Plinio Corrêa de Oliveira
Podemos
medir la inmensa finura de la Iglesia con respecto a todo cuando consideramos
que el único santo con una fiesta especial para su cumpleaños es nuestra
Señora. No estamos considerando Navidad, por supuesto. La Natividad de Nuestra
Señora corresponde al culto de hiperdulía que la Iglesia reserva para ella.
La glorificación de María por Fray Angelico |
La
Iglesia reserva el culto de latría o adoración, sólo a Dios; para nuestro Señor
Jesucristo, que es el Verbo encarnado. El culto de dulía o veneración, la
Iglesia lo asigna a los santos. Pero con respecto nuestra Señora la Iglesia
tiene un culto que no es ni el simple culto de dulía ni el supremo culto de
latría, sino que el culto de hiperdulía, que es una veneración superior que no
tiene paralelo o similitud con ninguna otra.
Por lo tanto, tenemos una fiesta que celebra
el cumpleaños de la Santísima Virgen, una de las muchas fiestas que la Iglesia
reserva para ella.
Análogamente, debido a su singular virtud, la
Iglesia admite que en una iglesia pueda haber más de una imagen de la Virgen en
un mismo altar, una norma que no se aplica a ningún otro santo. De esta manera
ella da a entender que la Virgen no tiene comparación con ninguna otra
criatura. Es una forma litúrgica para enseñar la verdad teológica de que Ella
es la Madre de Dios.
La fiesta del día de la Natividad de Nuestra
Señora nos lleva a preguntar: ¿Qué ventaja trajo su nacimiento para la
humanidad? ¿Y por qué la humanidad debe celebrar su natividad de manera
especial?
En el orden de la naturaleza, nuestra Señora
fue concebida sin el pecado original, dándole un singular e incomparable valor.
Ella fue un lirio de incomparable belleza que apareció en la noche de esta
tierra de exilio. Ella también tuvo todos los dones psicológicos naturales que
una mujer pueda tener. Dios le dio la
personalidad más rica que se pueda imaginar. A esto, Él le añadió dones del
orden sobrenatural, los tesoros de gracias que le eran suyos. Ella recibió las
más preciosas gracias que Dios ha concedido a ninguna criatura.
La Natividad de la Virgen por Andrea di Bartolo |
Puesto
que no tenía el pecado original, Ella tuvo pleno uso de la razón desde el
momento en que fue concebida. Por lo tanto, ya en el seno materno, nuestra
Señora tuvo pensamientos muy elevados. El seno de Santa Ana fue para ella una
especia de templo. Allí Ella ya estaba intercediendo por la raza humana y
comenzó a suplicar ―con la más alta sabiduría que fue un don de Dios― por la
venida del Mesías. En realidad, Ella estaba influyendo en el destino de la
humanidad como una fuente de gracias. La Escritura nos dice que la túnica que
vestía nuestro Señor era una fuente de gracia que curaba a quien la tocaba;
siendo así, podemos imaginar cómo nuestra Señora, la Madre del Salvador, fue
una fuente de gracias para cualquiera que se aproximaba a Ella, incluso antes
de Ella nacer. Por esta razón, podemos decir que en su natividad, gracias
inmensas comenzaron a brillar para la humanidad y el demonio comenzó a ser
aplastado. Ella percibió que el cetro del demonio se había agrietado y que
nunca sería el mismo otra vez.
En el momento de su nacimiento, el mundo
estaba sumido en el más radical paganismo. Los vicios prevalecían, la idolatría
dominaba todo, la abominación había penetrado la religión judía, que era un
presagio de la religión católica. La victoria del mal y del demonio parecía
casi completa. Pero en cierto momento, Dios y su misericordia, decretaron que
nuestra Señora debía nacer. Este fue el equivalente al comienzo de la destrucción
del reino del demonio.
Nuestra Señora era tan importante que su
nacimiento marca una nueva era en la Antigua Alianza. La historia de la Antigua
Alianza fue una larga espera por la venida del Mesías. Después del pecado
original de nuestros primeros padres, la humanidad tuvo que esperar 3000 o
quizás más años por el Mesías. Pero en cierto bendito momento, la divina
Providencia dispuso que debía nacer una mujer que merecería la venida del
Mesías. Su natividad representa la entrada en el mundo de la criatura perfecta
que encontró gracia delante de Dios y tuvo el mérito suficiente para poner fin
a esta larga espera.
María mediadora por Van Eyck |
Todas
las oraciones, sufrimientos y fidelidades de los hombres justos vivos y muertos
alcanzaron su cúspide con la llegada de la Virgen. Hubo patriarcas, profetas,
hombres justos entre el pueblo elegido y ciertamente algunos hombres justos
entre los gentiles que habían rezado, sufrido, y esperado; nada de esto fue
suficiente para atraer la llegada de la Redención. Pero cuando Dios lo quiso, Él
hizo que la criatura perfecta naciera para ser la Madre del Salvador. Por lo
tanto, la entrada de esta primorosa criatura en el mundo marca el presagio de
la Redención. Las relaciones entre Dios y el hombre comenzaron a cambiar, y las
puertas del cielo que habían sido herméticamente cerradas fueron semi abiertas,
permitiendo que pasara la luz y la briza de la esperanza.
Su nacimiento representa la entrada en el
mundo de una nueva gracia, una nueva bendición, una nueva presencia que fue un
incomparable presagio de la presencia, bendición y gracia que vendría con el
Salvador.
Por todas estas razones, la Fiesta de la
Natividad de Nuestra Señora debe ser de las más queridas para nosotros. Es el
evento que anuncia la caída del paganismo.
Puesto que somos hijos de la Virgen, no por
nuestros propios méritos, sino por su elección, en este día podemos pedirle a
Ella una gracia especial. Muchos místicos que tuvieron visiones de nuestra
Señora dijeron que en sus días de fiesta Ella visita el purgatorio para liberar
un gran número de almas que Ella lleva consigo al cielo. Lo que pasa con la
Iglesia purgante (el purgatorio) nos da una idea de lo que ocurre con la
Iglesia militante. En estos días de fiesta su gracia nos envuelve y gana
innumerables favores para nosotros.
Sugiero que en su natividad cada uno de
nosotros le pidamos las gracias que necesitemos. Pero también sugiero que como
contrarrevolucionarios, le pidamos que nos dé el amor y el deseo ardiente por
el Reino de María similar al deseo que Ella sentía por el Mesías. Un deseo
sabio y reflexivo que limpie nuestras almas de todo apego a este mundo
revolucionario y nos permita ser sus instrumentos para la destrucción de la
Revolución y la implantación de su Reino.
Tomado
de TIA
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