miércoles, 30 de mayo de 2012

San Fernando de Castilla: modelo de caridad, sacrificio, astucia y celo por la fe


Plinio Corrêa de Oliveira
Santo del día[1] del 29 de mayo de 1964
Vamos a comentar hoy un extracto de la vida de San Fernando de Castilla (1199-1252). Se trata de algunos consejos que dio a su hijo, Alfonso X:
“Huye de los necios y de todos aquellos que no son discretos, porque peor que el traidor es el necio, y más demorado en enmendarse”.
El arzobispo de São Paulo, Dom Duarte Leopoldo e Silva decía que prefería tener un enemigo inteligente, que un aliado necio. Con un enemigo inteligente, la gente prevé lo que él va a hacer y se defiende. Pero con un aliado cretino, ¿qué defensa hay?...
“Cuando viereis crecer el daño no esperes el tiempo de la venganza. No esperes hacerte amigo de aquel que se hace tu enemigo sin causa y por mala voluntad, ni esperes enmienda de aquel que yerra muchas veces”.
Estatua de San Fernando III, catedral de Sevilla
Cada uno de esos consejos es anti-“herejía blanca”… (herejía blanca: expresión utilizada por el Prof. Plinio en el sentido de esa “actitud sentimental que se manifiesta sobre todo en cierto tipo de piedad azucarada y una posición doctrinaria relativista que procura justificarse bajo el pretexto de una pretendida “caridad” para con el prójimo (cfr. “O Cruzado do século XX – Plinio Corrêa de Oliveira”, Roberto de Mattei, Ed. Civilização, Porto, 1998, tópico 7, véase también:  Almas delicadas sin debilidad, y fuertes sin brutalidad y La verdadera santidad es fuerza de alma y no debilidad sentimental y ¿El ángel de la guarda es menos inteligente que el demonio?).
Según la “herejía blanca”, se debería decir: “Hijo mío, huid del traidor, ten pena del necio, porque el traidor es peor que el necio”. Consejo de San Fernando: “Hijo mío, huye del necio y de todos aquellos que son tontos, cretinos, porque el necio es peor que el traidor y es más difícil que se enmiende”.
Aquí hay una observación curiosa: ¡que un bobo se enmiende es de las cosas más difíciles del mundo! Y es la razón por la cual las conversiones son tan raras en la corriente de opinión que corresponde al estado psicológico de la bobería institucionalizada e intencional, de una bobería optimista y que no ve las cosas. Una persona con tal mentalidad es más difícil de convertir que un comunista.
Aquí viene de la mano la sugerencia que no creamos en la inocencia de la bobería cundo se trata de materia católica, porque todo el mundo recibe la gracia de Dios para no ser bobo. Y hay una forma de pecado de espíritu y de endurecimiento de la bobería, que es una de las cosas más difíciles de enmienda. Hay un dicho que dice “el bobo es el caballo del diablo”…
“Cuando viereis crecer el daño, no esperes el tiempo de la venganza”.
Mucha gente diría lo contario: cuando el mal es pequeño, no intervengas, porque aún puede haber remedio de por sí. Sólo intervenga cuando el mal sea grande. Se debe decir lo contrario: cuando el mal es pequeño, intervenga corriendo y extíngalo luego, porque si no, se vuelve grande. Todo mal tiene la tendencia a volverse enorme. Por eso, debe ser aplastado cuando es pequeño. Y es tan cierto que nuestros enemigos así lo entienden, que cuando se trata de nosotros ellos actúan así. ¡No pierden un minuto contra nosotros! Esa mentalidad no es boba, nadie [inteligente] comete esos errores. Tales errores sólo son cometidos por los “centristas” cuando se trata de la izquierda; cuando se trata de la derecha, la técnica de ellos es bien diferente… Esto prueba la culpabilidad abominable de esa bobería que comentaba antes.
“No esperes hacerte amigo de aquel que se hace tu enemigo sin causa y por mala voluntad”.
La expresión es muy fina. Cuando alguien se hace mi enemigo por una voluntad ordenada, por una causa justa, yo debo procurar hacer de él mi amigo, porque debo penitenciarme, debo arrepentirme de lo que hice, debo reparar el mal hecho y debo agradecer si él tuviere la condescendencia de hacerse mi amigo. Esa amista yo debo desearla.
