domingo, 1 de mayo de 2011

Decimos NO a la “beatificación” de Juan Pablo II

La doctrina católica manda rechazar esta “beatificación”

SE PUEDE DESCARGAR EL TEXTO DE ESTA DECLARACIÓN PULSANDO AQUÍ


“Velad y estad firmes en la fe, obrando varonilmente y mostrándoos fuertes” (1 Corintios 16, 13)
“Pues esos falsos apóstoles, obreros engañosos, se disfrazarán de apóstoles de Cristo; y no es maravilla, pues el mismo Satanás se disfraza del ángel de luz” (2 Corintios 11, 13-14)

Ante la “beatificación” de Juan Pablo II por Benedicto XVI, quienes firmamos esta declaración, lo hacemos para alertar a los fieles católicos sobre este fraudulento acto y manifestar delante Dios y de la historia que no aceptamos tal abominable acto. Pero, para poner esta declaración en su verdadera perspectiva, primero queremos aclarar tres aspectos importantes de esta declaración:
1°.- Nos confesamos católicos, apostólicos, romanos; obedientes y fieles al magisterio perenne e infalible de la Santa Iglesia Católica, la única verdadera Iglesia de Cristo, fuera de la cual no hay salvación ni remisión de los pecados. Creemos absolutamente en la institución del papado, que Cristo estableció sobre Pedro y sus legítimos sucesores, los romanos pontífices[1].
2°.- Como católicos vemos y sentimos con el mayor dolor de nuestras almas, que en la Iglesia Católica se está operando la mayor crisis en toda la historia del cristianismo[2] (una verdadera Pasión de la Iglesia), la cual no ha hecho más que agravarse aceleradamente, sobre todo, a partir del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965). Esta crisis no tendría ni la profundidad ni la amplitud actual si no fuera por la complicidad, y aceptación directa de la casi totalidad jerarquía eclesiástica y la pasividad indiferente de los fieles que se dicen católicos. Esta crisis fue incluso reconocida por el propio Paulo VI, quien puso en marcha las “novedosas” enseñanzas de ese concilio[3].
3°.- Esta crisis posee tres rasgos principales:
a), la propagación en los medios “católicos” de la herejía modernista, condenada solemnemente por el Papa San Pío X en la encíclica Pascendi, del 8 de diciembre de 1907 y en el decreto Lamentabili del 3 de julio del mismo año, como siendo “la síntesis de todas las herejías”. La difusión progresiva de esa herejía no ha hecho más que ir socavando y extinguiendo la fe de los católicos, tanto clérigos como seglares. Recordamos además, según lo denuncia el mismo San Pío X en la encíclica Pascendi, que la difusión de esa herejía es parte de una conspiración de “los peores los enemigos de la Iglesia” que se han infiltrado en ella, puesto que “ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro”[4].
b), la consecuente adaptación de la Iglesia al “espíritu del mundo”, que es contrario al espíritu del cristianismo, según nos enseñan los apóstoles: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios…” nos dice San Pablo en 1 Corintios 2, 12[5]. Dicha adaptación al mundo no ha hecho sino agravar más la crisis, llevando a la casi totalidad de los clérigos a la apostasía y a los peores desórdenes morales (muy noticiados en la prensa de hoy y por casi todos conocidos), aumentando de esta manera la pérdida de la fe de los católicos.
c), la demolición de las tradiciones litúrgicas milenarias de la Iglesia, heredadas desde los tiempos apostólicos – que son las que constituyen la esencia del culto católico –, en especial la reforma del Santo Sacrificio de la Misa, reforma introducida por Paulo VI en 1969, que transformó el principal acto de adoración católico en un rito semejante al de los protestantes, contraviniendo directamente la orden dada a perpetuidad por el Papa San Pío V en la bula dogmática Quo primum tempore de 1570[6].



