Plinio Corrêa de Oliveira,
“Catolicismo”, Nº 117, Septiembre de 1960
Un noble polaco, el Conde S. K. Potocki (1752-1821) participaba en una cacería en tierras del rey de Nápoles, cuando le mostraron un caballo considerado indomable. El Conde, de inmediato, se quitó la casaca y montó el bravo animal, el cual se dejó subyugar por él. David, el conocido pintor francés, representó la escena en el momento en que Potocki daba por consumada su victoria.
El caballo, dotado de una musculatura admirable y lleno de una estupenda vitalidad, parece espumar aún bajo el yugo del caballero. Este, aunque casi dando la impresión de fragilidad en relación a la cabalgadura, se mantiene sereno, elegante, enteramente señor de sí y del animal, y saluda a los que aplauden su triunfo.
Símbolo admirable de la victoria del espíritu sobre la materia, del hombre sobre lo bruto.
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¡Qué bello tema de meditación para los hombres de una época como la nuestra, que tan frecuentemente se deja dominar, ya no por lo animal, sino por algo que en el orden de los seres es muy inferior, esto es, por la máquina!
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