Pero cuando alguien, sin razón alguna, se hace mi enemigo, buscar hacerlo mi amigo con concesiones, con retrocesos, con pruebas de confianza, es un verdadero sin sentido.
En cierta ocasión, conversé con una persona con una mentalidad de esas (descrita arriba, o sea culpablemente cretina) y que me decía: “Plinio, usted no emplea ciertos métodos de una psicología más fina en el modo de tratar las cuestiones católicas. Usted actúa por principios generales y va aplicando tales principios sin discernimiento. Usted, por ejemplo, no sería capaz de hacer lo que yo hice… En mi empresa, hace algún tiempo descubrí a un contador que estaba robando. Cuando vi esto, pensé largamente: “tengo dos maneras de actuar contra él; el primero es echarlo de la empresa; el segundo es ir donde él y decirle: Fulano, estoy muy molesto con usted, porque he descubierto que me está robando. Pero quiero darle una prueba de confianza para rehabilitarlo. Voy a poner en su mano algo más de dinero. Así usted tiene mi confianza y se rehabilita…”.
Yo le dije: “Pero esto es una actitud entre mil, por un caso psicológico muy singular que usted enfrentó. ¿O usted halla que esa norma de conducta puede ser frecuente? Porque si fuere una actitud entre mil, yo comprendo que una persona que aún no esté tan corrompida, se conmueva con una prueba de confianza. Y entonces un hombre con mucho sentido psicológico, reconociendo que se trata concretamente de una situación así, comprendo que haga una cosa de esas. Pero no comprendo que ese procedimiento sea hecho con frecuencia, por el común de las personas, sin sentido psicológico”.
Él replicó que yo restringía tanto su acto de generosidad, que este se convertía en un caso rarísimo, y que él gustaría que la vida fuese como él la imaginaba. No discutí con él, y también nunca más lo vi.
Me acuerdo que en una ocasión, conversando (a mediados de la década de los 40) con una persona, le dije que la Acción Católica estaba siendo infiltrada de toda especie de gente ruin. Pensé que él quedaría espantado con esa afirmación, pero me dijo: “Es bien verdad, Dr. Plinio”. Le pregunté si no temía las consecuencias de eso. Me respondió: “Es así que la gente hace: atrae a todos los ruines para el mismo buque y después los convierte…”. El resultado es el que estamos viendo. Brasil está a punto de hundirse… Pero él me lo dijo con una especie de pena por mí, como si yo fuese un bruto que no entendía la finura de su actitud. También no discutí con él. Cuando el espíritu humano llega a ese puno, no se discute más…
El estado de espíritu de la “herejía blanca” está lleno de concepciones de ese género. Es como si un sujeto me preguntase: “Dr. Plinio, ¿quiere evitar quebrarse una pierna?”. Yo respondo que sí, entre otras cosas… Él me dice: “Entonces, ¡tírese de un tren a alta velocidad!”…
Se debe combatir ese estado de espíritu con el ejemplo de los santos. Podríamos hacer en un día de su fiesta, una antología de pensamientos de San Fernando, levantando la siguiente pregunta: en tal caso, ¿qué respondería San Fernando? Y veríamos lo que él dice a ese respecto.
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Santo del día 29 de mayo de 1968
San Fernando de Castilla, Índice de los privilegios reales, catedral de Santiago de Compostela
Hoy es la fiesta de San Fernando de Castilla. La biografía está sacada de La Vie des Saints, por Edouard Daras:
“Él fue hijo de Alfonso, rey de León y de Berenguela de Castilla. Nació a finales del siglo XII. Subió al trono a los 18 años, convirtiéndose en uno de los grandes soberanos cristianos.
”A los 27 años, se alzó en armas contra los moros, que mantenía parte de España bajo su yugo; y sólo las depuso cuando murió. Fue un notable batallador. En el día de San Pedro del año 1236 entró en Córdoba, que los infieles dominaban hace cinco siglos. Consagró la gran mezquita de la ciudad a la Santísima Virgen e hizo que los mahometanos transportasen sobre sus hombros las campañas de Compostela”.