LA VIRGEN MARÍA VINO DEL CIELO A LA TIERRA AL MENOS TRES VECES PARA PREVENIRNOS DE LA APOSTASÍA EN LA IGLESIA

Siendo estos los rasgos principales de esta crisis de características apocalípticas, no es de extrañar que seamos también testigos de la casi total indiferencia ante los problemas de la fe por parte de quienes dicen permanecer siendo “católicos”, sean estos clérigos, religiosos o seglares. Todo lo anterior nos hace recordar con vivo sentir, las palabras que pronunció la Virgen Santísima en Ecuador, 1594[7]: “… a través de la mayor parte del siglo veinte, muchas herejías abundarán… La preciosa luz de la fe se extinguirá en las almas debido a la casi total corrupción de las costumbres. Para entonces habrán grandes calamidades, físicas y morales, públicas y privadas. Las pocas almas que preservarán la devoción a la fe y las virtudes sufrirán cruel e indescriptible congoja, algo así como un prolongado martirio…”. Después, con términos más graves, la Reina del Cielo dijo en la Salette, Francia, el 19 de septiembre de 1846[8]: “En el año 1864, Lucifer junto con un gran número de demonios serán liberados del infierno; ellos eliminarán la fe poco a poco, incluso en quienes se dedican a Dios. Serán segados de tal manera, que, a menos que sean bendecidos con una gracia especial, esas personas asumirán el espíritu de estos ángeles del infierno; varias instituciones religiosas perderán toda fe y se perderán muchas almas... ROMA PERDERÁ LA FE Y SE CONVERTIRÁ EN LA SEDE DEL ANTICRISTO... LA IGLESIA SERÁ ECLIPSADA...”.
Conocida es la visión del Papa León XIII[9], en la cual veía la enorme ofensiva de las huestes del infierno para extinguir la fe en los hombres. Fue por eso que el Papa redactó el famoso Exorcismo a San Miguel Arcángel que se rezaba después de cada Misa (que fue suprimido después del Concilio Vaticano II, y del cual citamos un extracto). La oración pedía la protección del príncipe de la milicia celestial, y en ella se preveía la apostasía en la Iglesia con estas palabras: “Los enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado y le han dado de beber ajenjo, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales para realizar todos sus impíos designios. Allí, en el lugar sagrado donde está constituida la Sede del beatísimo Pedro y Cátedra de la Verdad para iluminar a los pueblos, allí colocaron el trono de la abominación de su impiedad, para que, con el designio inicuo de herir al Pastor, se dispersen las ovejas”[10].
Y más recientemente, la Virgen nuevamente vino a la tierra en Fátima, Portugal, en 1917, para hacer un último llamado a la conversión de los hombres. La Virgen confió a los videntes un secreto de tres partes. Las dos primeras partes fueron reveladas en los años 40. La Virgen dio la instrucción de que la tercera parte del secreto (conocida más popularmente como “el tercer secreto de Fátima”) fuera revelada a más tardar antes de 1960, pero nunca lo fue. No hay duda que el Vaticano lo ha estado ocultando desde entonces, y que el supuesto “tercer secreto” que fue dado a conocer al mundo el 2000 por el entonces “cardenal” Ratzinger es falso, puesto que no contiene ninguna palabra de la Virgen. Todos los estudiosos en las apariciones de Fátima señalan con entera seguridad que el “tercer secreto” habla de la apostasía en la Iglesia[11]. De hecho, la Hna. Lucía, la mayor de los videntes, dio a conocer sólo las palabras de la primera frase del “tercer secreto”[12]. El resto de las palabras del tercer secreto deberían haber sido reveladas – por instrucciones de la Virgen misma – a más tardar el año 1960. El “tercer secreto” comienza con las siguientes palabras de la Virgen: “En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe...”. Eso es lo único que ha sido revelado de las palabras de la Virgen en la tercera parte del secreto. A pesar de ello, algunos eclesiásticos de alta posición han informado acerca del contenido del “tercer secreto”, por ejemplo, el P. Mario Luigi Ciappi, teólogo papal del Papa Pío XII, declaró: “En el Tercer Secreto [de Fátima] se predice, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará por lo alto”[13]. Y el cardenal Silvio Oddi lo confirmó al declarar: “… el Tercer Secreto [de Fátima]… no trata de una supuesta conversión de Rusia… sino que se refiere a la “revolución” en la Iglesia Católica”[14]. Hay otros testimonios de notables personajes de la Iglesia que hablan en el mismo sentido.
Frente a todo este panorama, que hemos descrito tan brevemente en la presente declaración (si bien que la documentación que demuestra todo esto y mucho más de lo que diremos a continuación es tan abundante que daría para escribir decenas de volúmenes), la “beatificación” de Juan Pablo II realizada en Roma el 1 de mayo, constituye un hecho culminante y de la mayor gravedad. También lamentamos y consideramos sumamente grave que dicha falsa “beatificación” haya sido presenciada con la casi total aceptación de la opinión pública que se dice ser “católica”. No obstante aquello, creemos que algunos pocos de esa opinión pública son católicos de buena fe que no están informados, conocen muy poco de la doctrina católica –puesto que ya casi no hay quien se las enseñe – y son víctimas de una avalancha de propaganda mentirosa de los medios de comunicación.



ESTOS SON LOS HECHOS: JUAN PABLO II LLEVÓ ESA APOSTASÍA AL EXTREMO MÁXIMO QUE SE PUEDA LLEVAR

A continuación presentamos, para el conocimiento público, algunos de los elementos principales que demuestran que la “beatificación” de Juan Pablo II es falsa, sin ninguna validez y sumamente dañina para la fe católica, e inmensamente ofensiva a Dios infinitamente verás.
1. Juan Pablo II dejó de ser católico mucho, antes de ser elegido “Papa” y fue un hereje hasta su muerte. Él enseñó la herejía, propagó la herejía, toleró la herejía y jamás practicó heroicamente las virtudes cristianas, condición primera y esencial para todo aquel que deba ser proclamado beato. Además de aquello, él jamás desempeñó heroicamente sus funciones como supuesto “sumo pontífice” como lo hicieron todos los verdaderos Papas que gobernaron la Iglesia y fueron proclamados beatos o santos.
2. Entre las cientos de herejías enseñadas por Juan Pablo II (de las cuales citamos apenas unos pocos ejemplos de las principales porque nos lo limita la extensión de esta declaración), se encuentran las siguientes.

I.- Juan Pablo II ensenó la salvación universal, es decir, que todos los hombres se salvan

Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis, # 13, 4 de marzo de 1979: “Se trata de ‘cada’ hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este ministerio”[15].
Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio, # 4, 7 de diciembre de 1990: En el hecho de la Redención está la salvación de todos, ‘porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este misterio’”[16].
Juan Pablo II, encíclica Centecimus annus, # 53, 1991: “No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio”[17].
Juan Pablo II, homilía, 6 de junio de 1985: “La eucaristía es el sacramento de la alianza del cuerpo y sangre de Cristo, de la alianza que es eterna. Esta es la alianza que incluye a todos. Esta sangre llega a todos y a todos salva”[18].
Es obvio que con esta enseñanza herética, Juan Pablo II sea amado por todos, puesto que como la mayoría ya no tiene fe, quedan felices si se les enseña que todos se salvan. Sin embargo, los evangelios y el magisterio infalible de la Iglesia enseñan todo lo contrario. Dado que nos limita la extensión de esta declaración, también presentamos sólo unas pocas citas del magisterio de la Iglesia para probar los puntos expuestos:
Papa Gregorio X, segundo Concilio de Lyon, ex cathedra: “Las almas de aquellos que mueren en pecado mortal o con solo el original, descienden inmediatamente al infierno, para ser castigados, aunque con penas desiguales”[19].
Papa Paulo III, Concilio de Trento, sesión, 6, ex cathedra: “Mas, aun cuando Él murió por todos [2 Cor. 5, 15], no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión”[20].

II.- Juan Pablo II enseñó que el Espíritu Santo es el responsable de las religiones no cristianas

Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis, # 6, 4 de marzo de 1979: “¿No sucede quizá a veces que la creencia firme de los seguidores de las religiones no cristianas, —creencia que es efecto también del Espíritu de verdad, que actúa más allá de los confines visibles del Cuerpo Místico…”[21].
Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio, # 29, 7 de diciembre de 1990: “La relación de la Iglesia con las demás religiones está guiada por un doble respeto: ‘Respeto por el hombre en su búsqueda de respuesta a las preguntas más profundas de la vida, y respeto por la acción del Espíritu en el hombre’”[22].
Juan Pablo II, encíclica Redemptoris missio, # 56, 7 de diciembre de 1990: “Las otras religiones constituyen un desafío positivo para la Iglesia de hoy; en efecto, la estimulan tanto a descubrir y a conocer los signos de la presencia de Cristo y de la acción del Espíritu”[23].
Sin embargo, la Escritura y la tradición nos enseñan que las religiones no cristianas pertenecen al diablo, y que los “dioses” que ellos adoran en realidad son demonios.
Salmos, 95, 5: “Todos los dioses de los gentiles son demonios…”.
1 Corintios, 10, 20: “Antes bien, digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y no a Dios lo sacrifican. Y no quiero yo que vosotros tengáis parte con los demonios”.

