domingo, 24 de junio de 2012

El Mandamiento de JUZGAR ¡HASTA A LOS ÁNGELES!


Ángeles de Bicci di Lorenzo

Don Francisco Delafuente
Es muy común escuchar en los “ambientes católicos” que no debemos juzgar, citando maliciosa y falsamente a Mateo 7, 1 que dice “No juzguéis para que no seáis juzgados”. Y bajo esta palabra talismán del “no debemos juzgar” se neutraliza la sana reacción frente a los obradores de iniquidad que así pueden impunemente prevalecer y esparcir sus malas obras, sus malas doctrinas, sus conspiraciones. Maliciosa estratagema es esta, porque tomada en su falso contexto, hace creer que no se puede juzgar a los hombres y sus acciones. Sin embargo, en el contexto de la Escritura, se comprende que el “no juzguéis” se refiere al juicio injusto, al juicio temerario, al juicio falso, al juicio mal intencionado y no al juicio recto, que es el fundamento de toda justicia. De no ser así, sería imposible una sociedad justa y verdaderamente cristiana.
1 Corintios 6, 3: “¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más hemos de juzgar asuntos de esta vida!”.
Todos aquellos que se hacen falsos jueces amargos en prohibir juicios justos, en esta vida, sobre TODAS LAS COSAS, de las cuales, y por su conocimiento cierto y evidente, pueden y deben juzgarse; no se dan cuenta que están prohibiendo el juicio no sólo que castiga, anatemiza y condena; sino también el que perdona, que indulta, que repara, que enmienda y que pacifica armoniosamente el orden público y restaura el bien común.
Que hemos de JUZGAR TODAS LAS COSAS lo confirma el Apóstol cuando dice:
1 Corintios 2, 15: “En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas...”.
Y si no fuera necesario juzgar, no se podría CORREGIR AL QUE YERRA, como manda la tercera de las siete obras de misericordia espirituales que nos manda la Santa Iglesia Católica. Y, por lo mismo, no diría autoritativamente Nuestro Señor:
Mateo 18, 15: “Y si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas...”.
Porque si no se juzgara previamente; no se podría aplicar sobre el juicio las virtudes de la discreción, la humildad y la mansedumbre en procura de mejorar (en el caso del que merece un juicio desfavorable) y hacer que “escuche” y entienda aquel que recibirá, a partir del juicio, el aviso caritativo, la corrección fraterna contra sus pecados o imperfecciones. Y por eso el Apóstol, sobre la base de un buen juicio, aconseja restaurar con mansedumbre:
Gálatas 6, 1: “Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándose a sí mismo, no sea que vosotros también seáis tentados”.
Es cierto que es el hombre de mala voluntad, falto de humildad y juzgador temerario ―porque, o se es juez justo, o se es juez malo― no acepta la justicia cuando se vuelve contra sí mismo y sus mezquinos intereses. En cambio aquel que es verdadero cristiano; no sólo acepta, sino que pide ser ajusticiado; tal como dice el Salmista:
Salmos 141, 5: “Que el justo me hiera con bondad y me reprenda; será aceite sobre la cabeza; no lo rechace mi cabeza, pues todavía mi oración es contra las obras impías”.
Pero para el pecador, que se hace un dios a su medida y no quiere oír; sufrirá las mismas palabras de Jesucristo cuando, persiguiendo al que bien juzga, intenta juzgarlo a Él mismo, al Juez justo. Porque todo juicio verdadero que se intenta abolir o aniquilar; no atenta contra el hombre; sino contra Dios; Jesucristo, la Verdad.
¡Qué tarde será cuando comprenda! De los que son como dice el Proverbio:
Proverbios 28, 5: “Los hombres malvados no entienden de justicia, mas los que buscan al Señor lo entienden todo”.
Dios nos dio buen juicio para juzgar las cosas buenas como buenas, y las malas como malas. ¡Y Ay del que juzgue subversivamente! ¡Ay del que lavándose las manos, como Poncio Pilatos, no juzgare justamente o prohibiera el juicio justo, utilizando y, por cambiar el sentido, profanando las Palabras Eternas de Nuestro Señor Jesucristo! Porque si Dios dijo “No Juzguéis” (Mt. 7, 1 y Lc. 6, 37) lo dijo en el sentido que siempre supo resguardar y mantener la Santa Iglesia Católica con todos sus verdaderos discípulos: Aquellos que siempre obedecieron, obedecen y obedecerán el mandato de JUZGAR bien. Porque Cristo preserva de un posible error el Mandamiento de Juzgar TODAS LAS COSAS, no por el juez que se reconoce y es católico; sino por lo juzgado que no puede, a veces, llegar a reconocerse plenamente... Por eso la Iglesia enseña que Jesús prohíbe el juicio temerario; no el juicio, ni el juez. Porque juicioso y juez justo es todo buen católico. Y por ello mismo, explican los Padres de la Iglesia y demás exégetas:
San Ambrosio: “Añade el Señor que no debemos juzgar temerariamente, con el fin de que conociendo tu propio delito, no te atrevas a dar tu parecer sobre otro. Por lo que dice: ‘No juzguéis’”.
San Jerónimo: “Jesucristo no mandó no juzgar; sino que mandó juzgar bien. Mas, si prohíbe juzgar, ¿cómo San Pablo juzga al incestuoso de Corinto (1 Cor 5), y San Pedro acusa de mentira a Ananías y Sáfira (Hch. 4)?”.
San Juan Crisóstomo: “Por eso no dijo: ‘No dejes descansar el pecado’, sino más bien: ‘No juzgaréis’, esto es, no seas amargo juez. Corrige, sí, pero no como enemigo que busca la venganza, sino como médico que brinda la medicina”.
Por eso mismo, porque es Jesucristo quien nos lo ordena: ¡Juzgad, Juzgad y Juzgad! Escuchadlo, Oh cristianos fieles, ustedes que juzgarán hasta a los mismos ángeles, de su propia Boca Sagrada:
Proverbios 31, 9: “Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende los derechos del afligido y del necesitado”.
Génesis 31, 37: “Que juzguen...”.
Éxodo 18, 22: “Juzgad al pueblo en todo tiempo...”.
Deuteronomio 1,16: “Oigan los pleitos entre sus hermanos, y juzguen justamente...”.
Deuteronomio 25, 1: “Cuando haya pleito entre algunos y acudan al tribunal para que los juzguen, absolverán al justo y condenarán al culpable”.
Zacarías 7, 9: “Así ha dicho el Señor de los Ejércitos: ‘Juicio verdadero juzguen, y misericordia y compasión practique cada uno con su hermano’”.
Zacarías 8, 16: “Díganse la verdad unos un otros, juzguen con verdad y juicio de paz”.
Jeremías 21, 12: “Casa de David, así dijo el Señor: ‘Juzgad de mañana juicio, y librad al oprimido de mano del opresor; para que mi ira no salga como fuego...’”.
Isaías 5, 3: “...Juzguen entre Mí y Mi viña”.
1 Corintios 10, 15: “Os hablo como a sabios; juzgad vosotros lo que digo”.
1 Corintios 11, 13: “Juzgad vosotros mismos: ¿es propio que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta?”.
1 Corintios 14, 29: “...Los demás juzguen”.
Hechos 4, 19: “Ustedes mismos juzguen si es justo delante de Dios obedecer al hombre antes que obedecer a Dios”.
Juan 7, 24: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con juicio justo”.
1 Corintios 6, 3: “¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más hemos de juzgar asuntos de esta vida!”.
Publicado originalmente en La Puerta Angosta

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