papa Pío VI y quien está completamente equivocado es Chris Ferrara. Nótese que Pío VI también dice que algunos de estos errores doctrinales (que, en este caso, también son herejías, ya que él se refiere a las herejías del archi-hereje Nestorio) ¡sólo fueron descubiertos después de un atento análisis y estudio!

Pío VI: “Artificio a la verdad perniciosísimo de introducir el error que con sabia penetración descubierto ya antes en las cartas de Nestorio, Obispo de Constantinopla, le refutó con reprensión gravísima nuestro predecesor Celestino; en las cuales cartas, bajo un estudio atento, siguiéndole los pasos a aquel taimado, cogido y detenido, armado de su locuacidad, cuando envolviendo en tinieblas lo verdadero, y volviendo después a confundir uno, y otro, o confesaba lo que había negado, o pretendía negar lo que había confesado”.

Pero, ¿no se suponía que ese análisis y estudio no era necesario para las contradicciones manifiestas a la doctrina católica? Eso es lo que dice Chris Ferrara.

Chris Ferrara, The Remnant, 30 de septiembre de 2005, p. 18: “… ¿dónde están las declaraciones objetivamente heréticas? Si ellas existen, debiera ser algo simple citar las proposiciones heréticas… Las “herejías” deben hablar por sí mismas sin ningún tipo de ayuda de “comentario” por los denunciantes sedevacantistas[115].

Chris Ferrara no podría estar más equivocado. Los herejes engañan con sus contradicciones y ambigüedades, porque la herejía en sí es una mentira y una contradicción.

Papa Pío XI, Rite expiatis, # 6, 30 de abril de 1926: “… las herejías poco a poco nacieron y crecieron en la viña del Señor, propagada o por herejes manifiestos o por engañadores astutos que, por motivo de que profesaban una cierta vida de austeridad y daban una falsa apariencia de virtud y piedad, fácilmente llevaron por el mal camino a las almas frágiles y sencillas”[116].

Nótese que las herejías nacen tanto a través de herejes manifiestos como también por engañadores astutos, como Benedicto XVI, que mezcla declaraciones y acciones conservadoras  con sus increíbles e innegables herejías. Para ilustrar este punto nuevamente miremos el hecho de que el archi-hereje Arrio llegó a ser aprobado por Constantino por haberle dado una ambigua profesión de fe. Sin embargo, San Atanasio no se dejó engañar y se negó a considerarlo católico.

Arrio se presentó junto con Euzoios, su aliado en doctrina y exilio. Le entregó al emperador [Constantino] una profesión de fe cautelosa con lo que se podría interpretar ya sea en el sentido arriano o en el sentido ortodoxo, pero que no contenía la palabra ‘consustancial’. Constantino se puso contento, anulando la sentencia de exilio, y ordenó que Arrio fuera nuevamente recibido en su rango dentro del clero. Sin embargo, el superior eclesiástico de Arrio, Atanasio, se negó a aceptarlo[117].

Según Chris Ferrara, los católicos deberían haber aceptado como católico al negador de Cristo, Arrio, como lo hizo Constantino, ya que su profesión era ambigua. Chris Ferrara es la perfecta víctima de Satanás; todo lo que el diablo quiere que haga el hereje después de enseñar su herejía es echarle un poco de sabor a ambigüedad y contradicción, y así él le dirá al mundo que sigan al hereje y que permanezcan bajo su égida. Y así es exactamente cómo el diablo ha tenido tanto éxito en mantener a las personas dentro de la apóstata y manifiestamente herética secta del Vaticano II. Las personas ven algunas declaraciones o acciones conservadoras de parte de los herejes, y se convencen de que no podrían ser herejes malintencionados, a pesar de que están negando y destruyendo la fe a su alrededor, como lo hemos demostrado. De esta manera, el diablo triunfa.

Para ilustrar el “absurdo patente” de la “teología” de Chris Ferrara, Fulano bien podría escribir un documento en el que niega repetidas veces que la Virgen es inmaculada, y luego declara al final que él defiende la enseñanza de la Iglesia sobre la Inmaculada Concepción, y el documento no sería manifiestamente herético ya que contendría “contradicción”. ¿Hay algo más estúpido? Ferrara aplica esta falsa teología, cosa que es directamente contraria a la enseñanza del Papa Pío VI (como vimos más arriba), en su análisis de la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa.

Chris Ferrara, Catholic Family News, “Oposición a la Campaña Sedevacantista, II Parte”, octubre de 2005, p. 25: “La afirmación de la campaña [sedevacantista] de que hay herejía manifiesta en DH [Dignitatis humanae, la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa] es aún más débil cuando se considera que en el artículo 1 de DH se declara que el Concilio ‘deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo’”[118].

La declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa contiene clara herejía contra el dogma de la Iglesia que dice que el Estado tiene el derecho de reprimir la expresión pública de las falsas religiones. El hecho de que la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa reclame que “deja íntegra la doctrina tradicional católica” no significa nada en absoluto. Los “viejos católicos”, dijeron exactamente lo mismo, así como lo han hecho los herejes a través de la historia.

Papa Pío IX, Graves ac diuturnae, # 2, 23 de marzo de 1875: “Ellos [los ‘viejos católicos’] repetidas veces declaran abiertamente que no rechazan ni lo más mínimo de la Iglesia Católica y su cabeza visible, sino que muestran celo por la pureza de la doctrina católica,… Sin embargo, ellos de hecho se niegan a reconocer todas las prerrogativas divinas del vicario de Cristo sobre la tierra y no se someten a su magisterio supremo”[119].

Entonces, según Ferrara, es un caso inválido de que sean herejes los “viejos católicos”, ya que en repetidas ocasiones afirman que son celosos de la pureza de la doctrina católica, y que abiertamente declaran que no rechazan la doctrina católica. Sin embargo, esto no es así puesto que la Iglesia Católica enseña que ellos son herejes manifiestos y todos los que adhieren a sus enseñanzas y su secta serán considerados herejes.

Papa Pío IX, Graves ac diuturnae, #s 1-4, 23 de marzo de 1875: “… los nuevos herejes que se dicen ‘viejos católicos’… estos cismáticos y herejes… su secta malvada… estos hijos de las tinieblas… su facción malvada… esta secta deplorable… Esta secta derroca los fundamentos de la religión católica, sin pudor rechaza las definiciones dogmáticas del ecuménico Concilio Vaticano, y se dedica de varias maneras a la ruina de las almas. Decretamos y declaramos en Nuestra carta del 21 de noviembre de 1873, que esos hombres desgraciados que pertenecen, adhieren, y apoyan esa secta deben ser considerados cismáticos y separados de la comunión con la Iglesia[120].

Papa Pío IX, Quartus supra, # 6, 6 de enero de 1873: “Siempre ha sido la costumbre de los herejes y de los cismáticos llamarse católicos y proclamar sus muchas excelencias con el fin de llevar al error a los pueblos y a los príncipes”[121].

Podemos ver que la “teología” de Chris Ferrara es contraria no sólo con la enseñanza de los Papas, sino también con el sentido común. De hecho, la idiotez satánica de la posición de Ferrara (y de muchos otros) ―esto es, que los apóstatas y antipapas del Vaticano II no son herejes manifiestos sólo porque a veces se contradicen y emplean la ambigüedad, junto con sus increíbles herejías― puede ser tal vez ilustrado cuando vemos el caso del apóstata John Kerry [un destacado político estadounidense proabortista que proclama ser “católico”].

Dudamos que casi cualquier persona que lea este artículo considere como católico a John Kerry [puesto que él está a favor del aborto, etc.]. Incluso las personas de la Universidad Franciscana admiten que: “No se puede ser católico y ser pro-aborto”, como declaraban sus letreros en protesta cuando él dio su discurso en Ohio. Pero John Kerry dice que él acepta la doctrina católica, a pesar de que vota sistemáticamente a favor del aborto.

Durante el debate presidencial de 2004 con George W. Bush, John Kerry declaró: “No puedo imponer mi artículo de fe a otra persona”. ¿Entendió eso? John Kerry ha declarado públicamente que la enseñanza de la Iglesia contra el aborto es su artículo de fe, pero que simplemente no puede aplicarlo o imponerlo en la esfera pública. Por supuesto, su argumento es absurdo, una mentira, y una contradicción; así como lo son todas las herejías. Pero según Chris Ferrara, John Kerry debe ser considerado como católico, ya que algo que:

“… se contradice en sí porque parece defender y negar la enseñanza tradicional en uno y al mismo tiempo, difícilmente puede decirse que se constituye como una contradicción manifiesta a la doctrina tradicional…”[122].

Podemos ver que esta afirmación es una tontería. Si fuera cierto, entonces de John Kerry ni se podría decir que es un hereje manifiesto cuando él afirma públicamente que la enseñanza de la Iglesia contra el aborto es su artículo de fe, pero luego la contradice por apoyar tajantemente el aborto. John Kerry debe ser considerado como un católico, según la depravada perversión de la doctrina católica, inspirada por Satanás, que el hereje Chris Ferrara está vendiendo en las publicaciones “tradicionales”. Esta conclusión también pondría a Ferrara en desacuerdo con otro de sus colegas y buenos amigos, Michael Matt, quien declaró de manera inequívoca (por su propia autoridad, ya que esto no ha sido declarado por su “Papa”) que John Kerry es un apóstata.

Michael Matt, The Remnant, 15 de abril de 2004, p. 5: “Tomen como ejemplo al senador John F. Kerry, el primer católico nominado para la presidencia por uno de los partidos principales desde 1960. Kerry, que, por cierto, cuyos abuelos paternos eran judíos, está haciendo una buena imitación de Kennedy en estos días: ‘En este país tenemos una separación entre Iglesia y el Estado’, Kerry dijo recientemente a la revista Time. ‘Como lo dijo muy claramente John Kennedy, yo seré un presidente que curiosamente será católico, pero no será un presidente católico’. ¡Por lo menos en eso podemos estar de acuerdo con el caballero de Massachusetts! De hecho, lo llevaríamos un paso más allá al señalar que el candidato presidencial Kerry no es católico en absoluto.
         “Oh, claro, el ex monaguillo dice que es católico; que supuestamente se queja cuando sus empleados no le dejan suficiente tiempo en su horario para ir a la misa dominical; su sitio oficial anuncia que ‘John Kerry fue criado en la fe católica y sigue siendo un miembro activo de la Iglesia Católica’. Pero él no es católico ni tampoco su esposa – otra anticatólica que afirma ser alguien que practica la fe. La descripción que da John Kerry de sí mismo y de su esposa es meramente falsa: ‘[Yo soy] creyente y practico el catolicismo, casado con otra creyente que practica el catolicismo’. Suena bien, ¿no? El problema es que John Kerry es un apóstata[123].

Al parecer, Ferrara y Matt ahora tienen algo de qué hablar. Y realmente, el caso de John Kerry demuestra el punto, ya que si no se puede decir que Benedicto XVI ―que a tomado parte activa en el culto judío, que no cree que Jesucristo sea necesariamente el Mesías e Hijo de Dios, que enseña que no debemos convertir a los protestantes, y que fue iniciado en el islam, etc.― no puede ser considerado un hereje, entonces usted no tiene ninguna justificación para decir que John Kerry sí lo es. De hecho, los dogmas que Benedicto XVI niega se han definido más veces que el dogma que Kerry niega.

17ª objeción: Ambos Códigos de Derecho Canónico de 1917 y 1983 enseñan que es necesaria una declaración oficial para que alguien pierda su oficio por herejía.

Chris Ferrara, “Un desafío para la Campaña Sedevacantista, Parte II”, The Remnant, 30 de septiembre de 2005, p. 18: “De hecho, ambos códigos de derecho canónico de 1917 y 1983 establecen que nadie puede insistir en que se haya perdido un oficio eclesiástico por herejía al menos que se haya establecido por una declaración de la autoridad competente[124].

