jueves, 31 de mayo de 2012

La realeza de Nuestra Señora y el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María

[Recomendamos que acompañe la lectura escuchando el audio de la conferencia que aparece debajo de este texto]

Plinio Corrêa de Oliveira
Santo del día[1] del 31 de mayo de 1975
[…] Yo gustaría de decir una palabra a  respecto del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María.
En primer lugar, yo debo recordar a los Sres. que hoy no es propiamente la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Hoy es la fiesta de Nuestra Señora Reina.
Entre tanto, yo creo que con toda legitimidad podemos festejar el Inmaculado Corazón de María en el día de hoy. Y esto por una razón muy simple, es que unos de los modos por los cuales nuestra Señora hace efectivo su dominio sobre la tierra es exactamente por medio de su Corazón Inmaculado y Sapiencial. Y hay incluso una invocación de nuestra Señora, Regina Cordium, nuestra Señora Reina de los Corazones, que puede ser vista en la perspectiva de esos atributos o invocaciones de nuestra Señora. Primero, nuestra Señora Reina y en segundo lugar el Inmaculado y Sapiencial Corazón de María.
¿Cómo es que todo eso se coloca, cómo es que todo eso se ve y se entiende?
Nosotros sabemos que nuestra Señora, de derecho, es reina del cielo y de la tierra. Ella lo es de derecho por dos razones: en primer lugar porque Ella es la Reina-Madre de toda la creación, Ella es Madre de Dios y Ella tiene, por lo tanto, en la creación, una situación parecida con la que tienen las reinas madres en los países de estructura monárquica. Pero, de otro lado también, porque Dios nuestro Señor entregó a nuestra Señora la regencia efectiva del cielo y de la tierra. Nuestra Señora manda ―porque Él le entregó ese poder― nuestra Señora manda sobre los ángeles, nuestra Señora manda sobre los santos, nuestra Señora manda sobre los santos, nuestra Señora manda sobre todas las almas que están en el purgatorio, nuestra Señora manda sobre todos los hombres que están en el mundo. Ella manda incluso sobre el infierno.
Todo está completa y enteramente sujeto a Ella por la voluntad de Dios.
Una reina madre no es propiamente una reina reinante. Ella tiene las honras de la realeza, pero ella no es la reina reinante. La reina Mary, de Inglaterra, por ejemplo, es reina madre. Ella fue reina, esposa ―ella nunca fue reina reinante, ella nunca ejerció la realeza, ella tuvo las honras de la realeza, fue esposa del rey Jorge VI, después falleció el rey, la realeza pasó para la hija de ella, la reina Isabel II y ella pasó a ser la reina madre. Ella pasó la vida entera, por lo tanto, cercada de las honras de la realeza, pero sin el mando de la realeza. La reina Isabel II es la reina reinante, porque en la pequeña medida de poder que tiene una reina de Inglaterra, en esa medida ella reina. De manera que ella es la reina reinante.
Nuestra Señora no es sólo la reina madre porque es la Madre de nuestro Señor Jesucristo, además Ella es reina reinante porque Dios nuestro Señor le confió a Ella ese poder.
Ahora, ese poder que Ella tiene, de derecho, ¿cómo es que Ella lo ejerce? ¿Cómo Ella transforma en hechos ese poder de derecho que Ella tiene?
En el cielo Ella lo ejerce de dos modos: en primer lugar, porque Ella tiene el derecho de mandar y porque todas las almas que están en el cielo están confirmadas en gracia, ellas no hacen sino la voluntad de Dios. De manera que es ciertísimo que nuestra Señora mandando en ellas en nombre de Dios, nuestra Señora tiene el derecho de imponerse a ellas y ellas obedecen.
Pero es también verdad que aunque Dios no lo hubiese mandado, ellas querrían obedecer a nuestra Señora. Y querrían por el extremo amor que ellas tienen a nuestra Señora, por el conocimiento que ellas tienen de todas las virtudes de nuestra Señora, de la superioridad de nuestra Señora. Porque toda superioridad confiere un mando, aunque no hubiese esa orden de Dios, yo estoy cierto que todos los ángeles y los santos del cielo por la expresión de una leve, tenue voluntad de nuestra Señora, ellos se moverían todos en esa dirección.
El Inmaculado Corazón de María
Y ese es un imperio que es el imperio de un corazón sobre los corazones. ¿En qué sentido es eso?
El corazón, los Sres. saben ―yo ya he dicho eso innumerables veces― es el órgano físico que es símbolo de la mentalidad. Es decir, del modo por el cual la persona ve las cosas, y del modo por el cual quiere las cosas.
El Sapiencial e Inmaculado Corazón de María es una expresión de la mentalidad sapiencial e inmaculada de nuestra Señora. Y expresa, entre otras cosas también, su bondad inefable, su dulzura inefable, su misericordia inagotable.
Por todas esas razones, los ángeles y santos del cielo, considerando a nuestra Señora, la aman con toda la intensidad; después de Dios, pero la aman. La aman tanto cuanto les es dado a ellos amar, pero la aman. Y el resultado es que ese amor es tal que Ella reinaría sobre ellos ―el corazón de Ella sobre los corazones de ellos―, es decir, la mentalidad de Ella sobre la mentalidad de ellos. Es decir, el modo de Ella ver las cosas súper sapiencialmente sería una regla de sabiduría para ellos. La voluntad de Ella, santísima, sin mancha, inmaculada, sería una regla para la voluntad de ellos aunque no hubiese sido mandado por Dios.
Es decir, simplemente, de Corazón a corazón, nuestra Señora domina el cielo. Domina el cielo y domina el purgatorio, porque las almas que están en el purgatorio también ellas ya no pecan más. También ellas tienen la garantía de que irán al cielo. No hay peligro de que un alma en el purgatorio, por ejemplo, se rebelase con los padecimientos extremos que en el purgatorio se sufren. ¿Por qué? Porque ellas están confirmadas en gracia y ellas van a ir para el cielo. Y por causa de eso ellas piensan como nuestra Señora piensa, quieren lo que nuestra Señora quiere, viven para nuestra Señora. Y por eso, cuando nuestra Señora de vez en cuando se aparece en el purgatorio, hay para ellas una alegría sin nombre. Ellas todas cantas, satisfechísimas, de dentro de sus tormentos. Y Ella lleva siempre un número enorme de almas para el cielo. Y a las que Ella no lleva para el cielo, Ella esparce en torno de sí como que un rocío que disminuye las penas, aumenta la esperanza de llegar al cielo y alivia los padecimientos de aquellas almas.
Pero es también de Corazón a corazón que nuestra Señora domina aquellas almas y reina. Y no sólo por la voluntad de Dios.
En la tierra, ¿cómo es que son las cosas? Tenemos en la tierra, si los Sres. quisieren, la triste libertad ―que es de hecho una servidumbre―, la triste libertad de no hacer la voluntad de Dios. En otros términos, nuestras pasiones nos arrastran. Ellas son tiranas que nos llevan muchas veces a hacer lo que nosotros no querríamos, por pecado nuestro, mas nos llevan a hacer lo que nosotros no querríamos. Y ellas nos dan, así, la triste libertad de decir “no” a Dios.
Una triste libertad que es una esclavitud porque si nosotros fuésemos libres en nuestras pasiones nosotros nunca diríamos “no” a Dios. Pero esas pasiones existen. Y nosotros tenemos que luchar contra ellas. De manera que, en último análisis, está esa servidumbre nuestra: las pasiones, que sólo con la gracia de nuestra Señora nosotros conseguimos sacudir, conseguimos limitar, e incluso extinguir. Sin eso, nosotros seríamos esclavos de nuestros defectos.
Y hay en la tierra una lucha entre los que obedecen y los que no obedecen a nuestra Señora. Nuestra Señora tiene el derecho de ser obedecida por todo el mundo. Y en ese sentido, “de derecho”, Ella es reina del mundo entero. Pero el mundo tiene la posibilidad ―si bien que no el derecho― de desobedecer a nuestra Señora. De donde, hay un número enorme de personas que desobedecen a nuestra Señora.
Entonces, el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María ¿cómo es que hace efectiva su autoridad jurídica e indiscutible sobre todo el mundo? Se hace efectiva de una forma muy simple. Nuestra Señora, por su Corazón, Ella toca los corazones, ella toca las almas, y hace con que las almas recibiendo gracias muy abundantes, la sigan a Ella.
Es claro que esto no es automático. Una persona puede resistir a la gracia. Incluso a una gracia muy abundante, la persona puede resistir. Peca, pero puede resistir. Está bien, pero muchos no pecan por causa de la abundancia de la gracia. Y por esta forma, recibiendo gracias caudalosas, sirven a nuestra Señora. Pero esas gracias, ¿cómo es que son? Es la gracia que Ella da a nuestros corazones para que veamos el Corazón de Ella. De conocer y amar la sabiduría de Ella, de conocer y amar la nota de Inmaculada que existe en toda la persona de Ella. Y es por esta forma que Ella se hace obedecer por nosotros.
De manera que el Corazón de Ella es un cetro con el cual Ella gobierna a todos aquellos que le obedecen en el mundo.
Es claro que también, nuestra Señora manda en los malos. El demonio obedece, absolutamente. Y por eso también muchas veces, en la historia, ocurren cosas desconcertantes para los buenos o para los que defienden el lado del bien, ocurren cosas desconcertantes en último análisis porque nuestra Señora mandó. Y en este sentido, Ella puede también mandar. Pero no es un mandar que fuerce el libre albedrío por el cual la persona dice “sí” a la gracia de Dios. Eso no. Fuerza cualquier otra cosa, ese punto no fuerza.
Es decir, nuestra Señora tiene un imperio de derecho sobre todos. Que a veces Ella hace efectivo y nadie puede resistir. Pero que muchas veces es efectivo no por un imperio de Ella sino por el amor que Ella comunica a muchas almas.
Ahí los Sres. tienen una razón por la cual tantas personas se dedican, tantas personas se inmolan, tantas persona luchan etc., etc. Es por causa del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María.
Entonces, en esas condiciones yo tengo la certeza de que la fiesta de Nuestra Señora Reina es la fiesta del Corazón de Ella. Lo que, por lo demás, está escrito en Fátima: Nuestra Señora dice “por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”. Triunfará quiere decir reinar. El Corazón de nuestra Señora es un corazón regio. Si yo pudiese representar el Inmaculado Corazón de María, yo gustaría de representarlo rodeado por una corona, para indicar bien el carácter regio del Corazón Sapiencial e Inmaculado de María.
La fiesta, por lo tanto, tiene toda la propiedad ―aunque sea la fiesta de Nuestra Señora Reina― tiene toda la propiedad para que nosotros cultivemos y veneremos el Inmaculado Corazón de María.
¿De qué manera? Haciendo el siguiente pedido: Haced mi corazón semejante al Vuestro. Semejante no quiere decir vagamente parecido, no. Quiere decir parecido en todo cuanto está en los designios de la Providencia que se parezca. “Hacedme sapiencial, de una sabiduría que sea una participación de la vuestra; hacedme puro de una pureza que sea una participación de la vuestra”. Y, para ser sapiencial y puro: es preciso ser contra-revolucionario.
¿Por qué? Porque la Revolución es el auge de la insensatez y de la falta de pureza. Es lo contrario, de modo escandaloso, pero directamente lo contrario de la sabiduría y de la pureza, sobre todo de la pureza inmaculada de nuestra Señora. Entonces, el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María es Nuestra Señora de la Contra-Revolución. Es por donde la Revolución más odia a nuestra Señora, y por donde nosotros, hijos de la Contra-Revolución, más nos afirmamos hijos de Ella.
Los Sres. comprenden cuántas razones hay para que aprovechemos los últimos minutos de esta fiesta para pedir gracias para nosotros. Sobre todo esa transformación por donde nuestro corazón sea confiscado por nuestra Señora, sea tomado por nuestra Señora. Podemos decir: “Mi Madre, yo no soy bastante fuerte para entregarme a vos: dominadme. Entrad en mi alma con gracias tales que yo prácticamente no resistiré. Esta puerta, mi Madre, que yo por miseria no abro, atravesadla. Yo os espero detrás de ella con mi sonrisa, mi reconocimiento y mi gratitud”.
Esta es una buena oración para la fiesta de hoy.

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El presente texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, no ha sido revisada por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviese vivo, ciertamente pediría que se colocase explícita mención de su filial disposición a rectificar cualquier discrepancia en relación al magisterio de la Iglesia. Es lo que referimos aquí, con sus propias palabras:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial celo a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, por lapso, ocurra que algo no está conforme a aquella enseñanza, desde ya la rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que les da el Prof. Plínio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición fue publicada en el Nº 100 de "Catolicismo", en abril de 1959.


[1] Los Santos del Día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una reflexión o comentario relacionado con el santo o fiesta religiosa que se celebraba aquel día.

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