MONARQUÍA,
ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – II
La
posición práctica y teórica de la Iglesia
Plinio Corrêa de Oliveira
He desarrollado y documentado este tema más ampliamente en mi libro
Revolución y
Contra-Revolución. En pocas palabras, lo que la Iglesia enseña es que las tres formas de gobierno ―monarquía, aristocracia
y democracia― son, en principio legítimas y
se ajustan a la justicia. Por lo
tanto, ninguna es intrínsecamente
mala.
Ella también enseña que, teóricamente hablando, es más eficiente para un Estado que el gobierno sea
ejercido por una persona que
por muchas, debido a que el primero ofrece una mayor unidad y la estabilidad. Un ejemplo trivial
explica esta enseñanza: Imaginemos un
autobús o un barco en el que cada pasajero tiene derecho de decirle al conductor o a comandante a dónde ir. No es difícil imaginar que en breve el viaje podría
convertirse en un pandemónium. Es
obvio que cuando un solo hombre
decide qué hacer y dónde ir, el autobús o el barco se
mantiene en el camino y alcanza
su propia meta.
Escudo de la
Liga Hanseática, un grupo de ciudades-estado
gobernada democráticamente
|
Del mismo modo, según la enseñanza de la Iglesia, cuando un buen rey gobierna, la
monarquía es la forma de gobierno más fructífera
y que produce los mejores
resultados. Sin embargo, debido a
la debilidad humana, enseña Santo
Tomás, la monarquía es también donde más fácilmente
se puede producir el abuso de poder. Por
lo tanto, la monarquía es buena, pero
es muy frágil. Es mejor combinarla con las otras formas de gobierno,
para incluir en ella algo de aristocracia y democracia. Por lo tanto, cuando se reúnen estos tres elementos, se constituye la forma más perfecta de gobierno.
La aristocracia pura no es también una forma
perfecta de gobierno, ya que carece de cabeza. Ni tampoco es la democracia pura una forma perfecta, ambas carecen de una élite y de una cabeza.
Este análisis teórico no
implica que, históricamente hablando, una aristocracia
sin mezcla de ningún otro elemento
de democracia no pueda tener éxito,
como lo fue, por ejemplo, en Venecia.
El sistema aristocrático que gobernó Venecia lo hizo tan bien que,
a pesar de no tener un monarca y no ser una democracia, que la ciudad-estado se convirtió en una de las grandes potencias de Europa en los ámbitos comerciales y militares.
El Parlamento de la Liga Hanseática
en la ciudad de Lübeck,
al norte de Alemania
|
También
ha habido democracias que han funcionado muy bien. En la Edad Media muchas ciudades libres plebeyas en el Sacro Imperio Romano
Germánico fueron gobernadas por la gente
común, siguiendo un sistema representativo. Varias ciudades incluso permitieron que algunas mujeres tuvieran voto en el proceso de toma de decisiones.
Muchas de esas ciudades llegaron a tener gran influencia y poder.
Por ejemplo, las ciudades de Bremen, Hamburgo, Lübeck y Danzig formaron la
Liga Hanseática, que fue una de las grandes potencias de Europa y jugó un papel importante en la escena internacional.
Estos fueron los gobiernos plebeyos democráticos.
Reunión de las cortes catalanas
en presencia del rey,
siglo XV
|
Podemos ver que, dependiendo de las diferentes circunstancias, cualquiera de las tres formas de gobierno puede producir buenos resultados. Tales
circunstancias incluyen los antecedentes
históricos del país, su configuración
geográfica, el temperamento del pueblo, su cultura, sus
necesidades reales, etc. Todos estos
factores se combinan para sugerir
a un pueblo la mejor
forma de gobierno. La Iglesia no interviene
en la cuestión de cuál debe ser
la forma de gobierno establecida en
cada país, puesto que esa no es su misión. Su
misión es juzgar qué formas son justas o injustas y cuál es la mejor teóricamente
hablando, lo que no significa que siempre será la mejor forma prácticamente hablando para determinado país.
En efecto, si una monarquía absoluta hubiese sido instituida en Venecia, lo más probable es que habría sido desastroso. Del mismo modo,
si una aristocracia gobernara la ciudad
de Lübeck, muy probablemente no tendría éxito. Del mismo modo una democracia que hubiere gobernado el Sacro Imperio Germano bien podría haber terminado mal. A pesar de
que en el ámbito especulativo
cada una de estas formas es justa, en concreto cada
uno de ellas se ajusta de manera
diferente a las circunstancias y
formas de ser de un país. Por lo
tanto, la Iglesia no entra en
esta elección. Ella se limita a definir lo que es justo e injusto, y permite que el país haga su propia selección.
En la Edad Media, casi todas las monarquías estaban mezcladas con las otras
formas de gobierno. Por una parte, estaba el rey que tenía el poder directo para
gobernar a todos sus súbditos; por otra parte, bajo él estaban los señores
feudales que tenían su propio poder y jurisdicción en la que el rey normalmente
no podía interferir. Al mismo tiempo, muchas leyes fueron generadas por las costumbres
del pueblo y las cámaras de representantes locales de las ciudades.
Casi todas las monarquías tuvieron instituciones similares al
Parlamento Inglés. En Francia estaban los
Estados Generales, en España y Portugal estaban las Cortes, en Alemania,
la asamblea era
llamada la Dieta, que a
menudo se reunía en la ciudad Worms.
Esta última era un poco diferente
de las otras, pero
en Francia, España
y Portugal, estos organismos estaban compuestos por
representantes del clero, la nobleza y el pueblo que eran convocados por el rey
para que dieran su opinión sobre determinadas cuestiones relativas al bien común
del país.
Véase el artículo anterior de esta serie haciendo clic en este título: Monarquía,
aristocracia y democracia – Definiciones ejemplos & matices.
Continuará… El siguiente artículo de esta serie se
titula: ¿La autoridad representa a Dios o al pueblo soberano? Lo publicaremos
dentro de la próxima semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario