Plinio Corrêa de Oliveria
A menudo se oyen meditaciones sobre los dolores de la Virgen, pero las personas del pasado, a diferencia de los hombres contemporáneos, también solían a menudo hablar de las alegrías de Nuestra Señora. Por esta razón, uno de los santuarios más famosos de Brasil es la iglesia de Nuestra Señora de los Placeres, sobre el monte Guararapes, construido en honor a sus alegrías.
Iglesia de Nuestra Señora de los Placeres construida en 1565 en el norte de Brasil para celebrar las victorias católicas sobre los invasores protestantes
Hoy, en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, vamos a considerar sus alegrías. Hay una buena razón para esto. Santo Tomás de Aquino sostiene que nadie puede subsistir en la tierra en completa infelicidad. Para soportar los sufrimientos de la vida, una persona necesita tener algo de placer, incluso si es pequeño; de lo contrario, un sufrimiento constante e intenso es insoportable. Él no habla de los placeres que el mundo imagina, sino de los buenos placeres y alegrías católicas.
Nuestra Señora tuvo muchas alegrías. El Magnificat es la expresión de una alegría suprema, la Encarnación, pero hay otras, como las celebradas en los misterios gozosos del rosario. Ninguna fue mayor, en cierto sentido, que la de la Asunción. Acerca de estos placeres terrenales y celestiales, voy a decir algunas palabras.
Ustedes conocen la coronación de la reina de Inglaterra – hay películas, artículos y álbumes de fotografías que la ilustran. La reina sale de su palacio llevando una diadema y otros atuendos esplendidos y entra en un magnífico carruaje dorado. El carruaje es precedido y seguido por un brillante cortejo de caballeros que avanza lentamente y llega a la abadía de Westminster. Suenan las campanas y los cañones rugen. La procesión de la reina avanza por la nave central de la abadía y recibe el homenaje de la nobleza, los pares del reino, y los miembros de la casa real. A continuación se realiza la ceremonia de coronación. Después que ella es coronada y sentada en su trono, su alegría alcanza su ápice. Su alegría se extiende por toda la ciudad, el reino y el mundo entero. Ella es la reina por excelencia, y ello es una celebración universal de la monarquía.
Nuestra Señora tuvo muchas alegrías. El Magnificat es la expresión de una alegría suprema, la Encarnación, pero hay otras, como las celebradas en los misterios gozosos del rosario. Ninguna fue mayor, en cierto sentido, que la de la Asunción. Acerca de estos placeres terrenales y celestiales, voy a decir algunas palabras.
Ustedes conocen la coronación de la reina de Inglaterra – hay películas, artículos y álbumes de fotografías que la ilustran. La reina sale de su palacio llevando una diadema y otros atuendos esplendidos y entra en un magnífico carruaje dorado. El carruaje es precedido y seguido por un brillante cortejo de caballeros que avanza lentamente y llega a la abadía de Westminster. Suenan las campanas y los cañones rugen. La procesión de la reina avanza por la nave central de la abadía y recibe el homenaje de la nobleza, los pares del reino, y los miembros de la casa real. A continuación se realiza la ceremonia de coronación. Después que ella es coronada y sentada en su trono, su alegría alcanza su ápice. Su alegría se extiende por toda la ciudad, el reino y el mundo entero. Ella es la reina por excelencia, y ello es una celebración universal de la monarquía.
El carruaje de la reina usado en la ceremonia de coronación
La alegría de la reina gradualmente se incrementa a medida que avanza el día. Ella se despierta alegre, y su alegría va creciendo hasta el momento de la coronación, cuando alcanza el pináculo. Entonces su triunfo es completo, y su alegría es la que refleja la dignidad, el honor y el destino magnífico de gobernar un gran pueblo.
No estoy tomando en consideración que la reina Isabel II es una anglicana que es coronada en una ceremonia religiosa que es llevada a cabo por esta falsa religión. Yo estoy considerando la Inglaterra católica del pasado que dio a luz a esta monarquía, cuyas ceremonias todavía arden bajo las cenizas de esa funesta rama protestante. Estoy reflexionando sobre esta coronación como un símbolo.
Ahora, consideremos la Asunción de Nuestra Señora. Después de su serena muerte y resurrección, Nuestra Señora supo que sería llevada al cielo. Ella lo sabía porque había alcanzado la cumbre de su santidad y sabiduría, la cual le comunicó que había llegado la hora de su glorificación. También su amor de Dios nunca había sido tan intenso y sintió que el momento de la visión beatífica estaba cerca. Por tanto, los ángeles de los coros más altos descendieron para conducirla al cielo.
