Plinio
Corrêa de Oliveira
Recomendamos seguir el texto
viendo el video.
(…) Yo no me puedo olvidar que
en uno de los viajes que hice a París yo llegué al anochecer. Cené y fui
inmediatamente a ver la catedral de Notre Dame.
Era una noche de verano, no
extraordinariamente bonita, común, la catedral estaba iluminada, y el automóvil
en que yo iba pasaba del rive gauche
para la isla.
Y yo vi la catedral así de
lado, en una focalización completamente fortuita. Ella me pareció desde luego,
en aquel ángulo, tomado así ―si acaso existiese, y en algún sentido existe― yo
diría que es tomado por la casualidad, miré y lo encontré tan bello, que yo
quedé con ganas de decirle al conductor del automóvil: ¡Pare, que yo quiero
quedarme aquí!
Yo sé que el resto es muy
bello, pero yo creo que pocos miraron esa catedral desde ese ángulo y se
detuvieron. Y yo quiero ser de los pocos, para dar a nuestra Señora la alabanza
desde este punto de vista aquí, que los otros tal vez no hayan alabado suficientemente.
Al menos se dirá que una vez un
peregrino venido desde lejos, amó lo que muchos otros por prisa, o por no haber
recibido una gracia especial en aquel momento para aquello, no llegaron a amar.
Y en todos los grandes monumentos de la Cristiandad, después de admirar las
maravillas, yo tengo la tendencia de ir admirando los pormenores, en un acto de
reparación, porque estos pormenores tal vez no hayan sido amados como ellos deberían
ser amados.
Y entonces, hacer al menos
esto: amar lo que debería ser amado y que fue olvidado. Es siempre nuestra vocación,
de llevar a todas las verdades olvidadas que los hombres ponen de lado.
Yo quedé encantado con la
catedral en aquel ángulo. Después di la vuelta y regresé al hotel con el alma
llena. Y si alguien en aquel momento me recordase de las palabras de la
Escritura “esta es la Iglesia de una
belleza perfecta, alegría del mundo entero”, yo habría dicho: ¡Oh, cómo
está bien expresado! Es bien lo que yo siento a respecto de la catedral de
Notre Dame.
Y ahí desde el fondo de
nuestras almas, desde el fondo de nuestras inocencias, viene otra (…) sube una
cosa que es luz, súper luz, mas al mismo tiempo es penumbra o es obscuridad sin
ser tinieblas, y es la idea de todas las catedrales góticas del mundo, las que
fueron construidas y las que no fueron construidas, dando una idea de conjunto
de Dios. Que entre tanto aún es infinitamente más que eso. Ahí, el espíritu que
inspiró todas esas catedrales, nos aparece. Y ahí realmente más vivimos en el
cielo que en la tierra.
Y ahí nuestro deseo de otra vida,
de conocer otro, con “O” mayúsculo, tan interno en mí, que es más de que yo, de
lo que yo mismo soy, pero tan superior a mí, que yo no soy ni siquiera un grano
de polvo en comparación con él, es mi deseo se realiza y de allá yo comprendo,
el cielo debe ser así.
Nosotros amamos aún más el
purísimo espíritu, eterno y lindísimo, que creó todo aquello para decir:
“Hijo mío, Yo existo. Ámeme y comprenda, esto es semejante a Mí. Pero,
sobre todo, por más bello que esto sea, Yo soy infinitamente desemejante de esto.
Por una forma de belleza tan quintaesenciada y superior, que es sólo cuando me
viereis, que verdaderamente te darás cuenta de lo que Yo soy. Ven, hijo mío,
ven que Yo te espero. Lucha por algún tiempo más que Yo me estoy preparando para
mostrarte en el cielo bellezas aún mayores, en la proporción en que fuere
grande y dura tu lucha. Espera, que cuando estuviereis pronto para ver aquello
que Yo tenía intención de que vieseis cuando te creé, Yo te amaré. Hijo mío,
soy tu catedral, la catedral demasiadamente grande, la catedral demasiadamente
bella, la catedral que hizo florecer en los labios de la Virgen una sonrisa como
ninguna joya hizo florecer, ninguna rosa y ni siquiera ninguna de las meras
criaturas que Ella conoció”.
Esa catedral es nuestro Señor Jesucristo,
es el Corazón de Jesús, que sacó del Corazón de María armonías como nada sacó.
Allí tú conocerás. Él dice de Él: “Yo
seré mismo vuestra recompensa demasiadamente grande”.
Recomentamos vea también este otro Santo del Día con audio haciendo clic aquí: La realeza de nuestra Señora y el sapiencial e Inmaculado Corazón de María
Recomentamos vea también este otro Santo del Día con audio haciendo clic aquí: La realeza de nuestra Señora y el sapiencial e Inmaculado Corazón de María
El presente
texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una
conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, no ha sido revisada por el
autor.
Si el Prof.
Plinio Corrêa de Oliveira estuviese vivo, ciertamente pediría que se colocase
explícita mención de su filial disposición a rectificar cualquier discrepancia
en relación al magisterio de la Iglesia. Es lo que referimos aquí, con sus
propias palabras:
“Católico
apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial celo a la
enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, por lapso, ocurra que algo no
está conforme a aquella enseñanza, desde ya la rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en
el sentido que les da el Prof. Plínio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición fue publicada en el Nº 100
de "Catolicismo", en abril de 1959.
Muchísimas gracias por compartir esos hermosos recuerdos del Sr.D. Plinio! Tuve la suerte de colaborar con la TFP-Covadonga, en España y de rezar ante su tumba en Sao Paulo. In Domina
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