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Las invasiones bárbaras
moldearon una nueva situación jurídica
Plinio
Corrêa de Oliveira
Durante los siglos IX y X, Europa
estaba literalmente devastada por las invasiones bárbaras que venían desde
todas las direcciones. Hubo las invasiones de los húngaros, los descendientes
remotos de los hunos, quienes se filtraron por Alemania, con sus pequeños,
rápidos caballos y la devastaron, luego cruzaron Austria y destruyeron el norte
de Italia. A partir de ahí pasaron sobre las montañas de Suiza hasta que
llegaron al corazón de Francia y de la región de Champagne.
La invasión de Hungría o Magyar asoló gran parte de Europa |
Luego vino la invasión de los
vikingos, que se originó desde Escandinavia. Ellos penetraron Europa a través
de sus ríos, quemando, saqueando y causando devastación. Eran tan hábiles como marineros
que cruzaron de toda Europa y terminaron invadiendo Constantinopla. Esto
demuestra bien el ímpetu y la ferocidad de ese pueblo.
Otro grupo de guerreros nómades
ecuestres de origen altaico que invadieron Europa Central y Oriental fueron los
ávaros, un pueblo que más tarde desapareció. Por último, tenemos a los
sarracenos que en Francia a través del Pirineo y cruzaron toda Italia.
Estas invasiones —hostiles para Europa y entre
sí— que venían de todas
partes rompieron literalmente a Europa en pedazos. Cuando hablamos de invasión,
normalmente imaginamos una columna de asalto que entra en una zona con una
agenda calculada. Único que se queda en el camino de esa columna de pillaje era
devastación. Esto no es lo que pasó con esas hordas.
Ellos eran bárbaros, no tenían
mapas; ellos vagaban sin el objetivo de conquistar un país, sino sólo saquearlo.
Ellos no tenían ningún objetivo definido para quedarse y vivir en esas tierras
que saqueaban, ni tenían la clara intención de regresar a sus lugares de
origen. Ellos sólo querían saquear y vivir de la tierra hasta que estaban
listos para seguir avanzando o fueran expulsados por otro grupo.
Entrando a través de los ríos, los vikingos constituyeron un peligro incierto y terrible para el pueblo |
Podemos imaginarnos esas hordas
moviéndose aquí y allá a través de Europa, retrocediendo y avanzando de esta
manera. Una ciudad puede ser saqueada por los húngaros, y luego, poco después, convertirse
en la presa de los sarracenos o vikingos. Nadie podía saber con seguridad quién
vendría a devastar la tierra, porqué iban a venir o cuando iban a irse. Era
imposible planificar nada, simplemente porque los invasores no tenían un plan.
Les pido que se pongan en la
posición de un rey. Supongamos que rey de Francia está en París rodeado de
bárbaros. Él no tiene ni telégrafo, ni teléfono ni radio. Él sólo sabe lo que
pasa a través de mensajeros que llegan a caballo a informarle lo que ha
sucedido en este o aquel lugar.
Hay dos factores que comprometen a
esta fuente de información: el primero, que los mensajeros fuesen capturados
por los enemigos y se les impidiera la entrega de sus noticias al rey; el segundo,
que los nobles dejasen de enviar noticias una vez que el rey no podía
ayudarlos. La imposibilidad de ofrecerles asistencia es comprensible. Si la
invasión se enfocase en un solo punto, él podría reunir fuerzas y enviarlas
allí. Pero el hecho de que las hordas entraran por todas partes hacía imposible
planificar cualquier contraataque razonable.
Por lo tanto, la única resistencia
tenía que ser local: se tuvieron que construir fortalezas para hacer frente a
los enemigos y resistir sus asedios. De este modo, Francia y Europa comenzaron
a llenarse de castillos para proteger a las familias de los grandes
terratenientes, sus sirvientes, sus provisiones y el ganado.
Ahora, imagínense esta situación
continuada por un período de más o menos dos siglos. Imagínense si nuestro país
hubiese sido devastado por los bárbaros continuamente durante los últimos 200
años. Ello sería un fenómeno que marcaría profundamente la fisonomía del país.
¿Cómo ello marcó a Europa?
Mapa de las distintas y desordenadas invasiones bárbaras |
En todas partes los terratenientes
locales comenzaron a ejercer su autoridad natural para mantener el orden y mantener
el curso de la vida. Lo mismo ocurre, por ejemplo, cuando un barco se desviara
de curso en una tormenta sin esperanza de volver. Sus pasajeros constituyen un
pequeño grupo social con su propia vida interna, un pequeño segmento de la
humanidad, y el capitán termina por convertirse en una especie de rey. Él es el
único que sabe cómo dirigir la nave. Las otras formas de autoridad,
naturalmente, caen ante él, y él es el único que toma el mando. Así fue, por
analogía, como el feudalismo nació en Europa.
Yo sonrío cuando oigo a pseudo-historiadores
que hacen de este tipo de diatriba: “En los años oscuros de la Edad Media, los
reyes carolingios decadentes fueron incapaces de mantener el cetro de
Carlomagno en sus manos temblorosas, ni pudieron sus toscas mentes discernir el
pensamiento de la gran fundador del Imperio para preservar su unidad”.
Me gustaría ver lo que uno de estos
críticos haría con el cetro de Carlomagno si estuviera sitiado por estas hordas
asolando en la capital del Reino. Él lo más probable huiría, dejando el cetro
en la carretera o vendiéndolo a un judío. En cuanto a las exigencias de unidad,
dudo que siquiera pensara en ellas.
En otras palabras, esta fue
simplemente la forma como fueron las cosas, lo que el brutal juego de
circunstancias impuso.
EL SENTIDO COMÚN VERSUS LA SOCIOLOGÍA
La construcción de los castillos representó un cambio completo en el orden social y jurídico anterior |
Esos hombres de la Edad Media
tenían una enorme ventaja sobre nosotros. Ellos no conocían la sociología. No
tenían, por lo tanto, registro las estadísticas, ni las estudiaron y no resolvían
los problemas sociales que no eran suyos. En nuestros tiempos esto se ha
convertido en una verdadera manía, una especie de psicosis en la sociedad contemporánea.
Tenemos multitud de esos cazadores de problemas que persiguen las estadísticas
con el fin de demostrar, en primer lugar, que el problema existe y, sólo
entonces, buscar soluciones.
Los hombres medievales eran
diferentes: Ellos no hacían teorías académicas acerca de la sociedad. Sólo
tenían tiempo para resolver sus problemas con el buen sentido de una persona
que vive su vida cotidiana, y nada más. Así, entre las invasiones, ellos sembraban
y cosechaban porque necesitaban trigo para no morir de hambre; tenían que cavar
un nuevo pozo porque en el último asedio el anterior fue destruido o resultó
ser insuficiente. Ellos necesitaban enviar ayuda a un aliado que estaba siendo
atacado o bien todos serían asesinados y su propia posición debilitada. En
pocas palabras, no tenían tiempo para la poesía, la sociología y la formación
de las leyes y reglamentos.
Sin embargo, a lo largo de esos
200 años esas personas seguían viviendo, comprando, vendiendo, haciendo
préstamos, y seguir toda una vida jurídica. La realidad jurídica sufría el
impacto de la nueva situación.
Este panorama alterado es lo que
cambió decisivamente el sistema jurídico desde derecho escrito por el derecho
consuetudinario.
Continuará…
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