miércoles, 13 de junio de 2012

MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – II


MONARQUÍA, ARISTOCRACIA Y DEMOCRACIA – II
La posición práctica y teórica de la Iglesia
Plinio Corrêa de Oliveira
He desarrollado y documentado este tema más ampliamente en mi libro Revolución y Contra-Revolución. En pocas palabras, lo que la Iglesia enseña es que las tres formas de gobierno monarquía, aristocracia y democracia son, en principio legítimas y se ajustan a la justicia. Por lo tanto, ninguna es intrínsecamente mala.
Ella también enseña que, teóricamente hablando, es más eficiente para un Estado que el gobierno sea ejercido por una persona que por muchas, debido a que el primero ofrece una mayor unidad y la estabilidad. Un ejemplo trivial explica esta enseñanza: Imaginemos un autobús o un barco en el que cada pasajero tiene derecho de decirle al conductor o a comandante a dónde ir. No es difícil imaginar que en breve el viaje podría convertirse en un pandemónium. Es obvio que cuando un solo hombre decide qué hacer y dónde ir, el autobús o el barco se mantiene en el camino y alcanza su propia meta.
Escudo de la Liga Hanseática, un grupo de ciudades-estado 
gobernada democráticamente
Del mismo modo, según la enseñanza de la Iglesia, cuando un buen rey gobierna, la monarquía es la forma de gobierno más fructífera y que produce los mejores resultados. Sin embargo, debido a la debilidad humana, enseña Santo Tomás, la monarquía es también donde más fácilmente se puede producir el abuso de poder. Por lo tanto, la monarquía es buena, pero es muy frágil. Es mejor combinarla con las otras formas de gobierno, para incluir en ella algo de aristocracia y democracia. Por lo tanto, cuando se reúnen estos tres elementos, se constituye la forma más perfecta de gobierno.
La aristocracia pura no es también una forma perfecta de gobierno, ya que carece de cabeza. Ni tampoco es la democracia pura una forma perfecta, ambas carecen de una élite y de una cabeza.
Este análisis teórico no implica que, históricamente hablando, una aristocracia sin mezcla de ningún otro elemento de democracia no pueda tener éxito, como lo fue, por ejemplo, en Venecia. El sistema aristocrático que gobernó Venecia lo hizo tan bien que, a pesar de no tener un monarca y no ser una democracia, que la ciudad-estado se convirtió en una de las grandes potencias de Europa en los ámbitos comerciales y militares.
El Parlamento de la Liga Hanseática en la ciudad de Lübeck,
 al norte de Alemania
También ha habido democracias que han funcionado muy bien. En la Edad Media muchas ciudades libres plebeyas en el Sacro Imperio Romano Germánico fueron gobernadas por la gente común, siguiendo un sistema representativo. Varias ciudades incluso permitieron que algunas mujeres tuvieran voto en el proceso de toma de decisiones.
Muchas de esas ciudades llegaron a tener gran influencia y poder. Por ejemplo, las ciudades de Bremen, Hamburgo, Lübeck y Danzig formaron la Liga Hanseática, que fue una de las grandes potencias de Europa y jugó un papel importante en la escena internacional. Estos fueron los gobiernos plebeyos democráticos.
Reunión de las cortes catalanas 
en presencia del rey, siglo XV
Podemos ver que, dependiendo de las diferentes circunstancias, cualquiera de las tres formas de gobierno puede producir buenos resultados. Tales circunstancias incluyen los antecedentes históricos del país, su configuración geográfica, el temperamento del pueblo, su cultura, sus necesidades reales, etc. Todos estos factores se combinan para sugerir a un pueblo la mejor forma de gobierno. La Iglesia no interviene en la cuestión de cuál debe ser la forma de gobierno establecida en cada país, puesto que esa no es su misión. Su misión es juzgar qué formas son justas o injustas y cuál es la mejor teóricamente hablando, lo que no significa que siempre será la mejor forma prácticamente hablando para determinado país.
En efecto, si una monarquía absoluta hubiese sido instituida en Venecia, lo más probable es que habría sido desastroso. Del mismo modo, si una aristocracia gobernara la ciudad de Lübeck, muy probablemente no tendría éxito. Del mismo modo una democracia que hubiere gobernado el Sacro Imperio Germano bien podría haber terminado mal. A pesar de que en el ámbito especulativo cada una de estas formas es justa, en concreto cada uno de ellas se ajusta de manera diferente a las circunstancias y formas de ser de un país. Por lo tanto, la Iglesia no entra en esta elección. Ella se limita a definir lo que es justo e injusto, y permite que el país haga su propia selección.
En la Edad Media, casi todas las monarquías estaban mezcladas con las otras formas de gobierno. Por una parte, estaba el rey que tenía el poder directo para gobernar a todos sus súbditos; por otra parte, bajo él estaban los señores feudales que tenían su propio poder y jurisdicción en la que el rey normalmente no podía interferir. Al mismo tiempo, muchas leyes fueron generadas por las costumbres del pueblo y las cámaras de representantes locales de las ciudades.
Casi todas las monarquías tuvieron instituciones similares al Parlamento Inglés. En Francia estaban los Estados Generales, en España y Portugal estaban las Cortes, en Alemania, la asamblea era llamada la Dieta, que a menudo se reunía en la ciudad Worms. Esta última era un poco diferente de las otras, pero en Francia, España y Portugal, estos organismos estaban compuestos por representantes del clero, la nobleza y el pueblo que eran convocados por el rey para que dieran su opinión sobre determinadas cuestiones relativas al bien común del país.
Véase el artículo anterior de esta serie haciendo clic en este título: Monarquía, aristocracia y democracia – Definiciones ejemplos & matices.
Continuará… El siguiente artículo de esta serie se titula: ¿La autoridad representa a Dios o al pueblo soberano? Lo publicaremos dentro de la próxima semana.

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