MONARQUÍA,
ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – III
¿La autoridad representa a Dios o al
pueblo soberano?
Las
autoridades pueden ser malas, pero ellas representan a Dios
Plinio Corrêa de Oliveira
Consideremos una
autoridad, sea un rey, un noble o
un presidente de una república. Él
emite una ley y ordena
a sus súbditos a obedecer. ¿Por qué deben obedecer? ¿Es por temor
de recibir una multa o ir a la
cárcel? No hay duda, éstas son
razones de prudencia para
obedecerle, pero no lo explican
todo.
En el fondo, el hombre
que está revestido de autoridad está
hecho de carne y hueso como
nosotros, por lo tanto, puesto que en este sentido él es
igual a nosotros, ¿por qué le debemos
obedecer?
Por lo general, dos razones principales se nos
suelen presentar para nuestra obediencia: una es católica y la otra
es revolucionaria y neopagana.
El argumento católico
Un rey en la corte – La ley natural exige la obediencia de sus súbditos |
La razón católica
se basa en el hecho de que Dios creó al hombre con el instinto
de sociabilidad. Hay algunos animales que se aíslan y no tienden a vivir en grupos, y hay
otros que son gregarios, forman grupos.
Los hombres no son gregarios sino
sociales; ellos tienden a vivir en sociedad.
Hay
algunas excepciones, como son los ermitaños que viven vidas aisladas, pero lo normal para el hombre es vivir juntos. Dios
pudo haber creado al hombre sin este
instinto, pero no lo hizo. Por lo
tanto, los hombres están llamados a vivir en sociedad.
Dios también creó a los
hombres para que cada uno tuviera
una comprensión limitada de las cosas
(ningún hombre es capaz de comprender toda la realidad que lo rodea) y
ellos por lo general no están de acuerdo en todo. El desacuerdo es
un factor que conduce a la división y al desorden. Por lo tanto, si la sociedad ha de estar ordenada para el bien común, tiene que haber alguien que ejerza el mando. Si no hay una
persona al mando, no hay orden ni
concierto, y, en último análisis, no hay sociedad. Y una vez que
el hombre fue hecho para vivir en
sociedad, es absolutamente
necesario que exista algún tipo de gobierno. Al
crearlos como seres sociales, Dios quiso que los hombres tuviesen un gobierno y una persona para que ejerciera la autoridad.
Por esta razón, cuando un hombre se somete a las leyes de un gobierno, él cumple el plan de Dios.
El gobierno es ejercido en nombre
de Dios, y obedecerle, es obedecer a Dios.
Alguien podría objetar: ¿pero si un gobierno manda hacer algo
que está en contra de la Ley de
Dios, estamos obligados a
obedecer?
No, no debemos obedecer.
El gobierno fue instituido por
Dios primero y por sobre todo, para cumplir su santa ley. Si la autoridad
designada no obedece a Dios, ella
se rebela contra Dios, entonces, no se debe obedecer
en ese punto.
Otra objeción: ¿Nos está diciendo que debemos obedecer a
un protestante como la reina Isabel o a un comunista como Fidel
Castro si estuviéramos bajo su
autoridad?
Lo que estoy diciendo es
que Dios no escoge a las personas
que ejercen la autoridad. Él quiere que exista un gobierno, y corresponde a los hombres que en el curso de la historia elijan sus formas de gobierno como también
a las personas que detentan el poder.
Si la autoridad que ha sido elegida respeta y sigue la Ley Natural, entonces
ella representa a Dios.
Cristo
confirmó la autoridad de Pilato
|
No
sólo la autoridad del líder
representa a Dios, sino también toda
otra autoridad. Todas las autoridades que siguen la Ley Natural representan a Dios: el padre para sus hijos, el marido para su esposa, el empleador para el empleado,
el maestro para el alumno. Toda
autoridad legítima viene de Dios,
representa a Dios y gobierna en nombre de Dios.
Estas autoridades pueden abusar de su autoridad o haber sido mal elegidas, pero ellas
representan a Dios.
Los emperadores del Imperio Romano eran paganos e idólatras, no obstante, cuando Poncio Pilato reprendió a nuestro Señor por no responder a la autoridad romana, Cristo le dijo: “No tendrías ningún poder
sobre mí, si no se te lo hubiera dado de lo alto” (Jn 19, 11).
Esta frase tiene muchos otros
significados, pero también significa que nuestro Señor reconoció la autoridad
de los cónsules romanos y de su emperador como de
acuerdo con la Ley Natural y,
como tal, como la representación de Dios.
Esta es la doctrina
católica respecto a la Ley Natural.
El argumento revolucionario
Contraria a esta doctrina es la teoría inventada
en el siglo XVIII por los
enciclopedistas, cuyo más conocido exponente es Jean-Jacques Rousseau. Esta es la doctrina de la soberanía del pueblo. Al explicar por qué
los hombres deben obedecer al gobierno,
Rousseau afirma que todos los hombres
son iguales por naturaleza y, en
consecuencia, la existencia de reyes,
príncipes y nobles es un fraude.
Los hombres deben gobernarse a sí mismos
puesto que ningún hombre es superior a otro.
Para justificar su teoría, él afirma que en tiempos muy
remotos los hombres no vivían en
grupos y no tenían el instinto social. Por el contrario, cada
hombre vivía aislado. En un momento dado ellos se reunieron y decidieron formar una sociedad; para hacerlo,
ellos entendieron que tenían que tener
un gobierno. Entonces, ellos
establecieron el primer gobierno, el cual expresaba
debidamente la voluntad de todos
aquellos que constituían el grupo social. Por lo tanto, el gobierno mandaba en el nombre de
las personas que formaron esa sociedad.
Después, los hijos,
nietos y bisnietos de esas
personas están obligadas a obedecer
por el contrato social hecho
por sus antepasados. Hoy obedecemos al gobierno por ese acuerdo que nos obliga a todos nosotros.
Es el pueblo, según este argumento, quien gobierna por medio de los gobiernos elegidos en su nombre. En último análisis, cada uno de nosotros
que obedece al gobierno está obedeciendo
a su propia voluntad.
En palabras simples, esta es la esencia de la teoría revolucionaria de la soberanía del pueblo
concebida por Rousseau.
Véanse los artículos anteriores de esta
serie: Monarquía, aristocracia y democracia I – Definiciones
ejemplos & matices. y Monarquía,
aristocracia y democracia II – La posición práctica y teórica de la Iglesia.
Continuará… El siguiente artículo de esta serie se
titula: La réplica católica a la soberanía del
pueblo de Rousseau – Los hombres son iguales en teoría, pero muy diferentes en
la práctica. Lo publicaremos dentro de la próxima
semana.
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