Sobre San Isaac Jogues y los misioneros a los salvajes de América del Norte (1642): “El peor de los obstáculos que los misioneros encontraban en sus esfuerzos por cristianizar a los hurones eran las numerosas formas de superstición, brujería y culto diabólico… La parte mayoritaria y esencial de este sistema de influencias preternaturales son los brujos… Todos los brujos reclaman un origen sobrenatural y se jactan de estar en comunicación con los espíritus. Los misioneros descubrieron que muchas de sus prácticas eran engaños y charlatanerías, pero a otros le atribuían la acción directa del demonio. Las cabañas y chozas donde ellos celebraban sus sesiones de espiritismo eran muchas veces violentamente sacudidas; ellos mismos se ponían brazas en sus bocas sin quemarse o sumergían sus brazos en agua hirviendo sin quemarse. Los ritos y ceremonias que realizaban eran tan indecentes y repugnantes que ellos superaban la ayuda de intervención humana” (Santos entre los salvajes, pp. 116-117).
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