Yo imagino que su carruaje angélico, para usar una metáfora, fue precedido y seguido por un cortejo de selectos ángeles, quizás ángeles guerreros con muchas victorias contra el Demonio, similar al cortejo militar de la reina de Inglaterra. Luego ella llegó al lugar más solemne del cielo, donde los habitantes se reunieron para rendirle homenaje. Ella fue recibida por su casto esposo San José y, juntos como en una catedral, ellos avanzaron en procesión a través de una nave entre el conjunto ordenado de los santos.
A medida que pasaba y avanzaba hacia el trono de la Santísima Trinidad que la esperaba, ella recibió la reverencia de todos ángeles y santos. En este cortejo de honor, ella no solo recibió el homenaje de cada uno, sino que ella tuvo una comprensión y discernimiento perfecto de lo que representaba cada homenaje. A cada santo o ángel que ella reconocía personalmente, ella le daba la retribución proporcionada de afecto y admiración. Ella recibió la gran alegría de esta hiperdulía de los habitantes del cielo que la honraban porque ella era la Madre de Nuestro Señor Jesucristo y la criatura más fiel a Él.
No estoy tomando en consideración que la reina Isabel II es una anglicana que es coronada en una ceremonia religiosa que es llevada a cabo por esta falsa religión. Yo estoy considerando la Inglaterra católica del pasado que dio a luz a esta monarquía, cuyas ceremonias todavía arden bajo las cenizas de esa funesta rama protestante. Estoy reflexionando sobre esta coronación como un símbolo.
Ahora, consideremos la Asunción de Nuestra Señora. Después de su serena muerte y resurrección, Nuestra Señora supo que sería llevada al cielo. Ella lo sabía porque había alcanzado la cumbre de su santidad y sabiduría, la cual le comunicó que había llegado la hora de su glorificación. También su amor de Dios nunca había sido tan intenso y sintió que el momento de la visión beatífica estaba cerca. Por tanto, los ángeles de los coros más altos descendieron para conducirla al cielo.
Yo imagino que su carruaje angélico, para usar una metáfora, fue precedido y seguido por un cortejo de selectos ángeles, quizás ángeles guerreros con muchas victorias contra el Demonio, similar al cortejo militar de la reina de Inglaterra. Luego ella llegó al lugar más solemne del cielo, donde los habitantes se reunieron para rendirle homenaje. Ella fue recibida por su casto esposo San José y, juntos como en una catedral, ellos avanzaron en procesión a través de una nave entre el conjunto ordenado de los santos.
A medida que pasaba y avanzaba hacia el trono de la Santísima Trinidad que la esperaba, ella recibió la reverencia de todos ángeles y santos. En este cortejo de honor, ella no solo recibió el homenaje de cada uno, sino que ella tuvo una comprensión y discernimiento perfecto de lo que representaba cada homenaje. A cada santo o ángel que ella reconocía personalmente, ella le daba la retribución proporcionada de afecto y admiración. Ella recibió la gran alegría de esta hiperdulía de los habitantes del cielo que la honraban porque ella era la Madre de Nuestro Señor Jesucristo y la criatura más fiel a Él.
Los ángeles llevan el trono de la Virgen al cielo
Cuando la procesión llegó a su fin, la fiesta de la Asunción alcanzó su ápice. Por primera vez la Virgen experimentó la visión beatífica; en el mismo momento ella fue recibida por el Verbo divino, el Espíritu Santo y Dios Padre. Ellos le dieron solemnemente la bienvenida, saludándola como la más devota hija del Padre, la más admirable Madre de Dios y la más fiel esposa del Espíritu Santo. Entonces Ellos la proclamaron Reina del cielo y de la tierra. Después de esta proclamación, los Tres la coronaron como tal.
Todos los pasos anteriores de su Asunción la condujeron a este final estupendo. Ella deseaba ardientemente este final y ello la contentaba enormemente. Esta descripción hipotética nos da una débil idea del conjunto de gozos que Nuestra Señora experimentó aquel día.
Quiero subrayar que esto no fue una hipérbole, una exageración. Yo creo que una fiesta como está realmente tuvo lugar en el cielo como parte de la Asunción de la Virgen. Su asunción, su glorificación, y su coronación fueron tres cosas que se dieron juntas en una gran ceremonia en el cielo.