¡Es, innegablemente, una belleza!...
“Marchó sobre Sevilla y la conquistó con fuerzas tan inferiores a las del enemigo, que el general que entró entregó la ciudad, mirándola con lágrimas en los ojos comentó: ‘Solamente un santo podría, con tales tropas, apoderarse de una plaza tan fuerte y populosa’.
”Su espada sólo la usó al servicio de Cristo. ‘Señor, decía’, vos que escudriñáis los corazones, sabéis que busco vuestra gloria y no la mía. No me propongo conquistar reinos perecibles, sino difundir el conocimiento de vuestro Nombre’.
¡Qué linda oración contra el defecto de la pretensión! Poder decir que en todas las acciones de apostolado, se busca exclusivamente la gloria de Dios y no la propia. No nos proponemos conquistar para nosotros un prestigio perecible, sino que queremos difundir el conocimiento de la verdad de Nuestro Señor Jesucristo, o sea, la doctrina de la Santa Iglesia católica, apostólica, romana.
“Su ejército era un ejército cristiano. La Santísima Virgen era su patrona y su imagen era transportada como símbolo de protección y victoria. El rey era el ejemplo. Ayunaba, usando un cilicio en forma de cruz y pasaba en oración las noches que antecedían las batallas. Esas guerras continuas nunca lo indujeron a cargar con impuestos a su pueblo. Confiaba en el auxilio de la Providencia y afirmaba temer más las maldiciones de una pobre mujer que las de un ejército de moros”.
¡Que vengan a hablar que en la Edad Media no había sentido de preocupación por los pobres, que no había preocupación con el derecho de los pequeños…! Ustedes están viendo aquí a un hombre que tiene más miedo de cometer un pecado lanzando contra una pobre mujer un impuesto injusto de que enfrentar un ejército de moros.
“Este gran príncipe murió cuando se preparaba para una expedición en África, contra los últimos enemigos de su país. Al llevarle el Santísimo Sacramento, se lanzó de rodillas rodeando su cuello con una cuerda en señal de sujeción el Rey de reyes”.
Es la doctrina de la sagrada esclavitud a nuestro Señor Jesucristo o a nuestra Señora.
“San Fernando también amó y protegió la cultura, habiendo fundado la célebre Universidad de Salamanca”.
Un tan gran santo no podía amar la cultura en abstracto como si ese extracto induce a pensar. Él amaba la cultura como un reflejo de la gloria de Dios y un instrumento para la difusión del Reino de Dios.
Urna con el cuerpo de San Fernando, en la catedral de Sevilla
“Después de más de cuatro siglos, su cuerpo fue encontrado incorrupto, cuando Clemente XI lo canonizó en 1671”.
Valió haber leído, aunque no comentado, tan gran vida de tan gran santo.
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El presente texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, no ha sido revisada por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviese vivo, ciertamente pediría que se colocase explícita mención de su filial disposición a rectificar cualquier discrepancia en relación al magisterio de la Iglesia. Es lo que referimos aquí, con sus propias palabras:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial celo a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, por lapso, ocurra que algo no está conforme a aquella enseñanza, desde ya la rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que les da el Prof. Plínio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición fue publicada en el Nº 100 de "Catolicismo", en abril de 1959.


[1] Los Santos del Día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una reflexión o comentario relacionado con el santo o fiesta religiosa que se celebraba aquel día.

1 comentario:

  1. Excelentes acotaciones; preciosas reflexiones. De cuánta bobería adolece la "nueva evangelización".

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