III.- Juan Pablo II enseñó y practicó por completo el indiferentismo religioso

Esta es quizás la característica más común del “magisterio” y obra del “pontificado” de Juan Pablo II, puesto que no hubo país que haya visitado en que no haya obrado de esta manera. He aquí algunos ejemplos:
Juan Pablo II, audiencia general, 11 de enero de 1995: “Me complace en esta ocasión asegurar a quienes practican la religión budista mi profundo respecto y sincera estima”[24].
Juan Pablo II, discurso en el aeropuerto en Korea, 3 de mayo de 1984: “Vuestro orgulloso y tenaz pueblo… que ha producido estupendos frutos en el arte, la religión y la vida humana. Vuestros antepasados abrazaron esos abrumadores mundos espirituales como el confucionismo y el budismo, haciéndolos, a pesar de todo, verdaderamente vuestros, intensificándolos, viviéndolos e incluso trasmitiéndolos a otros. Wonhyo y Sosan… expresan elocuentemente esta hazaña”[25].
Juan Pablo II, homilía, 12 de abril de 1997: “… la Iglesia, que sólo busca poder predicar libremente… con el respeto… por todas las religiones”[26].
Juan Pablo II, discurso, 22 de mayo de 1989: “Alabados seáis, seguidores del islam,… Alabado seáis, pueblo judío… Alabado seáis especialmente, Iglesia ortodoxa…”[27].
Con estas palabras, declaraciones y actos, Juan Pablo II dice que religiones falsas y diabólicas, como son el budismo y el confusionismo producen frutos espléndidos de religión. En cambio, los Papas católicos siempre enseñaron lo contrario.
Papa Pío IX, encíclica Qui pluribus, # 15, 9 de noviembre de 1846: “Tal es el sistema perverso y opuesto a la luz natural de la razón que propugna la indiferencia en materia de religión, con el cual estos inveterados enemigos de la Religión, quitando todo discrimen entre la virtud y el vicio, entre la verdad y el error, entre la honestidad y vileza, aseguran que en cualquier religión se puede conseguir la salvación eterna, como si alguna vez pudieran entrar en consorcio la justicia con la iniquidad, la luz con las tinieblas, Cristo con Belial”.
Papa Gregorio XVI, encíclica Mirari vos, # 13, 15 Agosto 1832: “Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la iglesia es el indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo, entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha (Credo Atanasiano)”.

IV.- La apostasía de Juan Pablo II en Asís

El 27 de octubre de 1986, Juan Pablo II invitó a los principales líderes de todas las falsas religiones del mundo a acudir a Asís, Italia, para una Jornada Mundial de Oración por la Paz. Juan Pablo II oró con más de 100 líderes religiosos de diferentes falsas religiones, repudiando de ese modo, la enseñanza de la Escritura y del magisterio de 2000 años de la Iglesia Católica que prohíbe la oración con las religiones falsas. Toda la jornada de oración con los paganos, infieles y herejes fue idea de Juan Pablo II. Durante esta reunión, el Dalai Lama colocó una estatua de Buda sobre el tabernáculo en la iglesia de San Francisco.
Juan Pablo II, discurso del ángelus, 12 de octubre de 1986:En pocos días iremos a Asís, representantes de la Iglesia católica, de otras iglesias cristianas y comunidades eclesiales, y otras grandes religiones del mundo… He hecho esta invitación a los “creyentes de todas las religiones”[28].
El lector ya no se sorprenderá con estos ejemplos constatar una vez más que Juan Pablo II enseñó lo contrario a lo que enseñaron los verdaderos Papas de la Iglesia Católica:
Papa Pío XI, encíclica Mortalium animos, # 2, 6 de enero de 1928: “Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión. Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio. Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios”.
Juan Pablo II también participó en numerosos eventos, tanto en Roma como en el extranjero, donde se incluían rituales paganos. Estos rituales, que tienen su origen de culturas que son totalmente demoniacas y satánicas, fueron incluidos en muchas celebraciones litúrgicas de Juan Pablo II. ¿Qué pensarían los millones de cristianos, que durante los primeros tres siglos del cristianismo prefirieron sufrir los peores tormentos y el martirio por negarse a adorar y reverenciar a los falsos dioses?
Papa León X, Quinto Concilio de Letrán, sesión 9, 5 de mayo de 1514: “La hechicería, por medio de encantamientos, adivinaciones, supersticiones y la invocación de demonios, están prohibidas por la leyes civiles y las sanciones de los cánones sagrados”[29].
El 24 de enero de 2002, Juan Pablo II celebró otra reunión de oración pagana en la ciudad de Asís, Italia, una repetición del evento abominable que tuvo lugar en 1986. Durante la segunda reunión de oración de Asís, se autorizó a los representantes de todas las falsas religiones a que subieran al púlpito y dieran un sermón sobre la paz mundial. En la presencia de Juan Pablo II, un sumo sacerdote vudú subió al púlpito superior de la Basílica de San Francisco y dio la prescripción vudú para la paz mundial (recuérdese que los vudús son brujos). Por lo tanto, según las disposiciones de Juan Pablo II, desde el púlpito superior de la histórica Basílica de San Francisco, ¡se le permitió a un brujo dar un sermón y ofrecer una receta para la paz mundial! Esto implicaría cortar las gargantas de las cabras, gallinas y palomas y drenar la sangre de sus arterias.
Concilio de Elvira, 305 d.C.: “Se decreta que los adultos que después de recibir el bautismo hayan entrado en templos paganos para adorar a los ídolos, lo que es un crimen mortal y el sumo de la maldad, no podrán ser admitidos a la comunión, incluso en la muerte”[30].
Papa Pío XI, encíclica Ad salutem, #27, 20 de abril de 1930: “…toda compulsión y locura, todo ultraje y lujuria, son introducidos en la vida del hombre por los demonios a través de la adoración de dioses falsos”.

V.- La apostasía de Juan Pablo II con los musulmanes

El 14 de mayo de 1999, Juan Pablo II reverenció y besó el Corán. El Corán es el libro “sagrado” de los musulmanes que blasfema contra la Santísima Trinidad y niega que Jesucristo es Dios. El reverenciar el libro “sagrado” de una falsa religión siempre ha sido considerado un acto de apostasía – un rechazo total de la verdadera religión. Este solo acto hace de Juan Pablo II un apóstata; porque ello equivale a adorar la tumba de Mahoma, lo que Santo Tomás considera ser apostasía.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, Pt. II, q. 12, art. 1, obj. 2: “… si alguien… adorara el sepulcro de Mahoma, sería considerado como apóstata”.
El 21 de marzo de 2000, Juan Pablo II le pidió a San Juan Bautista que protegiera el islam (la religión de los musulmanes), que niega a Cristo y a la Trinidad, y mantiene a ciento de millones de almas en las tinieblas del diablo.
Juan pablo II, 21 de marzo de 2000: “Que San Juan Bautista proteja el islam y al pueblo de Jordania…”[31].
El 6 de mayo de 2001, culminó su apostasía con los musulmanes al viajar y asistir a la “Gran Mezquita Omeya” de Damasco. En la mezquita, Juan Pablo II se quitó los zapatos como gesto de reverencia en el templo de la infidelidad.
Juan Pablo II, discurso a los musulmanes de la mezquita, 6 de mayo de 2001: “Es en las mezquitas e iglesias que las comunidades musulmana y cristiana forman su identidad religiosa… ¿Qué sentido de identidad se les inculca en los jóvenes cristianos y musulmanes en nuestras iglesias y mezquitas? Es mi ardiente esperanza que los líderes religiosos y maestros musulmanes y cristianos presentarán nuestras dos grandes comunidades en un respetuoso diálogo, nunca más como comunidades en conflicto”[32].
El apóstol San Juan, en el Apocalipsis habla de una falsa Iglesia que aparecería al final de los tiempos, y la describe como una ramera, una mujer que se vende a todas a las abominaciones.
Apocalipsis 17, 6: “Vi a la mujer embriagada con la sangre de los mártires de Jesús, y viéndola me maravillé sobremanera”.

VI.- Juan Pablo II enseñó que los musulmanes y católicos tienen el mismo Dios

Juan Pablo II, encíclica Sollicitudo rei socialis, # 47, 30 de diciembre de 1987: “… y a quienes, como nosotros, creen en Dios justo y misericordioso, es decir, los musulmanes…”.
Juan Pablo II, Nuevo Catecismo, párrafo 841: “… los musulmanes, que profesan tener la fe de Abraham y adoran con nosotros al Dios único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del mundo”.
Esto es más blasfemia y apostasía. Los musulmanes rechazan la Santísima Trinidad. Ellos no adoran al único Dios verdadero. Al afirmar una y otra vez que los católicos y musulmanes creen en el mismo Dios, Juan Pablo II negó la Santísima Trinidad y renegó de Cristo. Por otra parte, Juan Pablo II (al igual que el Vaticano II) negó a Jesucristo en muchas otras ocasiones y que por razones de espacio no podremos citar aquí.

VII.- La apostasía de Juan Pablo II con los judíos

El 13 de abril de 1986, visitó la sinagoga judía de Roma. Este increíble acto de apostasía de Juan Pablo II estaba directamente relacionado con su enseñanza herética de que la Antigua Alianza está todavía vigente. La Iglesia Católica enseña que con la venida de nuestro Señor Jesucristo y la promulgación del Evangelio, la Antigua Alianza (es decir, el acuerdo hecho entre Dios y los judíos por la mediación de Moisés) cesó, y fue reemplazada por Nueva Alianza de nuestro Señor Jesucristo. Es cierto que algunos aspectos de la Antigua Alianza siguen siendo válidos, puesto que están incluidas en el Nuevo y Eterno Testamento de Jesucristo, como los diez mandamientos; pero la Antigua Alianza en sí (el acuerdo entre Dios y el pueblo judío) cesó con la venida del Mesías. Por lo tanto, decir que la Antigua Alianza sigue siendo válida es afirmar que el judaísmo es una religión verdadera y que Jesucristo en realidad no es el Mesías. Ello también es una negación del dogma católico definido, como lo enseña el Concilio de Florencia, que definió ex cathedra que la Antigua Ley ahora está muerta y que aquellos que la practican (es decir, los judíos) no se pueden salvar.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1441, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos… cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo… y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento… Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquel tiempo (la promulgación del Evangelio), observan la circuncisión y el sábado y guardan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la salvación eterna…”.
Papa Pío XII, encíclica Mystici Corporis Christi # 12, 29 de junio de 1943: “Y, en primer lugar, con la muerte del Redentor, a la Ley Antigua abolida sucedió el Nuevo Testamento… en el patíbulo de su muerte Jesús abolió la Ley con sus decretos (Ef. 2:15)… y constituyó el Nuevo en su sangre, derramada por todo el género humano. Pues, como dice San León Magno, hablando de la Cruz del Señor, de tal manera en aquel momento se realizó un paso tan evidente de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de lo muchos sacrificios a una sola hostia, que, al exhalar su espíritu el Señor, se rasgó inmediatamente de arriba abajo aquel velo místico que cubría a las miradas el secreto sagrado del templo. En la Cruz, pues, murió la Ley Vieja, que en breve había de ser enterrada y resultaría mortífera…”.
Juan Pablo II, reunión sobre las raíces del antisemitismo, 1997: “Este pueblo [los judíos], ha sido llamado y guiado por Dios, creador del cielo y la tierra. Su existencia no es apenas un acontecimiento natural o cultural… Es un acontecimiento sobrenatural. A pesar de todo, este pueblo continua siendo el pueblo de la alianza…”[33].
El 26 de marzo de 2000, Juan Pablo II rezó en el muro occidental en Jerusalén, llamado Muro de los Lamentos. La muralla occidental es lo que quedó de la muralla de piedra del Templo judío en Jerusalén que fue destruido por los romanos el año 70 d.C. Los judíos rezan en el Muro de los Lamentos como siendo el sitio más “sagrado” del judaísmo.
A finales de 2001, una comisión del Vaticano bajo Juan Pablo II publicó un libro titulado El Pueblo Judío y la Sagrada Escritura en la Biblia Cristiana. El libro dice que la espera de los judíos por la venida del Mesías sigue siendo válida.
El 12 de agosto de 2002, los obispos norteamericanos en unión con Juan Pablo II publicaron un documento sobre los judíos. Encabezado por el famoso apóstata William Keeler de Baltimore, y sin ni un atisbo de oposición de Juan Pablo II, el documento declaró: “… los intentos por la conversión de los judíos al cristianismo ya no son teológicamente aceptables en la Iglesia católica”[34].