Respuesta: Esto es absolutamente falso. El herético e inválido Código de 1983 del antipapa Juan Pablo II establece que esa declaración es necesaria en el canon 194 § 3. Sin embargo, el Código de 1917 no lo hace. El canon del Código de 1917 paralelo al canon 194 es el canon 188. El canon 188 del Código de 1917 no contiene esta disposición, sino que simplemente declara que un clérigo que “Públicamente apostata de la fe católica” (188 § 4) pierde su oficio por el mismo hecho “sin ninguna declaración”.

Canon 188 §4, Código de Derecho Canónico de 1917:
“En virtud de renuncia tácita (silenciosa) admitida por el mismo derecho, vacan ipso facto [vacante en el acto], y sin ninguna declaración, cualesquiera oficios, si el clérigo: (…) §4 Apóstata públicamente de la fe católica[125].

Nótese que el Código de 1917 no dice nada sobre la necesidad de una declaración oficial, sino que dice justamente lo contrario; ¡”sin ninguna declaración”! Cuando uno compara los dos cánones, uno ve la diferencia evidente.

Canon 194 §1-3, Código de Derecho Canónico de 1983: “Queda de propio derecho removido del oficio eclesiástico:… 2- quien se ha apartado públicamente de la fe católica o de la comunión de la Iglesia… La remoción de que se trata en los nn. 2 y 3 sólo puede urgirse si consta de ella por declaración de la autoridad competente[126].

Probablemente está fue la razón de por qué Chris Ferrara no proporciona ninguna cita del Código de 1917 en su nota. Él sólo da una referencia al código de 1983. Por lo tanto, esto se trata de otra mentira descarada de Ferrara.

18ª objeción: El Concilio de Constanza condenó la idea que un hereje deja de ser el Papa.

Errores de Juan Hus, Condenados por el Concilio de Constanza: “#20. Si el Papa es malo y, sobre todo, si es precito [réprobo], entonces, como Judas el apóstol, será del diablo, un ladrón e hijo de la perdición, y no es cabeza de la Santa Iglesia militante, como quiera que no es miembro suyo[127]. Condenado

Respuesta: No, el Concilio de Constanza no condenó la idea que un hereje deja de ser el Papa. Este es un grave malentendido sobre esta proposición. Como se ve claramente, el Concilio condenó algo muy distinto. Condenó la proposición de que un hombre malo dejaría de ser la cabeza de la Iglesia, ya que no es miembro de ella. La proposición del hereje Hus afirma correctamente que alguien no puede ser cabeza de la Iglesia si no es miembro de la Iglesia, pero yerra al decir que el Papa deja de ser miembro de la Iglesia si es “malo”.

Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi, # 23, 29 de junio de 1943:
“Puesto que no todos los pecados, aunque graves, separan por su misma naturaleza al hombre del cuerpo de la Iglesia, como lo hacen el cisma, la herejía o la apostasía[128].

Un Papa que sea simplemente malo no deja de ser Papa, pero si es un hereje o cismático sí deja de serlo. Esto se debe a que la herejía, el cisma y la apostasía nos separan de la Iglesia, mientras que no lo hacen los otros pecados (no importando que tan graves o malos sean). Así, podemos ver claramente que la proposición está condenando la idea de que la maldad nos separa de la Iglesia. No se está condenando la verdad de que un hereje deja de ser el Papa. De hecho, muchas de las otras proposiciones de Juan Hus, que luego fueron condenadas por el Concilio de Constanza, repiten de diversas maneras la falsa idea expresada anteriormente: que los malos no son parte de la Iglesia[129].

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30:
Este principio es de lo más cierto.  El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo (ib. c. 26).  La razón por esto es que no puede ser cabeza de lo que no es miembro; ahora quien no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y quien se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente se enseña por San Cipriano (lib. 4, epíst. 2), San Atanasio (Cont. arria.), San Agustín (lib. De great. Christ.), San Jerónimo (contra Lucifer), entre otros; por lo tanto, el hereje manifiesto no puede ser Papa”.

19ª objeción: La Declaración Conjunta con los luteranos no es herejía manifiesta porque Juan Pablo II y Benedicto XVI no la firmaron.

Respuesta: La Declaración Conjunta con los luteranos por sí misma prueba que los “Papas” del Vaticano II son unos antipapas no católicos. El hecho de que Juan Pablo II y Benedicto XVI no lo hayan firmado es totalmente irrelevante. Ambos numerosas veces la aprobaron públicamente, y están de acuerdo con ella.

Juan Pablo II, 19 de enero de 2004, En una reunión con los luteranos de Finlandia: “… deseo expresar mi gratitud por el progreso ecuménico hecho entre católicos y luteranos estos últimos cinco años desde la firma de la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación[130].

Benedicto XVI, Discurso a los protestantes en la Jornada Mundial de la Juventud, 19 de agosto de 2005: “… la importante Declaración conjunta sobre la doctrina de la Justificación (1999)…”[131].

Fulano bien podría fabricar un documento negando la Inmaculada Concepción, y si usted se pusiera a dar discursos sobre lo grandioso que es el documento de Fulano, eso lo haría a usted un hereje manifiesto. El hecho de que usted no haya escrito el documento de Fulano ni lo haya firmado no tiene nada de importante, porque usted lo estaría igualmente aprobando públicamente. Juan Pablo II y Benedicto XVI aprobaron públicamente la Declaración conjunta con los luteranos sobre la Justificación, que enseña que las peores herejías luteranas no están condenadas por el Concilio de Trento. Ellos son herejes manifiestos.

Conclusión: No hay ninguna razón para no aceptar la posición sedevacante

Hemos respondido detalladamente a las objeciones más comunes esgrimidas contra la posición sedevacante. Podemos ver que no hay nada dentro de la enseñanza de la Iglesia Católica que nos impida aceptar los hechos innegables de que la secta del Vaticano II no es la Iglesia Católica, y que los hombres que han dirigido esta secta (los “Papas” post-Vaticano II) no son Papas en absoluto, sino unos antipapas no católicos. Por el contrario, hay prueba innegable a favor de esta posición y todas las razones para aceptarla.



