La Viuda Capeto
La foto es un retrato póstumo representando a María Antonieta en la cárcel del Templo después del asesinato de su marido. Un poco idealizado (dudo que haya tenido un busto de Luis XVI a mano) no obstante está basado de un retrato de Vigee Lebrun. La reina tenía su misal con ella, porque registra lo que los revolucionarios después se llevaron cuando ella fue enviada a la Conciergerie. Antonia Fraser narra en María Antonieta: El viaje, que la reina pidió a su cuñada Madame Elisabeth leyese las palabras de la Misa del misal. (En la prisión del Templo le prohibieron recibir los sacramentos).
Estas son las palabras que Luis XVI puso respecto a su esposa en su testamento y última voluntad:
Confío mis hijos a mi esposa; nunca he dudado de su maternal ternura para con ellos. Le encomiendo a ella, sobre todo, que los eduque para que sean honestos y buenos cristianos; que los haga ver la grandeza de este mundo (si les toca experimentarla) como bienes peligrosos y transitorios, y que los haga poner su atención en la única gloria perdurable y sólida, la eternidad. Suplico a mi hermana que bondadosamente continúe su ternura hacia mis hijos y tome el lugar de una madre, en el caso de que ellos tengan la desgracia de perder a la suya.
Suplico a mi esposa me perdone todo el dolor que ella sufrió por mí, y los dolores que le pueda haber causado en el curso de nuestra unión; y ella puede sentirse segura de que no tengo nada en contra suya, si es que ella tiene algo de qué reprocharse a sí misma.
Fuente: Tea at Trianon
Estas son las palabras que Luis XVI puso respecto a su esposa en su testamento y última voluntad:
Confío mis hijos a mi esposa; nunca he dudado de su maternal ternura para con ellos. Le encomiendo a ella, sobre todo, que los eduque para que sean honestos y buenos cristianos; que los haga ver la grandeza de este mundo (si les toca experimentarla) como bienes peligrosos y transitorios, y que los haga poner su atención en la única gloria perdurable y sólida, la eternidad. Suplico a mi hermana que bondadosamente continúe su ternura hacia mis hijos y tome el lugar de una madre, en el caso de que ellos tengan la desgracia de perder a la suya.
Suplico a mi esposa me perdone todo el dolor que ella sufrió por mí, y los dolores que le pueda haber causado en el curso de nuestra unión; y ella puede sentirse segura de que no tengo nada en contra suya, si es que ella tiene algo de qué reprocharse a sí misma.
Fuente: Tea at Trianon
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