VIII.- Las increíbles herejías de Juan Pablo II sobre los bautizados no-católicos, es decir, los herejes y cismáticos

Ya hemos mostrado la innegable apostasía de Juan Pablo II con el paganismo, el islam y el judaísmo. Además de las numerosas declaraciones y actos de herejía y apostasía que él cometió con las falsas religiones no cristianas, están sus increíbles herejías sobre los no católicos bautizados y sus sectas heréticas. He aquí algunos ejemplos:
1) Juan Pablo II enseñó que los cismáticos no deben ser convertidos.
Juan Pablo II, exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa, 28 de junio de 2003: “Al mismo tiempo, quiero asegurar una vez más a los pastores y nuestros hermanos y hermanas de las iglesias ortodoxas que la nueva evangelización de ninguna manera debe confundirse con proselitismo…”[35].
2) Juan Pablo II declaró unidad de fe y comunión con las sectas no católicas.
Juan Pablo II, encíclica Ut unum sint # 62, 25 de mayo de 1995, hablando del cismático y no-católico patriarca de Etiopía: “Con el venerable patriarca de la Iglesia de Etiopía, Abuna Paulos, que me visitó en Roma el 11 de junio de 1993, hemos puesto de relieve la profunda comunión existente entre nuestras dos Iglesias: ‘Compartimos la fe transmitida por los Apóstoles, así como los mismos sacramentos y el mismo ministerio, que se remontan a la sucesión apostólica. Hoy, además, podemos afirmar que profesamos la misma fe en Cristo…’”.
3) Juan Pablo II dio una reliquia al cismático Karekin II, y declaró que su secta es la “Esposa de Cristo”.
4) Juan Pablo II visitó la catedral anglicana y participó del culto de la secta anglicana, lo que constituye herejía formal por acción.
5) Juan Pablo II se burló de los mártires ingleses al rezar junto al “arzobispo” de Canterbury en 1982.
6) Juan Pablo II concedió la cruz pectoral al jefe de la secta anglicana, quien ni siquiera es sacerdote, puesto que los anglicanos no tienen sacerdocio válido. Los “obispos” y “clérigos” anglicanos no son más que simples legos como lo declaró solemnemente el Papa León XIII[36].
7) En 1983, Juan Pablo II visitó un templo luterano por ocasión de los 500 años del natalicio de Martín Lutero. Esta fue otra acción herética – participar en una ceremonia de culto de una religión no-católica y celebrar a un heresiarca – que prueba que Juan Pablo II no era católico.
8) Juan Pablo II elogió a los heresiarcas Lutero, Calvino, Zwinglio y Hus, los enemigos más grandes que la Iglesia Católica haya jamás conocido. En octubre de 198, hablando de Martín Lutero, Juan Pablo II declaró: “Nuestro mundo experimenta incluso hoy su impacto en la historia”[37]. Y el 14 de junio de 1984, Juan Pablo II elogió a Calvino como alguien que quería “hacer que la Iglesia fuera más fiel a la voluntad del Señor”[38]. Elogiar a los peores herejes de la historia de la Iglesia es ir más allá de la herejía.
Papa Gregorio XVI, encíclica del 8 de mayo de 1844: “Pero más tarde se requirió aún más atención cuando los luteranos y calvinistas se atrevieron a oponerse a la doctrina inmutable de la fe con una variedad de errores casi increíbles. Ellos no ahorraron medio algunos para engañar a los fieles con las perversas explicaciones de los libros sagrados…”[39].
9) Juan Pablo II aprobó el acuerdo entre el Vaticano y los luteranos sobre la justificación. El 31 de octubre de 1999, el “cardenal” Edward Cassidy y el “obispo” luterano Christian Krause se dan la mano al firmar la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación en Augsburgo, Alemania. Este acuerdo, que fue aprobado por Juan Pablo II enseña que la justificación viene por “la sola fe” (anexo 2, C), que los cánones del Concilio de Trento ya no se aplican a los luteranos (# 13), que ninguna de las enseñanzas luteranas en la declaración conjunta, incluyendo la herejía de la justificación por la sola fe y las otras numerosas herejías luteranas, están condenadas por Trento (# 41). En resumen, este acuerdo entre la “Iglesia” de Juan Pablo II y la secta luterana rechaza totalmente el Concilio dogmático de Trento.
10) Juan Pablo II enseñó que los no católicos pueden recibir la comunión.
11) Juan Pablo II enseñó que las sectas no católicas son un medio de salvación.
Juan Pablo II, Nuevo Catecismo, párrafo 819, hablando de las Iglesias no católicas: “El Espíritu de Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación…”.
Papa Pío IV, Concilio de Trento, Iniunctum nobis, 13 de noviembre de 1565, ex cathedra: “Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que al presente espontáneamente profeso y verazmente mantengo…”.
12) Juan Pablo II enseñó que las sectas no católicas tienen santos y mártires
Juan Pablo II, encíclica Ut unum sint, # 84, 25 de mayo de 1995, hablando de las “Iglesias” no católicas: “La comunión aún no plena de nuestras comunidades está en verdad cimentada sólidamente, si bien de modo invisible, en la comunión plena de los santos, es decir, de aquéllos que al final de una existencia fiel a la gracia están en comunión con Cristo glorioso. Estos santos proceden de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, QUE LES ABRIERON LA ENTRADA EN LA COMUNIÓN DE LA SALVACIÓN”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441, ex cátedra: “…nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”.
Papa Gregorio XVI, Summo iugiter studio, #2, 27 de mayo de 1832: “Finalmente, algunas de estas personas descarriadas intentan persuadirse a sí mismos y a otros que los hombres no se salvan sólo en la religión católica, sino que incluso los herejes pueden obtener la vida eterna”.
Juan Pablo II, encíclica Ut unum sint, # 83, 25 de mayo de 1995: “Todas las comunidades cristianas saben que una exigencia y una superación de este tipo, con la fuerza que da el Espíritu, no están fuera de su alcance. En efecto, todas tienen mártires de la fe cristiana”.
Juan Pablo II, encíclica Tertio millennio adveniente, # 37, 10 de noviembre de 1994: “… es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez el más convincente. La communio sanctorum habla con una voz más fuerte que los elementos de división”.
Juan Pablo II, encíclica Ut unum sint, # 84, 25 de mayo de 1995: “En la irradiación que emana del ‘patrimonio de los santos’ pertenecientes a todas las comunidades, el ‘diálogo de conversión’ hacia la unidad plena y visible aparece entonces bajo una luz de esperanza. En efecto, esta presencia universal de los santos prueba la trascendencia del poder del Espíritu”.
Con todo lo presentado hasta aquí – que ni siquiera es el 1% de toda la evidencia que se podría presentar – queda demostrado que Juan Pablo II jamás fue católico sino un apóstata apoyado por los medios de comunicación mundiales y admirado por millones que se dicen “católicos” pero que en realidad no tienen la verdadera fe. Todo esto nos recuerda las palabras de Cristo en los evangelios cuando dice “Pero, cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os perece que hallará fe en la tierra?” (Luc. 18, 8) y que nos confirma las palabras de advertencia pronunciadas por la Virgen María citadas al comienzo de esta declaración. Quien no quiera aceptar esto, no puede ser un católico sincero ni verdadero, puesto que estaría negando los hechos y verdades católicas.
Al publicar esta declaración, lo hacemos sabiendo que nos acarreará el desprecio de muchos, que nos calumniarán o dirán todo tipo de falsedades contra nosotros. Dios y los verdaderos católicos saben quién es el que dice la verdad. “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros” nos dice nuestro Señor Jesucristo en Mateo 5, 11. Con esas palabras nos basta para animarnos a dar el testimonio que aquí presentamos.



EL VATICANO HA QUERIDO IMPONER A LOS FIELES UN MODELO DE SANTIDAD TOTALMENTE CONTRARIO A LA ENSEÑANZA DE LA SANTA IGLESIA, CON EL CONSECUENTE PELIGRO PARA LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

Ante todo esto, proclamamos en alta voz: ¡No aceptamos la beatificación de Juan Pablo II!, puesto que el Vaticano ha querido con ello imponer un modelo de santidad totalmente contrario a la enseñanza de la Iglesia Católica, con el consecuente peligro para la salvación de las almas.
Papa San Pío X, Editae saepe, # 43, 26 de mayo de 1910: “Es un hecho cierto y bien establecido que no hay ningún otro crimen que ofenda a Dios tan gravemente ni que provoque su gran ira como es el vicio de la herejía”[40].
Juan Pablo II no sólo fue un hereje y un apóstala, sino además él tampoco fue un Papa, puesto que un hereje no puede ser Papa. Esa es la enseñanza dogmática de la Iglesia (Papa Paulo IV, bula Cum ex apostolatum officio del 15 de febrero de 1559) y de todos los doctores y teólogos católicos.
San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30: “Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.
San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30: “Este principio es de lo más cierto. El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo (ib. c. 26). La razón por esto es que no puede ser cabeza de lo que no es miembro; ahora quien no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y quien se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente se enseña por San Cipriano (lib. 4, epíst. 2), San Atanasio (Cont. arria.), San Agustín (lib. De great. Christ.), San Jerónimo (contra Lucifer), entre otros; por lo tanto, el hereje manifiesto no puede ser Papa”.
San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, La Controversia Católica, edición inglesa, pp. 305-306: “Ahora, cuando él [el Papa] es explícitamente hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia...”.
San Antonino (1459): “En el caso en que el Papa se convirtiera en un hereje, se encontraría, por ese solo hecho y sin ninguna otra sentencia, separado de la Iglesia. Una cabeza separada de un cuerpo no puede, siempre y cuando se mantenga separado, ser cabeza de la misma entidad de la que fue cortada. Por lo tanto, un Papa que se separara de la Iglesia por la herejía por ese mismo hecho en sí dejaría de ser la cabeza de la Iglesia. No puede ser un hereje y permanecer siendo Papa, porque, desde que está fuera de la Iglesia, no puede poseer las llaves de la Iglesia”. (Summa Theologica, citado en Actes de Vatican I. V. Frond pub.)
Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi (# 23), 29 de junio de 1943: “Puesto que no todos los pecados, aunque graves, separan por su misma naturaleza al hombre del cuerpo de la Iglesia, como lo hacen el cisma, la herejía o la apostasía”[41].
Papa Pío IX, Quartus supra, # 9, 6 de enero de 1873: “Por esta razón, el obispo de Constantinopla, Juan, declaró solemnemente – y después todo el octavo concilio ecuménico hizo lo mismo – ‘que los nombres de los que fueron separados de la comunión con la Iglesia católica, es decir, aquellos que no quisieron estar de acuerdo con la Sede Apostólica con todo los asuntos, no deben ser nombrados durante [la celebración de] los sagrados misterios’”[42].



LA “BEATIFICACIÓN” DE JUAN PABLO II SIGNIFICARÁ LA BEATIFICACIÓN DE LA APOSTASÍA Y CON ELLO SE CONSUMARÁ LA APOSTASÍA EN LA IGLESIA

El hecho de que el hereje y apóstata Juan Pablo II haya sido beatificado el 1 de mayo por Benedicto significó la beatificación de la herejía y apostasía y con ello cabe preguntarse si no se habrá consumado la apostasía en la Iglesia, quedando también en evidencia, ante todo aquel que reconoce la verdad, que Benedicto XVI también es un hereje y apóstata, (y que tampoco es un verdadero Papa) junto con todos aquellos que lo siguen, puesto que consideran modelo de virtud al hombre más herético que haya gobernado en Roma desde que hay memoria del cristianismo[43]. A buen entendedor, pocas palabras. O mejor dicho, citando las palabras de nuestro Señor Jesucristo, en Mateo 11, 15: “El que tenga oídos, que oiga”.
Terminamos nuestra declaración, que pretende también ser un testimonio que rompa la unanimidad hipócrita e insensible del mundo moderno ante toda esta abominación, pronunciando con la boca y el corazón las palabras del Credo Niceno:



Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles; Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, Engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de Dios verdadero, Engendrado, no hecho, consubstancial con el Padre; Por el cual todas las cosas fueron hechas, El cual por amor a nosotros y por nuestra salud descendió del cielo, Y tomando nuestra carne de la Virgen María, por el Espíritu Santo, fue hecho hombre, Y fue crucificado por nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, Padeció, y fue sepultado; Y al tercer día resucitó según las Escrituras, Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre. Y vendrá otra vez con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; Y su reino no tendrá fin. Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del Padre y del Hijo, El cual con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado; Que habló por los profetas. Y creo en una santa Iglesia Católica y Apostólica. Confieso un Bautismo para remisión de pecados, Y espero la resurrección de los muertos. Y la vida del Siglo venidero. Amén.