[1]  Decrees of the Ecumenical Councils, Sheed & Ward and Georgetown University Press, 1990, vol. 1, p. 113.
[2]  Coll. Seleta SS. Eccl. Patrum. Caillu and Guillou, vol. 32, pp. 411-412.
[3]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 113.
[4]  Denzinger, The Sources of Catholic Dogma, B. Herder Book. Co., Thirtieth Edition, 1957, no. 351.
[5]  The Sunday Sermons of the Great Fathers, Regnery, Co: Chicago, IL, 1963, vol. 1, pp. xxiv.
[6]  Denzinger 423.
[7]  The Papal Encyclicals, de Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 2 (1878-1903), p. 393.
[8]  Denzinger 2022.
[9]  Denzinger 2054.
[10]  Denzinger 960.
[11]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 236.
[12]  The 1917 Pio-Benedictine Code of Canon Law, traducido por el Dr. Edward Von Peters, San Francisco, CA: Ignatius Press, 2001, canon 2314, p. 735.
[13]  Denzinger 1547.
[14]  The Catholic Encyclopedia, “Luther”, Robert Appleton Company, 1910, pp. 445-446.
[15]  Warren H. Carroll, A History of Christendom, Front Royal, VA: Christendom Press, 2000, vol. 4 (The
Cleaving of Christendom), p. 10.
[16] La pena latae sententiae (excomunión automática) es aquélla en la que incurre el delincuente por el hecho de cometer el delito, es decir, sin necesidad de que haya una declaración al respecto por la autoridad eclesiástica. Pero para la pena ferendae sententiae (proceso formal), sí es necesario que haya una declaración. Pero no se puede entender la figura de la pena latae sententiae si no hay contumacia.
[17]  The Papal Encyclicals, vol. 4 (1939-1958), p. 41.
[18]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 578.
[19]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 74.
[20]  Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology, Ignatius Press, 1982, p. 239.
[21]  Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology, pp. 197-198.
[22]  L’Osservatore Romano, encarte especial, Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación, 24 de noviembre de 1999, #13.
[23]  G. McDevitt, The Delict of Heresy, 48, CU, Canon Law Studies 77. Washington: 1932.
[24]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 45.
[25]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 46.
[26]  The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 30.
[27]  The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), pp. 313-314.
[28]  The Papal Encyclicals, vol. 2 (1878-1903), p. 399.
[29]  L’Osservatore Romano, 24 de mayo de 1973, p. 6.
[30]  L’Osservatore Romano, 27 de enero de 1993, p. 2.
[31]  L’Osservatore Romano, 24 de agosto de 2005, p. 8.
[32]  Eric F. Mackenzie, A.M., S.T.L., J.C.L. Rev., The Delict of Heresy, Washington, D.C.: The Catholic Univ. of America, 1932, p. 35. (cf. canon 2200.2).
[33]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 283.
[34]  San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.
[35]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 416.
[36]  Ius Canonicum. Rome: Gregorian 1943. 2:453.
[37]  Denzinger 51-52e; Warren H. Carroll, A History of Christendom, Vol. 1 (The Founding of Christendom), p. 494; J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, Oxford University Press, 2005, p. 25.
[38]  P. James Edmund O’Reilly, The Relations of the Church to Society Theological Essays, 1882.
[39]  P. O’Reilly, The Relations of the Church to Society Theological Essays, p. 287.
[40]  Yves Dupont, Catholic Prophecy, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.
[41] Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 19.
[42] Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise”, Catholic Family News, p. 19.
[43] Denzinger 1821.
[44] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 2, p. 860.
[45] Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology, pp. 197-198.
[46] Denzinger 1824.
[47] Denzinger 1825.
[48] Denzinger 1825.
[49] Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology, p. 198.
[50] Denzinger 1826-1827.
[51] San Francisco de Sales, The Catholic Controversy, Tan Books, 1989, p. 45.
[52]  Denzinger 330.
[53]  San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.
[54]  San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30.
[55]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 417.
[56]  The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 195.
[57]  Denzinger 93.
[58]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 180.
[59]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 84.
[60]  Institutiones Iuris Canonici, 1921.
[61]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 2, p. 675.
[62] L’Osservatore Romano, encarte especial, Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación, 24 de noviembre de 1999, #5.
[63]  L’Osservatore Romano, encarte especial, Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación, 24 de noviembre de 1999, #13.
[64]  L’Osservatore Romano, encarte especial, Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación, 24 de noviembre de 1999, #41.
