Busto relicario de Carlomagno Fondo: cúpula de la catedral de Aachen |
Lo más admirable de la magnífica obra de Carlomagno fue la creación
de un estado de espíritu de altísima sacralidad.
Ese espíritu provenía de una comunicación de la gracia que
bendecía todo cuanto él hacía.
Por eso, su inmensa obra tuvo una clave trascendente que
está fuera de comparación con otras cosas que él u otros hicieron.
Esta clave sobrenatural le daba una visión de las cosas
temporales con una altura que ni siquiera el genio puede dar.
Desde la altura en que él concebía el poder y la unción de
Dios, él veía todos los problemas del mundo, incluso los naturales.
Esa participación de Dios formó propiamente el carácter imperial
del gobierno de él.
Es una extensión de horizontes fenomenal sobre el universo,
sobre la vida humana, sobre la tierra, las posibilidades del hombre, etc.,
etc., en cuanto son reflejos de un Dios trascendente.
Él fue un hombre que llevó una vida terrible de sacrificada,
pero tenía la alegría estable de la finalidad obtenida.
Él dejó la matriz del feudalismo, suscitando una gran admiración
por un tipo de alma hacia la que todos los hombres a partir de entonces y hasta
la Revolución, no dejaron de tender. Esa admiración fue tan grande que hasta
hoy —excepto los
historiadores prejuiciosos—
nadie habla mal de él.
La Iglesia, cuerpo místico de Cristo, fue la fuente del espíritu
que el gran Carlos difundió.
El mundo sólo no quedó mucho más carolingio porque no fue
tan católico cuanto debía ser. Porque la Iglesia es carolingiogénica por
definición.
Sólo se comprende toda la dimensión de la belleza de las
virtudes personales que tuvo o no tuvo Carlomagno, imaginándolas en Carlomagno.
Carlomagno tuvo un problema de matrimonios. ¿Eso para un católico
es un problema perturbador?
Quien imagina a Carlomagno, ve la castidad con una belleza
que no es fácil imaginar de otra manera. No me interesa, para efecto de lo que
estoy hablando, este efecto circunscrito, limitado de la realidad histórica.
El Carlomagno honesto, cultural, haciendo aquel renacimiento
de la cultura, fue completamente diferente de un príncipe Medici del tiempo del
Renacimiento. Es decir, él es un telón de fondo sobre el cual todo cuanto es
bonito queda lindo.
Ahora, ¿cuál es el unum del telón de fondo de Carlomagno? Es
el propio espíritu de la Iglesia, es la Iglesia.
San Gregorio VII fue para el papado lo que Carlomagno fue la
para el orden temporal.
Uds. probablemente no oyeron hablar un elogio tan insistente
de Carlomagno, pero Uds. todos no toman como novedad lo que estoy diciendo,
porque una gracia flota en torno del nombre de él y todos lo intuyen.
Ahora, ¿qué es eso en Carlomagno? Es una quintaesencia del
espíritu de la Iglesia dado al laicado. Carlomagno es el ejemplo por excelencia
del lego católico.
No adelanta decir que Carlomagno no está canonizado. Yo no
discuto nada de eso.
Yo sólo digo que es notorio que existe en torno de él esta
gracia y que su figura reluciente es una de las pocas cosas que la Revolución no
consiguió destruir. Ella consiguió silenciarla, pero no consiguió destruir.
Este fondo revela un predicado en el alma de él donde todo
esto se irradia y el propio foco de este unum
es la Iglesia.
Si no fuera por la Iglesia, Carlomagno no sería nada de
esto. Es el fuego de la Iglesia que se irradia a partir del clero. Ese punto es
necesario no olvidarlo.
Plinio Corrêa de Oliveira
(Extractos de una conferencia dada el 22/02/86, sin revisión
del autor)
Obtenido de Gloria de la Edad Media
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