Santiago de Chile, 1 de mayo de 2011.


Juan Valdivieso V.


Jorge Zamora E.


…..
[Nota: Mucha de la información que hemos incluido en esta Declaración la hemos obtenido del libro “The Truht about What Really Happened to the Catholic Church After Vatican II” (La verdad de lo que realmente pasó en la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II) de los monjes benedictinos, Hnos. Miguel Dimond OSB y Pedro Dimond OSB, del Monasterio de la Sagrada Familia, en New York, Estados Unidos. Los que quieran adquirir este libro lo pueden hacer en el sitio web: http://www.vaticancatholic.com/ y http://www.mostholyfamilymonastery.com/ ]


[1] Mateo 16, 16-19: “Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Y respondiendo Jesús, dijo: Bienaventurado eres Simón hijo de Jonás; porque no es la carne ni la sangre quien te ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos; y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
[2] Esta crisis no debe entenderse como una crisis de la Iglesia, sino como una crisis en la Iglesia, puesto que la Iglesia no puede pasar por una crisis ya que es una institución divina y santa, son sus miembros los que defeccionan.
[3] Pablo VI en la alocución Resistite fortes in fide, del 29-VI-1972, que citamos aquí en la versión de la Poliglotta Vaticana: “Refiriéndose a la situación de la Iglesia de hoy, el Santo Padre afirma tener la sensación de que ‘por alguna fisura haya entrado el humo de Satanás en el templo de Dios’. Hay la duda, la incertidumbre, lo complejo de los problemas, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. No se confía más en la Iglesia; se confía en el primer profeta profano [extraño a la Iglesia] que nos venga a hablar, por medio de algún diario o movimiento social, a fin de correr atrás de él y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida. Y no nos damos cuenta de que ya la poseemos y somos maestros de ella. Entró la duda en nuestras conciencias, y entró por ventanas que debían estar abiertas a la luz. (...) También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre. Se creía que, después del Concilio, vendría un día asoleado para la Historia de la Iglesia. Vino, por el contrario, un día lleno de nubes, de tempestad, de oscuridad, de indagación, de incertidumbre. Predicamos el ecumenismo, y nos apartamos siempre más los unos de los otros. Procuramos cavar abismos en vez de llenarlos. ¿Cómo sucedió esto? El Papa confía a los presentes un pensamiento suyo: el de que haya habido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el diablo, este misterioso ser al que también alude San Pedro en su Epístola”.
Algunos años antes, Paulo VI, en la alocución a los alumnos del Seminario Lombardo, el 7-XII-1968, afirmó que “La Iglesia atraviesa hoy un momento de inquietud. Algunos practican la autocrítica, se diría que hasta la auto-demolición”.
[4] San Pío X, encíclica Pascendi, del 8 de diciembre de 1907. Lo puesto entre comillas son palabras textuales del Papa en dicha encíclica.
[5] Y en 1 Corintios 1, 20-25, San Pablo nos dice “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el disputador de este mundo? ¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo? El apóstol Santiago: “¿No sabéis que el amor del mundo es enemigo de Dios? Quien pretende ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios” (Sant. 4, 4). Y el apóstol San Juan: “No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre. Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo” (1 Juan 2, 15-16).
[6] En esa bula, el Papa San Pío V prohíbe toda alteración del rito del Santo Sacrificio de la Misa y termina con la siguiente solemne declaración: “determinamos que este Misal justamente ahora publicado por Nos, nada se le añada, quite o cambie en ningún momento y en esta forma Nos lo decretamos y Nos lo ordenamos a perpetuidad, bajo pena de nuestra indignación… Nos queremos, y Nos decretamos con la misma autoridad, (…) que absolutamente nadie, por consiguiente, pueda anular esta página, que expresa nuestro permiso, nuestra decisión, nuestra orden, nuestro mandamiento, nuestro precepto, nuestra concesión, nuestro indulto, nuestra declaración, nuestro decreto, nuestra prohibición, ni ose temerariamente ir en contra de estas disposiciones. Si, a pesar de ello, alguien se permitiese una tal alteración, sepa que incurre en la indignación de Dios todopoderoso y sus bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo”.
[7] Aparición acontecida en Quito, bajo la invocación de Nuestra Señora del Buen Suceso, fue reconocida oficialmente por la Iglesia Católica.
[8] Las apariciones de Ecuador, Francia y Portugal son de las pocas que han sido oficial y solemnemente aprobadas y reconocidas por la Iglesia Católica.
[9] El 25 de septiembre de 1888, después de su misa de la mañana el pontífice se desmayó. Los asistentes pensaron que estaba muerto. Después de recuperar la conciencia, el Papa describió una espantosa conversación que él escuchó que procedía de cerca del Tabernáculo. La conversación se componía de dos voces; voces que el Papa León XIII entendió claramente eran las de Jesucristo y el diablo. El diablo se jactaba de que él podía destruir la Iglesia, si se le concedían 75 años para llevar a cabo su plan (o 100 años según otros informes). El diablo también pidió permiso para una “mayor influencia sobre aquellos que se entregaran a mi servicio”. A las peticiones del diablo, el Señor le respondió: “se te dará el tiempo y el poder”.
[10] El extracto de esta oración citado aquí está tomada de La Raccolta, 1930, edición inglesa, Benzinger Bros., pp. 314-315. La Raccolta es una colección con imprimátur de oraciones oficiales indulgenciadas.
[11] Incluso San Pablo ya lo advirtió en sus cartas, por ejemplo en 1 Timoteo 4: “Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos apostatarán algunos de la fe, dando oídos al espíritu del error y a las enseñanzas de los demonios”. San Pablo repite lo mismo en 2 Timoteo 3, 1-8.
[12] Es importante que los lectores tengan conocimiento que la religiosa que aparece como siendo la Hna. Lucía de Fátima junto a Paulo VI y en varias ocasiones junto a Juan Pablo II no es la verdadera Lucía de Fátima. Más sobre esta impostora Hna. Lucía puede verse detalladamente en los siguientes sitios web:
http://www.traditioninaction.org/HotTopics/g11htTwoSisterLucys_Horvat.htm
http://www.traditioninaction.org/HotTopics/g12htArt2_TwoSisterLucys.htm
http://www.mostholyfamilymonastery.com/old.html
[13] Ciappi’s personal communication to a Professor Baumgartner in Salzburg.
[14] Silvio Oddi, The Meek Watchdog of God, Rome, Progetto Museali Editore, 1995, pp. 217-218.
[15] Decrees of the Ecumenical Councils [Decretos de los Concilios Ecuménicos], edición inglesa, Sheed & Ward y Georgetown University Press, 1990, vol. 5 (1958-1981), p. 255.
[16] The Encyclicals of John Paul II, Huntington, IN, Our Sunday Visitor Publishing Division, 1996, p. 497.
[17] The Encyclicals of John Paul II, p. 643.
[18] L' Osservatore Romano, 1 de julio de 1985, p. 3.
[19] Denzinger, The Sources of Catholic Dogma [El Magisterio de la Iglesia], B. Herder Book Co. trigésima edición inglesa, 1957, no. 464.
[20] Denzinger 795.
[21] The Papal Encyclicals, vol. 5 (1958-1981), p. 249.
[22] The Encyclicals of John Paul II, p. 517.
[23] The Encyclicals of John Paul II, p. 542.
[24] L’Osservatore Romano, 18 de enero de 1995, p. 11.
[25] L’Osservatore Romano, 7 mayo de 1984, p. 3.
[26] L’Osservatore Romano, 16 de abril de 1997, p. 3.
[27] L’ Osservatore Romano, 29 de mayo de 2002, p. 4.
[28] L’Osservatore Romano CD-Rom, Year 1986, Vatican City, Angelus Address of John Paul II, Oct. 12, 1986.
[29] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 625.
[30] Citado por Amleto Giovanni Cicognani, Canon Law, Philadelphia, PA: The Dolphin Press, 1935, p. 177.
[31] L’Osservatore Romano, 29 de marzo de 2000, p. 2.
[32] L’Osservatore Romano CD-Rom, año 2001, Discurso de Juan Pablo II en la mezquita, 6 de mayo de 2001.
[33] Documentation Catholique 94 (1997), 1003; citado en The Bible, The Jews and the Death of Jesus, Bishops’ Committee for Ecumenical and Interreligious Affairs, United States Conference of Catholic Bishops, 2004, p. 31.
[34] Catholic Family News, Niagra Falls, NY, September, 2002, p. 3.
[35] L’Osservatore Romano, July 2, 2003, p. V.
[36] Papa León XIII, Apostolicae curae, 13 de septiembre de 1896: “Por propia iniciativa y a ciencia cierta, pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas”.
[37] L’Osservatore Romano, 14 de noviembre de 1983, p. 9.
[38] L’Osservatore Romano, 9 de Julio de 1985, p. 5.
[39] The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 268.
[40] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, vol. 3 (1903-1939), p. 125.
[41] Decrees of the Ecumenical Councils [Decretos de los Concilios Ecuménicos], edición inglesa, Sheed & Ward y Georgetown University Press, 1990, vol. 4 (1939-1958), p. 41.
[42] The Papal Encyclicals, vol. 1 (1740-1878), p. 415.
[43] Recientemente el Sínodo de Obispos Católicos Bizantinos de Ucrania hicieron una advertencia a Benedicto XVI exactamente en el mismo sentido, véase el siguiente video: www.gloria.tv/?media=148554 Y el 1 de mayo, fue pronunciada la sentencia de excomunión contra Juan Pablo II y Benedicto XVI: www.gloria.tv/?media=151618

5 comentarios:

Gervasio dijo...

La Iglesia Católica no es una democracia, y realmente a 1250 millones de católicos nos nos importa lo que piensan los neo-herejes tradicionalistas.

Juan Pablo II Beato por la gracia de Dios.

pili 9042 dijo...

Y si no le importa por qué postea aquí? Contradictorio!!!

Anónimo dijo...

Si Gervasio dice que son neo-herejes tradicionalistas los que se oponen a la beatificación de Juan Pablo II, entonces, según él, por lógica, los Papas que enseñaban lo contrario a lo que decía y hacía JP2, (es decir, TODOS los Papas hasta el Vaticano II) serían herejes.

Anónimo dijo...

Gervasio y la masa Neo-católica no piensan, en realidad han renunciado a ejercer su libertad de pensamiento. Simplemente siguen la batuta de los deconstructores infiltrados en el seno de la Santa Iglesia Católica. El problema es grave y llevaría demasiado tiempo explicarme. Pero en resumidas cuentas pienso que Juan Pablo II (y también Benedicto XVI) no son herejes formales. Ellos creen sinceramente que han reconciliado a la Iglesia con el pensamiento moderno. Su modernismo está además aparentemente "justificado" el los textos ambiguos del CVII. Y esperan sinceramente que de esta aparente contradicción irreconciliable surga dialécticamente una Nueva Iglesia, la Iglesia del Nuevo Milenio.

En fin el tema es para largo y para meditarlo. Pero hay que estar atentos. No nos dejemos engañar como tantos que se tragan todo. Basta que lo vean en la Tv, como Bin Laden, las Torres Gemelas... En fin, el imperio de la Mentira.

Que la Virgen Santísima nos proteja.

Anónimo dijo...

Es realmente triste y muy lamentable que nos centremos en peleas con fundamentos historicos, la verdad es que Juan Pablo II, a mi parecer solo buscaba reconciliar al mundo, ya, se ha derramado demasiada sangre y se han enrriquecido demasiadas personas a costa de La Palabra de DIOS, y de Jesucristo su hijo por quien nos ha llega la salvasion. Dios nos ilumine y retire de nuestro corazon todo egoismo, que cada uno sepa cultivar la verdadera fe, el amor, la solidaridad y la comprencion con nuestros projimos el mismo Jesucristo nos lo enseño "AMENSE UNOS A OTROS" El jamas hablo de divisiones ni guerras ni tantas cosas tan negativas que han pasado en toda la historia. Por favor no nos creamos dueños de la verdad, seamos mas humildes y pidamos a Dios y al Espiritu Santo que nos ilumine para no dejarnos engañar. HERMANOS QUE DIOS LOS BENDIGA

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