lunes, 2 de marzo de 2015

La civilización cristiana

(basado en una conferencia del prof. Plinio Correa de Oliveira)

El curso de la historia, al contrario de lo que afirman tantos filósofos y sociólogos, no se traza exclusiva o preponderantemente por los dictados de la materia sobre los hombres. Sin lugar a dudas, estos tienen su influencia en la acción humana, pero la dirección de la historia pertenece a los hombres, dotados como están de almas libres y racionales. En otras palabras, son ellos los que dirigen el curso de los acontecimientos, actuando más o menos profundamente sobre las circunstancias en las que ellos se encuentran, y recibiendo en medida variable las influencias de esas mismas circunstancias.
Carlomagno, pintado por Albrecht Dürer
Ahora bien, la acción humana ocurre normalmente en conformidad con la visión o comprensión que el hombre tiene del universo, de sí mismo y de la vida. Eso equivale a decir que las doctrinas religiosas y filosóficas dominan la historia, que el núcleo más dinámico de los factores que transforman la historia se encuentra en las actitudes sucesivas del espíritu humano frente a la religión y a la filosofía.
Tanto la Antigua Ley como la Nueva contienen los preceptos por los que el hombre debe modelar su alma para llegar a ser semejante a Dios, preparándose a sí mismo para la visión beatífica. Estas leyes contienen también las normas fundamentales de la conducta humana en conformidad con el orden natural de las cosas.
Maurice Joseph Louis Gigost d'Elbée,
generalísimo de la católica
y real armada Vandeana
Por lo tanto, en la medida en que el hombre avanza en la vida de la gracia por la práctica de la virtud, al mismo tiempo elabora una cultura —un orden político, social y económico— en entera consonancia con los principios básicos y perennes de la Ley Natural. Esto es lo que llamamos civilización cristiana.

Fuente: nobility.org

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