Cómo su pureza genera la intransigencia y la combatividad
Plinio Corrêa de
Oliveira
Nuestra Señora fue concebida sin
pecado original. Ella tuvo una pureza perfecta, sin malas inclinaciones. Por lo
tanto, ella tuvo una gran facilidad para corresponder enteramente a la gracia
de Dios en todo momento. La grandeza natural y sobrenatural se fusionaban en su
alma en una profunda y extraordinaria armonía. Por encima de todas las demás
criaturas, ella tuvo el más alto noción de la santidad de Dios y de su
correspondiente gloria. Ella conocía y conoce cómo todos los seres creados
deben glorificar a Dios.
Como consecuencia, ella también
tenía un profundo horror de lo que es opuesto al bien, de lo que es malo. Ella
tenía una gran intransigencia contra esos males, un completo rechazo a sus
formas más mínimas y una fuerte combatividad en contra de ellos. Es por eso que
la Sagrada Escritura se refiere a Nuestra Señora como “terribilis ut castrorum acies ordinata”, un terrible ejército en
orden de batalla. La Iglesia también dice que ella sola venció todas las
herejías. Para celebrar este hecho, en las estatuas de la Inmaculada
Concepción, la Virgen aparece aplastando la cabeza de la serpiente.
La fiesta de la Inmaculada
Concepción es, por tanto, en muchos sentidos, la conmemoración de su pureza, su
intransigencia y combatividad.
Veamos más de cerca lo que es la
intransigencia. Cuando una persona tiene una muy clara noción de lo que es
bueno y una comprensión de las más altas expresiones del bien, esa persona sabe
que lo opuesto es malo. No es un conocimiento teórico, como el de un científico
que analiza un espécimen en un laboratorio, sino un conocimiento que viene de
la mano con un gran amor por el bien. La persona reconoce naturalmente lo que
es opuesto a ese bien, que es el mal, y odia el mal con una intensidad proporcionada a la magnitud de su amor por el
bien.
Dado que ama los más altos ideales
que representa el bien, no puede tolerar lo puesto al bien, porque ve
claramente el mal existe en ello. Rechaza el mal no solo en su conjunto, sino
en cada una de sus partes. Rechaza el mal no sólo cuando es muy intenso, sino
cuando apenas aparece. En esto consiste la intolerancia y la intransigencia.
El espíritu humano está
constituido de tal manera que cuando un hombre odia el mal, él aumenta y
perfecciona su amor por el bien. En cierto modo, la presencia de algo que él
rechaza refuerza su convicción y su amor por el bien. La psicología humana está
tan establecida que tal contraste hace que la persona sea más consciente de
cómo el bien es bueno. Por ejemplo, nosotros amamos más nuestra vocación contrarrevolucionaria
cuando podemos ver concretamente cómo los revolucionarios la odian. Al ver
esto, recibimos una confirmación de que estamos tomando la posición correcta.
¿Qué es la combatividad? La combatividad
es una consecuencia de la intransigencia. Es tomar una decisión deliberada para
destruir el mal que se opone a la gloria de Dios. Es una deliberación tranquila
seguida de la utilización de todos los medios que uno tiene a su disposición
para lograr ese objetivo. No es una resolución pasajera para luchar durante un
solo episodio cuando el mal está atacando al bien, sino que es una determinación
permanente aplicada a todos los aspectos del mal y a través de toda la vida de
una persona. La persona no descansa hasta que el mal sea destruido.
La verdadera combatividad no
descansa hasta que el mal sea reducido a cenizas. En Portugal había una
expresión con respecto a la maldad que se aplicaba de diferentes maneras en la
antigua Ley portuguesa: El mal debe ser reducido a cenizas por el fuego. Si un
hombre cometía un crimen terrible, recibía la sentencia de castigo capital: su
cuerpo era quemado y sus cenizas dispersadas en el aire o en el agua. Esa era
una aplicación de aquel axioma.
Aquí no estoy abogando a que este
castigo sea aplicado a tal o cual persona en tal o cual Estado en la actualidad.
Lo estoy tomando como un principio general para ser aplicado a la lucha de las
ideas e instituciones. Un hombre malo puede ser muerto, y él desaparece. Pero,
¿quién puede matar una mala idea o destruir una conspiración revolucionaria que
se empeña en impedir que Dios reciba la gloria que Él se merece y que la Santa
Madre Iglesia realice su misión sobre la tierra? Para esta lucha necesitamos
una verdadera combatividad que reduzca la Revolución y a sus cohortes a las
cenizas por el fuego. Este tipo de intransigencia y combatividad eran dos
atributos de Nuestra Señora que son consecuencias del privilegio de su
Inmaculada Concepción.
¿Qué debemos pedirle a la Virgen
en este día de fiesta? Debemos pedirle un gran amor a Dios y una alta comprensión
de su gloria, que como consecuencia natural nos dará una gran intransigencia y
combatividad.
Recuerdo que Santa Teresa de
Lisieux se lamentaba de que no podía ser un guerrero y luchar con una espada
contra los enemigos de Dios. Esta es el alma de un santo. Ella deseaba luchar
por Dios en todos los lugares y en todos los tiempos. Así es como debemos ser. Pidámosle
a Nuestra Señora la pureza y combatividad propia a la santidad para que podamos
ser sus verdaderos hijos e hijas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario