Esta graciosa construcción es una feliz réplica de los castillos europeos. Sus constructores procuraron representar, en piedra, una imagen mítica del estilo arquitectónico de la Edad Media, en sus mínimos detalles.
La simetría de sus líneas, la solidez de sus murallas y la altivez de su tejado cónico traducen de modo admirable el espíritu que en otros tiempos animó a los constructores del medioevo cristiano.
Bañado de luz y vuelto hacia el horizonte sin límites del Pacífico, el pequeño castillo de Viña del Mar, en Chile, es un ejemplo elocuente del esplendor de la cultura y el arte de la Cristiandad medieval sobre el conjunto de naciones que otrora formaron la Europa católica.
El firmamento dorado de la civilización cristiana continúa presente en aspectos de la mentalidad, de las costumbres y de las tradiciones de los pueblos contemporáneos, en espera de que, en los albores del tercer milenio del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el “Sol de Justicia” pueda vivificar con sus rayos una nueva primavera de fe.
Plinio Corrêa de Oliveira
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