[65]  L’Osservatore Romano, encarte especial, Declaración Conjunta de la Doctrina de la Justificación, 24 de noviembre de 1999, #26.
[66]  L’Osservatore Romano, 28 de ene. de 2004, p. 4.
[67]  L’Osservatore Romano, 21/28 de dic., p. 5.
[68]  Denzinger 423.
[69]  Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), pp. 432-434.
[70]  The Catholic Encyclopedia, vol. 1, p. 447.
[71]  Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 21.
[72]  Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 21.
[73]  Denzinger 530.
[74]  Denzinger 494.
[75]  The Catholic Encyclopedia, “John XXII”, vol. 8, 1910. P. 433.
[76]  Benedicto XVI, Dogmatic Theology, The Catholic University of America Press, 1977, p. 137.
[77]  The Catholic Encyclopedia, vol. 8, p. 433.
[78]  Benedicto XVI, Introduction to Christianity, p. 349.
[79]  Benedicto XVI, Introduction to Christianity, pp. 357-358.
[80]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 578; Denzinger 714.
[81]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, pp. 125-126.
[82]  Denzinger 253.
[83]  San Francisco de Sales, The Catholic Controversy, pp. 305-306.
[84]  Oeuvres Complètes, 9:232.
[85]  Coll. Selecta SS. Eccl. Patrum, Caillu y Guillou, vol. 32, pp. 411-412.
[86]  The Douay-Rheims New Testament with a Catholic Commentary, by Rev. Leo Haydock, Monrovia, CA: Catholic Treasures, 1991, p. 1640.
[87]  Jurgens, The Faith of the Early Fathers, Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1970, vol. 2, p. 39.
[88]  Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 3.
[89]  Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 158.
[90]  Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 33.
[91]  Donald Attwater, A Catholic Dictionary, Hierarchy”, Tan Books, p. 229.
[92]  The Papal Encyclicals, vol. 4 (1939-1958), p. 267.
[93]  Catholic Family News, enero de 1999.
[94]  Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 2, p. 908.
[95]  The Encyclicals of John Paul II, Huntington, IN: Our Sunday Visitor Publishing Division, 1996, p. 918.
[96]  The Papal Encyclicals, vol. 2 (1878-1903), p. 388.
[97]  The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 317.
[98]  The Papal Encyclicals, vol. 4 (1939-1958), p. 50.
[99]  The Papal Encyclicals, vol. 2 (1878-1903), p. 388.
[100]  The Catholic Encyclopedia, vol. 8, 1910, “Investitures”, p. 86.
[101]  Chris Ferrara, Catholic Family News, “Opposing the Sedevacantist Enterprise, Part II,” Oct. 2005, p. 8.
[102]  Denzinger 461.
[103]  Benedicto XVI, The Meaning of Christian Brotherhood, pp. 87-88
[104]  Benedicto XVI, Theological Highlights of Vatican II, New York: Paulist Press, 1966, pp. 61, 68.
[105]  Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology (1982), pp. 197-198.
[106]  “Cardenal” Joseph Ratzinger, God and the World, Ignatius Press, 2000, p. 209.
[107]  “Cardenal” Ratzinger, Principles of Catholic Theology, p. 377.
[108]  “Cardenal” Ratzinger, Principles of Catholic Theology, p. 202.
[109]  The Encyclicals of John Paul II, p. 965.
[110]  “Cardenal” Joseph Ratzinger, Principles of Catholic Theology, p. 381.
[111]  “Cardenal” Joseph Ratzinger, Co-Workers of the Truth, Ignatius Press, 1990, p. 217.
[112]  “Cardenal” Joseph Ratzinger, Co-Workers of the Truth, p. 29.
[113]  “Cardenal” Joseph Ratzinger, Introduction to Christianity, Ignatius Press, 2004, p. 349.
[114]  El pueblo judío y las Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana, sección II, A, precedido por Benedicto XVI, www.vatican.va
[115]  Chris Ferrara, The Remnant, Forest Lake, MN, 30 de septiembre de 2005, p. 18.
[116]  The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 294.
[117]  Abad Ricciotti, The Age of Martyrs, Tan Books, p. 275; ver también el P. Laux, Church History, Tan Books, 1989, p. 113; Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 2 (The Building of Christendom), p. 18.
[118]  Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise, Part II”, Catholic Family News, octubre de 2005, p. 25.
[119]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 451.
[120]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), pp. 451-452.
[121]  The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 414.
[122]  Chris Ferrara, Catholic Family News, octubre de 2005, p. 25.
[123]  Michael Matt, The Remnant, 15 de abril de 2004, p. 5.
[124]  Chris Ferrara, “A Challenge to the Sedevacantist Enterprise, Part II”, The Remnant, 30 de septiembre de 2005, p. 18.
[125]  The 1917 Pio-Benedictine Code of Canon Law, traducido por el Dr. Edward Von Peters, p. 83.
[126]  The Code of Canon Law (1983), A Text and Commentary, por encargo de Canon Law Society of America, editado por James A. Coriden, Thomas J. Green, Donal E. Heintschel, Mahwah, NJ: Paulist Press, 1985, p. 111.
[127]  Denzinger 646.
[128]  The Papal Encyclicals, vol. 4 (1939-1958), p. 51.
[129]  Denzinger 627 ff.
[130]  L’Osservatore Romano, 28 de ene. de 2004, p. 4.
[131]  L’Osservatore Romano, 24 de agosto de 2005, p. 8.

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