viernes, 20 de junio de 2014

Los católicos franceses en el siglo XIX - 8

LA INTRANSIGENCIA DE LOS LIBERALES DIVIDE LAS FUERZAS CATÓLICAS

                El prestigio siempre creciente del partido católico y sus sucesivas victorias no impidieron que las divergencias entre sus líderes se acentuaran con el tiempo, en perjuicio de la cohesión tan necesaria para el progreso de la campaña por la libertad de enseñanza.

                Formado por católicos de todos los matices, de todas las tendencias políticas, no era posible que el partido se mantuviese sin una renuncia total a las actitudes políticas de sus miembros. Eso no sucedió. Cada cual deseaba que la campaña se desarrollara sin herir sus preferencias partidistas, y cada vez que consideraban que eran afectadas por un artículo, un discurso o un panfleto, en seguida reclamaban y criticaban la orientación del partido. En realidad, lo que faltó en esa época era que los católicos fuesen exclusivamente católicos.

               
Infelizmente, el jefe del partido, el conde de Montalembert, se desorientó completamente con la aventura del L’Avenir. Sus
Guizot
convicciones religiosas eran sólidas, pero ya estaban arañadas por el liberalismo, al cual se entregaría de cuerpo y alma pocos años después. Durante ese período que describimos, era tal su indecisión, que Guizot acostumbraba referirse a Montalembert como siendo un hombre que cambiaba mucho de idea fija. Por otra parte, Montalembert tenía un carácter difícil, era profundamente orgulloso y vanidoso. Entendía que todo el movimiento por la libertad de enseñanza debería seguir exactamente su orientación, y lo ideal sería que todo fuese dirigido, escrito y ejecutado por él. Pero un programa como ese era difícil que se ejecutara por un jefe indeciso, y cuyas ideas políticas tenían por lo menos indicios de liberalismo.


                Naturalmente, el hombre más atacado en las divergencias internas del partido católico era Louis Veuillot. Exclusivamente católico, y teniendo que combatir diariamente a través de L’Univers, ora alentando a los compañeros, ora respondiendo los ataques de la prensa lacia, ora sosteniendo polémicas con los adversarios de la campaña, no siempre le era posible evitar censurar a los partidos políticos o criticar a los regímenes anteriores. De hecho, los adversarios de la Iglesia provocaban a propósito esas definiciones de Louis Veuillot, sabiendo que así aumentaban las divergencias del partido católico, al mismo tiempo que colocaban al periodista en situación difícil delante de sus aliados. En el fondo, ellos tenían la esperanza de conseguir la remoción del redactor de L’Univers, y romper así el pilar del movimiento.

               
Dupanloup
La situación empeoró dramáticamente con la aparición en la escena del padre Dupanloup, que durante toda su vida actuó en contradicción con los principios que decía poseer: en política se declaraba legitimista, pero en la práctica era liberal; declarándose ultramontano, fue el verdadero fundador del liberalismo religioso en Francia; educador católico, defendió e implantó la enseñanza clásica en los colegios que dirigió; infalibilista, fue el jefe de la corriente de los obispos que combatió el dogma de la infalibilidad pontificia en el Primer Concilio Vaticano; muy celoso de la jerarquía y de la autoridad, no siempre se conformó con la prontitud de los deseos de Pío IX. Era un hombre inteligente, dotado de una capacidad de trabajo incalculable, hábil, experto, buen orador, dotado en grado eminente del poder de inducir a los demás a hacer lo que él quería.

                Es así que el padre Dupanloup surgió en el escenario, ocurrido el primer enfrentamiento serio entre Montalembert y Veuillot. De repente, sin ningún aviso o previo cambio de ideas, Montalembert mandó decir a L’Univers que el periódico iría a ser dirigido por un comité constituido por el padre Dupanloup, el padre de Ravignan, Lacordaire, Lenormant y él, y que ese comité designaría al redactor jefe. Esa comunicación fue una bomba, y significó la renuncia de Louis Veuillot.

                En esa ocasión Montalembert ya no tenía ningún derecho sobre el periódico, pues el préstamos que le había hecho ya había sido pagado y la mayoría de las acciones pertenecía a Taconet, su verdadero propietario; pero, siendo L’Univers de hecho un órgano del partido católico, Montalembert creía, como su jefe, poder intervenir por esa forma.

                Tanto Veuillot como Taconet merecían recibir del partido un trato menos incivil. El primero, por los servicios que ya había prestado a la causa y por el mes de prisión que sufrió por ello; y Taconet por ser el propietario del periódico. Por amor a la paz y a los ideales que defendían, se dispusieron a tratar con el comité a fin de componer la situación, mostrando la imposibilidad de que el periódico fuese dirigido de esa forma, que sería perjudicial principalmente a su orientación política: el padre Dupanloup y el Padre Ravignan eran legitimistas; Lacordaire, demócrata; Lenormant, favorable a Luis Felipe; y Montalembert, aristócrata. Esas razones no fueron aceptadas. Apenas se les autorizó a Veuillot y Taconet ser parte del comité.

                Los redactores estaban indignados, y resolvieron mandar a Melchior du Lac a conversar con Montalembert. La entrevista fue tormentosa, y terminó con la declaración de este de que intervendría en el periódico con el derecho del más fuerte.

                Delante de la intransigencia del jefe del partido, Taconet y Louis Veuillot propusieron, para conciliar las cosas, la formación de un nuevo comité más homogéneo, y que no significase un perjuicio para el periódico. Para sus miembros sugirieron a: Montalembert, e vizconde de Carné, de Lavan y Bailly, dos grandes accionistas del periódico, el padre Hiron, su antiguo director, y Federico Ozanam. Montalembert se negó irritado, acusando a L’Univers de traición  y de querer matar al partido católico.

                Pocos días después el arzobispo de París envió una carta el periódico, censurándolo por la actitud que había tomado. Pero Louis Veuillot y Taconet lo buscaron y le explicaron cómo habían ocurrido los hechos, y entonces el arzobispo dio en parte la razón a ambos contra Montalembert. Con eso la idea del comité estaba liquidada; pero, para mantener la cohesión del partido, Veuillot aceptó pasar para un segundo plano. De acuerdo con los otros jefes del movimiento, fue escogido un nuevo redactor jefe: el conde de Coux, antiguo compañero de Lacordaire y Montalembert en L’Avenir.

                Todo ocurrió intramuros, durante las vacaciones parlamentarias que habían interrumpido la discusión del proyecto de ley sobre el monopolio de la enseñanza en la Cámara de los Pares. Pero la cuestión, además de haber provocado la primera divergencia seria entre los jefes del partido católico, tuvo una pésima consecuencia inmediata. Al reabrirse los debates en el parlamento sobre el monopolio, Thiers trasladó la cuestión, pasando a atacar a los jesuitas. La acción de L’Univers fue entonces perjudicada, pues el conde de Coux, enemigo de la Compañía de Jesús, quería impedir que Veuillot defendiera a los heroicos soldados de San Ignacio.


Siga los artículos de esta serie haciendo clic en la etiqueta: Católicosfranceses del siglo XIX

No hay comentarios:

Publicar un comentario