Una glorificación similar ocurrirá al final de la historia después del Juicio Final. Siguiendo la suprema glorificación de Nuestro Señor como Rey de la historia y el reconocimiento solemne de su victoria sobre Satanás y su séquito de secuaces, es probable que Nuestro Señor rendirá un homenaje final a Nuestra Señora, y nuevamente la Santísima Trinidad confirmará su soberanía sobre el cielo y la tierra – la tierra glorificada y el fin del mundo.
Es mi opinión que esta glorificación de la Virgen en su resurrección y asunción tuvo un efecto sobre la tierra y la naturaleza. Como en Fátima cuando el sol cambió sus colores y bailó, dando vueltas hacia la tierra para confirmar las palabras que ella había dicho a los niños, en el día de su asunción, yo imagino que el sol brillaba con una luz especial, el aire era excepcionalmente puro, y toda la naturaleza estaba inmensamente jubilosa.
Todos los pasos anteriores de su Asunción la condujeron a este final estupendo. Ella deseaba ardientemente este final y ello la contentaba enormemente. Esta descripción hipotética nos da una débil idea del conjunto de gozos que Nuestra Señora experimentó aquel día.
Quiero subrayar que esto no fue una hipérbole, una exageración. Yo creo que una fiesta como está realmente tuvo lugar en el cielo como parte de la Asunción de la Virgen. Su asunción, su glorificación, y su coronación fueron tres cosas que se dieron juntas en una gran ceremonia en el cielo.
Una glorificación similar ocurrirá al final de la historia después del Juicio Final. Siguiendo la suprema glorificación de Nuestro Señor como Rey de la historia y el reconocimiento solemne de su victoria sobre Satanás y su séquito de secuaces, es probable que Nuestro Señor rendirá un homenaje final a Nuestra Señora, y nuevamente la Santísima Trinidad confirmará su soberanía sobre el cielo y la tierra – la tierra glorificada y el fin del mundo.
Es mi opinión que esta glorificación de la Virgen en su resurrección y asunción tuvo un efecto sobre la tierra y la naturaleza. Como en Fátima cuando el sol cambió sus colores y bailó, dando vueltas hacia la tierra para confirmar las palabras que ella había dicho a los niños, en el día de su asunción, yo imagino que el sol brillaba con una luz especial, el aire era excepcionalmente puro, y toda la naturaleza estaba inmensamente jubilosa.
La coronación de la Virgen de Fray Angélico
El rostro de Nuestra Señora antes de su asunción habría brillado con un brillo creciente que expresaba el gran amor de Dios que ella estaba sintiendo, su deseo de estar con Él, y un presentimiento de las alegrías que ella en breve tendría. Yo creo que el último día de Nuestra Señora en la tierra en un cierto sentido representa la transfiguración de Nuestra Señora; ello fue su Tabor. Las personas que estaban con ella y la vieron nunca olvidarían aquel día por el resto de sus vidas
Yo creo que ella nos lo comunicará a nosotros y al mundo entero, cuando el Reino de María predicho en Fátima sea solemnemente establecido, algo de la alegría que ella tuvo el día de su Asunción y que ella ahora tiene en el cielo.
Hay una invocación en una letanía a Nuestro Señor que pide: ut ad celestia Desideria erigas, te rogamus, audi nos – que nuestras almas se eleven en deseos por las cosas celestiales, te rogamos óyenos. Esta invocación debe ser la conclusión de nuestra meditación sobre la Asunción de Nuestra Señora. Debemos pedir que podamos amar la felicidad celestial de la Virgen para darle gloria y para que un día podamos estar con ella en el paraíso. También tenemos que meditar sus alegrías como forma de aceptar con paz y resignación las tristezas y sufrimientos que Dios nos envía para que podamos probar nuestro amor por Él.
Yo creo que ella nos lo comunicará a nosotros y al mundo entero, cuando el Reino de María predicho en Fátima sea solemnemente establecido, algo de la alegría que ella tuvo el día de su Asunción y que ella ahora tiene en el cielo.
Hay una invocación en una letanía a Nuestro Señor que pide: ut ad celestia Desideria erigas, te rogamus, audi nos – que nuestras almas se eleven en deseos por las cosas celestiales, te rogamos óyenos. Esta invocación debe ser la conclusión de nuestra meditación sobre la Asunción de Nuestra Señora. Debemos pedir que podamos amar la felicidad celestial de la Virgen para darle gloria y para que un día podamos estar con ella en el paraíso. También tenemos que meditar sus alegrías como forma de aceptar con paz y resignación las tristezas y sufrimientos que Dios nos envía para que podamos probar nuestro amor por Él.
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