Las elites
tradicionales formaron en los Estados Unidos asociaciones de acceso restringido
en cuyo medio pueden expandir libremente sus cualidades más nobles y sus
costumbres tradicionales. El historiador social Cleveland Amory explica que “en nuestros días, los aristócratas pueden
encontrarse más fácilmente en buen número, si no en la alta sociedad, al menos
en una Sociedad, es decir, en alguna de las asociaciones plenamente
aristocráticas ―aunque oficialmente denominadas patrióticas―, como la de los
Cincinnati, Colonial Dames, Colonial Wars, D.A.R., etc.; porque… forman parte seguramente, e incluso genealógicamente, de
la [alta sociedad] de ayer, y esto las convierte, por supuesto, en la
aristocracia de hoy”[1].
Benjamin
Harrison, presidente n. 23 de los EE.UU. Los Harrison son de las primeras familias de Virginia. |
Los orígenes,
objetivos y requisitos de admisión en dichas asociaciones varían. Algunas están
destinadas a perpetuar la memoria de antepasados que se distinguieron en la
guerra, fueron fundadores de ciudades o colonizadores pioneros, u ocuparon
posiciones de relieve en los Gobiernos Coloniales o republicanos. Para ser
socio, se requiere, en general, probar que se desciende del correspondiente
personaje y el voto favorable de un comité de recepción o, a veces, de todos
los miembros de la asociación.
Otras incluyen entre
sus objetivos, actividades de carácter patriótico, pero no son asociaciones
meramente patrióticas. En ellas hay una exclusividad basada en el linaje, en contradicción
con la inclusividad
democrática-igualitaria. He aquí esta paradoja descrita por Wallace Davies: “Ni un súbito crecimiento del sentimiento patriótico,
ni siquiera una inmersión en el pasado norteamericano consiguen explicar el carácter
hereditario de esas asociaciones. De hecho, un renovado interés por las
instituciones republicanas y por los ideales de la democracia… parecerían extemporáneamente
incompatibles con tal imitación de la aristocracia del Viejo Mundo y con una posición
basada en el linaje”[2].
El
mayor general Anthony Wayne (1745-1796), general estadounidense |
Da la impresión que
para evitar la limitación injusta impuesta por la prohibición de títulos, los
fundadores de las más antiguas asociaciones hereditarias americanas aspiraron a
que ellas fuesen reconocidas oficialmente, y que se convirtiesen en algo análogo
a las asociaciones de la nobleza europea. De esta forma, fueron tan lejos como
se lo permitían las leyes y la cultura de los Estados Unidos. Su intención última
se discierne en la naturaleza verdaderamente aristocrática de las asociaciones
que erigieron.
El mero hecho de
pertenecer a una asociación hereditaria no convierte ipso facto a alguien en aristócrata,
especialmente porque ninguna de ellas es ennoblecedora de por sí. Sin embargo,
es notable que los motivos psicológicos ―no siempre explícitos― que las dieron
a luz, en general son semejantes a los que dieron origen a la aristocracia
blasonada.
También es necesario
poner de relieve la proyección de dichas asociaciones en la vida cultural de
los Estados Unidos. Sus miembros promueven el bien común por medio de obras
como el mantenimiento de museos y bibliotecas, la restauración de monumentos históricos
o el patrocinio de estudios históricos. De esta forma, conservan y mejoran la
herencia cultural y las tradiciones de los Estados Unidos.
Fuente: http://nobility.org/
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