En el famoso cuadro del pintor alemán Albrecht Durero
(1471-1528), el artista imaginó, en 1512 —por
lo tanto muchos siglos después—
a Carlomagno entre la edad madura y en el comienzo de la vejez.
En el famoso cuadro del pintor alemán Albrecht Durero (1471-1528), el artista imaginó, en 1512
Su bigote todavía es, en parte, castaño rubio, pero una
parte ya es canosa y completamente blanca.
Su mirada es de un hombre experimentado, que está prevenido
para ver al venir al adversario desde cualquier frente y en cualquier momento.
Él está seguro de sí mismo como un Himalaya. Toda su mirada
revela la continua vigilancia; pero todo el modo de ser, su rostro, su cuerpo,
todo lo demás indica la continua estabilidad, la continua distancia psíquica: “si
es necesario lo haremos. Pero ahora estoy tranquilo. Y en la hora del combate,
no dejaré de estar tranquilo, porque confío en Dios, mi Señor”.
Una corona magnífica, llena de joyas que no han sido pulidas
—en esa época no se pulían las piedras— que se guarda hoy en día, de hecho, en
el Schatz Kammer, la cámara del tesoro imperial, en el palacio imperial de
Viena.
Y un maravilloso manto de brocado, con el águila ornamental
imperial en algunos puntos. Se diría que el águila es él, y él es entre los
hombres lo que el águila es entre los pájaros.
La corona tiene encima la cruz de nuestro Señor Jesucristo;
así como la cruz estuvo en la cima del Calvario, en la cima de esa gloria también
toda resplandeciente.
Esa cruz es, al mismo tiempo, la memoria de adoración a
nuestro Redentor y Creador.
Pero, por otro lado, también es la glorificación, casi un
acto de reparación: porque hicieron para Él una cruz, negra, dura, un
instrumento de suplicio, de humillación, con la que quisieron difamarlo.
Ahora está en la cima de la corona imperial en oro y piedras
preciosas. ¡Para glorificarlo! Como si alguien dijera: “¡verdugos miserables,
que hicisteis lo que hicisteis, aquí está el Sacro Imperio Romano entero, sobre
mi frente, ofreciendo un acto de reparación!”
(Plinio Corrêa de Oliveira, extractos de una conferencia
pronunciada el 22/2/86. Si revisión del autor)
Tomado de La
Gloria de la Edad Media
No hay comentarios:
Publicar un comentario