sábado, 2 de febrero de 2013

2 de Febrero: Fiesta de Nuestra Señora del Buen Suceso y de la Purificación


Plinio Correa de Oliveira
Santo del Día[i]

¡Nuestra Señora del Buen Suceso! ¡Nuestra Señora de la Purificación! ¿Qué se puede decir acerca de estas dos invocaciones? ¿En qué sentido el día de la fiesta del Buen Suceso se relaciona a la Fiesta de la Purificación? ¿Y cómo pueden estas invocaciones ser entendidas en relación con nuestra lucha en los tiempos actuales?

De acuerdo con el precepto del Antiguo Testamento, una madre después de 40 días del nacimiento de su hijo, tenía que ir al templo a presentarse para ser purificada y llevar a su niño para ofrecerlo a Dios. Este era un precepto que observaba toda buena madre israelita. Era, además, una hermosa ley que reflejaba la santidad de Dios.

La Presentación en el Templo
Un niño nace en medio de los peligros que acompañan a cada gestación. Pero, finalmente, nacía. ¡Oh, que dichoso suceso! Tan pronto como la madre se recupera lo suficiente como para viajar, ella tomaba al niño e iba al Templo. Ella iba y presentaba su hijo a Dios porque Él fue quien lo creó de manera que podía ser ofrecido a Dios y vivir para él. La Ley Antigua hizo que esta presentación fuese obligatoria.

Debido a que Ella no tenía pecado original, la Virgen estaba por encima de la Ley Antigua. Del mismo modo, el Señor, que es Dios, no estaba sujeto a la ley que Él mismo había promulgado. El legislador es superior a la ley. Así que, en principio, Él no estaba obligado a ir, y la Virgen no estaba obligada a llevarlo al Templo de Jerusalén. Pero Ella quiso hacerlo. Ella quiso hacer esto por respeto a la ley, por respeto a la tradición. Ella, porque amaba la tradición y animada por su intenso amor por Dios, tomó a su Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y lo llevó al Templo de Jerusalén.

Además, tenemos la historia de los Evangelios sobre ese episodio en el Templo. Es Dios encarnado que entra en el templo construido a adorarlo. Incluso si el Templo hubiese sido mucho más espléndido de lo que fue el Templo de Jerusalén, aún así no habría sido suficiente para que el Dios encarnado entrarse. Esa fue la mayor hora, la hora bendita, la hora perfecta. Nunca antes en su historia [la historia del Templo], la presencia de Dios fue tan intensa y completa en que el Templo como lo fue en esa hora. Se puede decir que en ese momento, los ángeles llenaron el Templo y comenzaron a cantar para celebrar el solemne momento. Nuestra Señora entró sosteniendo en sus brazos a nuestro Señor. Sin embargo, casi nadie se dio cuenta de la magnitud del evento.

La decadencia religiosa del pueblo elegido era grande en esa época. Los fieles estaban divididos en dos corrientes principales: Unos querían adaptarse a la influencia greco-romana que dominaba el mundo temporal. Eran los Saduceos, en muchos puntos análogos a los progresistas de los días presentes. La otra corriente pretendía seguir el influyente partido de los Macabeos y mantener las antiguas tradiciones de Israel. Pero, por desgracia, esta buena intención inicial se había desviado, y la mayoría de este grupo estaba simplemente practicando una religión de fórmulas y ritos, vacía de toda alma. Ellos eran los fariseos, en muchos puntos, similares a algunos falsos tradicionalistas de nuestros días. Treinta años más tarde, los jefes de los fariseos que se rebelaron en contra de la doctrina de nuestro Señor, fueron los que dirigieron el complot para crucificarle.

En la época en que nació nuestro Señor, ambas corrientes estaban muy lejos del camino de Dios. El templo estaba lleno de puestos de personas que hacían negocios de todo tipo. Casi todo estaba en ruinas, era una verdadera decadencia moral.

El profeta Simeón recibió al Niño y lo
reconoció como el Mesías
Entonces, Aquel que es el Autor de todas las cosas entró en esas ruinas espirituales. Y esos hombres de ruina no percibieron quién era Él. Él fue a cumplir el ritual de la presentación, y un profeta, Simeón, que fue el profeta elegido por Dios para este acto de recibir al Hijo de Dios en el Templo, salió a su encuentro. Al recibir al Divino Niño en sus brazos, pronunció las palabras de aquel cántico: Nunc dimittis servum tuum Domine...

“Ahora, podéis despedir a vuestro siervo en paz, oh Señor, conforme a tu palabra.
 Porque mis ojos han visto mi salvación,
 que habéis preparado ante todos los pueblos,
 una luz de la revelación para los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel”.

Nuestra Señora, llena de júbilo, escuchó estas palabras de aquel anciano, que parecía llevar una vida amarga por una promesa que aún no se había realizado. La promesa de Dios era que él iba a ver al Mesías antes de morir. Entonces, cuando él ve al Mesías llegar, exclamó: “Ahora, Señor, puedo morir en paz, porque mis ojos han visto al Salvador.

Él los bendijo, y le habló a la madre acerca del futuro del niño. Él profetizó la Gloria y la Cruz. Él dijo: “He aquí que éste está puesto para la ruina y resurrección de muchos en Israel, y como un signo de contradicción”.

La profetisa Ana también cantó las glorias del Niño. Por inspiración divina, Simeón y Ana dieron a conocer lo que hasta entonces sólo San José y María y algunos pocos sabían: que Él era el Hijo de Dios.

Nuestra Señora del Buen Suceso
¿Cuál es la relación de este evento con Nuestra Señora del Buen Suceso? ¿De qué se trata este buen suceso? Se trata de un acontecimiento digno de mención, algo que exige atención, sacrificio y dedicación, y que da un buen resultado. Cuando este resultado es bueno, se dice que es un buen suceso. Hubo mucho buen suceso en el nacimiento de Nuestro Señor: la gestación de la Virgen fue perfecta, fue seguida por un parto bendito y feliz, y el niño era sano y perfecto. Por lo tanto, para conmemorar tal buen suceso y cumplir con el precepto de la purificación, la Virgen que lo llevó al templo.

En el más amplio sentido de la palabra, un buen suceso se aplica también a todos aquellos que llevan a cabo una labor ardua, que asumen una gran responsabilidad, que desean hacer cosas difíciles para alcanzar el resultado por el que están luchando. Cuando sus esfuerzos se llevan a cabo con el buen resultado deseado, tienen un buen suceso. La Virgen es la patrona de todos los que buscan un buen suceso en el servicio de su causa.

Los Sres. puede ver cómo ello es apropiado para nuestros días, cómo aquellos que trabajan y se esfuerzan en la oscuridad de la noche del neopaganismo de nuestros días y que verán el sol del Reinado de María, legítimamente podrán llamar al resultado, un buen suceso. ¿Acaso no se puede decir que la Virgen del Buen Suceso será la patrona tan felizmente elegida de la hora en que el Reino de María por fin nazca sobre la Tierra?

Publicado originalmente en TIA
Véase también: Preguntas básicas sobre Nuestra Señora del Buen Suceso



[i] Los Santos del Día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una breve reflexión o comentario relacionado con el santo o la fiesta religiosa que se celebrara en aquel día.

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